Marta Reynal-Querol, Premio Fundación Banco Herrero (II): Conflictos y guerras civiles, glosa de Diego Puga

Hoy publicamos el discurso de glosa pronunciado por Diego Puga, investigador de IMDEA, en el acto de entrega del X Premio Fundación Banco Herrero el pasado miércoles.

Los conflictos civiles violentos siguen siendo el principal problema de muchos países. Todos nos hemos sentido sobrecogidos y horrorizados cuando hemos visto imágenes de ataques con machetes en Ruanda y de francotiradores disparando sobre civiles en la antigua Yugoslavia en los años 90 o, más recientemente, imágenes de millones de desplazados en Darfur o, estos últimos días, de represión en Siria mientras el país se aproxima a una guerra civil. 86 millones de personas han muerto como consecuencia de guerras civiles y genocidios internos a un país tras la segunda guerra mundial. Otros 262 millones de personas han sido asesinados por sus gobiernos. Además de todos estos muertos y aún más heridos, los conflictos civiles han forzado a desplazarse lejos de sus hogares a millones de persona y han contribuido significativamente a propagar enfermedades como la malaria y el sida. Cualquier guerra es terrible, pero una guerra civil aún más porque quien viene a matarte es tu vecino y, si sobrevives, cuando todo pase seguirás teniendo que convivir con él cada día, y eso dificulta todavía más dejar atrás el dolor y el rencor.

Investigar sobre un tema que nos afecta a todos, como los conflictos civiles en el caso de Marta, tiene la ventaja de despertar un amplio interés sin necesidad de mucha motivación. Pero también tiene la desventaja de que, habiendo pensado sobre el tema en más de una ocasión, todos creamos comprender algunas relaciones fundamentales sobre la única base del sentido común o una correlación. Por ejemplo, las guerras civiles con frecuencia enfrentan entre sí a distintos grupos étnicos o religiosos que comparten un mismo estado. Parecería evidente, por tanto, que cuanto más fragmentada esté una sociedad entre distintas etnias o confesiones religiosas más probable será que estalle una guerra civil. Una segunda relación que también parece evidente, dado que en las últimas décadas las guerras civiles han afectado sobre todo a países pobres, es que la pobreza y la falta de recursos son una causa fundamental de los conflictos civiles violentos. Y si es cierta esta relación entre pobreza y conflicto, una tercera conclusión aparentemente obvia es que lo mejor que podemos hacer para evitar conflictos civiles y, de manera más general, promover el crecimiento económico en países pobres es dar más ayuda al desarrollo. Pues bien, las investigaciones de Marta demuestran que estas tres conclusiones, aparentemente razonables y hasta obvias, son todas falsas. Ni las sociedades más fragmentadas étnica y religiosamente son más proclives a experimentar conflictos, ni la pobreza en sí misma genera guerras civiles, ni la ayuda al desarrollo es necesariamente positiva. Permítanme que les comente brevemente cómo llega Marta a estas conclusiones, porque creo que nos ayudará a entender mejor la importancia de las contribuciones científicas de Marta y también sus cualidades como investigadora.

Tradicionalmente se pensaba que una mayor fragmentación étnica o religiosa hacía mucho más probable un conflicto civil violento. Y la manera habitual de medir fragmentación era calcular la probabilidad de que dos individuos tomados al azar en un país pertenezcan a grupos distintos. Esta medida de fragmentación es máxima cuando existen infinidad de grupos pequeños. Pero los conflictos habitualmente no surgen en lugares así, sino en estados donde una mayoría domina frente a una minoría casi igual de numerosa. Por ello Marta desarrolla en su tesis doctoral un índice que captura precisamente estas situaciones, midiendo polarización en lugar de fragmentación. Y en un artículo publicado junto con José García-Montalvo en American Economic Review muestra que esta medida de polarización ayuda a predecir los conflictos civiles mucho mejor que una medida de fragmentación. El desencadenante inmediato de un conflicto civil, por ejemplo el asesinato del presidente o la caída repentina del precio de un recurso natural del que depende el país, es muy difícil de predecir. Por eso lo mejor que podemos hacer es estudiar que circunstancias generan un conflicto latente que puede convertirse en violento ante cualquier shock. Marta lo asemeja a un ataque al corazón: no es posible erradicar las malas noticias que podrían causarnos un ataque al corazón, pero si podemos dejar de fumar, alimentarnos bien y hacer deporte para que nuestro corazón no se resienta ante un sobresalto o esfuerzo más intenso de lo habitual.

Junto a la fragmentación étnica y religiosa, la pobreza es otro de los factores que se han relacionado tradicionalmente con los conflictos. Es cierto que las guerras civiles de las últimas décadas no han afectado a los países más ricos. Pero entre los que no los son, han afectado tanto a los más pobres como a los de renta intermedia. Si observamos que un país es pobre y sufre una guerra civil, puede que la destrucción ocasionada por la guerra haya generado pobreza y no al contrario. O puede que una causa común, como un pasado colonial en el que un grupo ha sido elevado artificialmente por encima de otro, haya generado una sociedad dividida donde la cooperación es imposible, y que ésto genere tanto pobreza como conflicto civil. La estrategia de Marta en un artículo con Simeon Djankov en Review of Economics and Statistics es seguir a los países en el tiempo. Si la pobreza genera conflicto, entonces al seguir a un mismo país en el tiempo, deberíamos observar que tiende a experimentar menos conflicto en épocas de bonanza que en épocas en las que el país es más pobre. Dado que esto no es así, Marta concluye que no es la pobreza la que causa los conflictos y examina varios factores, como determinados elementos del pasado colonial de un país, que generan simultáneamente pobreza y conflicto.

Uno de los motivos por los que la riqueza no evita los conflictos es que la abundancia de recursos en un país con frecuencia genera luchas por controlar esos recursos. En otro trabajo reciente, Marta y sus coautores muestran que la ayuda al desarrollo genera situaciones similares y, tristemente, con frecuencia empeora de la situación en los países que la reciben.

Las investigaciones de Marta también abarcan otros temas relacionados con el desarrollo. Este mismo verano ha publicado un artículo en Economic Journal mostrando los líderes políticos con un mayor nivel de educación contribuyen a que sus países crezcan más cuando gobiernan. Y en otro artículo a punto de aparecer en American Political Science Review estudia si los líderes democráticos tienden a estar mejor preparados.

Estos breves apuntes sobre la investigación de Marta también nos muestran claramente muchas de sus virtudes. Es atrevida, perseverante, no da nada por sentado, e investiga con rigor.

Tras terminar la licenciatura en la Universitat Pompeu Fabra, Marta hizo el doctorado en la London School of Economics y decidió estudiar conflictos civiles desde la perspectiva y con las herramientas de un economista. En esos momentos el tema atraía casi exclusivamente a politólogos y para una economista al inicio de su carrera, investigar sobre conflictos era una decisión arriesgada y valiente.

Estudiar empíricamente estos temas de manera sistemática requiere una laboriosa recopilación de datos, por ejemplo de los muertos en cada conflicto, del tamaño de grupos étnicos y religiosos en cada país, o del nivel educativo y otras características personales de todos los presidentes o primeros ministros que han gobernado en el mundo desde 1875, que Marta ha realizado con paciencia y cuidado.

Muchos de los trabajos de Marta cuestionan conceptos muy establecidos. No dar nada por sentado, buscar resquicios en cualquier argumento hasta estar convencida o ser capaz de rebatirlo, es otra de sus cualidades, aún más evidente para quienes hemos tenido la suerte de conversar con frecuencia con ella. Y con el rigor de sus investigaciones ha conseguido convencer no sólo a otros economistas sino también a aquellos que se enfrentan a los conflictos sobre el terreno.

Tras nueve hombres, Marta es la primera mujer en recibir el Premio Fundación Banco Herrero. A ella le guste que valoren su trabajo sin reparar en su género, pero no deja de ser un buen síntoma. En España hemos tenido muy buenas economistas en generaciones anteriores a la suya, pero eran pocas. Ahora cada vez son más las economistas excelentes que tenemos y seguro que tras Marta las premiadas serán mucho más frecuentes.

Hace unos días me llamó la atención una conversación que tenía lugar delante mía en la cola del supermercado. Una mujer explicaba que había pedido cita con el médico en su centro de salud porque llevaba tiempo sin encontrarse bien. Su amiga le replicó “No seas tonta. ¿Por qué quieres perder el tiempo yendo al médico? Tómate las pastillas que te dije el otro día. Juana también las toma y a ella le han venido muy bien.” A casi todos nos parece absurdo que alguien sin estudios ni experiencia médica recete medicamentos, pero se aceptan con mayor naturalidad comportamientos similares en las ciencias sociales. A muchos les parece que para llegar a conclusiones sobre economía, o sobre conflictos y guerras, basta el sentido común, y no es necesaria una formación académica, ni estudiar la evidencia con rigor y detenimiento. Contribuye a esta idea la percepción de que los economistas académicos son individuos brillantes que resuelven problemas muy complejos pero sin una gran aplicación práctica. Marta Reynal-Querol es uno de los mejores ejemplos que tenemos en España de que esto no es así. Es inteligente, metódica y rigurosa, y también investiga sobre problemas de una enorme relevancia. Está contribuyendo de manera fundamental a que cada vez entendamos mejor las causas y las consecuencias de los conflictos violentos. Sólo así conseguiremos, ojalá, si no erradicarlos, al menos convertirlos en una rareza.

Hay 1 comentarios
  • Muy interesante y por supuesto felicitaciones para Marta. Sobre el tema de la pobreza, explicas que: "Si la pobreza genera conflicto, entonces al seguir a un mismo país en el tiempo, deberíamos observar que tiende a experimentar menos conflicto en épocas de bonanza que en épocas en las que el país es más pobre. Dado que esto no es así, Marta concluye que no es la pobreza la que causa los conflictos". Para mi con esto no queda descartado que la pobreza sea un determinante pobreza genera conflicto, entonces al seguir a un mismo país en el tiempo, deberíamos observar que tiende a experimentar menos conflicto en épocas de bonanza que en épocas o no, ya que compara las situaciones de menor o mayor pobreza de los países relativamente más pobres, mientras que ser (estructuralmente) uno de esos países "en la cola" puede seguir siendo un razón del conflicto, más que la situación puntual. De todas maneras hablamos de un resumen rápido de su trabajo y entiendo que no lo hayáis explicado a fondo.

    Además comparto que el sentido común por si solo no basta para hacerse una idea del funcionamiento de nuestro entorno, pero es muy difícil que lleguemos a usar una herramienta mejor (como podría ser mantener un contacto más cercano con los diferentes campos científicos) cuando el tiempo que tenemos para dedicarle a conocer cada tema es corto pero en muchas ocasiones (sobretodo en política) tenemos que formarnos una opinión. Es decir, en nuestra vida tenemos que elegir desde la ignorancia, posiblemente el gran paso por dar para todos es darse cuenta que realmente somos ignorantes pero aún así ser capaces de actuar, encontrando un equilibrio entre la determinación que nos de la fuerza necesaria para la acción y la flexibilidad para no obcecarnos en nuestros errores.

    Discúlpenme por el "discurso".

    Saludos

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