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Diversidad, discriminación y generosidad en las escuelas

fotoA los científicos sociales se nos suele acusar, a menudo con razón, de comportarnos como aquel borracho que tras perder las llaves decide buscarlas no donde las perdió, sino cerca de una farola porque tiene buena iluminación. Esta crítica afecta tanto a las preguntas que muchas veces nos planteamos como a las variables que consideramos. Afortunadamente cada vez hay más investigadores que se esfuerzan por analizar los problemas en toda su complejidad. Un buen ejemplo es un reciente artículo de Gautam Rao (artículo, presentación) que analiza el impacto que ha tenido la introducción en la India de una política que obliga a las escuelas de primaria privadas a reservar una cuota del 20% para estudiantes pobres.

El autor realiza un esfuerzo admirable para intentar medir dimensiones que no son fácilmente observables pero que son imprescindibles para poder evaluar el efecto de la diversidad en el ámbito educativo. Usando una combinación de experimentos de laboratorio, experimentos de campo, datos administrativos y tests académicos, Rao estudia como las cuotas han afectado al cabo de cinco años a unos 2,000 estudiantes ricos en términos de (i) su comportamiento prosocial, (ii) sus actitudes discriminatorias y (iii) su rendimiento académico.

El primer reto que Rao resuelve es cómo obtener un buen contrafactual de cómo serían los estudiantes ricos si no se hubiesen introducido las cuotas que les obligan a compartir las aulas con los estudiantes pobres. Para ello utiliza dos estrategias empíricas diferentes que dan resultados muy similares. Por un lado, usa como grupo de control a los estudiantes de algunas escuelas privadas que aún no han implementado la cuota. Por otro lado, utiliza como grupo de control a los estudiantes de cursos superiores de las mismas escuelas donde se han introducido las cuotas. (Las cuotas se introdujeron de forma progresiva comenzando por el primer curso de primaria, de forma que los estudiantes que en ese momento ya estaban en segundo no se vieron afectados.)

El segundo reto es cómo medir conceptos tan dispares y difíciles de observar como el comportamiento prosocial o las actitudes discriminatorias de los estudiantes. Una posibilidad sería realizar una encuesta donde se pregunte directamente a los alumnos por estas cuestiones, pero se corre el riesgo de que los estudiantes no sean muy sinceros en sus respuestas. Para evitar este problema, Rao realiza varios juegos de laboratorio con los que intenta averiguar las preferencias de los estudiantes en un contexto en el que mentir es costoso. Por ejemplo, hace a los estudiantes jugar al juego del dictador. Los estudiantes reciben 10 rupias y tienen que decidir qué parte quieren compartir con un estudiante pobre de otra escuela. Los estudiantes ricos que no han compartido clase con estudiantes pobres donan en torno al 25%. Los estudiantes ricos que comparten aula con estudiantes pobres donan unos 13 puntos porcentuales más.

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Los resultados son muy parecidos cuando se mide el altruismo de los estudiantes en base a su participación en los eventos de beneficencia que las escuelas realizan periodicamente. De nuevo la participación es mucho mayor entre aquellos niños ricos que comparten clase con los pobres.

Otro tema muy interesante son los comportamientos discriminatorios, especialmente en una sociedad como la india. Para poder medirlos se organizó un experimento de campo. Se invitó a los niños ricos a participar en una competición deportiva a la que también asistirían niños pobres de una escuela pública. La competición tenía dos fases. En la primera los estudiantes realizaban diversas carreras individuales. En la segunda fase, que es la que de verdad interesaba a los organizadores, los estudiantes ricos tienen que elegir un compañero con el que formaría equipo en una carrera de relevos. Las parejas que ganan la carrera se llevan un premio, cuya cuantía se elige aleatoriamente, y que puede llegar a ser de hasta 500 rupias (algo así como la paga de un mes). El dilema que a menudo se le presenta al niño rico es si debe seleccionar como compañero de equipo a un niño pobre que corre mucho o a un niño rico que no corre tanto pero que quizás es más afín en términos sociales. Cuando los incentivos son altos (500 rupias), casi todos los niños ricos tienden a escoger como compañero de relevos a un niño pobre que es muy veloz. Pero cuando los incentivos son bajos, los niños ricos tienden a escoger a otro niño rico, especialmente si nunca han compartido clase con niños pobres. Y pasa algo muy parecido cuando se ofrece a los niños ricos ir a jugar con niños pobres de otras escuelas: de nuevo es mucho más probable que vayan los niños ricos que han estado en clase con niños pobres.

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Rao también investiga el mecanismo que podría explicar el aumento en el grado de altruismo y la disminución de las actitudes discriminatorias. Dentro de las clases con cuota, observa que la mayor parte del efecto se produce a través de aquellos estudiantes a los que les ha tocado compartir un grupo de estudio diario con los estudiantes pobres (los grupos de estudio se forman por orden alfabético). Es decir, los niños ricos se vuelven más generosos cuando interactúan habitualmente con los pobres.

Por último, cómo no, Rao también estudia el impacto de las cuotas sobre el desempeño académico de los estudiantes ricos. No detecta ningún impacto significativo en el rendimiento en Matemáticas o en Hindú, pero se observa un cierto impacto negativo (un 9% de una desviación estándar) en el rendimiento de los niños ricos en Inglés, aunque la estimación es estadísticamente poco precisa. También parece aumentar el número de palabrotas que utilizan los alumnos, aunque no se observa un incremento en el número de interrupciones que sufren las clases.

El análisis de Rao muestra algunas de las consecuencias que traen las cuotas. Aumenta la generosidad de los niños ricos y se reducen sus comportamientos discriminatorios pero también podría haber algunos costes (moderados) en términos académicos. Por supuesto, este tipo de análisis no puede sustituir la labor del policy maker, que es quien legítimamente tiene que decidir cuánto valora el rendimiento académico de los estudiantes por una parte y sus valores sociales por otra. Y también es posible que los resultados pudieran ser muy diferentes en otro contexto (e.g.: si obligamos a los colegios privados españoles a aceptar a más niños inmigrantes). Pero aún así creo que es un buen ejemplo de cómo los trabajos de investigación rigurosos pueden ser muy útiles para sentar unas bases para la toma de decisiones en el sector público basadas en la evidencia empírica y no solamente en la ideología.