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¿Sirven las cuentas nocionales para algo?

En el debate sobre la reforma de las pensiones de jubilación hay una corriente de opinión a favor de transformar el sistema público contributivo actual de prestación definida y de reparto, en uno de cuentas nocionales de contribución definida.

Esta propuesta suele enfrentarse a dos objeciones. Una es que supondría una notable reducción en la tasa de sustitución (la ratio pensión media-salario medio). Otra es que produciría un aumento de la desigualdad entre las nuevas cohortes de jubilados.

Ambas son equivocadas, la primera porque ignora que la sostenibilidad financiera impone restricciones sobre la tasa de sustitución de cualquier sistema público contributivo de pensiones; la segunda es absolutamente falsa.

La inevitable reducción de la tasa de sustitución de las pensiones contributivas

Bajo la inapelable aritmética de los sistemas de pensiones, la tasa de sustitución (media) máxima que, bajo sostenibilidad financiera, puede ofrecer un sistema contributivo (medida como la ratio entra la pensión media y el salario medio en cada momento del tiempo) es igual al producto del tipo efectivo de las cotizaciones sociales y el cociente entre la población ocupada y la jubilada. (Sin sostenibilidad financiera ocurre lo mismo porque en este caso el sistema de pensiones dejaría de ser, tarde o temprano, viable).

En un contexto demográfico en el que, incluso con tasas de empleo mucho más elevadas que las actuales y con retraso en la edad de jubilación a los 67 años, la ratio entre la población ocupada y la jubilada se va a reducir a la mitad en las próximas dos décadas, la única manera de evitar una reducción de la tasa (media) de sustitución de las pensiones contributivas sería aumentar el tipo efectivo de las cotizaciones sociales. Esta solución es, probablemente, inviable y, además, cuestionable con criterios de equidad intergeneracional.

Puede ser inviable porque existe algo parecido a una curva de Laffer en la relación entre el tipo efectivo de las cotizaciones sociales y la tasa de empleo, que implica que a niveles muy elevados de dicho tipo, la tasa de empleo y la recaudación resultante se reducen. Dado que el tipo efectivo de las cotizaciones sociales en España es ya de los más elevados de los países de nuestro entorno, es bastante probable que ya estemos cerca de la cima de esa “pseudo-curva de Laffer”.

En cuanto a la equidad intergeneracional, resulta cuestionable elevar aun más el tipo efectivo de las cotizaciones sociales porque supondría aumentar transferencias de renta desde las generaciones más jóvenes a la población jubilada en un momento en que la brecha de renta intergeneracional se ha ampliado en contra de los primeros.

Un teorema de equivalencia

En un sistema contributivo las prestaciones se calculan en función de las cotizaciones de los trabajadores que van a recibirlas. En un sistema de reparto son las cotizaciones de cada generación las que financian las prestaciones de la generación anterior. Como se considera que el principal objetivo del sistema público contributivo de pensiones es sustituir la renta laboral que se deja de percibir después de la jubilación, se utiliza el principio de prestación definida que garantiza una determinada tasa de sustitución del salario final. Para ello, a la hora de determinar la pensión, se da mayor peso a las cotizaciones realizadas al final de la vida laboral que a las anteriores.

Por el contrario, la motivación de un sistema de contribución definida es proporcionar un seguro contra la longevidad, es decir, un flujo de renta durante la jubilación, independientemente del salario percibido. Por ello, se utilizan criterios puramente actuariales para el cálculo de rentas vitalicias a cubrir por el sistema de pensiones. Así, las pensiones son, en definitiva, seguros de vida inversos que resultan de convertir el capital acumulado por cotizaciones durante la vida laboral (apropiadamente actualizado y rentabilizado “virtualmente”) en una anualidad.

Peguntarse cuál de los dos sistemas ofrece una tasa de sustitución más elevada es un mal punto de partida. Y lo es porque un sistema de cuentas nocionales se puede diseñar para reproducir exactamente la misma tasa de sustitución (media para el conjunto de la población jubilada) que ofrezca cualquier sistema de prestación definida. Para ello, basta calcular los parámetros del sistema (remuneración de la cuenta nocional durante la fase de acumulación de capital, tipo de interés y duración de la anualidad) para que proporcione un flujo de renta equivalente al correspondiente a una pensión con tasa de sustitución que se desee mantener bajo el sistema actual.

Y, al contrario, un sistema de prestación definida con fórmulas de cálculo de las pensiones que tengan en cuenta la esperanza de vida (como ocurrirá tras la introducción del factor de sostenibilidad que entrará en vigor en enero de 2019) y en el que se computen las cotizaciones durante toda la vida laboral, como se ha propuesto recientemente, acabará proporcionando una tasa de sustitución (media) similar a la de un sistema de cuentas nocionales de contribución definida con beneficios calculados con criterios estrictamente actuariales.

Por tanto, si de lo que se trata es de alcanzar una determinada tasa (media) de sustitución, existe un “teorema de equivalencia” según el cual tanto un sistema contributivo de prestación definida como uno de cuentas nocionales de contribución definida pueden alcanzar tal objetivo. En estas circunstancias, la pregunta relevante no es cuánto se reduciría la tasa (media) de sustitución de las pensiones con un sistema de cuentas nocionales, sino cómo conseguir que tal reducción, que inevitablemente se ha de producir para recuperar la sostenibilidad financiera, se produzca con un menor coste social y de manera equitativa.

A este respecto las ventajas de un sistema de cuentas nocionales son notables. Primero, consigue que la necesaria e inevitable reducción de la tasa de sustitución se produzca de manera transparente y permitiendo mayor flexibilidad a los afectados a la hora de tomar sus decisiones de jubilación. En segundo lugar, todo ello tiene lugar sin necesidad de tener que acudir recurrentemente a reformas paramétricas del sistema actual, lo que mantiene un elevado grado de incertidumbre sobre el futuro de las pensiones.

Un sistema de contribución definida con cuentas nocionales produce menos desigualdad

La segunda objeción fundamental a un sistema de cuentas nocionales de contribución definida es que produce una mayor desigualdad intrageneracional, es decir, entre cada generación de jubilados. En realidad, es justo lo contario y la razón es fácil de entender. La desigualdad de rentas laborales entre trabajadores aumenta a lo largo de la vida laboral, tanto porque algunos trabajadores pierden su empleo en los años anteriores a la edad de jubilación y tienen pocas posibilidades de encontrar un nuevo empleo, como porque la desigualdad salarial aumenta con la edad. Así, un sistema de pensiones que otorgue mayor peso a la situación laboral y a las cotizaciones sociales en lo años inmediatamente anteriores a la jubilación produce una mayor desigualdad de pensiones que otro que tenga en cuenta la situación laboral y las cotizaciones a lo largo de toda la vida laboral.

Este es un resultado bien conocido y fácilmente comprobable con los datos disponibles sobre las vidas laborales de los trabajadores españoles. Basta recopilar dichos datos, aplicarles ambas fórmulas de cálculo (la actualmente en vigor y la que se deriva de un sistema de cuentas nocionales de contribución definida) y comparar las distribuciones de pensiones resultantes. Los datos pueden obtenerse de la Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL) o, alternativamente, pueden simularse “historiales laborales virtuales” a partir de la información disponible sobre transiciones entre situaciones laborales (empleo, desempleo e inactividad) y salarios a lo largo de la vida laboral.

Los resultados de este segundo enfoque se pueden consultar aquí. Se trata de un trabajo que está cercano a cumplir la mayoría de edad y, por tanto, que utiliza historiales virtuales estimados a partir de parámetros (probabilidades de transición entre los las tres situaciones laborales y salarios, ambos por edad, sexo y nivel educativo) que son distintos a los que ahora determinan transiciones laborales y distribuciones de salarios en el mercado de trabajo español.

Aun así, sus resultados son bastante elocuentes. Bajo un sistema de prestación definida actual calculando la base reguladora de la pensión de jubilación en función de las bases de cotización de los últimos 15 años de vida laboral (situación que era la vigente en el momento de redacción del trabajo referenciado), el índice de Gini de la distribución de pensiones resultante sería del 0,254. Si la base reguladora de la pensión de jubilación se calculara en función de las bases de cotización de los últimos 30 años de vida laboral, la desigualdad intra-generacional de las pensiones disminuiría al 0,248. Dicha reducción sería mucho mayor con un sistema de cuentas nocionales de contribución definida, en el que el índice de Gini de dicha distribución resultaría ser del 0,193. Aunque estos resultados son obsoletos, todavía no he visto ningún otro tipo de evidencia o de cálculos más recientes que me hayan inducido a cambiar de opinión sobre su validez.

Algunas ventajas más

Finalmente, hay otras dos ventajas del sistema de cuentas nocionales de contribución definida sobre el actual. Una tiene que ver con los incentivos a la oferta de trabajo y con los desincentivos a sumergir actividades laborales. En la medida en que cualquier cotización a la Seguridad Social realizada en cualquier momento de la vida laboral tiene un efecto inmediato sobre la pensión de jubilación a recibir, los trabajadores mostrarán y los empleadores se enfrentarán a mayores resistencias a evitar tales cotizaciones. Otra es que las cuentas nocionales proporcionan un instrumento natural para la implementación de políticas sociales dirigidas a ofrecer mayor protección social a aquellos colectivos que menos participan del mercado de trabajo por dedicarse a otras actividades no laborales de interés social. Por ejemplo, permitirían el otorgamiento de derechos de pensión (u otros) de forma transparente a aquellos colectivos dedicados al cuidado de los hijos o personas dependientes. También se complementarían de forma natural con otras políticas laborales que pudieran desarrollarse para favorecer la estabilidad laboral, como es el caso de la mochila austríaca, sobre la que tanto hemos escrito en NeG.