Programa Escuela 2.0

El viernes pasado el Consejo de Ministros aprobó el plan Programa Escuela 2.0 del Ministerio de Educación. Copio de la página web de Moncloa:
“El Plan prevé que en los próximos meses 392.000 alumnos y 20.000 profesores, en más de 14.400 aulas completamente digitalizadas de toda España, dispondrán de un ordenador personal ultraportátil que podrán utilizar para formarse mejor. El presupuesto del Programa, para este curso escolar 2009-2010, asciende a doscientos millones de euros, cofinanciados al 50 por 100 entre el Gobierno de España y las Comunidades Autónomas, financiación y distribución entre las Comunidades Autónomas que fue aprobada por el Consejo de Ministros a finales del pasado mes de julio.”
Mi primera reacción ante esta noticia es preguntarme sobre cuál es la evidencia empírica que justifica este gasto. Mi propia experiencia como docente es que, en un par de cursos que enseñé donde había ordenadores en el aula, los estudiantes se me distraían mucho más. Si esto les pasaba a los estudiantes de doctorado, que se suponen altamente motivados, ¿cómo se comportaran los estudiantes de primaria?
Pero uno no basa la evaluación de políticas en su experiencia personal sino en sólida evidencia empírica. Afortunadamente, en Penn, tenemos un magnífico profesor, Flavio Cunha, que sabe muchísimo del tema y que está corriendo un programa piloto sobre uso de ordenadores en la escuela en Brasil.
Esta tarde me ha explicado que existen dos artículos que miran este tema en detalle. El primero, de Angrist y Lavy (2002, Economic Journal), con datos de Israel, no encuentra ningún efecto positivo de los ordenadores. El segundo, de Banerjee, Cole, Duflo y Linden (2007, QJE), con datos de India, sí encuentran un efecto importante (equivalente a la mitad de la diferencia entre el rendimiento de los alumnos blancos y negros en EE.UU.) pero que este efecto parece deberse más al uso de software educativo que al ordenador en si mismo. Un buen software parece suplir las carencias de muchos maestros de primaria en India que tienen un nivel de cualificación muy bajo al indicarles claramente lo que tienen que explicar cada día y cómo tienen que hacerlo.
Mi lectura de estos dos artículos me sugiere que:
1. No es obvio que el uso de ordenadores en las aulas tenga efectos positivos.
2. Los efectos parecen existir en países donde el profesorado necesita de ayudas importantes.
3. En tanto que Israel tiene un nivel de renta y una estructura social más similar a la nuestra que India, pongo más peso para el diseño de políticas en España en los resultados de Angrist y Lavy que en los de Banerjee, Cole, Duflo y Linden.
4. Incluso si pudiésemos documentar efectos positivos, uno tiene que efectuar un análisis completo de coste-beneficio pues bien podría ser que esos recursos destinados a los ordenadores tuviesen mejor impacto en otras áreas del sistema educativo (por ejemplo, bonificar a los buenos maestros o tener grupos más reducidos, intervenciones para las que sí existe evidencia empírica
de efectos positivos).
5. Sí bien es perfectamente factible que el programa sea una buena idea, deberíamos de documentarlo antes de gastarnos el dinero.
Por último una pregunta: el programa se lanza con una experiencia piloto de 7.100 alumnos en diferentes comunidades autónomas para luego incrementarse a 392.000 alumnos en los próximos meses. ¿Qué tipo de programa piloto es este? No vamos ni a tener tiempo de medir la efectividad del programa de ninguna manera. Simplemente me parece que es un programa piloto para ver como se solucionan problemas logísticos (dónde se pone la toma de corriente en las clases y similares), no de efectividad.
Desafortunadamente, como comentaba Antonio el otro día, me temo que nos hemos embarcado en una nueva política sin base empírica sólida ni evaluación sistemática pero que suena muy bien.