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La menguante calidad de los trabajadores en España

Siempre que se menciona la falta de crecimiento de la productividad en España, como hice yo en una entrada la semana pasada, muchos piensan que todo se debe a la construcción o a los inmigrantes. Ambos factores han tenido un efecto, pero no explican el fondo del asunto. En concreto, con respecto al segundo aspecto, un estudio reciente encuentra que en España la calidad media de los trabajadores cayó un 2% entre 1997 y 2006, pero también confirma que la productividad ha caído.

Se trata de un artículo de Aitor Lacuesta, Sergio Puente y Pilar Cuadrado recién publicado (de acceso libre; hay un resumen en español de la primera versión aquí). En él nos recuerdan que la productividad total de los factores (PTF) se calcula como el residuo resultante de restar del crecimiento del PIB las aportaciones del capital y del trabajo. La PTF intenta medir el aumento de la eficiencia: cuánto más podemos producir, con una cantidad dada de factores, a medida que pasa el tiempo. (También se le llama progreso tecnológico, pero en realidad engloba algo más general.) El problema es que si medimos mal el crecimiento de los factores (y por tanto su aportación), entonces el residuo que interpretamos como aumento de la eficiencia estará también mal medido.

Para medir el crecimiento del trabajo, lo más sencillo es utilizar el aumento de las horas trabajadas totales. Pero sabemos que las horas de un ingeniero de caminos aportan mucho más al valor de la producción que las horas de un albañil. Por tanto, si no calculamos su crecimiento por separado, entonces solo captaremos un promedio. No sufriremos un gran error si las horas de todos los tipos de trabajador crecen a una tasa parecida y si sus productividades relativas no cambian mucho, pero sí incurriremos en un error apreciable en otro caso.

En España, la composición del empleo ha cambiado muchísimo: entre 1988 y 2006 las mujeres han pasado de representar el 28% al 37% del total de horas trabajadas, los inmigrantes del 0.3% al 12.4%, los trabajadores con antigüedad menor de 2 años del 23% al 31%, los trabajadores con educación primaria del 57% al 16%  y los de 35 a 54 años del 43% al 49%.

Por eso, a menudo se calcula el crecimiento de la PTF ponderando de forma distinta las horas de cada tipo de trabajador. Se suelen usar los salarios relativos como ponderación, al suponer que la diferencia de salarios –digamos entre un ingeniero y un albañil– es una aproximación razonable a la diferencia de productividad. Este proceder no está exento de problemas, pues hay instituciones que limitan la disparidad salarial (como los sindicatos), existe discriminación salarial y hay diferencias de poder negociador entre tipos de trabajadores, pero es la mejor aproximación disponible.

Además, no todas las diferencias de productividad entre trabajadores son observables. Cuando hay una caída sostenida del paro, como sucedió en España –donde pasó del 22% en 1995 al 8% en 2007–, al principio se suelen incorporar, en promedio, los trabajadores más productivos y esforzados, y después los menos empleables. Así, la entrada en el empleo no es aleatoria sino que depende de características no observables. Los autores corrigen esta selección de la forma sencilla que propuso James Heckman (premio Nobel de Economía).

En resumen, los autores estiman un índice de calidad del trabajo ponderando las horas de distintos tipos de trabajadores en función de sus salarios relativos. Tienen en cuenta el sexo, la edad, la educación, la antigüedad en la empresa y la nacionalidad, usando la Encuesta de Población Activa y la Encuesta de Estructura Salarial, que lamentablemente solo se tiene para 1995, 2002 y 2006.

Los índices de calidad del trabajo representados en el gráfico siguiente revelan que si no tenemos en cuenta los cambios en la composición de los trabajadores concluiremos que entre 1987 y 2006 la calidad del trabajo subió un 10%, pero si los tenemos en cuenta entonces solo aumentó un 8% y si tenemos en cuenta también la selección ("With Mills Ratio"), entonces la calidad aumentó solo un 4.6% (es decir, un 0.2% al año).Además, la calidad media en 2006 era un 2% más baja que en 1997. ¿Por qué? Sobre todo porque, en paralelo con el gran aumento del nivel educativo de la población nativa, ha caído la productividad de cada título (ESO, FP, bachillerato, universidad), como se deduce de la reducción de la prima salarial asociada a la educación secundaria y la universitaria, ya sea por factores de oferta o de demanda (ver esta entrada de Florentino Felgueroso, Luis Garicano y Sergi Jiménez). También porque se incorporaron masivamente trabajadores con escasa experiencia laboral.

Volvamos al principio. ¿Ha caído realmente la productividad o es solo que la calidad del trabajo ha caído y lo habíamos ignorado? Pues teniendo en cuenta tanto el cambio de composición de los empleados como la selección, se obtiene lo siguiente:Las barras indican la aportación al crecimiento del PIB de cuatro elementos. En el primer bloque se ve que entre 1988 y 2006 la inmensa mayoría del crecimiento anual se debe al crecimiento de las horas de trabajo (1.1%) y del capital (1.4%), con una escasa  aportación de la calidad del trabajo (0.15%) y de la PTF (0.25%). El desglose por periodos revela que el aumento de eficiencia solo fue importante entre 1988 y 1992, y que sus aportaciones y las de la calidad del trabajo son nulas desde 1993 y negativas desde 2003.

El artículo no nos dice qué ha pasado durante la recesión. Cabe suponer que los efectos de composición estarán actuando en reverso, de forma que los trabajadores menos productivos han sido expulsados del mercado y la productividad se ha recuperado. Pero esto no significa que no tengamos un problema, tanto porque esos trabajadores necesitan empleos como porque,  incluso tras corregir la medida de productividad por los cambios en la calidad del trabajo, el aumento de la eficiencia estimado es muy escaso. Tenemos por delante la tarea de entender las causas de este fenómeno e intentar resolver el problema.