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Redes (no) Neutrales

Entre las muchas normativas aprobadas durante la era Obama que la administración Trump se ha propuesto derogar se encuentra la regulación de la llamada neutralidad de la red. Dado que el asunto ha causado un cierto revuelo mediático, con opiniones diversas (aquí y aquí para dos visiones encontradas en el mismo periódico) pero, desde mi punto de vista, poco informadas, en esta entrada intentaré ofrecer una perspectiva económica sobre el asunto. Como verán, en este, como en muchos otros debates, los economistas tenemos mucho que decir, pero a menudo nos callamos porque nuestra conclusión es un aburrido “depende”.

La neutralidad de red es el principio según el cual los operadores de Internet (por ejemplo, Movistar) no pueden discriminar entre proveedores de contenidos (p.ej., sitios web), usos (p.ej., P2P)  o direcciones IP, tanto en el ancho de banda como en el precio del servicio. Como con cualquier otro recurso, el coste de acceder a Internet determina su asignación entre diversos usos y las rentas que derivan los distintos proveedores y usuarios. La distribución de rentas tiene, a su vez, efectos en la asignación ya que estimula la entrada, innovación y competencia entre los distintos proveedores de contenidos.

Congestión en la Red

Comencemos pues por el efecto de la neutralidad en la asignación de recursos. Este es sin duda el argumento más utilizado por los detractores de la regulación en favor de la neutralidad. Internet es una autopista de la información, y como toda autopista, ofrece un mejor servicio cuando no está congestionada. De igual forma que las autopistas de peaje discriminan entre camiones y vehículos utilitarios, los operadores de Internet pueden decidir discriminar precios (o acceso) entre un blog como este y una web que permita descargas de vídeos. Desde esta perspectiva, la neutralidad de red genera una disparidad entre el coste social y el coste privado de determinados usos, y, por tanto, tiene consecuencias negativas sobre el bienestar.

En el caso de Internet, además, no todos los usos sufren el mismo deterioro cuando se ralentizan. Así, una red congestionada impedirá a los usuarios disfrutar de servicios como Skype o ‘Streaming’ pero no de descargar contenidos en plataformas P2P. Los operadores pueden decidir entonces cargar precios más altos por uso en horas pico, dando incentivos a los usuarios de P2P a utilizar horas valle para descargar o, como intentó Comcast en 2006, crear una vía rápida para los usuarios de servicios convencionales y una vía lenta para P2P.

El paralelismo entre las autopistas físicas y digitales, sin embargo, es más real que aparente. La razón es que el argumento utilizado hasta ahora no tiene en cuenta los efectos sobre la competencia entre proveedores de contenidos. Si los proveedores de servicio pueden crear “vías rápidas” para los usuarios de un cierto servicio web (por ejemplo, Netflix) en relación con un competidor (Hulu), esto generará menor competencia entre proveedores y permitirá a los operadores (que gozan de gran poder de mercado, al menos a nivel local) extraer rentas. Este parece haber sido el resultado de la negociación entre Neflix y Comcast (al menos si nos atenemos a la opinión del CEO de Neflix).

Aún más, como nos dice la teoría económica, el monopolista que ofrece dos productos de diferente calidad tiene incentivos a ofrecer una calidad inferior a la socialmente deseable en el producto de menor calidad. Es decir, en el caso de Internet, el operador tiene incentivos a reducir la velocidad de la “vía lenta” incluso por debajo del nivel que garantizaría evitar cualquier tipo de congestión, para así elevar el pago que los proveedores de contenido y usuarios estarían dispuestos a pagar por la “vía rápida”.

Mercados Multilaterales: acceso y redistribución

Para muchos economistas, el principal problema de la regulación de neutralidad es que no permite a los operadores de Internet obtener rentas directamente de los proveedores de servicios. Para entender por qué es esto un problema, debemos entender que Internet es un mercado multilateral en el que los usuarios generan valor para los proveedores de contenidos (generalmente vía publicidad) y los proveedores de contenidos generan valor para los usuarios. Si el operador obtiene todos sus ingresos de los usuarios pero no puede discriminar entre ellos, actuará como todo monopolista que se enfrenta a una demanda elástica: incrementará el precio y reducirá la cantidad. Esto es costoso para los usuarios, pero también para los proveedores de contenidos, que ven mermada su audiencia.

Aunque la lógica de este argumento es irrefutable, a mí me parece que sus consecuencias empíricas son muy limitadas. En primer lugar, me resulta difícil creer que el número de usuarios excluidos sea muy grande. En segundo lugar, parece razonable pensar que los beneficios para los proveedores de contenidos asociados a esos usuarios sean minúsculos.

Por el contrario, la discriminación entre proveedores de contenidos puede generar otro tipo de distorsión que, en mi opinión, sí puede ser relevante. Muchos proveedores de contenidos generan grandes beneficios para la sociedad, pero obtienen unos rendimientos monetarios bajísimos (por ejemplo, Wikipedia o, de manera mucho más modesta, este blog). Si los operadores estableciesen precios de acceso, muchos de estos proveedores deberían abandonar el mercado, ocasionando grandes pérdidas de bienestar social.

Conclusión

Como les avancé al comienzo de esta entrada, existen múltiples argumentos a favor y en contra de la regulación de la neutralidad en Internet. Como suele pasar en estos casos, lo que necesitamos es obtener evidencia sólida que nos permita discernir entre distintas hipótesis. Mientras esperamos, quédense con mi aburrido “depende”.