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¿Vale la pena estudiar? (II) Datos básicos

Aparentemente, en este país muchos jóvenes piensan que “estudiar es un timo”, según un artículo de El Confidencial. Tanto si esto fuera cierto como si no lo fuera pero los jóvenes lo creyeran, estaríamos ante un problema muy grave. Por tanto, hoy retomo la pregunta que se hacían la semana pasada Florentino Felgueroso, Luis Garicano y Sergi Jiménez, aportando algunos datos básicos adicionales sobre la rentabilidad económica de estudiar en España.

Una forma sencilla de calcular la rentabilidad (pecuniaria) de estudiar es ver cómo cambia al aumentar el nivel educativo la renta laboral esperada del trabajador, que se define como:

Renta esperada=[Probabilidad de empleo x Salario]+[Probabilidad de paro x Renta en paro]

(La renta en el paro serían las prestaciones por desempleo, si se tienen.)

Como aumentar el nivel de estudios afecta no solo a la renta actual sino también a las rentas futuras, la decisión de seguir estudiando o no dependerá de esta variable: la diferencia entre (a) el valor actual descontado de la suma de flujos anuales futuros de renta esperada para alguien con un nivel educativo mayor (nivel 1) y (b) ese valor para alguien con estudios de menor nivel (nivel 0).

La idea es sumar las rentas actuales y futuras, descontándolas –es decir, adjudicándoles una menor ponderación– por suceder en el futuro en vez de ahora, para distintos niveles educativos, y hallar la diferencia entre ambas sumas. También hay que restar el coste de los estudios de nivel 1. Si la diferencia es positiva la persona decidirá seguir estudiando y en otro caso no lo hará.

Dada la importancia de los flujos de renta futuros, voy a centrarme en los trabajadores mayores de 20 años (para los de 16-19 años las características que siguen son aún más acusadas).

Aproximemos la probabilidad de estar parado por la tasa de paro. Ésta varía mucho con el nivel educativo. El Gráfico 1 muestra las tasas de paro medias por niveles educativos para la población de 20-24 años y de 30-44 años en el periodo 2005-2010 en España:

Se observa que la tasa de paro es mucho mayor para los más jóvenes (en media, el 22% frente al 11%). Además, los trabajadores de 20-24 años que terminan la secundaria obligatoria (ESO, 1ª etapa) tienen una tasa de paro 5.6 puntos porcentuales menor que los que solo acaban primaria y los de 30-44 años, 5.1 puntos menor. El fracaso escolar en la ESO es aparentemente muy costoso.

En tercer lugar, por comparación con haber terminado la ESO, tener secundaria postobligatoria (Bachillerato y FP, 2ª etapa) reduce la tasa de paro en casi 4 puntos porcentuales y tener estudios superiores (predoctorales) en 5 puntos. En el grupo de 30-44 años las mejoras respectivas son de 3.4 puntos y 7.2 puntos. El incentivo económico a estudiar más allá de la ESO no es, en principio, despreciable.

Por otra parte, el aumento de renta laboral por tener más estudios es también significativo, aunque menor que en otros países. El Gráfico A7.1, tomado de Panorama de la educación. Indicadores de la OCDE 2010, muestra que los ingresos laborales derivados de la educación secundaria de 2ª etapa son un 19% mayores que los de tener un menor nivel educativo, frente al 22% en la media de la OCDE. No obstante, para los trabajadores de 25-34 años, la diferencia es solo del 7% en España, frente al 18% en la OCDE.

La diferencia es mayor para la educación terciaria o superior. Con respecto a la secundaria postobligatoria, el rendimiento es del 38%, frente al 53% en la OCDE. Solo en Suecia y Noruega es más baja esta diferencia (imagino que por la compresión salarial derivada de la negociación colectiva, que es muy centralizada). En parte esta menor rentabilidad puede deberse a que, como indicaban Florentino, Luis y Sergi en su entrada, muchos trabajadores solo consiguen empleos inferiores a la cualificación que poseen. (Aquí están los datos.)

Podríamos ahora calcular cambios en las rentas esperadas derivados del aumento del nivel educativo. Pero, aunque interesante, esta medida es limitada. Por una parte, estos datos no tienen en cuenta otras características, como el sexo, la experiencia laboral, la cohorte, etc., y son meras medias que no captan efectos causales: como ha venido explicando Antonio Cabrales, por ejemplo aquí, evaluar los efectos causales de la educación no es trivial.

Además, para el bienestar individual no solo importa el salario, sino también otras condiciones de trabajo, como la duración y la distribución de la jornada. Ni tampoco importa solo la probabilidad de estar empleado, sino también la estabilidad del empleo. Como hemos señalado a menudo en este blog (por ejemplo, aquí y aquí), la tasa de empleo temporal es muy alta, especialmente en los jóvenes (datos de 2005-2010): del 58% para los de 20-24 años frente al 42% en los trabajadores de 30-39 años y del 22% en los de 40-49 años.

Más concretamente, la distribución del nivel educativo por tipo de contrato, por ejemplo en 2009:3, es la siguiente (agradezco a J. Ignacio García-Pérez que me diera las cifras):

Se observa que los temporales tienen un nivel educativo más bajo que los fijos. Esto podría deberse a que tener un nivel de estudios más alto reduce la probabilidad de que al trabajador le ofrezcan un contrato temporal o a otras razones.

En suma, los datos sugieren que alcanzar un mayor nivel de estudios ayuda a tener mayores salarios, sufrir una menor tasa de paro y tener empleos más estables. Sin embargo, estos efectos favorables no parecen inducir una demanda de estudios suficiente (salvo en las crisis). En próximas entradas, varios colaboradores del blog presentaremos resultados de análisis sobre la decisión de estudiar y algunas implicaciones para las políticas públicas.