Activismo Accionarial - I (Voz)

Hirschman, en su libro Exit, Voice and Loyalty introdujo los conceptos de voz y salida como modos alternativos al  ejercicio formal de los derechos de propiedad. Aunque las ideas de Hirschman son relevantes para un espectro amplio de organizaciones, son de especial utilidad para analizar las relaciones entre accionistas y gestores en las grandes empresas en la actualidad. La idea de salida en Hirschman es que la posibilidad de que los miembros abandonen una organización impone cierta disciplina sobre sus gestores. En el caso de las empresas, la probabilidad de que los accionistas descontentos vendan sus acciones y salgan de la empresa (con las consiguientes caídas en el precio de la acción) hace que los gestores tengan un incentivo a mantenerlos contentos. La idea de voz  agrupa por otra parte todo tipo de acciones en las que los accionistas interactúan con los gestores sin un mecanismo de poder explícito mediando entre ellos. Fundamentalmente, esto se resume en reuniones entre los gestores y los accionistas y en votos consultivos en las reuniones generales de accionistas.

En el post de hoy voy a hablar de mecanismos informales en los que la voz accionarial se manifiesta. En un post sucesivo hablaré de mecanismos más formales, como son las campañas activistas y los votos sobre remuneración (say on pay).

Para ilustrar los mecanismos informales de la voz de los accionistas, voy a utilizar como ejemplo un estudio etnográfico de Daniel Beunza y Fabrizio Ferraro. El estudio se basa en una serie de estancias en el Interfaith Center for Corporate Responsibility (ICRR). El ICRR es una coalición de organizaciones que canaliza las actividades de inversión y activismo de los grupos religiosos católicos en Estados Unidos. En particular, los fondos de pensiones y las dotaciones de las fundaciones religiosas se encuentran invertidos en parte en acciones de empresas. El ICRR se encarga de vigilar las estrategias de dichas empresas. El objetivo es del ICRR es, por una parte, maximizar el retorno de su  inversión, pero también garantizar que las estrategias empresariales de aquellas empresas en las que invierte son acorde con los valores que el centro representa. En su estudio Daniel y Fabrizio estudian los principios y las estrategias que utiliza el centro para influir sobre los gestores de las empresas en las que invierten.

La directora del centro, Laura Berry, dirige a un grupo de decenas de personas que gestionan la coalición. El estudio se centra fundamentalmente en el proceso interno de decisión sobre qué acciones tomar y cuáles son las prioridades del centro. El análisis sociológico de las motivaciones y mecanismos internos de la organización es interesantísimo. Recomiendo a los lectores de NEG que lean directamente el artículo. En este post, sin embargo me centraré en los mecanismos que utiliza el ICRR para influir en las empresas. Estos métodos son fundamentalmente dos: el uso de votaciones consultivas en las juntas generales de accionistas y los contactos directos con los gestores de la empresa.

En Estados Unidos, cualquier accionista que mantenga en propiedad acciones valoradas en 2000 dólares o más durante un año, puede proponer una votación consultiva en la junta general de accionistas. Aunque es un requisito relativamente laxo, en la práctica, convencer a un número suficiente de accionistas para que voten una propuesta requiere un esfuerzo en términos de comunicación que no siempre está al alcance de pequeños inversores. Es por esto que entidades como el ICRR que agrupan las participaciones accionariales de muchos grupos son útiles para mejorar el activismo de los accionistas. El ICRR ha puesto en marcha propuestas que intentan alinear las estrategias empresariales con los principios que representa, por ejemplo, para cambiar las estrategias de mercadotecnia de las empresas farmacéuticas, o cuestionar la subcontratación de servicios a proveedores con dudosas prácticas laborales. No hay que olvidar que ICRR también está preocupado por la rentabilidad de sus inversiones, y por tanto algunas de sus propuestas apuntan a objetivos más prosaicos asociados con la maximización de beneficios. En EE.UU. aproximadamente un 10% de estas votaciones consultivas tienen su origen en organizaciones religiosas.

Dichas votaciones son simplemente informativas y, en principio, los gestores de la empresa pueden decidir no hacer caso a su resultado. En este sentido, son un mecanismo puro de voz accionarial. Sin embargo, en la práctica si se observa la puesta en práctica de una parte sustancial de las propuestas que se aprueban. En dos de mis trabajos sobre buen gobierno corporativo con María Guadalupe y Mireia Giné (aquí y aquí) encontramos que hay un salto discontinuo en la probabilidad de poner en práctica una de estas propuestas consultivas entre propuestas que pasan o no pasan por un margen muy reducido de votos. Este salto, de entre un 20% y un 30% según las propuestas, indica que el resultado de la votación es relevante en sí mismo y no solo un reflejo de una situación subyacente en la empresa. En el siguiente grafico se observa la probabilidad de poner en practica la propuesta como función de los votos por encima (+) o por debajo (-) de los votos que determinan una mayoría para una de nuestras muestras.

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Algunos de los motivos detrás de la efectividad de estas votaciones consultivas incluyen la visibilidad que tienen en los medios de comunicación y la posibilidad de utilizarlas como evidencia en juicios contra los gestores. Un motivo adicional, muy importante, es la influencia que tienen sobre futuras votaciones. Como mencionaba anteriormente, es costoso coordinar a los accionistas dispersos para que voten en una dirección determinada. Sin embargo, si un gestor decide ignorar el resultado de una votación consultiva es mucho más fácil coordinar a los accionistas ofendidos al verse ignorados.

La capacidad de estas votaciones para generar cambios en las empresas y la opción que tienen activistas como el ICRR de liquidar sus inversiones les proporcionan un arma de negociación poderosa. Esto permite que en la mayoría de los casos el ICRR negocie directamente con las empresas sus exigencias sin tener que recurrir a una votación formal. La simple amenaza de un voto formal (aunque sea consultivo), da a los gestores del ICRR línea directa para negociar con los gestores de las empresas. El artículo de Beunza y Ferraro explica con bastante detalle cómo se producen dichas negociaciones y cuáles son los principios que rigen un grupo activista como el ICRR. La interacción entre la acción formal, la posibilidad de vender las acciones y la negociación directa recuerda de hecho las consideraciones de Hirschman sobre la complementariedad y sustitución de los mecanismos de voz y salida. En palabras de Hirschman (1970) "Las posibilidades de la voz para funcionar eficazmente como un mecanismo de negociación se fortalecen considerablemente cuando está respaldada por la amenaza de la salida" [...] "Por lo tanto, mientras que la voluntad de desarrollar y utilizar el mecanismo de voz se reducen cuando la salida es posible, la posibilidad de utilizarlo efectivamente aumenta con esta. "

Sin embargo, un motivo fundamental de la efectividad de estos métodos informales de activismo es que la renuncia a aceptar el resultado de estas propuestas puede desencadenar acciones más formales que podrían desembocar en un cambio de gestión. Hablare de dichas acciones en mi siguiente entrada.

Hay 4 comentarios
  • ¿Una vez que tengan la mayoría de votos, por que no pasan a probarse el 100% de las propuestas? Tampoco veo por que tienen que amenazar con vender las acciones para presionar a los gestores, si tienen la mayoría de los votos podrían echarlos y poner otros gestores ¿no?

    • Pablo,

      En teoría, lo que dices parece obvio, pero en la práctica no es tan sencillo. Estamos hablando de grandes empresas con un accionariado muy disperso. Aunque haya un cierto consenso sobre la necesidad de reemplazar a los gestores, coordinar a los accionistas necesarios para ello conlleva un esfuerzo sustancial en publicidad, información, coordinación.

      Este es el tema que tengo previsto para el siguiente post. Solo un avance, el coste típico necesario para ir a una votación en la que se reemplaza a los gestores en EE.UU. son unos $10 millones.

  • Me pregunto si existen casos de conflictos de intereses entre inversores. En general nos centramos en las fricciones entre gestores e inversores y en los mecanismos que, o bien permiten alinear los intereses de ambos grupos, o bien permiten a los accionistas ejercer un mayor control.

    Sin embargo, al considerar empresas tan grandes – y con tanta variedad de inversores, ¿es posible que surjan conflictos de intereses entre inversores? De ser así, uno podría pensar en múltiples entidades como ICRR tratando de influir en la gestión en direcciones opuestas. Además, entre éstas podría haber una que diera soporte a las decisiones de los gestores. ¿Tiene sentido un escenario como éste?

    • Guillem,

      El escenario que propones tiene todo el sentido y cada vez hay más estudios que apuntan en esa dirección. Por una parte hay accionistas que tienen múltiples objetivos además de la maximización de beneficios (sindicatos, organizaciones religiosas, algunos fondos de inversión socialmente responsables…). Por otra parte, hay accionistas que votan constantemente a favor de los gestores a cambio de tener línea directa con ellos y poder negociar directamente. Por último, hay votantes estratégicos, que votan teniendo en cuenta cuando van a ser cruciales en la votación. Todas estas consideraciones hacen que los votos puedan agregar la información con la que cuentan los accionistas de un modo bastante imperfecto.

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