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Un atlas de oportunidades

¿Hasta qué punto influye en nuestra vida como adultos el lugar donde crecimos? La respuesta a esta pregunta no es obvia y requiere un enorme esfuerzo de recolección de datos. Sin embargo, se trata sin duda de una cuestión de vital importancia, por lo menos en países como Estados Unidos, donde hay diferencias gigantes en el nivel de vida de distintos barrios y ciudades.

Hace ya tres años, Manuel Bagüés escribió una excelente entrada (ver aquí) sobre el proyecto Moving to Opportunity, una iniciativa que pretende medir las oportunidades de los jóvenes estadounidenses en función del barrio en que crecieron. Hace unos meses, yo mismo volví a hablar de este tema (ver aquí).

Recientemente, Raj Chetty, profesor de economía en Harvard, sacó a la luz el impresionante Opportunity Atlas, un mapa interactivo donde uno puede localizar cualquier barrio de Estados Unidos y ver rápidamente cuál es la probabilidad de que un niño nacido allí tenga buenos prospectos económicos.

Prácticamente todos los estudios existentes sobre las características de los barrios se basan en datos de sección cruzada. Es decir, estudian las características de un barrio (nivel medio de ingresos, educación, crimen, etc.) en un año concreto. La gran innovación del Opportunity Atlas es construir datos longitudinales, es decir, conseguir medidas sobre el progreso de niños cuando se convierten en adultos. Estas medidas tratan después de explicarse en función del barrio en el que los niños crecieron.

El Opportunity Atlas ofrece un mapa completo de Estados Unidos a un nivel muy desagregado: los barrios que se estudian tienen, en media, una población de 4.250 personas. Esto supone un gran paso adelante respecto a estudios como el Moving to Opportunity, que sólo consideraba un pequeño número de barrios en cuatro ciudades estadounidenses y respecto a otros estudios (ver aquí) donde las unidades geográficas estudiadas son mucho más grandes.

El Opportunity Atlas estudia 20.5 millones de niños y niñas nacidos entre 1978 y 1983, representando prácticamente (un 96.2%) del total de niños/as nacidos en el país en esos años. Las medidas que se estudian son las tasas de encarcelación, tasas de natalidad en adolescentes, género de los individuos, y el nivel de ingresos de sus padres. Los niños/as son asignados a un barrio en función de los años que pasaron en él cuando eran pequeños.

Algunas de las conclusiones del estudio son las siguientes: en primer lugar, los resultados varían muchísimo entre barrios, incluso condicionando por el nivel de ingresos de los padres: la desviación estándar de los ingresos medios cuando son adultos entre los niños/as más pobres (esos con padres por debajo del percentil 25 de ingresos) es de 6.700 dólares, es decir, un 21% de los ingresos medios. Además, es sorprendente cómo las cosas cambian enormemente con solo desplazarse dos o tres kilómetros. Un claro ejemplo es el caso del infame barrio de Watts en Los Ángeles, donde, en media, el 44% de los hombres negros que crecieron allí están en la cárcel. Ese porcentaje es del 6.2% en el barrio de Crompton, situado a tan solo 3.7 kilómetros de Watts. En segundo lugar, los barrios no son unidimensionales, es decir que tienen diferentes efectos para distintos grupos de población y para diferentes variables. Por ejemplo, volviendo al barrio de Watts, las tasas de encarcelación de los hispanos son mucho más bajas que las de los negros- un 4.7%. Tercero, las variables-resultado (por ejemplo, los ingresos) de los niños/as difieren sustancialmente de las medidas tradicionales del nivel económico de un barrio. Por ejemplo, Atlanta es una ciudad que ofrece, hoy mismo, fantásticas oportunidades de trabajo. Sin embargo, los niños/as que crecieron en muchos barrios de esa ciudad, tienen unos resultados malísimos cuando se convierten en adultos. Esto refleja la enorme importancia de analizar los barrios usando datos longitudinales en lugar de secciones cruzadas.

En el trabajo que acompaña al Opportunity Atlas (ver aquí), Chetty y sus coautores muestran detalladamente porque los efectos de los barrios en los niños/as pueden considerarse causales. Es decir, aunque es posible que, en parte, las familias se autoseleccionen a peores barrios, son los barrios en los que los niños/as crecieron los que realmente causan los malos resultados. Para convencernos de ello se apoyan en el experimento Moving to Opportunity que ya discutimos Manuel y yo y en evidencia cuasi-experimental (ver aquí) sobre familias que de cambian de barrio, explotando la variación en el momento en el que lo hicieron. No quiero discutir aquí los detalles de este segundo estudio- simplemente decir que la clave para identificar causalidad en este último trabajo es asumir que los determinantes de los resultados de los niños/as cuando son adultos no están correlacionados con la edad en la que se trasladaron a diferentes barrios.

El Opportunity Atlas ofrece una plataforma que da pie a pensar en varias políticas públicas. La primera: ¿es posible encontrar vivienda asequible para trasladar a un número sustancial de niños/as de barrios pobres a barrios no tan pobres? La respuesta es, claramente sí: la correlación entre los ingresos medios de niños con padres por debajo del percentil 25 de ingresos y las tasas de alquiler medianas es sólo del 44%. Dicho de otra forma, existen muchos barrios con viviendas asequibles donde podrían trasladarse las familias de barrios pobres. Una crítica inmediata a esto es que, obviamente, hay un nivel máximo de familias que se pueden trasladar antes de que estas tasas de alquiler aumenten. Es decir, como reconoció Chetty en la charla a la que asistí en Nueva York hace unos días, éste es un ejercicio de equilibrio parcial puesto que no tiene en cuenta que, cuando un número suficiente de familias se desplaza a un barrio, el aumento en la demanda de vivienda causaría un aumento en los precios de la misma. Es posible pensar en subsidios del gobierno para compensar por este efecto, pero está claro que este aspecto de un programa así debe estudiarse con más detalle. Una segunda critica a este tipo de políticas es que tal vez tendría más sentido invertir en cómo mejorar los barrios pobres en vez de incentivar a las familias a abandonarlos. El problema aquí radica en identificar qué es exactamente lo que hace que un barrio sea malo. Además, no es obvio como cambiar las dinámicas de los barrios debido a que, a menudo, pequeñas intervenciones no bastan: es necesario cambiar los incentivos de un número suficiente de individuos para que el cambio surta efecto. Por último, un problema práctico con el Opportunity Atlas es que los estimadores de movilidad social que produce llegan necesariamente con retraso, puesto que uno tiene que esperar hasta que los niños/as sean adultos para ver los efectos del barrio en que nacieron. Esto no parece ser un gran problema ya que, como muestran los autores, el poder de predicción del ejercicio cae solamente un 10% cada década, así que es bastante fiable usar datos históricos sobre barrios para predecir su efecto en niños/as que viven en ellos actualmente.

En resumen, el Opportunity Atlas es un impresionante proyecto que permite llegar a la conclusión de que las características de los barrios tienen grandes efectos en los prospectos económicos a largo plazo de los niños/as que crecieron en ellos. Raj comentó en su charla que hay mucho interés en replicar esta metodología en otros países, aunque, según entiendo, ninguno se ha llevado a cabo aún. Ya comenté en su día que sería estupendo poder realizar un estudio parecido para el caso español.