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Moving to Opportunity: una intervención pública para reducir las trampas de pobreza en las ciudades

En una reciente entrada (ver aquí) hable sobre segregación por riqueza en nuestras ciudades. Allí comenté que, en la mayoría de ciudades estadounidenses, los pobres viven concentrados cerca del centro de la ciudad, mientras que los ricos tienden a vivir en las afueras, donde es más fácil comprar una vivienda grande y donde las escuelas son, en general, mucho mejores. En Europa y América Latina, este patrón no es tan marcado, y, en ciudades como París, incluso se observa lo contrario, es decir que los pobres viven en las afueras de la ciudad.

En esta entrada quiero concentrarme en el hecho de que, independientemente de cómo de lejos del centro vivan los ricos y los pobres en las ciudades, existe una gran y creciente segregación por riqueza en la mayoría de ellas, al menos en países desarrollados (ver aquí).

Esta segregación es una de las principales causas de la falta de movilidad intergeneracional en muchos países, incluido Estados Unidos (ver aquí). Existe amplia evidencia que individuos que han nacido en barrios pobres, tienden a vivir en esos barrios el resto de su vida y, por lo tanto, su estatus económico y social apenas cambia a lo largo del tiempo. Esto es especialmente importante en países como Estados Unidos, donde las prestaciones sociales para los ciudadanos más pobres son relativamente pequeñas. Sin embargo, cualquier sociedad que valore positivamente la movilidad intergeneracional, debería preocuparse por las causas y efectos de la segregación geográfica determinada por la riqueza.

Entre los años 1994 y 1998, el gobierno de Estados Unidos (en concreto su departamento de vivienda y desarrollo urbano) introdujo el programa Moving to Opportunity (ver aquí) en las ciudades de Baltimore, Boston, Chicago, Los Ángeles y Nueva York. En él participaron 4.604 familias pobres y con niños que vivían en viviendas públicas de barrios con un nivel alto de pobreza (con una tasa de pobreza por encima del 40%). La clave de este experimento es que estas familias fueron elegidas aleatoriamente, de forma que el posible efecto de esta intervención fuera mucho más fácil de interpretar.

En concreto, las familias fueron seleccionadas aleatoriamente en tres grupos: un grupo experimental, que recibió un cupón (voucher) que subsidiaba el alquiler de una vivienda en barrios con un nivel de pobreza por debajo del 10%, un grupo que recibió cupones para vivir en cualquier barrio, y un tercer grupo que no recibió ningún cupón. Las familias que recibieron estos cupones, dispusieron de 4 a 6 meses para usarlos alquilando una vivienda.

En un reciente trabajo (ver aquí) los economistas Raj Chetty, Nathaniel Hendren y Lawrence Katz evalúan los efectos de este programa en la prosperidad de los individuos que participaron en él. Este estudio es especialmente importante puesto que, a diferencia de anteriores (ver aquí), el hecho de que hayan pasado suficientes años desde el experimento, permite estudiar el efecto que tuvo en los niños de menor de edad afectados que son hoy ya adultos.

Los nuevos resultados de la evaluación de este proyecto indican que el efecto de este experimento fue sustancial: en media, los niños cuyas familias se trasladaron a barrios de baja pobreza cuando tenían menos de 13 años tuvieron unos ingresos anuales de 3.477 dólares (un 31%) mayores que el grupo de control que no recibió cupones y cuyos ingresos medios fueron de 11.270 dólares. Esta estimación sugiere que, trasladar a un niño de 8 años de una vivienda pública a un vecindario de baja pobreza cuando tiene 8 años, llevó en media, a un aumento de los ingresos a lo largo de su vida de alrededor de 302.000 dólares. Aunque, a priori, uno podría pensar que este resultado era de esperar, hay que tener en cuenta que, si bien en principio un adolescente puede beneficiarse de un entorno social mejor y de mejores escuelas, existen también costes significativos de trastornos asociados a adaptarse a un entorno completamente diferente. De hecho, para los niños que tenían 15 años en el momento del experimento, el efecto del programa fue, en media, ligeramente negativo, con una reducción de alrededor de 967 dólares en sus ingresos. Los resultados de este estudio son similares para blancos, negros, e hispánicos, así como para niños y niñas.

Este resultado me recuerda a la literatura, liderada por James Heckman y discutida en anteriores entradas del blog (ver aquí), que argumenta que las intervenciones a temprana edad son fundamentales para el desarrollo y el éxito de los individuos. En sus trabajos, y los de sus coautores, Heckman asegura que las semillas para tener una vida productiva son las habilidades no-cognitivas (autodisciplina, paciencia, curiosidad, creatividad, fidelidad) inculcadas por las familias durante la infancia. Aunque los resultados del programa Moving to Opportunity no establecen una relación directa entre estas habilidades no-cognitivas y el nivel de pobreza en el barrio donde los niños residen, cabría esperar que esta relación existe y es relevante.

 

En cualquier caso, los resultados de este programa sugieren que este tipo de políticas pueden tener impactos significativos en los individuos más pobres de nuestras ciudades. Una pregunta que cabe hacerse, sin embargo, tiene que ver con el coste económico de un programa de estas características para la sociedad puesto que, probablemente, el votante medio es el que acabará financiándolo con sus impuestos. En este sentido, Chetty y sus coautores muestran que las ganancias asociadas a este proyecto superan sustancialmente sus costes e incluso pueden aumentar la base impositiva de la sociedad, es decir, son suficientes para autofinanciarse. En concreto, sus cálculos muestran que, los niños de las familias que recibieron estos cupones cuando tenían menos de 13 años pagaran 394 dólares adicionales en impuestos federales cuando tengan alrededor de 20 años. Si estas ganancias se mantienen en los siguientes años, los ingresos adicionales generados superan claramente los costes asociados a la financiación de la vivienda pública. Esto sugiere que, incluso si el votante medio es indiferente al bienestar de los ciudadanos más pobres, no existen motivos económicos que indiquen que se opondría a una intervención pública de este tipo.

 

Por otro lado, una crítica habitual a este tipo de intervenciones es que solamente afectan a una muy pequeña parte de los pobres- aquellos que son seleccionados aleatoriamente para recibir cupones. Relacionado con esto, hay quien dice que es moralmente difícil de justificar estas intervenciones puesto que pueden tener un gran impacto en los afortunados, y parece frívolo que sean elegidos al azar. En mi opinión, la principal ventaja de este tipo de intervenciones públicas es que nos ayudan a entender si existe un efecto causal entre, en este caso, el nivel de pobreza de un barrio, y el porvenir económico de los individuos que residen en él. Sin este tipo de ejercicios, especialmente diseñados para aislar el efecto estrictamente debido al programa, es muy difícil llegar a conclusiones claras. Solo una vez que entendamos bien estas conclusiones, es posible pensar en diseñar e implementar políticas más ambiciosas que puedan afectar a una mayor parte de la población.

Como ya comenté en mi entrada sobre desigualdad económica en las ciudades, desafortunadamente en España hay pocos estudios que analizan de forma detallada la segregación por riqueza dentro de las ciudades. Esta falta de investigación sobre el tema se debe probablemente a la falta de datos (al menos públicos) para áreas geográficas pequeñas en nuestro país. En este sentido sería deseable contar con datos más detallados para poder estudiar esta problemática e incluso plantearse la posibilidad de implementar un programa parecido a Moving to Opportunity.