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¿Nos dejarán los robots sin empleo?


El futuro del empleo nos preocupa. En este blog lo hemos tratado desde diferentes ópticas, aquí, aquí y aquí. Argentina ha elegido este tema como una de las tres prioridades de discusión durante su presidencia del G-20. La velocidad del cambio tecnológico, los avances recientes en inteligencia artificial y las ganancias en destreza y adaptabilidad de los robots nos hacen pensar que el fin del empleo está cerca. Algoritmos que detectan el cáncer de piel mejor que radiólogos. Robots que realizan operaciones en tejidos blandos sin la asistencia cirujanos… ¿Nos quedará algo por hacer en el futuro próximo?

En un trabajo reciente, David Autor (MIT) y Anna Salomons (Universidad de Utrecht) se hacen esta pregunta. Y para responderla estudian la evidencia de las cuatro últimas décadas en 19 países desarrollados. Cierto es que, si el cambio tecnológico se está acelerando, o la propia naturaleza del cambio tecnológico varía, por ejemplo, haciéndose más sustitutiva de las habilidades humanas, el pasado puede ser un predictor imperfecto del futuro. Pero es lo mejor que tenemos. Y no se puede negar que el cambio tecnológico ya ha transformado el empleo en numerosos sectores. ¿Recuerdan cuando había librerías, agencias de viajes y tiendas de discos en cada barrio?

El punto de partida del estudio es el siguiente. Imagínese que usted en un laboratorio que se dedica a fabricar las prótesis dentales que luego el dentista implanta en cada paciente. El proceso de fabricación es asistido por máquinas, pero requiere de la pericia de un técnico, usted, que trabaja calibrando esas máquinas. Hasta que un día aparecen las impresoras 3-D. A partir de ese día el dentista ya no manda un molde de la prótesis a implantar. Ahora simplemente le llegan al laboratorio unos vectores de datos que la impresora traduce y transforma en la prótesis. ¿Qué pasará con su empleo? ¿Y con su salario? ¿Y qué pasará con el empleo y la remuneración de los trabajadores en el resto de la economía?

El estudio distingue y contabiliza cuatro tipos de efectos sobre el empleo. El primero es el efecto directo que el cambio tecnológico induce en el empleo del sector donde dicho avance se ha generado. Este es el efecto que más fácilmente se observa y, por tanto, es el que a menudo nos alarma. Sin embargo, es solo una parte de la historia y no necesariamente la más importante. También existen tres efectos indirectos a través de la vinculación productiva de los sectores.

El cambio tecnológico en un sector puede generar oportunidades de empleo y mejores salarios en sectores que usan como insumos los productos producidos por el primero. En el ejemplo del técnico odontológico, la introducción de impresoras 3-D probablemente reducirá los precios de los implantes, aumentando su demanda y generando empleo entre los dentistas. Un segundo efecto indirecto se produce si dicho cambio tecnológico altera la demanda de otras industrias que nutren de insumos al sector en el que la nueva tecnología se ha introducido. Si los implantes están hechos de cerámica, los productores de los componentes para la fabricación de dicha cerámica pueden ver como su demanda aumenta. Finalmente, el tercer efecto indirecto sobre el empleo se produce a través de la demanda final. Si el precio de los implantes es menor gracias a las impresoras 3-D y yo tenía que hacerme tres implantes, quizá por fin me pueda permitir esas vacaciones en Jávea.

Los resultados para empleo u horas trabajadas son muy similares, así que reproducimos los del empleo (Figura 5A del estudio). Como cabía esperar, el efecto directo de los avances tecnológicos es una caída del empleo en los sectores afectados del -0,22 por ciento anual, lo que quiere decir que la reducción acumulada media del empleo en las industrias que han tenido mejoras tecnológicas en los 37 años analizados ha sido del 8,2 por ciento. El efecto no es desdeñable. Sin embargo, una vez que tenemos en cuenta los efectos indirectos, el efecto neto total es positivo, y equivale a una mejora en el empleo de un 17,8 por ciento. Este cambio de efecto directo a efecto total se debe fundamentalmente a dos efectos indirectos. En primer lugar, los cambios tecnológicos mejoraron el empleo en los sectores que usan como insumos los productos o servicios que han bajado de precio o mejorado en calidad gracias a dichos avances. Además, los cambios tecnológicos aumentan la demanda agregada al permitirnos disfrutar de dichos productos o servicios a precios menores.

Hasta ahora buenas noticias. No parece ser que nos vayamos a quedar mano sobre mano por el cambio tecnológico. ¿Pero, qué ha ocurrido con la remuneración del trabajo? Los cuatro efectos anteriormente descritos también alteran la remuneración del trabajo. Además, existe un quinto efecto indirecto que tiene que ver con los cambios en la remuneración de los trabajadores inducidos por los cambios en la estructura sectorial de la economía. Si las mejoras tecnológicas se producen en sectores donde la remuneración del factor empleo es baja con respecto al capital (por ejemplo, manufacturas) y el empleo se desplaza a sectores donde los salarios tienen más peso (por ejemplo, el sector educativo), la remuneración del empleo aumentará y viceversa.

Los resultados para la remuneración del trabajo están en la Figura 7. Como en el caso del empleo, el efecto directo es negativo, es decir, que baja la remuneración del factor trabajo en los sectores afectados por el cambio tecnológico. Pero, a diferencia del caso del empleo, estos efectos negativos no se ven compensados por los efectos indirectos. La predicción del estudio es que el cambio tecnológico ha sido responsable de una caída de la participación de la masa salarial en el valor añadido de aproximadamente 6 puntos porcentuales.

En conclusión, el cambio tecnológico durante las últimas cuatro décadas no parece haber desplazado el empleo, pero sí la participación del factor trabajo en las rentas totales. Como recalca Piketty, puesto que las rentas del capital tienden a estar concentradas entre los ciudadanos de altos ingresos, esto nos lleva a pensar que debemos quizá preocuparnos más por los aspectos distributivos del cambio tecnológico que por sus posibles efectos en el número de empleos. El debate debería centrarse menos en si vamos a trabajar o no, y más en qué tipo de empleo se va a generar en las próximas décadas y si dicho empleo será de una calidad que permita que la gran mayoría de la población disfrute de un estándar de vida elevado.

Pd (de la editora): Vuelvan el viernes para una entrada relacionada sobre el impacto de la tecnología sobre el empleo y los salarios en España.