¿Son los monos más tontos que nosotros?

monoquetemiraHace cosa de año y medio, escribí sobre un experimento que mostraba que los chimpancés juegan el equilibrio de Nash en algunos juegos. En un tono un poco jocoso, pero no inexacto en un cierto sentido, concluía en el post que "somos más tontos que los monos" (excepto los futbolistas, cuyos conocimientos sobre ingeniería fiscal parecen ilimitados). Hoy vuelvo sobre el tema, a raíz de otro fascinante experimento que tiene que ver con la teoría de la mente, ingrediente esencial del comportamiento estratégico que subyace a la teoría de juegos.

El término "teoría de la mente" designa la capacidad de atribuir pensamientos e intenciones a otras personas. Por ejemplo, cuando usted, querido lector, piensa que estoy escribiendo este post para no trabajar en las cosas serias que debo hacer como profesor de universidad, o porque quiero comunicar cosas que considero interesantes, está usando la teoría de la mente (el que lo que me atribuye sea cierto o falso es otro problema diferente). En un trabajo pionero, hace más de treinta años, Heinz Wimmer y Josef Perner estudiaron este tema desde el punto de vista de las creencias falsas: entender que una persona cree algo erróneo requiere asumir que su conocimiento del asunto en cuestión es distinto del nuestro, y que es falso, es decir, es un caso en el que estamos utilizando claramente la teoría de la mente. Aclarémoslo con un ejemplo concreto, referido a las siguientes imágenes:

kkg kkh kki kkj

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo que vemos es a una especie de "mono", que llamaremos King Kong, que acaba de atacar a una persona, y tras hacerlo se esconde en un montón de paja (panel G). A continuación, y siempre observado por el hombre, King Kong se cambia de escondrijo (panel H). El hombre va a buscar un palo para atacar a King Kong (panel I) y antes de que vuelva King Kong sale por pies (panel J). ¿Qué cree usted que hará el hombre cuando vuelva? Pues como tiene usted teoría de la mente, sabe que King Kong ya no está, pero sabe que el hombre no lo sabe, y por tanto usted está absolutamente seguro de que cuando el hombre vuelva buscará a King Kong en el montón de paja de la izquierda.

El trabajo de Wimmer y Permer antes citado estudia una variante de este experimento con niños pequeños, a los que tras un proceso bastante parecido se les preguntaba el equivalente a "¿Dónde va a buscar el hombre a King-Kong? El resultado fue que en el rango de 3 a 4 años, ningún niño respondía correctamente, mientras que el 57% de los de 5 a 6 años y el 87% de los de 6 a 9 años lo hacían bien. Más todavía: la gran mayoría de los que respondían bien también lo hacían a la siguiente pregunta: "¿Dónde dirigirá el hombre a un amigo si no quiere que se encuentre con King Kong?", indicando que iría hacia el montón de la derecha, donde el hombre piensa que no está. Es decir, sabían asignar acciones esperables al hombre en función de las creencias erróneas del mismo, y por tanto tenían teoría de la mente. Así que desde los años 80 sabemos que los niños, a partir de 5 o 6 años, pueden comportarse estratégicamente ya que asumen cosas sobre lo que otros están pensando.

Ahora entra en juego la tecnología. Avancemos 30 años, hasta 2007, cuando aparece un trabajo en el que se demuestra que, en realidad, los niños de dos años ya tienen teoría de la mente., de los investigadores Victoria Southgate, Atsushi Senju y Gergely Csibra. La traducción (mía) del abstract del artículo lo dice todo:

Los niños de dos años exhiben comportamientos que ostensiblemente requieren la atribución de estados mentales a otros individuos. Sin embargo, el consenso casi unánime viene siendo que los niños de esta edad no son capaces de atribuir creencias falsas. En este estudio, usamos un monitorizador de ojos para registrar la manera en que los niños observan mientras ven acciones en una pantalla de ordenador. Nuestros datos demuestran que niños de 25 meses anticipan correctamente las acciones de un actor cuando estas acciones se pueden atribuir solamente a una creencia falsa del mismo.

Monitorizador de ojos (eyetracker): ahí está la clave. Como la interacción verbal con los niños puede ser complicada, pueden no entender la pregunta que les hagamos para elicitar sus creencias e intenciones, fijémonos en lo que hacen directamente. Sus acciones, a dónde miran, en este caso, dónde esperan que nuestro actor busque a King Kong, dejan claro que los niños de dos años saben que lo buscará donde no está, y por tanto tienen teoría de la mente. Resultados posteriores han rebajado este límite hasta los 18 meses.

Todo esto está estupendo, pero ¿dónde están los monos prometidos? Pues están... en la posibilidad de monitorizar los ojos, precisamente. Esta tecnología nos permite estudiar las reacciones de las personas sin tener que hablar con ellos, usando un lenguaje que quizá no comprendan, y por tanto, podemos usar la misma tecnología para ver qué es lo que hacen los primates no humanos. Y ni más ni menos, eso es lo que hicieron Christopher Krupenye, Fumihiro Kano, Satoshi Hirata, Josep Call, y Michael Tomasello, en el trabajo titulado precisamente "Los grandes simios anticipan que otros individuos actuarán siguiendo creencias falsas" (véase también el comentario de Frans de Waal en el mismo número de la revista, en el que me he inspirado mucho a la hora de presentar esta investigación). De hecho, el incidente entre King Kong y el hombre que he utilizado más arriba está tomado precisamente de este trabajo, y es una de las películas que se mostraron a los primates. Es muy interesante ver las películas con la monitorización de los ojos de algunos de los primates que participaron en el estudio, disponibles libremente aquí y aquí. En ambas situaciones hay primero una fase de familiarización, en la que no hay falsas creencias, y luego se muestra al primate la situación que realmente indaga en su teoría de la mente. Los resultados dejan poco lugar a dudas:

lista-monos

Claramente, una gran mayoría de bonobos, chimpancés y orangutanes miraron al objetivo (target), es decir, al lugar donde debería estar King Kong según el hombre, y no a la distracción (distractor), a dónde el hombre lo había visto esconderse. De esta manera, anticipaban que el hombre iba a actuar siguiendo una creencia errónea, mostrando así su manejo de la teoría de la mente.

Este resultado tiene muchas consecuencias, y de gran calado. Una primera, tal y como comenta de Waal en su nota, es que sugiere que la teoría de la mente puede haber evolucionado en sociedades complejas, típicas de los homínidos, gracias a la ventaja que pudo suponer el anticipar mejor los comportamientos de otros congéneres del mismo grupo social. En este sentido, el comportamiento humano tendría continuidad evolutiva con el de dicha familia, los homínidos, como también sugiere un trabajo en el que participé hace cosa de un año con la primatóloga Katherine Cronin, el estadístico Dan Acheson y la economista Penélope Hernández. En este caso, lo que mostramos, con un experimento muy similar a los que se hacen con primates no humanos, es que a la hora de colaborar con otra persona que nos supera en rango, y que decidirá cómo se reparte el beneficio de haber colaborado, nos comportamos de manera parecida a los chimpancés: básicamente, colaboramos menos porque pensamos que nuestro superior nos va a dar poco o nada. Así podría seguir enumerando evidencia de esa continuidad evolutiva, que lo que nos dice es que entre unos y otros primates muchas diferencias de comportamiento son cuantitativas más que cualitativas, y que probablemente tienen el mismo origen.

Pero más allá de esto, este resultado vuelve a incidir en la necesidad de considerar a los grandes simios como muy próximos a nosotros, y merecedores de mucho mejor trato de lo habitual. Recientemente, uno de los codirectores de Atapuerca, José María Bermúdez de Castro, contaba en su blog el caso de Cecilia, una chimpancé a la que una juez ha obligado a trasladar del zoo de Mendoza (Argentina), donde vivía aislada y en una jaula, a un santuario donde puede convivir con otros miembros de su especie, sentencia muy trabajada por la gente de Proyecto Gran Simio. La juez decretó que Cecilia era un "sujeto de derecho no humano" y como tal podía acogerse al "habeas corpus". En España el Congreso aprobó una ley de Grandes Simios en 2008, que luego fue vetada por el gobierno, dejando a nuestros parientes más cercanos más desprotegidos que a perros y gatos. En todo caso, aproximaciones como estas, que muestran a las claras de qué cosas concretas son capaces los simios dentro de conceptos más abstractos como la teoría de la mente abren la puerta a entendernos mejor como familia, y dejan claro que, por si había pocas evidencias, eso de considerar a los simios (y seguramente a muchos otros animales, aquí un trabajo sobre la teoría de la mente en delfines, por ejemplo) como más tontos que nosotros es simplemente una prueba más de nuestra estúpida arrogancia. La misma arrogancia con la que nos estamos cargando el planeta, el nuestro, el de los simios y el de todos, por más que Trump y su secuaz al frente de la Energía de Protección Medioambiental de los Estados Unidos, Scott Pruitt, (o el flamante Secretario de Estado y ex-jefe de ExxonMobil, Rex Tillerson, que dice que es "un problema de ingeniería") lo nieguen.

Hay 7 comentarios
  • La que no será más lista que un mono será la juez. Si considera que la chimpancé es un sujeto de derecho, no puede ordenar su confinamiento sin cargos en ningún sitio, sino decretar su liberación inmediata y conminar a las autoridades a darle su número de identidad y de la seguridad social, como con cualquier otro sujeto de derecho. Si no la estaría discriminando por razón de especie. Si todos los sujetos de derecho no son iguales, es que no son sujetos de derecho, y todo el asunto es una enorme tontería.

  • Estupenda entrada, como siempre. Pero me ha parecido que pasabas demasiado deprisa sobre algo importante: "la necesidad de considerar a los grandes simios como muy próximos a nosotros, y merecedores de mucho mejor trato de lo habitual. " No entiendo bien por qué si los simios tienen teoría de la mente deban ser merecedores de buen trato. Ayer hablaba con mi aspirante a veterinaria familiar y me decía que los cerdos son muy inteligentes. Imaginemos que nuevos experimentos confirman que los cerdos tienen teoría de la mente. Bye, bye bacon? O, peor, ¿adiós jabugo? No digo que sea mala idea, pero me gustaría saber cuáles son los principios que nos deben llevar a tratar bien a los seres vivos, y en qué consiste eso (nota, por ejemplo, que los niños muy pequeños no tienen teoría de la mente, ¿no los hemos de tratar bien?).

    • Este es un punto estupendo, Antonio. Efectivamente paso deprisa sobre el tema porque es un debate que habría que hacer con cuidado. El comentario final sobre los niños es muy pertinente, y deja claro el problema que tiene el criterio de tener o no teoría de la mente. A mí en particular me molesta cualquier sufrimiento innecesario de los seres vivos, pero creo que en este caso lo que tengo mente son cosas tipo tener primates en los zoos (o delfines, for that matter; lo de los circos ya ni lo considero porque es un disparate y una salvajada). ¿Puedo tener a un primate encarcelado en un zoo, cuando sé que tiene posiblemente la suficiente capacidad mental para sufrir por ello? ¿Es lo mismo tener a un orangután que a un perezoso o a un koala, por mencionar dos animales que no son precisamente dechados de actividad? Creo que lo más importante es no dar cosas por sentadas, ni con los primates ni con nada, y abrir un debate en serio sobre estas cosas.

      • "Tratar bien", como menciona Antonio, es un concepto sobre el que se puede discutir hasta el infinito (incluso entre animales con "teoría de la mente" muy desarrollada).

        Por ejemplo tener acceso regular y seguro a comida (renta básica), refugio adecuado contra inclemencias (vivienda digna), cuidado veterinario de primera (sanidad pública) y cuidadores pendientes de mis necesidades (dependencia), es la aspiración de muchos "primates con teoría de la mente muy desarrollada".

        En el caso de los delfines, por ejemplo, su esperanza de vida en cautividad supera en algunas decenas de años la que tienen en libertad ... conviene tener cuidado con el mito del buen salvaje.

  • La sensibilización hacia la los animales y tener clara su consciencia y entendimiento es un paso fundamental para que la sociedad avance, desarrollar nuestra sociabilidad afecta directamente a nuestra empatía. Muy buen artículo!

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