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La ilusión de elegir escuela

De Caterina Calsamiglia y Maia Güell

La educación pública en España empieza cuando los niños tienen tres años. Es entonces cuando los niños acceden a la escuela donde deberán realizar parvulario y primaria y, en ocasiones, secundaria.

Hace unos años las familias iban a la escuela del barrio. En este contexto las familias solo podían elegir escuela si podían decidir el barrio en el que vivían y el mercado de la vivienda capitalizaba parte del valor añadido de la educación. La literatura en las dos últimas décadas ha hablado de las bondades que la mayor elección de centro tendría para el rendimiento de los niños, las escuelas y la equidad del sistema. Paralelamente, más de la mitad de los países de la OECD han ampliado la posibilidad de elección a través de programas de vouchers (vales escolares) o permitiendo a las familias acceder a la escuela de su elección a través de un mecanismo centralizado, como ocurre en España.

Dejar que las familias vayan a su escuela favorita no siempre es factible dado que para alguna escuelas la capacidad de las aulas es menor que el número de familias que desean acceder a ellas. Así pues dejar elegir supone fijar también criterios que definan quién va acceder a una escuela sobre-demandada y qué otras opciones tendrán los que no entren en su opción deseada.

El proceso de decisión y asignación en la mayoría de ciudades del mundo, y en particular de las españolas, funciona de la siguiente manera: en primer lugar, las familias entregan una lista con su ranking de escuelas entre febrero y marzo. Una vez entregadas las listas, todas las solicitudes se asignan a la escuela que los padres piden como primera opción. Si el número de solicitudes para una escuela determinada es mayor que el número de plazas, las solicitudes obtienen una serie de puntos, básicamente en función de si tienen hermanos que ya vayan a la misma escuela y de si viven en el barrio de la escuela; se aceptan aquellas solicitudes con más puntos y el resto se rechaza. Si hay un empate de puntos, un número aleatorio determina el desempate. Las solicitudes aceptadas obtienen plaza definitiva en la escuela correspondiente. Las solicitudes excluidas de la escuela en primera posición optan por la siguiente escuela en el ranking entregado a la que le queden vacantes sin asignar, es decir, aquellas que no estaban sobre-demandadas. La asignación sigue un proceso equivalente para asignar las plazas libres hasta que cada solicitud recibe una plaza en alguna escuela.

El principal problema de las normas actuales es que imponen a las familias asumir el riesgo que supone solicitar una escuela sobre-demandada y quedar sólo con opción a las escuelas que queden con alguna plaza después de la primera ronda. Así pues, el mecanismo da incentivos a las familias a pedir como primera opción una escuela donde tienen altas posibilidades de ser admitidos que no es necesariamente su preferida. Esto obliga a las familias a pedir escuelas dónde la familia tiene puntos de prioridad y excluir escuelas con demanda alta.

Este problema se ha estudiado ampliamente a nivel teórico. La relevancia de este fenómeno cabe evaluarla empíricamente. Si las familias excluyen escuelas a las que igualmente no habrían podido acceder, el problema puede ser menor. Pero si el miedo a ser rechazado fuerza a las familias a pedir la escuela donde tienen máxima prioridad, por el hecho de que en el caso de haber sobre-demanda van por delante, entonces el problema es más significativo, dado que la asignación final puede resultar ser independiente de las preferencias de las familias.

El problema principal al evaluar la importancia empírica del problema es que no observamos las preferencias reales. Sin embargo, el caso de Barcelona resulta ilustrativo. Cada año, alrededor del 85% de las familias acceden a la escuela que ponen en primera opción. Por otro lado, el 75% piden la escuela del barrio, la escuela por la que tienen máxima prioridad. Pero la piden porqué la desean o porque tienen prioridad en el caso de que haya sobredemanda?

Un cambio de diseño de barrios en Barcelona en el 2007 nos permite verificar si los padres piden la escuela del barrio porque les gusta o porque tienen mayor posibilidad de ser aceptados. En particular en el año 2007 las zonas que definen las escuelas de barrio para cada familia se redujeron, incluyendo un menor número de escuelas, y se adaptaron mejor al criterio de distancia, incluyendo las escuelas más cercanas de forma sistemática. Para cada familia vemos si la escuela entregada en primera opción era o no del barrio antes y después del cambio de política (YN: en el barrio antes del 2007 y fuera del barrio después; NY: fuera del barrio antes de la política pero en el barrio después; YY siempre en el barrio; NN nunca en el barrio). Nuestros resultados preliminares en Calsamiglia y Güell (2013) indican que el 24% de las familias que pedían una escuela YN antes del cambio de diseño pasa a ser del 7% después del cambio. Nótese que estas escuelas se encuentran más lejos porque el nuevo criterio incorpora las más cercanas sistemáticamente. Por otro lado las escuelas NY recibían una demanda del 3% antes del cambio y del 17% después. Estas escuelas son muy cercanas y los padres no las solicitaban hasta que recibieron prioridad por ellas.

También es importante analizar dónde se asigna a los niños que no entran en su primera opción. Analizando los datos de matriculación vemos que cerca de la mitad de las familias que no entran en su primera opción se matriculan en una escuela pública que no corresponde a ninguna de las que habían incluido en la lista de preferencias. Esto significa que arriesgarse puede tener consecuencias importantes para la equidad del sistema.

Por otro lado vemos que una alta proporción de los que no entran en su primera opción se matriculan en una escuela privada. Este dato nos sugiere un elemento muy importante para la equidad del sistema: las familias que tienen la opción de ir a una privada pueden arriesgarse más a la hora de elegir escuela en el sistema público. Como sugieren Calsamiglia, Martinez-Mora y Miralles (2013) poder pagar una opción privada puede facilitar el acceso a las mejores escuelas públicas: permite pedir las mejores escuelas sin asumir un coste tan grande en caso de no entrar y consigue disuadir a su vez a los que no tienen la opción privada. En Barcelona, el 65% de los que se arriesgan (solicitan una escuela sobre-demandada) entran en su opción más deseada. Tener una opción privada permite jugar a esta lotería sufriendo un menor riesgo, accediendo así a las escuelas públicas más deseadas con mayor probabilidad.

Estos resultados nos indican que los padres diseñan sus listas respondiendo de forma radical al sistema de prioridades. En particular, piden como primera opción una escuela por la que tienen máxima prioridad, independientemente de sus preferencia reales. Sólo en el caso de tener la opción de ir a una escuela privada podrán pedir y acceder a las escuelas públicas deseadas.

¿Qué cabe decir sobre el cambio en Madrid? Madrid eliminará en el próximo año las prioridades por barrio, hecho que en principio puede parecer incrementar la capacidad de elección, pero queda un único punto que va a determinar el desempate, que es el punto que las escuelas pueden dar a la solicitud del niño. Parece que este cambio obligará a las familias a elegir las escuelas que les den el punto. Es decir, serán las escuelas las que elegirán a las familias, no al revés. También se puede ver incrementado el papel de las escuelas privadas, exagerando el efecto del que hablábamos anteriormente.

¿Solución? Eliminar las prioridades, todas, y eliminar la importancia de la primera opción. En particular, conceder un número de lotería a cada solicitud y que ese número sirva para definir si entras o no en cada una de las escuelas de tu ranking. Este es el mecanismo que se utiliza actualmente en ciudades como Boston o Nueva York, y es el que se utiliza para asignar plazas universitarias en España, sustituyendo el número de lotería por la nota de Bachillerato y selectividad. En este caso las familias podrían poner sus preferencias reales sin sufrir por ello y poder pagar una escuela privada no cambiarían las opciones de entrar en las mejores escuelas públicas.