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Flexiguridad ampliada

Dinamarca ya no huele a podrido, más bien huele a rosas. Es en España donde algo huele a podrido. Nuestros Hamlets, dubitativos incapaces de sacar adelante una auténtica reforma laboral, deberían ponderar que la tasa de paro danesa actual es del 4%, habiendo subido apenas un punto porcentual desde que empezó la recesión. ¿Su secreto? La “flexiguridad ampliada”.

La flexiguridad (o flexiseguridad) es la combinación de la flexibilidad para la empresa con la seguridad para el trabajador. En otras palabras, costes de despido bajos y protección por desempleo alta. La idea es que lo que funciona es proteger al trabajador, no necesariamente el puesto de trabajo. Muchos países europeos se están moviendo en esta dirección en respuesta a unas fuerzas mundiales imparables: la globalización –materializada en el aumento del comercio mundial, por ejemplo con China, y de la inmigración internacional– y el progreso tecnológico, que requiere mayor formación del trabajador. Así, aunque los trabajadores pudieran ser despedidos con mayor frecuencia, contarían con una sólida red protectora.

Este gráfico de Boeri, Conde-Ruiz y Galasso muestra la generosidad de las prestaciones por desempleo (eje vertical) frente al grado de protección del empleo de los trabajadores con contrato indefinido:

flexicurity

Dinamarca está arriba a la izquierda, mientras que España está en el polo opuesto: baja generosidad de las prestaciones por desempleo y alta protección del empleo. (Nota para iniciados: la tasa de reposición está multiplicada por el porcentaje de trabajadores cubiertos.) Se observa una relación negativa: a menor protección del empleo, mayor protección por desempleo (salvo en el Reino Unido y Estados Unidos, donde ambas son bajas). Es decir, que se trata de formas alternativas de proteger a los trabajadores.

El llamado “modelo danés” (otro más, a sumar al “modelo austriaco” y al “modelo alemán”) ha adquirido gran popularidad y ha sido adoptado por la Unión Europea como un paradigma a seguir para luchar contra el paro. Entonces, ¿es la flexiguridad la solución? No exactamente. Un artículo de Andersen y Svarer describe la experiencia danesa. Por ejemplo, en ese país la prestación contributiva por desempleo dura hasta 4 años (en España dura como máximo de 2) y al inicio de sus periodos de paro, los trabajadores con salarios bajos reciben una prestación igual al 90% de su salario anterior (en España es un 70%).

Pero resulta que Dinamarca ha tenido esa configuración de costes de despido y prestaciones desde hace décadas y, por ejemplo, en 1994 su tasa de paro era idéntica a la media de la Zona del euro, alrededor del 10%. Desde entonces ha caído tendencialmente hasta el 3% antes de la Gran Recesión. ¿Qué hizo el milagro? La flexiguridad ampliada con una tercera pata: las políticas activas de empleo.

Hasta 1995 las largas y generosas prestaciones por desempleo inducían a los parados a buscar empleo con poca intensidad y a estar mucho tiempo desempleados. Y los bajos costes de despido alimentaban el flujo de nuevos parados. El resultado era una tasa de paro alta.

Desde 1995, Dinamarca sigue el principio de “derecho y deber”: las personas tienen derecho a que el Estado les mantenga un determinado nivel de renta pero también tienen la obligación de buscar activamente empleo y de estar dispuestos a trabajar. Por tanto, casi desde el momento en que el trabajador se queda parado, la oficina de empleo hace un seguimiento de su proceso de búsqueda y le ayuda a mejorarla, le ofrece cursos de formación y puede retirarle las prestaciones por desempleo si no los sigue o si rechaza varias ofertas de empleo adecuadas para su cualificación. Es un sistema caro, pues Dinamarca gasta el 1.3% de su PIB en políticas activas de empleo (España gasta un 0.8%, pero solo la cuarta parte que Dinamarca por trabajador parado, porque aquí hay muchos más parados), pero funciona.

Este trípode no es lo único que explica el milagro danés. Allí las empresas también gozan de bastante flexibilidad en la variación del tiempo de trabajo y las relaciones entre empresarios y sindicatos son más cooperativas que antagónicas. Pero la flexiguridad con políticas activas es un elemento crucial de su éxito. Una enseñanza fundamental de la experiencia danesa es que no tiene sentido considerar las instituciones laborales aisladamente. La tasa de paro resulta del efecto conjunto de todas ellas y además el efecto de cada una depende de cómo sean las demás. Esta idea figura prominentemente en el Manifiesto de los 100.

¿Cómo está España en el área de las políticas activas? Es difícil saberlo, pues hay poca información. Una parte de la formación está en manos de los sindicatos y la CEOE, a través de la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo (antiguo Forcem) y además está descentralizada, con una aparente falta de coordinación entre las comunidades autónomas. Ninguna medida se evalúa con métodos experimentales (que describí en esta entrada) y apenas se hacen estudios no experimentales serios (a juzgar por la publicación en revistas científicas de economía). Además, un 40% del gasto se dedica a subsidios a la contratación permanente que, como ya mencioné en otra entrada, son totalmente ineficaces. Según la legislación, la percepción de prestaciones por desempleo está ligada a la participación en políticas activas, pero en la práctica esto no sucede.

En suma, incluso si avanzásemos en la línea de la flexiguridad, con menores costes de despido y mayor protección a los trabajadores parados, el caso danés indica que a la vez deberíamos mejorar mucho las políticas activas de empleo si queremos que esa combinación de instituciones nos permita reducir nuestra tasa de paro.