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Sólos ante el cambio climático: la ciencia baja en emisiones y el aire acondicionado

ritabarbera-caloret01El exagerado caloret que hemos padecido hace unos días (en Madrid; qué manía tenemos los que vivimos en Madrid de pensar que lo que nos pasa es lo que pasa a todos) me ha traído a la memoria que hace ya por lo menos tres meses que no doy la matraca con el cambio climático. Así que ya va tocando, pero para que este post no sea muy aburrido, voy a apuntar en tres direcciones: que uno de estos sofocos individuales no es prueba  del cambio climático como a muchos les gustaría (pero muchos sí), que los científicos tenemos que empezar a aplicarnos el cuento, y que la población en general también debe poner en práctica su preocupación. Vamos a ello.

1. 36ºC en Madrid a primeros de mayo no prueban que el clima esté cambiando, y bien que lo siento. Estas fluctuaciones, por sí sólas, no son relevantes en absoluto. Esto es una confusión muy seria, bien ejemplificada por el famoso caso de Rajoy y su primo, dónde se confundía el tiempo meteorológico (weather) con el clima (climate). Es cierto que no podemos predecir razonablemente bien el tiempo que va a hacer dentro de cuatro días (porque la atmósfera es un sistema caótico como ya conté aquí), pero el clima es muy predecible: en invierno hará frío y en verano calor. Cuánto, es otro tema, y por eso las desviaciones que puedan ocurrir en la escala temporal de días no implican nada sobre tendencias de variación anual.

Dicho lo cuál, las fluctuaciones sí son importantes... pero en términos estadísticos, es decir, cuándo se hace estadística de las fluctuaciones. La física estadística, en el estudio de las transiciones de fase, es decir, de los cambios abruptos que experimentan los sistemas al variar ligeramente algún parámetro (subir la temperatura de cero grados hace que el agua se deshiele, por ejemplo), ha puesto de manifiesto la importancia de las fluctuaciones para caracterizar dichos cambios. Es el caso, por ejemplo, de la llamada opalescencia crítica, que aparece cuando un fluido sufre una transición de fase continua y al acercarnos al punto de transición se forman burbujas de líquido y gas de muchos tamaños, es decir, aparecen fluctuaciones de distintos tamaños y en gran cantidad. El incremento de las fluctuaciones se usa también como indicador de alerta temprana de que un sistema se está acercando a una transición, como se muestra en la figura siguiente (tomada de este artículo de Nature):

back half templateA medida que las plantas en un cierto terreno se cosechan a tasas cada vez mayores (harvest rate, eje horizontal) llega un momento en que la masa de plantas decrece abruptamente (al final de la gráfica a). Antes, sin embargo, la amplitud de las fluctuaciones en la masa total (gráfica c) ya había empezado a crecer, lo que nos podría haber alertado de que estábamos sobreexplotando el terreno. Vemos, pues, que es la abundancia de estas variaciones y no las variaciones individuales las que nos tienen que poner sobre aviso. Así que, insisto, unos días de caloret en mayo no tienen nada que ver con que el clima esté cambiando.
2. Entonces, si los científicos estamos tan convencidos de que esto del cambio climático es cierto, ¿no tendríamos que hacer algo al respecto? Pues la verdad es que sí, y éste es un debate que tendría que haberse abierto ya; a mí me ha surgido leyendo un trabajo titulado Towards a culture of low-carbon research for the 21st Century (Hacia una cultura de investigación de bajas emisiones en el siglo 21), de varios autores del Tyndall Centre for Climate Change Research. El artículo se centra en los viajes que los científicos e investigadores realizamos para asistir a conferencias, congresos o realizar estancias de investigación, y pone de manifiesto que esto, que puede parecer una minucia en las contribuciones al cambio climático, no lo es tanto. Veamos algunos números que lo dejarán claro: recurriendo a un gobierno transparente como el del Reino Unido, y consultando su página sobre emisiones, vemos que la aviación origina el 6,3% de las emisiones de CO2 del país, lo que resulta en más de media tonelada de CO2 por persona en 2013. Peor aún, las previsiones para 2050 oscilan entre incrementos del 18% al 75% en las emisiones debidas al transporte aéreo, ¡cuando deberíamos estar reduciendo! De estos viajes, de acuerdo a los datos de la Civil Aviation Authority, un 12% son de negocios, un 37% en vuelos internos y un 10% internacionales. A partir de estos y otros datos, los autores del informe estiman que el personal de las instituciones académicas hace en torno a 5 viajes al año, estimación que probablemente es exagerada en el caso de los países del "continente", como les gusta llamarnos a los británicos, pero que aún así nos da idea que hay una contribución importante de la ciencia a los agentes asociados al cambio climático a través de los viajes.
El trabajo propone medidas como analizar la verdadera necesidad de los viajes, llevar una contabilidad de las emisiones que suponen los viajes de cada científico, plantear alternativas menos contaminantes donde sea posible, como en viajes de menos de 500 km,  y, por supuesto, esforzarse por utilizar las tecnologías de videoconferencia, web y similares para reducir las reuniones presenciales. En una encuesta realizada entre los investigadores de su propio centro, se observa que la principal motivación citada para viajar en avión a conferencias es la oportunidad de visitar otras partes del mundo, seguida por otras más puramente científicas. Es encomiable y muy saludable conocer otros sitios del mundo, pero, en las circunstancias actuales, ¿es moralmente aceptable? ¿No deberían los investigadores, y sobre todo los de un centro de investigación sobre cambio climático como el que avala el estudio, dar ejemplo y evitar los viajes en avión innecesarios? Quizá en términos numéricos no vaya a ahorrarnos 1ºC de incremento de temperatura en 2050, pero no debemos subestimar la importancia de predicar con el ejemplo. Por otro lado, tal y como se describe en el artículo, recurrir a reuniones virtuales tiene cosas buenas, como por ejemplo hacer mucho más accesible la interacción a todos los científicos, tengan fondos o no, así como mantener fácilmente registrado todo aquello que se discuta, e incluso prolongar las discusiones en el tiempo. Está claro, pues, que los científicos tenemos que empezar a tomarnos en serio este tema y, lo dicho, a aplicarnos el cuento. Se puede hacer: la última tesis doctoral de uno de mis estudiantes tuvo a uno de los miembros del tribunal participando por videoconferencia sin mayor problema. No lo hizo por conciencia, sino porque hubo un incendio en el aeropuerto de Roma y no pudo volar, pero todo funcionó a la perfección. Y coincidiendo con las observaciones, el comentario de los presentes iba en la dirección de "qué pena, que dejaremos de ir a tesis y disfrutar de cuando en cuando". No te digo y te lo digo tó.
3. Pero no somos sólo los investigadores los que tenemos que aportar nuestro granito de arena en la prevención del cambio climático, sino que todos podemos hacerlo. Hablo ahora del artículo Contribution of air conditioning adoption to future energy use under global warming (Contribución de la adopción del aire acondicionado al uso de energía en el futuro en un entorno de calentamiento global), recientemente aparecido en Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA. Los autores del trabajo, Lucas Davis y Paul Gertler, analizan datos de alta calidad (básicamente, muy detallados y fiables) obtenidos en México para entender la relación entre temperatura, ingresos y aire acondicionado. De esta manera logran elaborar un modelo (que sería largo detallar aquí pero que está bien descrito en el artículo) que les permite relacionar el consumo de energía eléctrica con la temperatura, obteniendo la siguiente gráfica:
pnas1Lo que vemos es que por debajo de 70ºF (aproximadamente 21ºC) no hay efecto de la temperatura sobre el consumo de energía, mientras que para temperaturas superiores aparece un efecto. Por dar números, diríamos que el modelo predice que cada día que transcurre a más de 90ºF (32ºC) el consumo eléctrico aumenta un 3%. A partir de ahí, y suponiendo un crecimiento económico más bien modesto, y dos escenarios de los más habituales de los modelos de evolución del clima, se obtienen unos aumentos de consumo energético brutales (causados por el mayor número de días cálidos, unos 40 días más por encima de 32ºC al año en México) y por el aumento de las residencias con aire acondicionado) y en todo caso mucho mayores de lo que se venía estimando. Y, claro, a más consumo energético más emisiones de CO2...
Los autores dicen que, obviamente, (la traducción es mía) "El impacto de estos resultados en el consumo de electricidad y en las emisiones de CO2 dependerá del ritmo de cambio tecnológico. Los continuos avances en eficiencia energética o el desarrollo de nuevas tecnologías de enfriamiento podrían reducir el impacto en el consumo de energía. Análogamente, el aumento de la electricidad generada con bajas emisiones mitigaría el aumento de las emisiones de CO2. Sin embargo, el trabajo muestra que los impactos potenciales son enormes y deja clara la importancia de la investigación en adaptación y la urgente necesidad de acciones globales contra el cambio climático". Así que, amigo lector, usted también puede poner su granito de arena: piénselo dos veces antes de encender el aire acondicionado, y piense a qué temperatura lo va a poner. Y esas empresas donde los empleados tienen que ir en traje y corbata durante todo el verano y tienen un aire acondicionado a 20ºC para poder sobrevivir, ya pueden ir tomando nota también.
En resumidas cuentas: hemos tenido unos días de fuerte calor, pero eso no quiere decir nada por sí sólo, sino que hay que estar atentos a con qué frecuencia observamos fenómenos anómalos. Y tenemos que pensar en términos de adaptación al cambio climático (1): si hay que viajar menos, se viaja menos, y si hay que pasar algo más de calor, se pasa. Que más vale prevenir que curar...
(1) Buscando enlaces sobre adaptación, descubrí que en España hay algo llamado "Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático". Admito que no he dedicado mucho tiempo a investigar, pero parece que se aprobó en 2006, que hubo cierta actividad en torno al plan hasta 2011, y que luego, como muchas otras cosas, se ha ido al limbo de los justos. Una vez más, así nos va.