¿Son los refuerzos los nuevos empujones?

En esta entrada resumo la discusión sobre las diferencias normativas entre los empujones (nudges) y los refuerzos (boosts) presentada en un reciente artículo de Sims y Müller en Economics and Philosophy. Es la traducción de la publicada en inglés en el portal de Mapping Ignorance y se publica aquí con permiso de ambos blogs.

La economía del comportamiento estudia los sesgos sistemáticos en las decisiones económicas que ocurren porque nuestros procesos cognitivos están constreñidos y, como consecuencia, una optimización independiente del contexto es impracticable. Esta área de investigación comenzó con Tversky y Kahneman (aquí se puede encontrar su artículo ya clásico) e influyó en las propuestas de intervenciones basadas en “empujones” (nudges), que intentan que las elecciones sean las más cercanas posibles a las económicamente racionales. Por ejemplo, consideremos la elección entre usar métodos de conservación de energía y no usarlos, y consideremos que estos métodos requieren tomar una acción costosa hoy que será más que compensada por los ahorros en el largo plazo. La manera en que se presenta la información tiene importantes consecuencias: si se hace en forma de pérdidas (si no usas los métodos de conservación perderás 350 euros al año) los individuos tienen a ser más favorables a usarlos que si se presenta en forma de ganancias (si usas estos métodos ahorrarás 350 euros al año). En el segundo caso, los individuos tienden a pensar que los costes iniciales son más relevantes que los ahorros futuros. Un empujón sería una intervención que presenta la información en términos de pérdidas, entendiendo que el individuo racional prefiere usar los métodos de conservación energética.

Más recientemente, algunos autores (aquí) han propuesto un tipo de intervención diferente, basado en una heurística sencilla (en lugar de unir heurística y sesgos, como en los empujones), que enfatiza la importancia de adaptar mejor el individuo al ambiente en que debe razonar para tomar sus decisiones. De acuerdo con esta propuesta, la intervención no debería tener como fin condicionar el comportamiento del individuo, sino presentar el problema de decisión de la manera que mejor se adapta a su heurística individual o, alternativamente, de educar al individuo con una nueva heurística más adecuada al problema. Este tipo de intervención se denomina boost en inglés (y que traducimos aquí como “refuerzo” a la espera de que se acuñe un término mejor). Por ejemplo, los médicos tienden a hacer mejores inferencias y a dar mejor la información a sus pacientes si una premisa contiene información estadística del tipo “Diez de cada 1.000 mujeres tienen cáncer de mama” en lugar de “La probabilidad de que una mujer tenga cáncer de mama es un 1%”. El refuerzo consistiría en cambiar la información sobre el riesgo para darla en formato de frecuencia en lugar de como una probabilidad o porcentaje, que se suele entender peor. De manera alternativa, el refuerzo también puede consistir en familiarizar a la gente para que sepa hacer la conversión entre una y otra fácilmente.

El empujón altera la arquitectura de la elección y condiciona el comportamiento para que sea más racional, mientras que el refuerzo permite que los individuos reflexionen mejor en su decisión y lleguen al comportamiento racional por ellos mismos. Así, parece que los refuerzos presentan mejores propiedades normativas. Los empujones evitan la deliberación racional de una manera ambigua y manipuladora. Los refuerzos, en cambio, únicamente reestructuran el medio de manera que se adecue más a las capacidades del individuo o bien aumentan el repertorio heurístico del individuo. Los refuerzos requieren la cooperación activa del individuo y, por tanto, deben ser explícitos, visibles y transparentes (véase una discusión sobre esto aquí y aquí).

Sims y Müller opinan distinto. Para empezar, la asociación entre transparencia y mantenimiento de la autonomía con los refuerzos puede ser una definición circular. Una intervención que involucra alterar el medio en el que se toma la decisión, como en el ejemplo anterior de dar la información como frecuencia y no porcentaje, no requiere de ninguna motivación ni cooperación por parte del individuo. Si esta involucración se incluye en la definición del refuerzo, entonces el ejemplo no lo será. Para evitar este problema, Sims y Müller consideran dos estrategias para distinguir entre empujón y refuerzo y que contienen aspectos normativos: (i) definir las categorías de una manera intuitiva mediante el uso de ejemplos paradigmáticos y de propiedades específicas y (ii) establecer una distinción según los mecanismos causales por los cuales opera cada uno.

De acuerdo con la primera estrategia, uno debe primero reunir un conjunto de ejemplos y extraer de ellos una lista de propiedades que permiten distinguir los empujones de los refuerzos. A partir de ahí, se podría mostrar que algunas de esas propiedades hacen a los refuerzos inmunes a la crítica normativa relevante. Sin embargo, ninguna de las características paradigmáticas que se atribuyen a los refuerzos permiten asegurar que satisfacen necesariamente los requerimientos de transparencia y autonomía. Por ejemplo, considérese el caso de la educación sexual basada en la abstinencia. Esta intervención asume el objetivo deseado de evitar las enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados. Las personas objetivo de esta medida son libres de aceptar y cooperar con ella. Se puede, entonces, argumentar que esta cooperación y motivación son suficientes para concluir que la intervención es transparente. Sin embargo, si los programas basados en la abstinencia no enseñan de manera adecuada otros métodos para prevenir las consecuencias no deseadas difícilmente podrán ser llamados transparentes. Este ejemplo muestra que la cooperación no implica transparencia. Además, puede haber muchas dudas a la hora de clasificar una intervención como refuerzo o como empujón. Tomemos de nuevo el ejemplo en el que a un individuo se le da la información en términos de frecuencias. Esta intervención puede ser considerada también como un empujón de igual manera que lo era el dar la información en términos de pérdidas y no de ganancias.

Según la segunda estrategia, diferentes autores han propuesto diferentes mecanismos causales para distinguir entre empujones y refuerzos. Son, principalmente (i) la arquitectura de proceso dual frente a la maleabilidad cognitiva, (ii) la intervención en comportamiento frente a la intervención en competencias y (iii) el criterio de reversibilidad

La arquitectura de proceso dual propone dos sistemas cognitivos, donde el primero de ellos, el sistema 1, es rápido, intuitivo y estereotipado en su manera de operar; mientras que el otro, el sistema 2, es lento, deliberativo, gobernado por reglas y en el que opera de manera especial la memoria de trabajo. Presuntamente, los empujones operarían sobre los procesos del sistema 1 para que produjeran las decisiones que se tomarían según el sistema 2 si se tuvieran el tiempo y la habilidad necesarios. Sin embargo, esta manera de verlo se contradice con el supuesto de que la arquitectura cognitiva sea maleable, algo que los proponentes de los refuerzos consideran debe ser el caso, puesto que la heurística sobre la que operan los empujones se asume estereotipada en sus sesgos e incapaz de cambiar. Así, la distinción basada en esta diferencia asumiría una contradicción. Los defensores de los refuerzos deberán decir que los empujones son un tipo de refuerzos a corto plazo y, de manera análoga, los defensores de los empujones deberán decir a su vez que los refuerzos no son más que un empujón educativo. Cada uno dirá que el otro se equivoca con respecto al proceso causal.

Los otros dos mecanismos causales presentan sus propios problemas. No hay una manera clara de distinguir el cambio en competencias del cambio en comportamiento, y en lo que respecta al criterio de reversibilidad, la investigación empírica ha encontrado que las intervenciones en forma de empujón pueden tener efectos duraderos, que sería la característica atribuida a los refuerzos.

Tras discutir y rechazar ambas estrategias, los autores no argumentan que deba rechazarse una distinción entre empujones y refuerzos, sino que la distinción no puede ser la base para resolver las cuestiones normativas en el estudio de las políticas basadas en el comportamiento. Estas cuestiones deberán ser respondidas caso por caso, y no según sean categorizadas como empujón o refuerzo. Para avanzar en este programa, los autores terminan el artículo con dos ideas para las evaluaciones normativas. La primera requiere argumentar la relevancia de una teoría particular de la autonomía individual o, alternativamente, requiere producir una evaluación normativa de la heurística en la que se basa la intervención. La segunda requiere considerar que el contexto social de la intervención puede desempeñar un papel mayor en su evaluación.

Hay 4 comentarios
  • Empujoncitos vs. ayuditas. Dos maneras de dar incentivos pequeños para que otros hagan lo que uno quiere, o dos formas de entrometerse en las vidas de los demás. Por incentivo entiendo “un motivo contingente o condicional” (tomada de Daniel Pink, ver entrada Wikipedia, inglés), concepto general que pretende incluir todo tipo de incentivos.

    La teoría racional de las decisiones individuales plantea que las decisiones son resultado de motivos, esto es, de sus determinantes próximos --preferencias, creencias, y restricciones— y supone la capacidad intelectual de relacionarlos para lograr un resultado específico. Cuando nuestro interés es cambiar decisiones en una situación concreta --esto es, cuando aplicamos la teoría-- entonces buscamos incentivos eficaces, por naturaleza e intensidad.

    Algunas veces un empujoncito o una ayudita viene bien. Pero en ingeniería social, no estamos hablando de asuntos personales (que sí interesan a los psicólogos). Estamos hablando de situaciones concretas en que incentivos pequeños podrían hacer una diferencia para muchas personas. Los ingenieros sociales hemos estado aplicando la teoría considerando las circunstancias que condicionan la eficacia de los incentivos. Hoy, a diferencia de hace 50 años atrás, sabemos algo más y hemos ampliado el menu de incentivos eficaces. Pero no tanto como para pensar que podemos hacer una diferencia significativa (entre otras razones, porque las decisiones las toman otros).

    • Mi primer comentario apunta a la crítica equivocada a la teoría racional de las decisiones. Como toda teoría que pretende explicar el comportamiento humano es el resultado de buscar similitudes eliminando diferencias —de buscar “lo común” eliminando “lo contingente”-- algo propio de un proceso de abstracción. El aporte de “behavioral economics” a esa teoría es recordar que nuestro comportamiento es mucho más complejo que lo que esa o cualquier teoría puede explicar —algo que Herbert Simon hizo antes desde otra perspectiva y le mereció un Premio Nobel. Pero la Psicología poco ha aportado al desarrollo de una teoría “más completa".

      Para los ingenieros sociales, la tarea es mucho más compleja porque la aplicación de la teoría racional de las decisiones no puede ignorar las diferencias, lo accidental. Los “buenos” ingenieros sociales intentan entender primero a “sus clientes”, los que pagarán por sus servicios y tomarán las decisiones, y segundo a “las personas afectadas”, los que serían afectados por “las consecuencias” de sus recomendaciones si fueran aceptadas por “sus clientes”. Por eso, la formación del ingeniero social no puede limitarse a “conocer la teoría” y requiere mucho más. No he analizado en detalle lo que un hijo estudió primero para ser Físico y segundo Ingeniero Civil, pero por lo que he entendido de su larga experiencia lo primero fue necesario pero jamás suficiente para lo segundo.

    • Recién leo
      https://www.nytimes.com/2019/07/06/style/parenting-coaches-screen-time-phones.html
      https://www.behavioraleconomics.com/supporting-decision-making-under-uncertainty-nudging-boosting-or-both/

      Los “nudges” (empujoncitos) son intervenciones para que no cometamos errores (cometemos errores pero algunos pueden corregirnos). Los “boosts” (ayuditas) son para aprovechar mejor nuestras capacidades (podemos mejorar y algunos pueden ayudarnos). La solución de mercado supone que reconocemos nuestros errores y nuestra disposición a mejorar: el artículo ilustra cómo la creciente demanda por “coaches” se ha ido satisfaciendo (aunque no todos los padres demandan "coaches"). En sus versiones “diminutivas”, las intervenciones no difieren de la solución de mercado. En sus versiones “fuertes”, en algún momento los “empujones” y las “ayudas” requieren la amenaza de coerción por quienes quieren corregirnos o ayudarnos. Sí, “en algún momento” algunos políticos comprarán la idea de un problema grave (en el artículo, la adicción a la pantalla) y la idea de que deben hacer algo —algo marcado por la amenaza de coerción, o sea por la imposición de obligaciones legales (desde un impuesto específico para financiar “coaches” que “vacunen gratis” a todos los adolescentes hasta la prohibición del uso de smartphones por menores de edad). Un ingeniero social puede diseñar y evaluar intervenciones, pero sus recomendaciones difícilmente sean consideradas (por uso excesivo de “depende de”).

  • Un tema muy interesante. En torno a esto se me plantea siempre una cuestión:.
    Existen un montón de mecanismos que se basan en un conocimiento parecido del funcionamiento de la mente y que pretenden influenciar a los ciudadanos para favorecer al creador del mecanismo, aunque de forma racional dichos ciudadanos prefirieran otra opción (por ejemplo la publicidad o las tácticas para incentivar las compras).
    Estos mecanismos son doblemente ineficientes para la sociedad, primeramente porque distorsionan las preferencias reales de la población y segundo porque para ello se gastan unos recursos que podrían ser útiles en otras partes. ¿No sería beneficioso una intervención estatal para reducirlos? Al fin y al cabo, la eficacia del mercado se basa en unas premisas que de esta forma socavamos deliberadamente.

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