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Reflexiones sobre Irlanda

1. Socialismo para ricos: Privatizar Beneficios, Nacionalizar Pérdidas

Irlanda ha tomado muchas decisiones difíciles en su intento de rescatar al sistema financiero. Muchas de ellas han sido buenas, como el intento de introducir transparencia, de reconocer las pérdidas, limpiarlas y tratar de volver a poner el sistema financiero de nuevo en marcha.  Pero todas las actuaciones sufren de las consecuencias de un pecado original: la garantía dada por el gobierno irlandés el 29 de Septiembre del 2008, en el momento álgido de la crisis, a todos los acreedores de los bancos de que recobrarían su inversión. Esta garantía transfirió el riesgo de impago de los acreedores de los bancos (tenedores de deuda y depositantes) a los contribuyentes. El gobierno apostaba, sin casi información al respecto, a que los problemas del sector financiero eran el resultado de una crisis de liquidez, y no de solvencia, y que una vez pasado el mal rato, las aguas volverían a su cauce. Pero, como hemos dicho aqui en muchas ocasiones, es necesario antes de llevar a cabo un   rescates,  distinguir las instituciones solventes de las que no lo son, para dejar caer a las insolventes (Vicente Cunat y yo, por ejemplo "cerrar las inviables y fusionar el resto o   Tano Santos)  concentrando los recursos en las que se enfrentan a un contagio pero son fundamente sanas.

El nacionalizar las pérdidas  bancarias indiscriminadamente no sólo es económicamente peligrosísimo (introduce “riesgo moral,” es decir empuja a los agentes tomar riesgos excesivos) sino además es éticamente (y políticamente) inaceptable. Económicamente, supone decirles a los banqueros: si te sale bien tu apuesta, te forras, si no te sale, no te preocupes que el estado te ayudará. Esto incrementa enormemente el riesgo del sistema, que es tras tantos rescates mayor que en el peor momento de los últimos años. Éticamente, para los contribuyentes que han sido cuidadosos y han ahorrado y trabajado duro toda su vida, supone ser responsables de la irresponsabilidad de los demás y mina, así, la legitimidad del sistema-la gente no puede aceptar el socialismo para los ricos, capitalismo  para los demás. Al final, este riesgo es el mayor - un sistema institucional y de gobierno que no es considerado legitimo no puede sobrevivir; las normas se obedecen no solo porque hay quien las hace cumplir, sino porque se perciben como justas.

A partir de ese punto de partida, y consciente de la gravedad del problema, el gobierno irlandés se puso las pilas y tomó muchas decisiones difíciles.  El modelo usado fue el banco malo (NAMA) que compraba la deuda inmobiliaria de los bancos con descuento, negociaba el repago (o la bancarrota) de esta deuda con promotores y constructores y trataba de dejar instituciones con los balances limpios y listas para prestar de nuevo. Se trataba de no permitir que las instituciones zombies congelaran, como sucedió en Japón, el acceso de las buenas instituciones al crédito. Pero todas las buenas intenciones y acciones ya no pudieron borrar los dos defectos originales, una supervisión inicialmente laxa, y la garantía extendida a todas las deudas del sistema bancario.

¿Cuál es la lección de Irlanda para los demás países? Los gobiernos sólo deben garantizar las pasivos de las instituciones sistémicas, y sólo de aquellas que sean rescatables. Si el 28 de septiembre del 2008 el gobierno irlandés hubiera anunciado que Allied Irish era insolvente (como parece claro que lo era) y lo cierra de forma lo más ordenada posible, hubiera dado un buen susto a muchos inversores extranjeros e irlandeses. Pero no huberia cargado a las futuras generaciones irlandesas con una extravagante deuda pública (50,000 euros por familia) por un rescate privado. Los rescates futuros, deben ser limitados, deben ser de instituciones solventes y deben basarse en información completa (que para eso el regulador tiene acceso a los libros).

2. El juego del Chicken y el futuro del Euro

En este blog hemos comentado el juego de Chicken que se llevó a cabo entre España y el BCE en primavera. La situación de Irlanda ahora mismo es parecida. Parafraseando el adagio popular, si te debo un millón es mi problema, si te debo 80.000 millones de euros es el tuyo. Es decir, Irlanda se puede negar, como en el caso de España en lo peor de la crisis de primavera,  a ser rescatada, con la consiguiente zozobra de los mercados y el posible riesgo para el Euro. Esto supone que los que tienen gran parte del poder son, sorprendentemente, los irlandeses, no los acreedores alemanes, y crea una situación en la que el Euro es un rehen del país más agresivo.

Esto, claramente, no puede seguir así- no podemos llegar cada pocos meses al borde del precipicio y cada vez salvarnos en el último momento posible. El problema de fondo es el diseño del Euro: no es posible prohibir, como hace el tratado de Maastricht, los rescates, mantener también que la restructuración de la deuda  (o la bancarrota) es imposible, y a la vez mantener políticas fiscales separadas en una moneda única. Una de las tres cosas es imposible. Lo asombroso es que el tratado está mal diseñado a propósito: la idea era que si dejamos las políticas fiscales independientes pero mantenemos una política monetaria  común, habrá una crisis que obligará a los países llegar a una política fiscal común. Pues bien, la crisis ha llegado, y nos jugamos no solo la supervivencia del Euro, sino la del proyecto europeo y la superación de las divisiones históricas entre países.