Gobiernos, mercados y ciudadanos: Política de comunicación con dos audiencias

Los analistas, banqueros y periodistas  basados en Londres con los que he hablado recientemente están de acuerdo en resaltar la espectacular mejora en la política de comunicación del gobierno con los mercados. Esta política incluye páginas web informativas y de calidad, reuniones claras con analistas en Londres y en Madrid, incluyendo la famosa presentación del Banco de España a los analistas tras las pruebas de estrés  del año pasado y que tan bien le sirvió al país,  notas de prensa con calendario preanunciado sobre el cumplimiento de los objetivos presupuestarios, sobre la estrategia seguida, etc.

Pero, si la comunicación con los mercados ha funcionado muy bien, la comunicación con los ciudadanos por parte del mismo gobierno desde el principio de la crisis ha sido verdaderamente mala. Empezando por los eternos brotes verdes que tuvieron un coste enorme de credibilidad, y terminando por la sorprendente falta de capacidad o de ganas para explicarles a los españoles cómo una reforma en profundidad de la negociación colectiva sería una noticia excelente para la economía española y para todos los parados, el gobierno simplemente no ha sabido o querido diagnosticar los problemas de forma clara para los españoles, y explicarles la necesidad de la reforma.

Sin duda, la mala comunicación es debida en gran parte a que es difícil explicar algo en lo que muchos en el gobierno en el fondo no creen. Pero también es resultado de las necesidades de comunicación diferentes de las dos audiencias. A los mercados hay que darles seguridad. Es necesario que perciban que España va bien, que está todo en camino, que no hay riesgos. A los ciudadanos, para que acepten reformas que son costosas a corto plazo y que sólo incrementarán el bienestar del país a medio plazo, hay que sacarles de la desidia, en parte a base de meterles el miedo en el cuerpo. Los dos mensajes son contradictorios.

Un ejemplo de las consecuencias de ignorar esta contradicción la hemos visto en Cataluña y aún más claro en Castilla la Mancha. Poneos en la piel de la nueva Presidenta Cospedal. Si quiere tener las manos libres para recortar, meter la tijera a fondo, reestructurar, eliminar redundancias etc. tiene que convencer a los ciudadanos de que hay un agujero negro horroroso, que la cosa está fatal, etc. Pero si hace esto, se encuentra con llamadas de atención de los mercados, del gobierno, de su propio partido y de muchos más que le avisan que está poniendo en peligro la solvencia de España con sus anuncios sobre cuentas B, sobre facturas en los cajones, etc.

Por el contrario, el caso del FROB y la crisis bancaria, o el del mercado de trabajo, muestran  este dilema en acción. Con el FROB, el gobierno y el regulador hubiera querido meter urgencia a los bancos y cajas para que reformaran el gobierno corporativo etc. Esto hubiera requerido dar un mensaje de crisis. El no poder dar mensajes dramáticos para no asustar a los mercados hizo que los gestores ignoraran en gran parte la necesidad de cambios radicales hasta que en muchos casos fue demasiado tarde. Similarmente, con el mercado de trabajo, hubiera necesitado dar un mensaje extremo para conseguir consenso en una reforma profunda de las instituciones.

El tenerse que comunicar con dos audiencias no tiene necesariamente por qué dificultar la comunicación, y puede facilitarlo. Como muestran  Joseph Farrell y Robert Gibbons en el artículo en la American Economic Review (esta es una versión previa desbloqueada), que introduce el analisis de juegos de comunicación con dos audiencias (Cheap talk with two audiences), a veces, el tener dos audiencias ayuda a decir la verdad (hay un bonito, y reciente- de abril del 2011-  papel experimental al respecto, de Battaglini y Makarov). Es decir, el que existan incentivos a mentirle a uno en una dirección y al otro en la otra supone que, en público, uno puede tener mayores incentivos para decir la verdad. Cada audiencia introduce  un efecto de disciplina. Por ejemplo, una empresa siempre quiere una rating alto y bajar salarios, con lo cual sus mensajes por separado al mercado y a los trabajadores no son creíbles (a los trabajadores siempre les dice que “todo va fatal” a los mercados que “todo va de fábula”). Sin embargo, en este caso, tener que hablar con los dos, la obligación de dar mensajes públicos, ayuda a su credibilidad. El tener una audiencia con la que decir que todo va fatal (el mercado) es muy costoso le permite a la empresa decir a los trabajadores de manera convincente, cuando realmente están mal las cosas, que todo va fatal—“uuf, si lo dice en público, con lo que le costará en el mercado, algo serio pasará.”

Este no es el caso desgraciadamente de los países en la crisis. Al contrario que la empresa del ejemplo anterior, el gobierno de un país, tiene la posibilidad de comunicar creíblemente con el público cuando todo el mundo sabe que al gobierno no le apetece reformar y recortar; por tanto si anuncia que “todo está fatal”, el público tiende a creer al gobierno.

Pero a la vez, al gobierno le interesa siempre conseguir financiación en el mercado, con lo cual al mercado nunca le puede decir que todo está fatal. El problema es que para el mercado, prestar cuando todo está fatal es costosísimo. Por ello, el juego con el mercado es uno en el que se exagera lo bueno y esto reduce (o elimina) la credibilidad.

Cuando ponemos los dos juegos juntos, y dado el coste gigante de que al país le corten la financiación, estamos, en el vocabulario de Farrell y Gibbons, en una situación de “subversión” (ver las definiciones en la página 7 del PDF). La existencia del mercado complica el juego con el público e introduce un problema de comunicación donde no lo había. Si cargamos las tintas con lo mal que está todo, nos podemos quedar sin acceso al mercado. El coste de esta opción es verdaderamente escalofriante, y por tanto al mercado le tenemos que decir (sea verdad o no) que todo no está tan mal. Pero esto irremediablemente contamina el juego e impide mandar un mensaje creíble a los ciudadanos de que las cosas tienen que cambiar.

Las consecuencias de ignorar la restricción del mercado, el segundo juego, y jugar de la forma “tradicional” sólo con los electores son particularmente claras en el caso del gobierno griego del PASOK en sus primeros meses. Para conseguir apoyo para hacer reformas, dijeron que todo era mentira, que no había dinero, que la situación era crítica. Sí, movilizaron al público, pero por otro lado, consiguieron asustar, para siempre, al mercado. Por otra lado, la alternativa no es obvia. La restricción del mercado supone el no poder comunicar la verdad de la crisis, en cuyo caso los ciudadanos no apoyarán las reformas.

_____

Nota: Agradezco los comentarios de mi colega y amigo [y ex–vecino de despacho] Luigi Zingales y, como siempre, de los otros editores.

Hay 11 comentarios
  • Lamentablemente la comunicación con los ciudadanos nunca puede ser efectiva desde el punto de vista económico. Eso sería presuponer que la mayoría de la población entiende de balances, de reformas, de contrataciones, de tantas y tantas cosas circundantes que influyen en su día a día pero que son incapaces de entener. De lo único que entiende el ciudadano es de lo que ingresa y lo que el coste de la vida creciente representa en su economía diaria. Las reformas costosas a corto plazo para los ciudadanos probablemente sea un mensaje necesario que sustente unas acciones rápidas y efectivas, pero lamentablemente el ciudadano de a pie, el ciudadano con salarios contenidos desde hace años, y precarios desde hace otros tantos no está en disposición de entender que sus impuestos van a incrementarse, que sus nivel de vida va a bajar unos cuantos escalones, que su propia vida diaria va a salir a flote con una carga impositiva mayor, unos ingresos salariales estancados, cuando no mermados y un coste de la vida de los elementos básicos para vivir - luz, agua, vivienda, alimentación - que sólo conoce la ascensión.

    Ciertamente poco o nada significan las lamentaciones de las personas que están en paro sin trabajo, ni sin posibilidad de conseguirlo no ya a medio plazo, sino alguna vez. Hablo de esa franja de trabajadores mayores de 45 años citados en el último informe de Cáritas en riesgo de exclusión social, hablo del millón y medio de hogares sin trabajo en España, y medio millón sin ingresos.

    La realidad de los mercados han provocado la caída y el cierre de miles de empresas. Algunas de ellas, probablemente, arrastraban cargas estructurales inasumibles que nunca se atrevieron a reconducir con una mejor distribución y adecuación de los rrhh de la empresa. Pero la realidad es la que es, la que no se ve a diario, la que pulula por las puertas de los supermercados al caer la noche intentando recoger los productos caducados que esos establecimientos sacan de la cadena del consumo occidental y que sirve de sustento a familias sin ingresos, o con ingresos mínimos hipotecados en deudas imposibles vergonzosamente inducidas, estimuladas y facilitadas por las entidades bancarias en las falsas épocas de las vacas obesas.

    Durante años se estimuló el sector de la construcción hasta límites propios de demencial megalomanía, dando como resultado urbanizaciones fantasma en muchas comunidades, Muchos ayuntamientos se frotaban las manos con la cantidad ingente de permisos de obra a expedir, y de las tasas correspondientes a ingresar.

    Estímulo de los bancos, estímulo de los políticos con su sonriente "españa va bien", estímulo de la banca sabedora que obtendría pingües beneficios gracias a unos intereses que la gente no era capaz de evaluar adecuadamente, por falta de formación y por ese inexcusable automatismo de no preguntar sobre las cláusulas hasta entenderlas perfectamente y extender una firma que en estos tiempos se ve como la sentencia de muerte civil de muchas familias desahuciadas, con parte de sus ingresos embargados - de tenerlos - para responder de una deuda subsistente hasta su completo pago.

    Sí, los mercados imponen su ley. Las reformas son necesarias y dolorosas. Pero no hay que pretender que la gente entienda algo que sólo va en detrimento de ese bienestar que en el fondo no era más que un espejismo tras el cual muchas personas forraron de billetes muchas cuentas cifradas en paraísos fiscales.

  • Entiendo el dilema en teoría, pero no en la práctica. Creo que el mensaje de que la cosa está fatal ya está ahí fuera y no hay quién meta al genio en la botella otra vez. Se podría ser más catastrofista todavía, pero creo que hay datos que conocen tanto los mercados como los ciudadanos que no tienen segundas lecturas, como el de un paro de casi 5 millones de personas. No sé qué más se requiere para convencer a la gente de que hay que cambiar. Estas reformas, de llegar, lo harían con muchos años de retraso. ¿No nos hace pensar que, incluso en el momento en el que iba mejor la economía teníamos una tasa de paro cerca de la que en EEUU tienen ahora, cuando ellos piensan que es una catástrofe? ¿De ser el país que tiene siempre más paro en la UE, con diferencia?

  • Muy interesante. Me surge la duda de si en un espacio con más de una dimensión la tensión mercados-ciudadanos no serviría para alcanzar mejores soluciones. Si quieres dinero debes decir que te va bien y si quieres sacrificios, que te va mal, pero si quieres mejorar el funcionamiento de algunos mercados, mostrar que ambos mundos son posibles quizá sea parte de la solución.

  • Me parece que es un gran error jugar con las emociones de la gente para que asuman sacrificios económicos. La consecuencia directa es sembrar el miedo y la desconfianza, poderosos incentivos para conducirnos hacia una depresión económica. ¿Cómo va a crecer la economía si los agentes económicos están dominados por el miedo y su única preocupación es tratar de conservar lo que tienen? Creo que las cosas son más sencillas (o complejas, según se mire) de lo que reflejais en este post. A la gente hay que decirle la verdad, y eso es algo muy diferente a decir que estamos en una situación desesperada. El problema es que para pedir a la población "sangre, sudor y lágrimas" y que entiendan que eso forma parte de un proceso positivo de recuperación, además de argumentos económicos racionales, hay que tener algo más y ese algo se resume en un liderazgo y credibilidad del que los actuales gobernantes carecen. ¿Cómo se van a creer los ciudadanos españoles que las medidas de ajuste son positivas para la economía si el propio gobierno no cree realmente en ellas por mucho que jure lo contrario?

  • Estoy de acuerdo con Nicolás. Decir la verdad es la mejor solución y así te evitas, además, la vergüenza de tener que andar magnificando pequeños datos positivos con predicciones absurdas del tipo de “Para el próximo otoño….”, “Dentro de…”, “Cambio de tendencia…”.

    Además, los mercados tienen sus propios objetivos e información, por lo que tampoco son tan influenciables por lo que diga cualquier secretario de estado o ministro. Ejemplo claro de hoy mismo: Portugal. A pesar de que el gobierno portugués ha tomado medidas muy duras, incluyendo la rebaja del sueldo de los funcionarios, y de que los ciudadanos han reaccionado con mucha prudencia (nada que ver con el comportamiento de los griegos), seguramente porque los políticos han sabido explicarlo con sensatez y realismo, la agencia Moody`s ha rebajado la calificación de los bonos lusos a la categoría de bonos “basura”. Esto, además de suponer un claro quebranto para los tenedores de estos bonos (mayoritariamente bancos españoles), pone de manifiesto la necesidad de crear una agencia de tipo supranacional (no europea como sugiere Merkel), pues está claro que las existentes (todas de los USA) además de reunir un elevado grado de incompetencia técnica (ver calificaciones pre-Leheman) están ciertamente sesgadas en contra del euro.

    Saludos

  • Creo que en el planteamiento del problema hay una simetría en el tratamiento que es cuestionable. (Quizas este trayado en los articulos que nos ofreces pero no he podido verlos con el movil)
    1.- ¿Puede un gobierno democrático mentir conscientemente al pueblo?
    2.- ¿Es posible, en el medio plazo, enganar sistematicamente a los mercados? Aunque la informacion que se da a los mercados puede no llegar a los ciudadanos no ocurre lo contrario.
    3.- ¿Puede desarrollarse una sociedad sin transparencia?

  • En el caso del PASOK, Cataluña y Castilla-La Mancha entraba una cosa más en el payoff y es que los gobiernos entrantes pensaban que les iría mejor si podían culpar de los males fiscales al gobierno saliente. En el payoff se mezcla entonces la rentabilidad para el país con la rentabilidad política para el partido gobernante. De otro modo no se entienda que hayan elegido la táctica de meter miedo.

    La táctica de meter miedo a secas es contraproducente como se ha argumentado en el post.

    En el caso de España el paper es muy relevante porque muestra cómo realmente el hecho de que haya mercados “subvierte” el modo en que el gobierno puede comunicarse con la ciudadanía.

    Afortunadamente la realidad es más compleja que el modelo del paper y no hay solo dos posibles estados “España va bien” y “España va mal”, sino que la cosa es más rica y la estrategia óptima puede que sea jugar a un equilibrio entre buenas y malas noticias para mover al público sin causar el pánico en los mercados.

    Idealmente, el gobierno puede apoyarse en las malas noticias del presente porque son de dominio público. Puede afirmar que el futuro también será malo si no se cambia el rumbo y se llevan a cabo las acciones X, que el gobierno va a llevar a cabo dichas acciones y que con ellas la economía se recuperará.

    De ese modo al público se le mete miedo si no se tomen las medidas X, y se le da confianza de que habrá recuperación con las medidas. A los mercados también se les da confianza de que la cosa irá mejor porque, sin añadir malas noticias a las que ya se conocen, el gobierno va a tomar las medidas X y porque además ha hecho pedagogía con la ciudadanía para que acepten mejor esas medidas.

    Pero claro, me estoy refiriendo al caso de un gobierno que lleve a cabo una estrategia óptima, no a uno que emplee tácticas subóptimas por motivos políticos, timidez o desconocimiento.

  • No estoy de acuerdo con el planteamiento del artículo y me sorprende que sea Luis Garicano quien lo firme, ya que he visto algún vídeo suyo en el que es capaz de explicar de manera muy didáctica por qué es necesario hacer reformas y qué reformas hay que hacer; además, consigue explicarlo y ser convincente sin decir que vamos directos al desastre, es decir, sin espantar a los mercados. Luis es capaz de hacer lo que intenta demostrarnos que es imposible.

    Contrariamente a lo que se dice en el artículo, pienso que el mensaje que se ha de mandar a los mercados y al ciudadano es básicamente el mismo, lo contrario sería engañar a alguno de los dos y las consecuencias serían desastrosas. Al mercado no hay que convencerle de que no estamos tan mal: ya sabe cómo estamos. Lo que quiere saber es qué vamos a hacer y lo hemos de transmitir de manera creíble. A los ciudadanos hay que explicarles que la situación es difícil y por qué, dada la situación, hay algunas reformas que son imprescindibles. No veo la contradicción.

    Con los mercados se ha hecho una labor de explicación excelente, aunque luego los hechos han sido menos excelentes. Los ciudadanos seguimos esperando que alguien con responsabilidad nos explique qué pasa y por qué son necesarias reformas que ahora nos suponen un sacrificio. Por ejemplo: yo soy funcionario; en mayo de 2010 hacía meses que sabía que un día me bajarían el sueldo (no había que ser un lince para saberlo), pero aún estoy indignado; aún espero que el Gobierno nos explique cuál es la situación y por qué fue necesaria esa medida (y otras) y cómo contribuyó a que saliéramos de la grave situación en la que estábamos. Sucede que es imposible (en eso sí estamos de acuerdo) explicar de manera convincente que hay que apretarse el cinturón si quien lo ha de explicar no se lo cree o no lo entiende. Se puede explicar. Si Josep Borrell fue capaz de convencernos de que había que pagar a Hacienda, se puede explicar todo. Claro que no veo a ningún Pepe Borrell o Luis Garicano en el Gobierno (ni en la oposición).

  • Aun no he leido el papel de Farrell y Gibbons, pero seria interesante estudiar el problema de manera dinamica (algo de juego estoscastico). "La situacion esta bien, ahora". Decir eso (para los mercados) en una version estatica va a contrario del mensaje que el gobierno quiere enviar a los ciudadanos. Pero en lugar de decirles que vamos mal, les puede decir que tal reforma es necesaria porque si no la hacemos manana sera MUY mal. Este tipo de mensaje permite al gobierno consolidar (o crear?) su imagen al mostrar que no se contenta de gestionar los problemas cuando aparecen pero que tambien anticipa y mira al futuro. Es en parte la estrategia que utilizo Sarkozy para la ultima reforma de las pensiones en Francia.

  • Cuando alguien te pregunta: ¿cómo te va? Si dices que muy bien, se mal fía, piensa que vas de farol y escondes tus carencias; sin embargo, si dices que vas fatal sin demostrar solvencia, te tratará de bobo; y si la demuestras, de tacaño al que se le debe enredar. Pero si no vas tan mal y haces como que vas justo, el curioso cree que escondes mucho; y eso tiene sus ventajas, ya que todos se pelean por fiarte y nadie te pedirá para no contrariarte.
    Eso de los mercados aún es más tonto, porque, en teoría el prestamista debería conocer el estado financiero del prestatario; pero, por lo que parece, eso no es así y un país puede hacer la pirula (el castellano coloquial es la leche) aún mejor que un vulgar tendero.

    Aún recuerdo al del: España va bien. Aunque después llegó el otro, con la chulería de que en nada nos llevábamos al francés por delante (y eso que es abogado). Sería bueno calcular lo que nos costó la primera quijotada en los fondos de cohesión. La segunda aún colea.
    Ir de sobrado suele ser lo peor, porque los de fuera te observan con lupa, pues con razón creen que andas cojo y vas de farol, y a los de dentro no hay quien los convenza de la necesidad del ahorro; y encima, sea cierto o no, terminas siendo el hazmerreír del circo.

Los comentarios están cerrados.