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Las claves del paro juvenil en España (I)

Por Juan Jose Dolado y José Ignacio García Pérez

forges Durante el último Simposio de la Asociación Española de Economía tuvo lugar una sesión especial sobre Paro Juvenil en el que ambos presentamos una panorámica de la investigación reciente sobre este tema.  A continuación resumimos las principales conclusiones.


1.  Comencemos recordando las cifras principales. La tasa de paro juvenil (15-24) en España alcanza en la actualidad el 54,4%, la segunda tasa más elevada de la UE-27 después de la griega. Afecta a 943 mil jóvenes en una población de 4,03 millones (la tasa de participación de este grupo de edad es del 43%). Entre los jóvenes desempleados, casi un 50% llevan más de un año en paro y un 60% ni siquiera han completado la ESO.

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Sin embargo, pese a lo alarmante de la cifra anterior, la elevada tasa de paro juvenil en nuestro país no parece responder a un problema específico en este grupo de edad. En el gráfico siguiente, se muestra dicha tasa (línea roja) y el cociente (línea azul) entre las tasas de paro juvenil y adulta (limitada al grupo 25-54).

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Se observa como dicha ratio se ha mantenido relativamente estable-- entre 2 y 2,5 -- desde principios de los noventa (el valor de esta ratio se sitúa por encima de la unidad en todos los países ya que las características de los jóvenes les hace cambiar o perder sus empleos en mayor medida que los adultos). También se observa en este gráfico la fuerte caída que dicha ratio experimentó desde finales de los setenta, cuando la fuerte destrucción de empleo en la industria hizo que los jóvenes apostaran por permanecer en el sistema educativo.

Pero lo realmente destacable es que el valor de esta ratio en España es bastante reducido en comparación con las de otros países de nuestro entorno (véase el gráfico siguiente, con datos de 2010). En Bélgica (BE), Noruega (NO) o Reino Unido (UK) está por encima de 3,0, mientras que en países como Suecia (SE) e Italia (IT) incluso supera 3,5. Obviamente, duplicar una tasa de paro agregada del 26% implica que más de la mitad de los jóvenes que buscan empleo en España no lo encuentran. Ello contrasta con el caso de Suecia donde cuadriplicar la tasa de paro agregada (7%) da lugar a una tasa de paro juvenil que no llega al 30%.

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Por tanto, la primera conclusión a extraer es que la tasa de paro de los jóvenes permanecerá muy elevada mientras no se corrijan los desajustes estructurales del mercado laboral en su conjunto. Ahora bien, de conseguirse, es probable que dicha tasa caiga con fuerza, como ya sucedió entre 1994 y 2007.

2.  Aunque la tasa de paro juvenil es un indicador clave, no recoge la situación de aquellos jóvenes que están inactivos sin estar enrolados en el sistema educativo. Por ello, otro indicador útil es la proporción de la población joven que ni está empleada ni estudia oficialmente. La denominada tasa de NEET (not in employment nor in education or training) o de Ni-ni (en castellano) recoge el porcentaje de dicha población que bien están buscando empleo (y no son estudiantes) o que simplemente dejaron/finalizaron los estudios y no buscan trabajo activamente por estar desanimados o discapacitados.

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España es el tercer país de la UE con mayor tasa de NEET, tras Bulgaria (BG) e Italia: en la actualidad alrededor de un 20% de la población 15-24 (25% en el caso de 15-29) son Ni-ni y casi uno de cada cuatro jóvenes universitarios pertenece actualmente a este colectivo. Aunque estas cifras pueden parecer alarmantes, es bastante probable que una buena parte de los Ni-ni estén buscando trabajo, de forma que la tasa de NLFET (not in the labor force nor in education or training; recientemente propuesta por la OIT) será, seguramente, mucho más reducida.

3.  En un estudio reciente que uno de nosotros elaboró para la OCDE, junto con Florentino Felgueroso y Marcel Jansen, se lleva a cabo un análisis comparativo internacional sobre los determinantes de las diferencias entre algunos indicadores clave del mercado laboral de los jóvenes en España y en una serie de países de nuestro entorno (Alemania, Francia, Holanda y Reino Unido). Utilizando micro-datos de diversas Encuestas de Población Activa europeas (EU-LFS), encontramos varios resultados interesantes. En primer lugar, a diferencia de la creencia popular, se estima que las diferencias existentes en la estructura sectorial de nuestro país (mayor peso del turismo y otros servicios) frente al resto de países solo explica aproximadamente la mitad del diferencial en tasas de empleo juvenil. Por ejemplo, entre Alemania y España dicho gap era de 23 puntos porcentuales (pp.) en 2011. Pues bien, mediante un sencillo ejercicio de descomposición (shift-share analysis) de este gap en un primer componente que mide las diferencias en la composición sectorial (suponiendo que ambas economías tienen la misma tasa de empleo dentro de cada sector), y un segundo componente que mide las diferencias de dichas tasas de empleo en cada sector, (suponiendo idéntica estructura sectorial), se obtiene que el primer termino solo explica 10 de los 23 pp. observados. Por tanto, los 13 pp. restantes provienen de otras características que hacen que las tasas de empleo juvenil en cada sector tiendan a ser inferiores en España que en Alemania. En comparación con los otros países, los resultados no son muy diferentes.

Entre dichas características destacan dos. En primer lugar, se encuentra el mayor encadenamiento de contratos temporales en nuestro país, donde dicha modalidad contractual se convierte en un callejón sin salida (dead end) en vez de en un trampolín hacia la estabilidad (stepping stone). Mientras que en España un 40% de los jóvenes no encontraba un contrato indefinido tras dos años de incorporarse al mercado de trabajo entre 2002 y 2009, dicho porcentaje es del 25% en Francia y solo del 5-10% en los restantes países. En segundo lugar, está la escasa experiencia laboral adquirida durante la etapa educativa, debido al bajo porcentaje de jóvenes en España que combinan trabajo y estudio (o que trabajan en las vacaciones escolares) pero, sobre todo, al escasísimo peso de la formación dual en nuestro país. A modo puramente orientativo, el siguiente gráfico muestra una clara relación inversa entre la proporción de alumnos de FP dual y la tasa de paro juvenil en 2010, con España en el extremo izquierdo y los países donde este tipo de ciclo educativo es muy relevante (Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza) en el derecho. Sin duda, el aumento de la tasa de abandono escolar en ESO que tuvo lugar con la burbuja inmobiliaria y los efectos posteriores de la enorme destrucción de empleo en ese sector, centrada en individuos poco cualificados de entre 25 y 30 años, hace que la vuelta al sistema educativo, en ausencia de una FP dual fuerte, sea una opción muy complicada para dicho colectivo.

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4.  Volviendo a nuestro peculiar sistema de contratación cabe enfatizar que la temporalidad también implica consecuencias negativas sobre la carrera laboral de los jóvenes a medio y largo plazo. En el siguiente gráfico, tomado de este enlace, se muestra que el porcentaje de jóvenes que acceden al mercado de trabajo antes de los 20 años de edad con un contrato temporal (la gran mayoría trabajadores no cualificados) y que 20 años después continúa bajo esta misma modalidad contractual supera el 40% (línea azul oscuro).

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En otro trabajo (todavía en curso) de uno de nosotros, junto con Judit Valls e Ioana Marinescu, se utilizan datos de la Seguridad Social para profundizar en el análisis del impacto negativo de la temporalidad sobre la trayectoria laboral de nuestros jóvenes a largo plazo (los denominados scarring effects). Para ello, se realiza un seguimiento de las cohortes de trabajadores (por ahora restringido a varones poco cualificados) que ingresan en el mercado de trabajo justo antes (grupo A) y justo después (grupo D) de la reforma de 1984, cuando se liberalizó el uso de la temporalidad en España. Mediante un diseño de regresión discontinua (regression discontinuity design) se estima que, en comparación con los trabajadores del grupo A que poseen características observables equivalentes, los del grupo D disfrutan de 315 días menos de empleo acumulados desde la fecha de su incorporación al mercado laboral hasta 2006 (un 8,1% menos de experiencia laboral acumulada), así como de un 12% menos de rentas salariales acumuladas durante dicho periodo. Ello se debe a que, en promedio, han sufrido transiciones más frecuentes entre empleo y desempleo que los trabajadores del otro grupo.

A esta evidencia se une la ofrecida (aquí y aquí) respecto a los fuertes desincentivos que implica la baja tasa de conversión de contratos temporales en indefinidos—a causa del gap en la protección al empleo, y especialmente en la complejidad legal, entre ambos tipos de contrato-- sobre el nivel de esfuerzo que realizan los trabajadores temporales en sus empleos y sobre la formación ocupacional que reciben por parte de las empresas. Una parte nada despreciable de la escasa inversión en tecnología de nuestras pymes y del desalentador resultado de nuestra participación en el reciente estudio tipo PISA para la población adulta (PIAAC) puede explicarse porque ni unos ni otros tienen los incentivos correctos para invertir mutuamente en el logro de una relación laboral más productiva y estable.

Todos estos resultados sugieren que, en un mercado laboral segmentado, el uso intensivo de la contratación temporal al inicio de la vida laboral tiene consecuencias persistentes sobre la carrera laboral de los jóvenes. A pesar de que estos contratos podrían permitir a los trabajadores acumular una mayor experiencia laboral, mediante una mayor rotación entre empresas y sectores productivos distintos, los efectos a largo plazo sobre el bienestar de los mismos son claramente negativos.

Parece claro, por tanto, que solo la promoción de un empleo más estable desde el inicio de la vida laboral de nuestros jóvenes-- más ligado a una formación continuada en las empresas mediante un sistema dual de aprendizaje y con unos incentivos mejor diseñados para fomentar su productividad-- será la única vía para salir de este pernicioso bucle de desempleo y temporalidad en el que han estado instalados nuestros jóvenes desde hace bastante tiempo y que en la actualidad puede dar lugar a una generación perdida.

En un próximo post analizaremos cual creemos es la mejor manera de implementar estas medidas, complementando las ya discutidas en NEG por Marcel Jansen y otros. Mientras tanto, les dejamos con la reflexión tan acertada del gran Forges al comienzo de este post sobre donde están las claves de esta cuestión.