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¿Qué hacer con España?

que-hacer-con-espana_9788423346882 Una ventaja de vivir entre dos países, y en uno de ellos a una hora del puesto de trabajo en transporte público, es que hay muchas oportunidades para leer. Y es que como nos contaba Anxo Sánchez hace unos meses, la lejanía del correo electrónico tiene efectos virtuosos en la productividad. Hoy les voy a contar algunas reflexiones nacidas de mi lectura del interesante libro de César Molinas que presta su título a esta entrada.

Y, no, esta no va a ser una recensión al uso. Primero porque me siento incapaz de comentar una parte sustancial de lo que dice el autor, sobre todo lo que tiene que ver con la historia, que es muy importante para sus argumentos y que estoy singularmente mal cualificado para discutir. Y la parte que puedo comentar algo mejor tiene mucha semejanza con cosas que ya hemos dicho aquí, así que podría parecer que solamente lo traigo a colación para reafirmarme en mis creencias.

No obstante, déjenme que les haga un pequeño resumen del libro. Seguramente no hará justicia a lo que allí se describe, pero que espero que al menos les sirva para saber dónde se meten cuando lo compren. El material se divide en tres partes. La primera es un ejercicio de prospectiva sobre lo que se puede esperar en el futuro del mundo. Esta porción del libro enfatiza la importancia que las guerras han tenido en la evolución de la sociedad, cohesionando naciones y gestando instituciones. Y, efectivamente, en antropología evolutiva hay una línea de pensamiento que dice que el altruismo, hasta cierto punto una anomalía desde el punto de vista del “gen egoísta”, es más fácil de explicar dentro de un grupo con argumentos dinámicos explícitamente evolutivos por las luchas entre grupos (lo que se llama la “selección entre grupos”, un ejemplo es este artículo mío). Pero también es verdad que la relevancia histórica del “hombre guerrero” no es indiscutida, como se puede ver aquí. En todo caso es un recorrido bien interesante por la historia y futuro del mundo.

La segunda parte es un examen de la historia de España, para ver cómo encaja en la historia del mundo y en su posible futuro. En ella se recogen, por ejemplo, los efectos perversos de que en España no hubiera revoluciones que agitaran nuestras instituciones y las aproximaran a las europeas en los últimos siglos y como esto desembocó en el capitalismo de amiguetes y en las instituciones capturadas que nos afligen y que el propio César (así como muchos otros, en este blog y fuera de él) han denunciado repetidamente.

La última parte del libro articula una serie de medidas necesarias para sacar a España del marasmo en que se encuentra actualmente y ponerla en una posición competitiva en el entorno internacional. La primera medida, y seguramente la más importante, es una reforma profunda del sistema político, que ya hemos comentado aquí. Luego se plantea una reforma del sistema de creación de capital humano, desde la educación infantil a la universidad. Y finalmente una tríada que a los lectores de este blog no les resultará excesivamente sorprendente: reforma del mercado de trabajo, de las pensiones y de la vivienda.

Como les decía no quiero discutir el libro, porque abarca demasiados asuntos, de muchos de los cuales soy profundamente ignorante. Pero, como todo buen libro, me ha sugerido muchas cosas y quería compartir una de ellas con ustedes. Me refiero a la importancia de que las reformas que se hagan en el país no sean aisladas. Un gobierno al que realmente le importe el futuro del país debe emprender muchas de ellas al mismo tiempo. De hecho es imprescindible que lo haga, porque es muy probable que una a una no vayan a funcionar. Hay una cantidad de investigación económica importante sobre la complementariedad entre políticas, tanto en macroeconomía, como en economía laboral, en política de innovación, sólo por mencionar unos ejemplos.

Por ilustrar de qué estamos hablando, la falta de atención de las élites españolas hacia la formación de capital humano de alta calidad se puede ver a través de esta lente. Las empresas no prestan demasiada atención a la procedencia ni a las notas de los estudiantes porque las universidades no se distinguen demasiado. Si las universidades son todas de un nivel de mediocridad similar, y si el acceso a las mismas no requiere haber estudiado con mucho ahínco, no hay mayor motivo para estudiar en escuelas “de excelencia”. Mejor hacerlo en escuelas donde el resto de los alumnos tengan conexiones familiares heredables que nos permitan hacer negocios en el palco del Bernabeu. Y así se resiente todo el sistema educativo en su conjunto, al mismo tiempo que el mercado de trabajo, y las propias instituciones, que no tienen cabezas bien amuebladas que las lideren.

Como ya les conté hace tiempo, esto es lo contrario de lo que pasa en muchos países del este de Asia. Allí, si me permiten la auto-cita: “Las universidades buenas reciben a los mejores estudiantes y éstos a su vez van a las empresas líderes. Esto genera por su parte poderosos incentivos para que los chicos estudien de manera intensa y lleguen a la universidad muy bien formados.” Esto, claro, no queda circunscrito a su propio sistema educativo, sino que las mejores instituciones educativas del mundo están llenas de ellos. Hoy tuve la primera sesión de grupo con los estudiantes de los que voy a ser tutor este año. De esos 18 estudiantes, 12 son de China, Corea, Japón o Vietnam (o hijos de la primera generación de emigrantes). Mirando las notas de los de segundo curso, veo que no solo son mayoría sino que la proporción aumenta entre los que tuvieron mejores notas en primer curso.

La verdad, no sé si como dice César: “los Estados deberán cambiar su fuente de legitimidad actual como maximizadores del bienestar de sus ciudadanos por la maximización de las oportunidades que les ofrecen”, pero ¡ay del Estado que no lo haga! Sus habitantes pueden acabar convertidos en ciudadanos de segunda en el mundo que viene. Puede que de momento España se haya librado del colapso total, pero un estancamiento secular es quizá más triste. Necesitamos muchos libros como el de César Molinas y un debate bien a fondo si queremos progresar.