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Pacto entre generaciones y reforma de las pensiones

El viernes nuestro compañero Luis defendió brillantemente (y con una paciencia didáctica ejemplar) junto con César Molinas el documento sobre reforma de las pensiones que hemos suscrito un grupo de economistas preocupados por la situación. Luis ya ha descrito en un post el contenido del artículo. No creo que valga la pena insistir en lo dicho ahí, pero me gustaría añadir un motivo de preocupación extra que me asalta viendo los gráficos del documento. En una línea el problema es el que sigue. Cualquier sistema de pensiones constituye un pacto entre generaciones. Yo pago a los mayores de hoy para que los jóvenes de mañana me paguen a mí. Esto funciona siempre que no haya una incertidumbre sustancial sobre que las generaciones futuras cumplan su parte del pacto. Si pienso que no lo van a hacer, dejo de cumplir inmediatamente y me pongo a guardar mis euros en un colchón viejo.

Hasta donde yo sé, la primera versión del argumento se encuentra en un artículo de Peter Hammond "Charity: Altruism or Cooperative Egoism?" en un volumen que no he encontrado en Internet. Una versión más moderna aplicada a teoría de organizaciones puede verse en un artículo de Jacques Crémer. Para gente como nosotros, que piensa que nada es gratis resulta algo sorprendente ver que las generaciones actuales dedican entre un 8 y un 10 por ciento de su producto en sostener a los mayores de la tribu. En sociedades antiguas se les animaba a que se montaran en un barca y fueran hacia el horizonte cuando dejaban de ser productivos. Y, como decía César Molinas, este sistema de sostenimiento a nuestra gente grande (disculpad el catalanismo, pero me encanta la expresión) es un gran logro social que deberíamos mantener. Pero para mantenerlo, primero hay que comprenderlo para ver sus potenciales debilidades. El argumento de Hammond, Crémer y otros es esencialmente el que apunté al principio. Si tomáramos en consideración solamente el día de hoy, lo egoístamente racional sería montar al anciano en una barca y ahorrarnos los euros. Pero hoy día todos tenemos una probabilidad elevada de llegar a viejos, afortunadamente. Y la perspectiva de montarnos en la barca, en este caso claramente la barca de Caronte, no es muy agradable. Y esto es, justamente, lo que sostiene el contrato intergeneracional. Yo pago hoy a mis mayores el 8 por ciento, porque si me lo ahorro cuando llegue mi turno el jovenzuelo que me toque me señalará a Caronte y me dirá que donde las dan las toman.

Una vez comprendemos esto nos tropezamos con un problema, que descubrió Matthias Messner, uno de mis mejores estudiantes de doctorado (que ya es decir). En su primer artículo de la tesis, publicado después en el Journal of Economic Theory, Matthias demostraba que cuando los costes de cooperación no son siempre iguales, sino que varían al azar, la cooperación puede resultar insostenible. Esta variación azarosa en el coste de cooperación en nuestro caso puede venir, por ejemplo, de los cambios en la tasa de dependencia o de las tasas de crecimiento de la economía. Puede que la barca de Caronte mañana nos resulta más agradable si la alternativa es pagar la mitad de nuestra renta hoy. Imaginen que el proceso que determina estos costes de cooperación es tal que sabemos con suficiente certeza que en algún momento del tiempo (no sabemos cuál por aquello del azar) una generación dejará de cumplir su parte del contrato de pagar a los mayores. Si el proceso que determina estos costes tiene suficiente memoria (ésta es una parte crucial del argumento), la generación anterior sabrá que esto va a pasar con bastante probabilidad y dejará de tener incentivos para pagar a sus mayores. Pero entonces la anterior tampoco lo hará. Y como se pueden dar cuenta, un simple argumento por inducción nos lleva a que no puede haber contrato desde el principio. ¡Qué desastre!

En mi opinión, la tesitura en la que nos encontramos ahora mismo es exactamente ésta. Y por ello es tan importante actuar ya. A mi me entran muy serias dudas de que, dadas las proyecciones demográficas, la generación de mis hijos vaya a querer sostenerme cuando me jubile en la década de los 30. ¿Y si no me van a pagar, para qué demonios estoy dejándome hoy el 10 por ciento de mi renta? Mejor lo meto en un fondo de pensiones. Solamente si hay una estrategia que haga creíble que la generación futura me va a querer sostener, puedo tener ganas de seguir con mi contribución hoy. Y el intento de ocultación de quienes dicen, contra toda evidencia, que el sistema está sano y no hace falta tocar nada, es culpable de una irresponsabilidad sobre la que algún día habrán de rendir cuentas.