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Paro e instituciones laborales (I): Efecto nacional

Corre por ahí una leyenda urbana que dice que las instituciones laborales no pueden ser muy importantes en la determinación de la tasa de paro en España porque existen grandes diferencias entre las tasas de paro por comunidades autónomas y todas ellas están sujetas a la misma legislación. Dado que esta idea (que Jesús F-V bautizó en esta entrada) es aparentemente atractiva, voy a intentar explicar por qué no es correcta. El primer paso es entender cómo afectan de forma genérica las instituciones laborales al paro. El segundo será aplicarlo a las comunidades autónomas.

¿Qué son las instituciones laborales? En España tendemos a igualar instituciones laborales con costes de despido, lo que es totalmente erróneo. Como explicamos en el libro Nada es Gratis, hay varios tipos de instituciones laborales. La legislación sobre las indemnizaciones pagadas al despedir y el derecho de los trabajadores a recurrir el despido judicialmente constituye la protección del empleo. Las prestaciones por desempleo son las transferencias percibidas por quienes han perdido su empleo involuntariamente y buscan trabajo. Las políticas activas de empleo consisten en la ayuda pública a la búsqueda de trabajo y en los subsidios a las empresas por crear empleo. Por último, hay una legislación sobre la negociación colectiva entre empresarios y trabajadores.

¿Cómo afectan las instituciones al paro? Simplificando, la tasa de paro resulta del equilibrio entre la oferta (trabajadores) y la demanda (empresas que demandan sus servicios para producir bienes que puedan vender; es una demanda derivada). El precio se determina habitualmente mediante negociación entre trabajadores y empresarios (o sus representantes respectivos) e incluye además del salario otras muchas condiciones (horas, organización de la jornada, etc.). El gráfico siguiente muestra que la oferta depende positivamente del salario real (queremos trabajar más cuanto más nos paguen) y la demanda depende negativamente (los empresarios contratan más cuanto menor sea el salario), en ambos casos manteniendo todo lo demás constante (ceteris paribus):

Los valores con asterisco son los de equilibrio del mercado de trabajo: salario real (salario dividido por un índice de precios) y empleo. Las instituciones afectan a ambos lados del mercado. Por ejemplo, mayores prestaciones por desempleo mejoran la posición negociadora de los trabajadores (su alternativa a estar empleado es menos mala), lo que eleva sus demandas salariales, o lo que es equivalente, reduce la oferta de trabajo, y por ello aumenta el paro. Una negociación colectiva que solo atiende a la inflación y no al desempleo implica una curva de oferta más plana y lleva a mayor variación del empleo y menor variación del salario para cualquier desplazamiento de la demanda.

Aunque distintas teorías incorporan distintos ingredientes en las curvas de oferta y demanda, muchas predicciones sobre los efectos de las instituciones son comunes a modelos tradicionales del mercado de trabajo, como el de Richard Layard, Stephen Nickell y Richard Jackman en su libro “Unemployment” y a la teoría moderna de la búsqueda y el emparejamiento reconocida por el premio Nobel de 2010.

Las instituciones laborales no existen porque sí. Se crearon para garantizar una renta mínima a los trabajadores empleados (salario mínimo) o parados (prestaciones por desempleo), defender sus intereses (sindicatos, regulación de negociación colectiva) o proporcionarles seguridad en el empleo (costes de despido). Pero tienen un coste potencial: a cambio de aumentar la seguridad y (a veces) mitigar la desigualdad, reducen la eficiencia y (a menudo) el empleo. Si las instituciones se diseñan bien (junto con otros factores, claro), se puede tener alta seguridad y baja tasa de paro (Escandinavia), pero lo normal es poca seguridad y paro bajo (EEUU) o mucha seguridad y paro alto (Europa continental).

¿No afecta la demanda al paro? Por supuesto que sí. Una política monetaria (p. ej. una bajada del tipo de interés) o fiscal (p. ej. bajada de impuestos) expansiva tiende desplazar la demanda de trabajo (hacia la derecha en el gráfico) y a elevar el empleo. Pero no indefinidamente. De nuevo simplificando mucho, el mecanismo fundamental de reequilibrio es el siguiente: cuando el paro cae por debajo de la tasa de paro estructural (exceso de demanda) los salarios reales suben, esto reduce la demanda de trabajo de las empresas y el paro sube otra vez hasta su nivel estructural. Y viceversa cuando el paro es superior al paro estructural.

Las instituciones laborales afectan a la tasa de paro estructural y pueden también afectar a la velocidad y la magnitud del mecanismo de reequilibrio. La tasa de paro estructural, por sencillez, podemos asimilarla a la media del paro en periodos largos (digamos 5 o 10 años), que no depende tanto de la demanda como de aspectos más permanentes.

¿Qué evidencia empírica hay sobre los efectos de las instituciones? El reto es explicar evoluciones como las mostradas en este gráfico del este artículo Olivier Blanchard y Justin Wolfers, que muestra las tasas de paro en los países de la OCDE:

El aumento del paro estructural (se toman medias quinquenales) podía ser el resultado de las perturbaciones o shocks (p. ej. las subidas del petróleo en los 70) pero era difícil creer que afectaran de forma tan desigual a los países. Por otra parte, las instituciones evolucionaron de formas desfavorables para el empleo en los años 60 y 70, pero en sentido contrario en los 80 y 90, por lo que parecía poco plausible que fueran responsables del aumento del paro.

¿Cómo abordaron Blanchard y Wolfers este problema? Señalando que las instituciones no solo afectan a la tasa de paro sino a como ésta reacciona ante los shocks. Por ejemplo, ante un aumento de los precios del petróleo, el paro sube. Cuanto más altas sean las prestaciones por desempleo, mayor es la duración del paro, con lo que los parados van perdiendo sus capacidades o dejan de buscar. A su vez las empresas desconfían de los parados de larga duración y no los contratan. Y los que siguen empleados no los ven como competidores. En suma, el paro ejerce en menor medida su función de moderación salarial.

Estimando empíricamente los efectos de las perturbaciones, las instituciones y sus interacciones, Blanchard y Wolfers dan cuenta de la evolución de la tasa de paro en los países de la OCDE. Esta metodología no está exenta de problemas, pero ha sido fructífera. Un resumen de esta literatura aparece en este artículo de Andrea Bassanini y Romain Duval. Una panorámica aparece en este artículo de Nickell y Layard. Por otra parte, hay muchos estudios con datos microeconómicos (de trabajadores y empresas) estimando los efectos de cada institución por separado sobre el empleo y el desempleo. También uno de los premios Nobel de 2011, Thomas Sargent, ha explotado el enfoque de interacción entre perturbaciones e instituciones en este artículo con Lars Ljungqvist.

¿Hay alguna estimación para España? En un trabajo de Juan Francisco Jimeno y mío se aplica el modelo de Blanchard y Wolfers a España. Se descompone el aumento del paro entre 1970-1974 y 1995-1999, que fue del 13.9%, en el aumento debido a perturbaciones (si hubiéramos tenido unas instituciones iguales a las de la media de la OCDE), que se estima igual al 6.7%, y el aumento debido a tener instituciones laborales menos favorables para el empleo que la media de la OCDE, estimado en un 7.2%. Es decir que las características de nuestras instituciones hace que la desviación de nuestra tasa de paro con respecto al resto de la OCDE sea tan grande como el aumento del paro con instituciones estándar. (No hay nada mágico en esta cifra, que variaría si se estimara con otras metodologías, pero no contamos con muchos más trabajos que estimen esa proporción.)

Surgiría una paradoja si este resultado fuera incompatible con la existencia de grandes diferencias de tasas de paro entre comunidades autónomas. No obstante, la mitad del aumento del paro se debe explicar por otros motivos, lo que suaviza la paradoja (como señaló muy bien Jesús F-V en esta entrada). En dos próximas entradas, Florentino Felgueroso y yo argumentaremos que la paradoja no es tal.