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Recordando el tribunal de tesis de Rodrigo Rato

Leyendo esta mañana los comentarios en la entrada de ayer sobre los plagios me han preocupado las explicaciones de varios de nuestros lectores sobre la manera en la qué se escriben y aprueban muchas tesis doctorales en España.

Es una pena que, como consecuencias de estas malas prácticas, paguen justos por pecadores, pues en España se defienden magníficas tesis escritas con un rigor extraordinario. Como ejemplo de las mismas, al terminar estos comentarios, me he acordado de la tesis doctoral de Rodrigo Rato. Una breve búsqueda en internet nos permite refrescar la memoria sobre el director de tesis y los miembros de tribunal:

1) Ángel Luis López Roa, director de tesis y en aquel momento presidente de la Fundación Empresa Pública, dependiente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI).

2) Javier Casares Ripoll, presidente del tribunal.

3) Santiago Fernández Valbuena, que ejerció de secretario del tribunal.

4) José María Marín Quemada, actual presidente de la CNMC.

5) Jaime Requeijo.

6) Eugenio Domingo Solans, en aquel entonces consejero del Banco Central Europeo.

Como nos cuenta el artículo en El País: “una tesis doctoral de casi 400 páginas, titulada El ajuste fiscal: un modelo explicativo del crecimiento de la economía española en la segunda mitad de los noventa”.

La tesis de Rato siempre me llamó la atención. A mi escribir la mía me llevó tres años a tiempo completo. Y cuando me refiero a tiempo completo estoy hablado de semanas de 70 horas de trabajo, sin prácticamente vacaciones algunas. Ahora que he dirigido muchas tesis y me he sentado en tribunales de muchas más, entiendo mucho mejor que en economía uno necesita unas 7,000 horas para escribir una tesis que pueda ser llamada como tal. Se puede argumentar, con razón, que yo soy un poco burro, pero varios de los estudiantes de Penn son auténticas máquinas que procesan información a velocidades asombrosas. Que el vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía hubiese encontrado, en su apretada agenda, el tiempo requerido para completar la labor era realmente admirable.

Afortunadamente, y para mi más total tranquilidad, estoy seguro que el director de tesis y los miembros del tribunal completaron toda la diligencia debida para estar seguros que Rodrigo Rato había 1) escrito él la tesis y no un tercero y que 2) la tesis merecía ser llamada tal. Y que además el director de tesis fuera en aquel momento presidente de la Fundación Empresa Pública y, por tanto, subordinado del gobierno en el que Rodrigo Rato era vicepresidente, no generó conflicto de intereses alguno. Como dice nuestro querido presidente Rajoy, España es un gran país y los españoles jamás nos dejamos influir por este tipo de cosas. Los conflictos de interés solo les afectan a esos escandinavos, tan estirados ellos y tan hipócritas. Si tuviesen más sol y menos nieve, como nosotros, verían que tal situación de dependencia jerárquica no es un mayor obstáculo para los descendientes de los celtíberos.

Es verdad que luego Rato parece que no ha sido la persona más de fiar con el dinero de otros, pero eso no me hace dudar, ¡aléjese de mi la tentación!, sobre que nos podamos fiar de su ética académica. Son cosas radicalmente diferentes. Es por ello que, en estos momentos oscuros, merece la pena recordar a los miembros de tan egregio tribunal. Estoy 100% convencido que los cuatro de ellos todavía entre nosotros están profundamente orgullosos de sus servicios a la universidad española. !Ya me gustaría a mí llegar a tener tales niveles de distinción!

Pd. He cambiado una imprecisión en una primera versión de la entrada. López Roa era director de tesis pero no miembro del tribunal y me había dejado fuera a Jaime Requeijo. Gracias a dos lectores por señalarme el error.