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Recomendación de lectura: Competition and Stability in Banking

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Una pregunta habitual cuando alguien averigua que eres economista en una reunión de amigos es ¿cómo funcionan los bancos, y por qué hay que salvarlos si los banqueros ya son ricos y nos roban? Hoy les voy a hablar de un libro que ayuda a contestar esa pregunta, y muchas otras que tienen que ver con la banca, en particular, y sobre todo, la que da el título al libro: Competencia y estabilidad en el sector bancario. El autor es Xavier Vives, uno de los economistas más notables de nuestro país, a quienes nuestros lectores ya conocen porque hemos hablado de él con ocasión de la concesión de su premio Jaime I y también ha escrito alguna entrada.

Una de las primeras entradas que escribí en este blog versaba justamente sobre la falta de cuidado con la que se estaba tratando a la política de competencia en la gestión de la crisis, con especial énfasis en las estrategias de fusión bancaria. Javier Andrés también habló sobre esto, Y como es lógico Tano Santos también lo hizo.

Así que cuando vi que Xavier Vives escribía un libro sobre este problema, me compré inmediatamente el libro electrónico. Aunque la interacción entre competencia y regulación es probablemente el aspecto más interesante y novedoso del libro, es un tratado muy completo. Voy a ir por partes discutiendo algunos aspectos llamativos y luego sacaré una breve conclusión. Pero antes de ello quería hacer una advertencia: aquellos de nuestros lectores que son académicos y conocen el trabajo de Xavier puede que se sorprendan por ello, pero el libro no tiene ni una sola ecuación. Todos los argumentos se expresan de forma verbal. En algún sentido es una lástima, porque en ciertos lugares se habría agradecido un poco más de elaboración formal de alguna cuestión. Pero dado lo general de la audiencia objetivo, se entiende por qué los editores tomaron esta decisión. Afortunadamente no han exigido también que se vaya tanto en la dirección divulgativa que además se supriman las citas. El texto está lleno de referencias a artículos académicos que permiten completar las preguntas formales o empíricas que puedan surgir cuando el lector no acaba de verlo claro, o simplemente cuando quiera profundizar.

El libro tiene seis capítulos sustanciales, una introducción y una conclusión. Dentro de cada capítulo y dentro de cada epígrafe hay un resumen, algo que supongo que los lectores más ocupados agradecerán porque es posible destilar una parte importante del contenido leyéndolos. Los capítulos 2 y 3 nos sitúan en el problema; hablan de tendencias del negocio bancario, y de la fragilidad del mismo que a su vez hace necesaria la regulación. El capítulo 4 habla de la política de competencia en el sector bancario, y el 5 de la interacción entre competencia y regulación, tanto desde el punto de vista teórico como empírico. Estos dos capítulos son básicamente normativos, es decir, discuten desde el conocimiento económico lo que debería hacerse. Los siguientes capítulos describen el funcionamiento real de la política de competencia. El capítulo 6 describe cómo es la política de competencia real en distintos países, y el 7 como ha sido la política de competencia y como ha interactuado con la regulación bancaria.

En el capítulo 2, sobre tendencias del sector, quizá lo más llamativo es la descripción de cómo ha cambiado el modelo bancario, pasando de un mundo en el que intermediaban usando información “blanda” (no cuantificable, basada en la relación) a uno en el que la cuantificación y la automatización de procesos es muy importante. De hecho para el futuro se espera una “desbancarización” fuerte de la economía, algo que ya está pasando con fuerza en Estados Unidos y, en menor medida, en el Reino Unido. Estas tendencias forman parte de la razón por la que el sector contribuye al crecimiento económico, pero también a la volatilidad del mismo. Y, de esta forma, a la necesidad de una cierta regulación.

El capítulo sobre la necesidad de regulación no sorprenderá a nuestros lectores. Jesús Fernández Villaverde por ejemplo nos dejó una impresionante serie de artículos sobre este tema y jose Luis Peydró avisó que esto no quiere decir salvar a todos los bancos o a los banqueros. Aún así el capítulo bien merece leerse, y tiene algunos aspectos que hemos tocado poco, como el relacionado con el contagio y la perspectiva de redes sociales, algo en lo que servidor (y también Anxo Sánchez) ha trabajado un poco.

El capítulo 4 se adentra ya en las peculiaridades de la política de competencia en el sector bancario. Lo que hace interesante el sector para un académico, pero endiablado para un regulador, es que en él encontramos todos los fallos de mercado posibles. La información es severamente asimétrica, hay efectos de red, de plataforma, barreras de entrada que tienen que ver tanto con economías de escala y alcance, como con costes de cambio de proveedor, o algunas incluso inducidas por la regulación. Una de las partes más interesantes del capítulo (para mí) es la que repasa la literatura empírica, que muestra que todos estos efectos están de hecho presentes en los datos. También hay una subsección muy novedosa sobre sesgos de conducta y su impacto en este mercado. Esto es importante porque los reguladores, como la FCA (autoridad de conducta financiera) británica están prestando cada vez más atención a la posibilidad de que las entidades financieras se aprovechen de estos sesgos, algo que el escándalo de las preferentes de Bankia dejó más que patente en España.

El capítulo siguiente es realmente el corazón del libro. Dado que el sector bancario es muy importante para la estabilidad de la economía y su modelo de negocio presenta fragilidad, es crucial preguntarse cómo interactúa la competencia con esa fragilidad. La competencia en sí no es la causa de un pánico bancario, pero puede hacerlo más serio o más probable por varios motivos. Por un lado, la presión competitiva para conseguir depósitos, en un entorno en el que están asegurados, puede crear respuestas agresivas (en términos de las condiciones del depósito) que acentúan la fragilidad del sistema. Por el lado de los activos el impacto de la competencia en la fragilidad sistémica es más complicado, pero existe también la posibilidad de que mucha competencia (o muy poca) sean nocivas para la estabilidad. La evidencia por lo general es consistente con la observación de que la competencia puede en algunos casos ser nociva para la estabilidad, pero también de que un entorno institucional robusto mitiga el problema, y que la competencia tiene, también en este sector, virtudes para promover la eficiencia productiva y mejorar el excedente del consumidor.

Las observaciones anteriores sugieren que la política de competencia y la regulación sistémica tienen que ser coordinadas de manera cuidadosa para mejorar la estabilidad. Una competencia menor aumenta la corriente de beneficios (lo que en la jerga se llama el "charter value"), y por tanto lo que se arriesga si una apuesta excesiva obliga a una intervención o incluso una liquidación. Por tanto una menor competencia puede mitigar la propensión a tomar riesgos excesivos (el "moral hazard" creado por el aseguramiento). Y en tiempos de crisis, con acceso a financiación de mercado reducida, la relajación de la competencia ayuda a recapitalizar las entidades. Una posible objeción a relajar la política de competencia es que uno podría eliminar la ventaja sistémica de una mayor concentración usando primas de seguro de depósito e impuestos basados en los riesgos que tomen las entidades. De esta manera se aislarían los problemas sistémicos y las autoridades de la competencia podrían hacer su trabajo de manera normal. La dificultad de esta aproximación es que la incertidumbre e información incompleta en el mundo real pueden hacer esta forma de resolver el problema algo arriesgada. En particular, sabemos por la historia de los "stress tests" que bancos que los pasaron tuvieron serios problemas muy poco después, con lo que la posibilidad de utilizar estas herramientas sofisticadas es limitada.

Para mi gusto, este es el punto más importante de toda la argumentación del libro, y la parte probablemente más controvertida. Por un lado simpatizo con la prudencia del argumento. La estabilidad del sistema bancario es central para la economía, y el problema es demasiado complicado como para dejar que el regulador competitivo tome como hipótesis nula el “business as usual”. Por otro lado, los bancos tienden a ser empresas muy poderosas y fenomenalmente bien conectadas con el sistema político. Creo que es muy importante no extraer la lección simplista de que la estabilidad obliga a relajar la competencia en el sector. Ciertamente no es lo que dice el autor, que enfatiza que hay que tener cuenta los trade-offs y que hay mucho margen para mejorar la regulación de manera que tengamos más competencia y más estabilidad. También insiste en que un buen diseño institucional es crucial para relajar este trade-off. Yo tendería a quedarme con este mensaje. Este es un sector muy complicado, y no se puede ser ingenuo a la hora de tratarlo, porque nos puede salir muy caro. Pero tampoco se debe bajar la guardia porque la posibilidad de captura regulatoria, siempre presente, es particularmente aguda en el sector financiero.

En este contexto, los dos últimos capítulos son muy importantes porque proporcionan una explicación introductoria sobre cómo funciona realmente la política de competencia en general, y también en relación con el sector bancario, en muchos países. Esta ojeada a los distintos sistemas institucionales en la práctica resulta muy iluminadora acerca de los desafíos reales a los que nos enfrentamos en este problema, y constituyen una buena manera de concluir este libro, que como todas las obras útiles deja algunas respuestas y sobre todo muchas preguntas en el aire, tanto prácticas como teóricas y empíricas. Creo honestamente que los interesados en este problema lo van a encontrar de gran utilidad.