25 Años del Decreto Boyer

La semana pasada había anunciado que hoy seguiría con mi discusión de las reglas del regulador sistémico. En cumplimiento de mi promesa, me puse el domingo pasado a redactar la tercera entrega de mi folletín. Y cuando ya iba por la mitad de mi pelea con los límites al apalancamiento, por otros temas que ahora no vienen a cuento, me acordé que este viernes, 30 de Abril, es el cumpleaños del decreto Boyer: 25 años, nada menos.

Al darme cuenta de esto, me han venido a la cabeza dos pensamientos, uno trivial, otro más importante y que espero que justifique, a los ojos de nuestros lectores, mi desviación del tema anunciado (al que volveré en unos días). El tema trivial es la confirmación que ya voy acumulando años. Recuerdo, como si fuera ayer, el telediario donde se anunció el decreto Boyer. Y si bien es verdad que aunque todavía era un crio (ya desde pequeñito me interesaban estas cosas tan recónditas de la economía), el cuarto de siglo no te lo quita nadie.

El tema más importante es que el decreto Boyer fue uno de los pasos más decididos en las reformas estructurales que necesitábamos en 1985. España no terminaba de recuperarse de la crisis del segundo shock del petróleo y se descolgaba de otras economías occidentales que sí que estaban empezando a crecer con fuerza. El aparente parón de los primeros meses de 1985 agravaba aún más la situación y ponía en entredicho toda la estrategia de política económica.

Boyer, que ya había actuado con fuerza y decisión en otros temas como la expropiación de RUMASA o la reconversión industrial (ambos problemas heredados de la esquizofrenia de nuestro modelo de crecimiento del los 60 y principios de los 70), comprendió que había que dar un golpe de timón para que la economía cogiese velocidad. El Real-Decreto es conciso pero lleno de jugo (al contrario que la LES). Yo resaltaría aquí tres sus disposiciones (el texto completo se encuentra aquí):

1. Libertad de horarios comerciales.

2. Liberalización de la inversión extranjera en España.

3. Supresión de la prórroga forzosa de los arrendamientos.

Así, de un plumazo, se eliminaban muchas barreras carpetovetónicas a la actividad económica. Lo más triste es que un cuarto de siglo después, nos encontramos que en el tema de horarios comerciales o en los arrendamientos estamos peor que con el decreto Boyer.

Todos sabemos lo que pasó. A partir de 1986, ayudada por el decreto Boyer, la entrada en las por aquel entonces Comunidades Europeas y la expansión mundial, España creció, y creció mucho. Esto es una constante de nuestra historia: la economía española es muy agradecida. En cuanto se la mima solo un poquito, nos da unas alegrías tremendas.

Pero Boyer no se quedó para verlo. A los pocos meses del decreto, por una serie de motivos de todos conocidos, Boyer salió del gobierno. Los que vinieron detrás no supieron o, en mi opinión, no pudieron profundizar la labor. El impulso liberalizador se fue diluyendo y nos quedamos atascados en un mix maligno de una política monetaria muy restrictiva y una política fiscal expansiva (especialmente después de aquel día aciago de nuestra historia contemporánea, el 14-D de 1988) que explotaría en 1992 con las devaluaciones y el ajuste brusco. En buena medida, un ciclo expansivo desaprovechado.

Siempre nos quedará la duda de cómo habrían ido las cosas con Boyer en Alcalá. Pero si bien la ucronía puede ser un entretenimiento apasionante (y según Niall Ferguson incluso una herramienta de investigación), el lamentarnos de lo que pudo ser y no fue no nos soluciona los problemas actuales. La lección principal del decreto Boyer es que las reformas estructurales se pueden hacer. Concienciarnos de ello y aplicarnos el cuento es la mejor manera de celebrar los 25 años del decreto.

La semana que viene volveré a mi regulador sistémico…

Hay 7 comentarios
  • Por curiosidad, ¿cuáles son los "motivos de todos conocidos" que obligaron a Boyer a salir del Gobierno?

    Cuando aquel telediario se emitió, yo ni había nacido. Desgraciadamente, hoy la sociedad y los políticos estamos mucho más acomodados que por aquel entonces. No hay nadie en el Gobierno con la suficiente valentía y altura de miras como para plantear reformas estructurales tan importantes. Y lo que es peor, si lo hubiera, o bien los compañeros de Gobierno / partido le pararían los pies, o la gente se echaría a la calle por su supuesta "pérdida de derechos sociales".

  • Miguel Boyer era socialista por herencia, nunca por convicción. Miguel Boyer, desde mi punto de vista, pretendió modernizar la economía española a base de golpes de liberalización bastante impúdicos. También, desde mi recuerdo, la economía española no podía salir de la crisis, más por sus destartaladas infraestructuras, el deficiente y anticuado tejido empresarial y, como es habitual, el pobre nivel educativo.
    Abril Martorell se había enfrentado a la banca, a los empresarios y a los industriales; tanto es así que incluso a algunos los llegó a amenazar con la nacionalización. El empresario español estaba a años luz de la realidad.
    El gobierno de UCD tuvo que lidiar con el paro producido por el desquiciamiento de los últimos gobiernos franquistas, con una deuda galáctica para la época, con la sequía más grave que se recuerda, por la susodicha falta de infraestructuras para combatirla, y con más de un millón de inmigrantes devueltos por Europa, casi a punta de pistola.

    Boyer, de tan prepotente que era, llegó a confesar en la televisión de la época, que el problema de Rumasa no le motivaba (yo mismo lo escuché). Su expropiación se convirtió en la chapuza más grande de la historia y alentó la etapa de corrupción más grande que se recuerda, cuando el anterior gobierno de UCD había hecho lo posible para combatirla y erradicarla. Y todos sabemos que lo que más empobrece a un país es la corrupción.

    Si la ley de arrendamientos urbanos se hubiera hecho con inteligencia, en cambio de con las vísceras y el presunto interés de los arrendadores por encima de los arrendatarios, hoy tendríamos un parque de viviendas de alquiler parecido al europeo.
    La ley solo sirvió para espantar al posible arrendatario y asustar al potencial arrendador, por la ambigüedad de la ley para expulsar al moroso y al vándalo. El primero, legal y consciente, huía de la inseguridad que le provocaba la ley; el segundo, de la imposibilidad de expulsar a quien destrozaba y no pagaba. Pero supongo que a Boyer, eso tampoco le motivaba.

  • Economista Joven:

    Los observadores hablan de dos motivos. Uno, probablemente el más importante, político: se llevaba muy mal con Alfonso Guerra y en el reajuste de gobierno quería obtener más poder, incluso llegar a ser vicepresidente económico. Este pulso lo perdió. Dos, personal, por deseo de rehacer su vida familiar con tranquilidad.

    Boyer siempre había tenido una relación muy rocosa con el partido socialista, abandonándolo en una ocasión para volver después al comienzo de la transición.

  • Estimado Jesús:
    Las decisiones que se tomaron respecto a la reconversión no fueron tan positivas como Vd. da a entender. El despilfarro de recursos y su consiguiente coste de oportunidad fueron enormes. De cara a la integración en Europa teníamos la posibilidad de tener, por ejemplo, una siderurgia integral moderna y competitiva si se seguían los planes de UCD (y de gobiernos y empresarios anteriores) de poner la conocida como IV Planta Siderúrgica Integral en Sagunto. Pero las presiones de Francia, que temía por su fábrica de Fos en Marsella, y de Asturias y Vizcaya (sindicales y políticas) hicieron que se tomara una decisión funesta: Diez años después de haber invertido ingentes cantidades de dinero en la siderurgia vizcaína hubo que dinamitarla por inviable. Asturias se especializó en productos largos, de menor valor añadido. El resultado: déficit siderúrgico creciente en productos planos (los de los coches y electrodomésticos, sí), que vienen, ¡oh, casualidad! de la fábrica francesa de Fos. Y el único país grande de la Unión especializado en productos de bajo valor añadido.
    Boyer no fue el único culpable. Detrás de esta decisión política catastrófica está Felipe González.
    Quisiéramos pensar a veces que la política económica adecuada nació en 1982, pero no fue así. Muchos ministros de UCD tuvieron buenas ideas y mejor dedicación. Y un detalle: casi ninguno vivía de la actividad política, a la cual consideraban un acto de servicio.
    Saludos y enhorabuena por el blog.

  • Hola Pablo:

    Muchas gracias por tu comentario. Entiendo lo que dices y he leído tu paper en la Revista de Historia Industrial al respecto y el otro día compré en Marcial Pons el libro con tu co-autor Miguel Angel Sáez. No soy un experto ni mucho menos en lo que se hizo en Sagunto pero la reconversión fue mucho más allá de cerrar una planta u otra. Básicamente era dejar claro que había que ajustarse a la realidad. ¿Se pudo haber implementado mejor? Pues quizás sí. ¿Lo habría implementado mejor un gobierno de la AP de Fraga del 82? Tengo mis serias dudas.

    Y no, no quería implicar que la política económica correcta empezó en 1982. En 1977 y después se hicieron muchas buenas cosas y después de 1982 muchas cosas malas. En mi artículo yo dejaba claro, por ejemplo, como el ciclo expansivo de la segunda mitad de la década se tiró por la ventana. Pero los gobiernos de la UCD, nos guste o no, no tuvieron capacidad de hacer muchas cosas que habría que haber acometido (y que conste que de todos los presidentes de la democracia siempre he creído que el más listo con diferencia fue Calvo-Sotelo).

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