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Ojo, PISA no lo es todo… pero tampoco nos autoengañemos

Hace unos días estuve en Chipre, para asistir al congreso anual de la Asociación Europea de Economía Laboral (EALE). Se pierde un día en ir, tanto por la distancia desde España como porque no hay normalmente vuelos directos (tuve que hacer escala en Sofía a la ida y en Londres a la vuelta, una paliza). Por otra parte, es una isla muy bonita con un mar precioso, se come muy buena comida griega (hummus, tzatziki, taramosalata… ¡ñam!) y además tuve la suerte de poder asistir a una conferencia invitada del premio Nobel de Economía James Heckman sobre habilidades no cognitivas.

Heckman es profesor en la Universidad de Chicago, con una gran vocación, una enorme cantidad de trabajos de primera línea y, basándose en evidencias empíricas muy sólidas que él mismo ha obtenido, un militante muy activo en favor de invertir mucho en mejorar la educación a edades muy tempranas (Antonio ya nos explicó los positivos resultados de la evaluación del Programa Preescolar Perry (Perry Preschool Program) y el Programa Abecedario (Abecedarian Program)). Promueve sus ideas en la página web The Heckman Equation, donde hay unos vídeos muy interesantes.

La charla que dio en Chipre se titulaba “Hard evidence on soft skills”, algo así como “Evidencia sólida sobre habilidades líquidas” (están disponibles la presentación y el vídeo de cuando dio esta charla en Chile y un mini-vídeo en español). Su idea principal es que normalmente evaluamos a los estudiantes en función de sus conocimientos y capacidades cognitivas. Es, por ejemplo, lo que hace el examen PISA, del que tanto hemos escrito (por ejemplo, aquí y aquí). Pero estos exámenes ignoran habilidades no cognitivas que también son muy importantes para el éxito profesional y vital.

¿Qué son las habilidades no cognitivas? Son características como la perseverancia, la diligencia, la motivación, la disposición a planificar, la estabilidad emocional o la extraversión. Todos somos conscientes de su importancia. Thomas A. Edison solía decir que su éxito debió en un 1% a la inspiración y en un 99% a la transpiración.  Los economistas solemos ignorarlas porque pensamos que son capacidades “blandas” que, a diferencia de los conocimientos, no se pueden medir adecuadamente. Sin embargo, Heckman argumenta convincentemente que se pueden medir, que ayudan a predecir el futuro profesional y vital de las personas, y que ignorarlas puede llevar a errores costosos en las políticas sociales.

Hay pruebas que miden las habilidades no cognitivas, que en inglés llaman las "Big Five", conjuntamente denotadas por la sigla OCEAN (Openness, Conscientiousness, Extraversion, Agreeableness, Neuroticism): la escala Rosenberg de autoestima y el locus de control Rotter. (*) Heckman, Stixrud y Urzúa cuantificaron en un artículo el valor relativo de distintas habilidades cognitivas y no cognitivas. En particular,  encontraron que cuanto mayores son las habilidades no cognitivas medidas por estos “exámenes de logros” a edades tempranas, más probable es que, por ejemplo, después las personas hayan obtenido un título universitario o que tengan un salario mayor, y menos probable es, en el caso de los hombres, que hayan estado encarcelados y, en el de las mujeres, que sean madres solteras adolescentes. Una moraleja que Heckman extrae de estos resultados es que no se debe formar a los alumnos solo en la adquisición de conocimientos sino también en la de estas otras habilidades; Heckman también explica en su presentación cómo hacerlo.

No obstante, esta historia tiene una segunda moraleja. El examen General Education Development (GED) se desarrolló en EEUU después de la II Guerra Mundial para medir lo que habían aprendido los soldados que volvían tras estar 2 o 3 años en el frente, en términos de si eran obedientes, se autocontrolaban y, en general, si tenían “carácter”. En los años 50 se aplicó el GED a la población civil como una forma de obtener un título que permitiera seguir estudios universitarios a los que habían abandonado los estudios de bachillerato. Esta vía de remediar el abandono escolar ha sido, según Heckman, un desastre.

Heckman muestra que muchos de los que aprueban el GED lo hacen porque tienen  las mismas habilidades cognitivas que los que aprueban el bachillerato, pero poseen escasas habilidades no cognitivas. Es decir, que el que dejaran el bachillerato no era accidental sino que posteriormente abandonan todo lo que empiezan (la universidad, el matrimonio, el trabajo, etc.).

Heckman denuncia que el GED, que representa el 12% de la población con estudios, ha distorsionado gravemente las estadísticas sobre el nivel educativo de la población. En concreto, ha dado la impresión errónea de que el problema del abandono escolar estaba mejorando, cuando en realidad está empeorando (por ejemplo, la aparente convergencia en educación entre blancos y negros es ilusoria si se excluyen los GED).

Esta es una experiencia potencialmente relevante para nosotros. Como hemos mencionado a menudo en este blog, en España tenemos una fracción alta de población con estudios obligatorios (ESO) y con estudios universitarios, pero insuficiente población con el título de secundaria postobligatoria, fundamentalmente de formación profesional (es la famosa forma de reloj de arena).

Pues bien, para intentar aminorar el grave problema de abandono escolar, el Gobierno aprobó en 2009 un programa (Acredita-T) por el que, acreditando un determinado tiempo de experiencia laboral (2 años con al menos 1.200 horas trabajadas en el nivel 1 y 3 años con al menos 2.000 horas trabajadas en los niveles superiores) o de formación en el trabajo (al menos 200 horas en el nivel 1 y 300 horas en los superiores) y aprobando una evaluación, quienes no acabaron el bachillerato o la FP pueden obtener un certificado de profesionalidad o un título de formación profesional, reconocidos por las autoridades educativas.

El programa es muy reciente, este año se ha cerrado la primera edición, por lo que es demasiado pronto para evaluarlo, pero me pregunto si no estaremos evolucionando, como EEUU, hacia un autoengaño consistente en creer que estamos resolviendo el problema del abandono escolar por la vía fácil de otorgar títulos educativos a personas que en realidad no son comparables con los que se gradúan en la FP reglada habitual, ya sea por imponer un nivel de exigencia menor en la evaluación o por ignorar habilidades no cognitivas que son en realidad muy importantes en la actividad laboral.

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(*) Nota (3/10/2011): He revisado este texto porque incluía un error, que afortunadamente ha sido detectado -ver abajo- por Penny (¡gracias!).