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Zidane, Bettoni y la maldita manía de regular

Hoy voy a hablar de algo que me importa muy poco: el fútbol. Lo hago porque las noticias sobre el nombramiento de Zidane como entrenador del Real Madrid reflejan los problemas de productividad de nuestra economía en un contexto que apasiona a muchos españoles. El titular de El País decía:

“El ayudante de Zidane en el Real Madrid no tiene licencia”

¿Qué licencia es esta? ¿Será para matar, como la de OO7? ¿O la licencia del taxi? No, es la licencia Pro:

“…David Bettoni carece de la licencia Pro, el grado superior de titulación que entrega la UEFA y el único indispensable para sentarse en un banquillo de Primera División en calidad de técnico.”

Resulta que para ser técnico de un equipo de fútbol profesional hace falta titulación. Esto ya lo he discutido en otro momento, pero con el nombramiento de Zidane, que ha sufrido cosas similares, retomo el tema.

Exigir una licencia para un técnico de un equipo de fútbol profesional es ridículo. Es una barrera de entrada en el mercado de entrenadores que solo beneficia a los que ya tienen tal licencia y a los que gestionan la educación que lleva a las mismas.

Por defecto, la entrada en las profesiones no debería estar reguladas. No hace falta tener “licencia” para ser camarero y no pasa nada. Unos camareros son mejores que otros, pero las empresas, de manera descentralizada y empleando su conocimiento local, identifican a aquellos camareros que se adecuan mejor a sus necesidades. Unos son rápidos sirviendo mesas. Otros lo son menos, pero son de “fiar”. Y otros son los sobrinos del dueño. Las empresas no siempre seleccionan bien, pero lo hacen mejor de media que un funcionario que carece de acceso a la información necesaria y los incentivos del beneficio empresarial (beneficio que incluye librarte de tu hermano dándote la tabarra para que contrates a tu sobrino Paco, "que es muy majo pero que no tiene suerte").

Esta regla tiene excepciones. La principal es cuando existe mucha información asimétrica y las consecuencias de los errores son importantes (existen otras excepciones, como los efectos de congestión en situaciones de recursos limitados, pero no entro hoy en ellas). Mis conocimientos de cardiología son casi cero. Mientras que yo sé si el camarero me ha servido una caña a tiempo, mi capacidad de juzgar si la cirugía que me propone mi cardiólogo tiene sentido es limitada.

Para evitar este problema, uno siempre puede aparecer en la Clínica Mayo, pero tal opción está fuera del alcance de casi todos. Y, con internet, es posible leer rankings de médicos, boletines informativos, etc. Pero evaluar a un médico para los que no lo somos sigue representando un esfuerzo de tiempo considerable con resultados inciertos. Una solución es emplear una regulación que reduzca la información asimétrica. Por ejemplo, obligar a que los que quieran ejercer de médico estudien por un número de años y aprueben un examen.

Estas regulaciones tienen sus problemas. Una vez creadas, suelen ser empleadas para restringir el acceso a la profesión e incrementar el sueldo de los ya acreditados. En Estados Unidos, la American Medical Association limita las plazas en las facultades de medicina. Esto ha llevado a que en este lado del Atlántico se gaste en médicos mucho más que en países comparables (incluso teniendo en cuenta el superior coste de la educación médica). Y este resultado no es nuevo. El famoso caso del Dr. Bonham iba sobre el acceso a la profesión médica en Londres.

Por ello, la mejor política es regular la entrada en ciertas profesiones donde los beneficios de tal regulación sean claramente superiores a sus costes, pero intentar que tales profesiones sean las mínimas para evitar preocupantes tendencias como las documentadas en este trabajo.

¿Se cumplen estas dos condiciones –un comprador inexperto y graves consecuencias de un error- en el caso de los equipos de futbol profesionales? No.

Primero, porque los presidentes de los equipos de futbol profesionales son agentes informados, o al menos con la obligación de serlo. El BOE no puede decidir mejor que Florentino Pérez si sentar a David Bettoni en el banquillo es una buena idea. Son los socios del Madrid los que tiene que fiscalizar la actuación de Florentino Pérez, no una regulación.

Segundo, porque las consecuencias de un error en la elección de un técnico no son graves. Si el Real Madrid no juega bien, otro equipo ganará. Las lágrimas de los seguidores del Real Madrid serán las alegrías de los fans del Atlético de Madrid. Y la recaudación perdida del Madrid es la recaudación extra los cines o de los restaurantes a los que irán los aficionados que no quieran ver a su equipo perder.

El único posible error sería la salud: que un técnico sin estudios obligase a prácticas que pusieran en peligro la salud de los jugadores. El argumento de la salud ha justificado, por siglos, innecesarias regulaciones. Toda actividad genera riesgos para la salud. Si salgo a la calle a pasear me puedo caer y romper el pescuezo. Incluso peor, me puedo tropezar y arrastrar en mi caída a la viejecita que pasaba por mi derecha. Pero a nadie se le ocurre obligar a tener un “carnet de caminar”, con “camina-escuelas” y “test teóricos” (¿Si pones el pie izquierdo antes que el derecho al llegar a una esquina, debes de mover la cabeza a la izquierda o la derecha?). Los costes serían mucho mayores que los beneficios. Obviamente, cuando la situación es importante (el carnet de conducir automóviles) introducimos esta regulación; para caminar o empujar el carrito de la compra, no.

Lo mismo pasa con las actividades deportivas. Existe un riesgo para la salud si el entrenador no sabe que uno tiene que hidratarse si hace mucho calor. Pero estamos hablando de jugadores profesionales con mucha experiencia. ¿Cuántos casos documentados existen de daños a la salud de los jugadores causados por falta de conocimiento de sus técnicos antes de la existencia de la licencia? Alguno habrá (como existen casos de alguien que se tropezó caminando y tiró al suelo a un pobre viejecita), pero ¿cuántos? ¿Y cuántos se han evitado con la introducción de esta licencia? Y, esto es clave, si lo que importa es la salud de los jugadores, ¿por qué no exigimos simplemente una licencia sanitaria? (¿o pedimos la presencia constante de un médico?)

Veamos que nos dice el BOE sobre esto. Por ejemplo, el RD 320/2000, de 3 de marzo, y el RD 1363/2007, de 24 de octubre. En el RD 320/2000 apredemos que los enseñanzas de entrenador de fútbol profesional incluyen:

“Explicar las diferencias entre el deporte antiguo y el deporte contemporáneo.”

“Determinar los principales factores que han propiciado la presencia masiva del fenómeno deportivo en las sociedades avanzadas.”

“Conocer la evolución etimológica de la voz deporte.”

Aunque, personalmente, me sorprende incluso más que se pida, como prueba de acceso:

“Ejercicio 2: recorrido la distancia de 2.000 metros en un tiempo inferior a 10 minutos los hombres y 12 minutos las mujeres.”

Y

“f) Realizar un tiro de precisión a una portería pequeña (2 m ^ 1 m), situada sobre la línea de banda.”

El entrenador no es el que corre con la pelota ni el que tira las faltas. Y en el deporte en Estados Unidos, donde no se les escapa un dólar, ocurre con frecuencia que entrenadores muy exitosos apenas jugaron nunca al deporte que entrenan (por ejemplo, David Cutcliffe, de Duke, que además tendría bastantes problemas en correr 2 kilómetros, en 10 minutos o en una hora).

La lectura del BOE o mirar a las páginas web de las escuelas de entradores dejan claro que esta regulación es el resultado de las presiones de grupos particulares (probablemente la federación, los propietarios de las escuelas, los entrenadores ya acreditados) para reducir la entrada en el mercado y generar rentas. La formación se “engorda” con estudios sobre la etimología de la voz deporte para que parezca una titulación completa y así vender mejor la regulación (y subir el coste de la matrícula).

Esta barrera de entrada en la profesión de entrenadores no dejaría de ser anecdótica excepto por ser representativa de los problemas generalizados de restricciones a la competencia en la economía española y que explican mucho de nuestra falta de crecimiento en productividad. El que nadie ponga el grito en el cielo con lo absurdo del caso de David Bettoni y que incluso los partidos que se supone aprecian más la economía de mercado como C’s se dediquen a la regulación con alegría en cuanto tienen ocasión (esta noticia, que me pasó un leal lector, es deprimente) me hace ser pesimista.

La solución es técnicamente sencilla, aunque difícil políticamente. La profesión de entrenador de fútbol debería de ser de libre acceso. Para las categorías inferiores (infantiles), se puede pedir un cursillo de salud en el deporte y primeros auxilios, pero no la necesidad de acreditar conocimiento alguno de fútbol, cricket o flamenco. El conocimiento es algo que pueden evaluar los que contratan al entrenador. En las categorías de adultos y profesionales, todo el mundo ya es mayorcito, incluido (aunque no lo parezca) Florentino Pérez. Y la UEFA tiene que entender que esta tan sometida a la defensa de la competencia a nivel de la Unión Europea y de España como cualquier otro. Las escuelas de entrenadores, ya desreguladas, podrían seguir ofreciendo su formación pero tendrían que competir por sus clientes, no vivir del BOE (y si sus enseñanzas son útiles, los aspirantes a entranadores, de manera voluntaria, cursarán las mismas).

No es tan complicado: que Florentino Pérez nombre a quien quiera.

Apéndice

Dos aclaraciones finales.

La primera es algo que he repetido mucho pero, si no le digo, saldrá en los comentarios. La libre entrada a la profesión la aplico también a las universidades. Cada universidad debe de decidir de manera independiente quién debe ser profesor de economía (o de Numismática, Filatelia y Colombofilia). Ningún funcionario en Washington va a saber mejor que yo quien le conviene a mi departamento fichar en esta temporada del job market. Yo me fio de los candidatos de Princeton o de Stanford por la calidad de sus programas, no porque una regulación ridícula le haya enseñado la evolución etimológica de la voz “economics”. Entrada libre no significa contratar a inútiles, significa que son las personas directamente afectadas por la decisión las que evalúan la calidad del candidato, no el BOE.

La segunda es que hay un argumento alambicado de “comercio estratégico” de proteger al Real Madrid: las posibles rentas extras del Real Madrid en el extranjero (por ejemplo, vendiendo camisetas). Pero tal argumento, que por otra parte no creo sea válido en la práctica, justificaría dar facilidades al Real Madrid como créditos baratos, no limitarles en su elección de entrador.