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Cuarta Revolución Digital y Renta Mínima (con incentivos)

 por J. Ignacio Conde-Ruiz y Carlos Ocaña Orbis

A lo largo de la historia se ha asistido a distintas revoluciones tecnológicas. La Primera Revolución Industrial, allá por el siglo XVIII, se resume en la mecanización de la industria textil en Gran Bretaña a partir de la energía generada por la máquina de vapor. Trabajos que hasta entonces se habían realizado a mano y de forma dispersa, pasaron a realizarse con máquinas y a concentrarse en localidades determinadas. La Segunda Revolución Industrial tuvo lugar en el inicio del siglo XX y tiene su concepto clave en la línea de montaje ideada por Henry Ford. Se basaba en producciones en masa, dominadas por grandes conglomerados industriales dependientes del petróleo y sus derivados. La Tercera Revolución Industrial, es un concepto de Jeremy Rifkin de comienzos de este siglo, viene de la mano de la conjunción de las nuevas tecnologías de comunicación, las nuevas energías renovables y su incorporación a los procesos tradicionales de producción. Todas ellas comparten características comunes como la sustitución de la fuerza laboral humana por la máquina, además de una mejora sustancial en la rapidez y la eficiencia en el proceso productivo. Sin duda, gracias a todas ellas se mejoró la calidad de vida de los trabajadores, requiriendo menores esfuerzos físicos y pudiendo recortar las jornadas laborales y mejorando la productividad.

En la actualidad estamos asistiendo a una nueva revolución, la llamada Cuarta Revolución Industrial. Una revolución tecnológica que está permitiendo una gran transformación digital. La difusión de Internet y de las nuevas tecnologías ha traído consigo desarrollos económicos y sociales nunca antes imaginables, así como la proliferación de nuevos modelos de negocios diversos e innovadores. Aunque pocos ponen dudas del impacto positivo sobre la productividad que tendrá esta última revolución digital, existe una cierta ambigüedad sobre cuáles pueden ser los efectos sobre el empleo. Se nos ocurren tres canales a través de los cuales esta nueva tecnología inteligente puede afectar al empleo: i) cuando la tecnología digital es complementaria al factor humano, los trabajadores se vuelven más eficientes y, por lo tanto, sus puestos de trabajo no peligran, en todo caso aumentará su demanda; ii) cuando la tecnología digital es sustitutiva del factor humano, los trabajadores son sustituidos por la automatización (o robótica inteligente) y, por lo tanto, sus empleos están en peligro; iii) cuando la tecnología digital permite la creación de nuevos bienes y servicios innovadores, que demandarán nuevos empleos para producirlos. Luego, los riesgos para el empleo aparecen sólo cuando la tecnología es sustitutiva del factor humano. Los puestos de trabajo que requieren unas habilidades sustitutivas de los robots en mayor o en menor grado van a desaparecer. Pero en la medida en que los canales i) y iii) generen suficiente empleo, el efecto neto sobre el empleo será positivo, tal como ocurrió en las primeras tres revoluciones industriales.

Los cambios tecnológicos que hemos experimentado en el pasado han permitido el desarrollo de funciones de producción más eficientes con la consiguiente reducción de los costes de producción y con ello a una caída de los precios de venta a los consumidores. Precisamente, fueron los precios más bajos gracias a la nueva tecnología los que permitieron a los consumidores aumentar su renta disponible y consumir más bienes y servicios y con ello aumento el empleo neto.  Esta vez, ¿por qué no va a ser lo mismo? Es decir, puede ocurrir que se produzca una transformación del empleo y no una destrucción neta del mismo. Estamos entrando en el terreno de la especulación pues aún nos falta mucha información. Hay algunas características que hacen pensar que esta vez puede ser diferente. Todo dependerá de los limites de la inteligencia artificial y si ésta será capaz de conseguir que los autómatas o las máquinas puedas hacer mejor que los humanos las tareas no rutinarias.  Desde luego, tal como nos ha contado Floren en diversos post (aquíaquí y aquí), esta nueva revolución digital va a tener un gran impacto, entre otras cosas, en las relaciones laborales, en la desigualdad o la polarización ocupacional. Analizaremos estos aspectos en el blog.

Sin duda, la economía digital generará un desplazamiento de trabajadores de unos sectores u ocupaciones hacia otras. Aunque el efecto acabe siendo positivo para el empleo neto, no hay duda de que van a desaparecer aquellos empleos donde el factor humano es sustitutivo de la tecnología. Y aquí, el reto es doble. Por un lado, debemos adaptar el sistema educativo y de aprendizaje permanente (incluidas la formación profesional y las políticas activas) a la nueva realidad de la economía digital para que los trabajadores desplazados por la tecnología en el futuro sean los menos posibles.  Pero por otro lado, dado que la transformación digital está siendo rapidísima, nos vamos a encontrar sin mucho margen de reacción con muchos trabajadores desplazados con muchas dificultades de re-emplearse en otras actividades. Es precisamente por este motivo, por el cual se está empezando a hablar con mucha intensidad de la renta básica como mecanismo de protección frente a la pobreza para estos trabajadores desplazados. La renta básica (RB) se define como el derecho de todo ciudadano y residente acreditado a percibir una cantidad periódica que cubra, al menos, las necesidades vitales sin que por ello deba contraprestación alguna. Al no llevar contrapartida alguna tiene la ventaja de que los incentivos a la búsqueda del empleo son correctos (la percibes tanto si trabajas como si no trabajas). Pero tiene la desventaja de que o bien rediseñas todo el Estado del Bienestar o bien es excesivamente cara.  Quizá por este motivo, están apareciendo propuestas que proponen dar subsidios, rentas mínimas o ayudas permanentes únicamente a los desempleados de larga duración o desplazados del mercado laboral con bajas probabilidades de recolocación. Muchas de estas propuestas, sin duda bienintencionadas, pecan de ingenuidad al no tener en cuenta los incentivos perversos sobre la activación laboral. Es decir, ¿qué incentivos tiene un desempleado a buscar empleo si consiguiéndolo pierde la ayuda?.

Veámoslo con un ejemplo, supongamos un trabajador desempleado de larga duración con hijos y que de acuerdo con los criterios establecidos tiene derecho a percibir una renta mínima. Por simplificar, supongamos que la renta mínima asciende a 6000 euros al año. El trabajador si acepta una oferta de empleo deja de cumplir los requisitos de estar desempleado y pierde la ayuda. Supongamos que el salario que le ofrecen es de 6000 euros anuales. En este caso percibirá la misma renta anual que antes (con el subsidio) pero tendrá que trabajar. Luego, es como si estuviera sometido a un impuesto del 100% por el trabajo o, dicho de otra forma, trabaja por nada. El desincentivo, por mucho que los servicios de empleo o inspectores laborales estén detrás de él para obligarle a aceptar el empleo, es inmenso. ¿Qué se podría hacer para conseguir el mismo efecto protector sobre el trabajador desempleado pero al mismo tiempo con los incentivos correctos en la búsqueda de empleo?. Por suerte, ya está inventado. Mejor que nosotros, lo explica Milton Friedman en el siguiente video.

Es decir, para corregirlo basta con introducir lo que se llama una negative income tax.  Podríamos llamarla renta mínima (con incentivos).

Veámoslo con nuestro ejemplo. Es decir, si el trabajador está desempleado obtiene un subsidio de 6000 euros. Para que el trabajador tenga incentivos a buscar empleo, el Gobierno se compromete a quitarle sólo una parte del subsidio, no todo, si acepta un empleo. Supongamos que la bonificación es del 50%, en este caso si el trabajador encuentra un empleo de 6000 euros anuales, el subsidio pasará de 6000 a 3000 y la renta total de trabajador sería de 9000 (6000 de salario y 3000 de subsidio).  En el siguiente gráfico vemos cómo evoluciona la renta total  con respecto al salario del trabajador.

Gráfico 1. Evolución Renta mínima (con incentivos) para distintos niveles de Salario

NCCC

La introducción de un mecanismo de incentivos al empleo similar al descrito en el ejemplo, permite mejorar la propuesta de apoyo a los trabajadores desempleados pues les garantiza la misma protección frente a la pobreza pero además mantiene los incentivos dinamizadores a la búsqueda de empleo. Por otro lado, es menos costosa en términos presupuestarios, pues a medida que el salario sube, la renta mínima (con incentivos) es menor hasta acabar desapareciendo para un salario suficientemente alto.

En nuestra opinión podríamos empezar a utilizar esta renta mínima (con incentivos) en el colectivo con mayor problema de empleabilidad y con mayor problema de pobreza: los parados de larga duración sin prestación. Nadie pone en duda que éste es el auténtico problema de la economía española (aquí , aquí o aquí Marcel, Sam y Nacho García nos han iluminado bastante al respecto), y que nos va a acompañar por mucho tiempo. Trabajadores sin estudios, con experiencia profesional en sectores sin futuro (como la construcción) y con familias a cargo. No solucionar este problema generará más desigualdad y pobreza. Además, haciéndolo, conseguiremos un buen banco de pruebas para los trabajadores desplazados que, como hemos puesto de relieve al inicio del post, traerá la incipiente cuarta revolución industrial.