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El FMI y las reformas estructurales en el corto plazo

El otro día tuve la ocasión de discutir en el Banco de España el capítulo 3 del World Economic Outlook que elabora el FMI regularmente. Este capítulo, dedicado a los efectos en el corto plazo de las reformas estructurales, me ha parecido tan interesante que me apetece compartirlo con los lectores de nuestro blog.

En estos momentos, el crecimiento potencial de los países industrializados es inferior al que tenían antes de la crisis. Los bancos centrales están implementado políticas monetarias expansivas como nunca antes habíamos visto y donde el margen fiscal está agotado en la mayoría de los países, cuya deuda pública ya está rebasando el 100% de PIB. Ante esta situación las políticas de oferta o las reformas estructurales se han convertido, ahora más que nunca, en el único instrumento que nos queda para salir de esta situación.

Siempre ha existido un gran consenso sobre los efectos positivos en el largo plazo de las reformas estructurales (i.e aumentan la productividad, el empleo y el crecimiento potencial). La novedad de este paper es que se centran en los efectos de estas reformas en el corto plazo, además lo hace distinguiendo épocas donde la situación económica es buena de aquellas en las que es mala. Por supuesto, también encuentra que en el largo plazo (al cabo aproximadamente de 4 años) todas las reformas estructurales resultan positivas. Pero volvamos a lo interesante, al corto plazo, cuyos resultados principales están recogidos en la siguiente tabla:

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Vamos a centrarnos en las situaciones donde la situación económica es delicada y centrémonos en sus recomendaciones:

El problema que tenemos aquí es que si bien parece que es mucho más eficiente reformar en épocas de bonanza económica, lo cierto es que la experiencia nos dice que las principales reformas se han hecho en épocas de crisis (ver este artículo de Dang, Galasso, Hoj y Nicoletti (2006) para reformas estructurales en general antes de la crisis y este reciente de Bonfiglioli y Gancia (2016) sobre las reformas liberalizadoras en el mercado de productos). La evidencia empírica nos dice, por tanto, que los gobiernos llevan a cabo las reformas cuando están realmente en el precipicio. No sé si la explicación reside en el hecho de que las reformas estructurales suponen un alto coste en términos de votos, normalmente influenciados por los perdedores de las mismas que suelen organizarse para evitarlas. De lo que no hay duda es de que si hacemos caso a los resultados de este artículo, el mejor momento desde el punto de vista político para implementar reformas estructurales, independientemente de la situación económica en la que te encuentres, es al inicio de la legislatura. Cuando vuelves a las urnas (cuatro años más tarde) al menos ya se pueden apreciar los efectos positivos de largo plazo de dichas reformas.

Dejo al lector la responsabilidad de juzgar si la agenda de reformas estructurales llevada a cabo en España, su timing y el mix, ha sido el más eficiente posible o no.