Lenguaje y roles de género

imagesMe había prometido y había prometido a Libertad (ella me edita los posts) que iba a dejar de escribir sobre temas relacionados con los idiomas para no parecer monotemática. Sin embargo, después de mi último y polémico post (aquí) sobre los micromachismos, varios lectores me han (involutariamente) provocado a volver a las andadas. En particular, un lector manifestaba que se sentía discriminado porque sentía que ciertos blogs se referían a mujeres por el modo en el que estaban escritos. Otro defendía la libertad de la prensa para usar el lenguaje en el contexto del uso de la expresión “crimen pasional” para referirse a la violencia de género. Como muestran estos comentarios, el tema del papel del lenguaje en la cuestión de las diferencias de género es interesante pero potencialmente muy amplio. En esta ocasión me he interesado por intentar entender un poco mejor si el lenguaje es una consecuencia, una causa o no tiene relación con las diferencias de género.

Empezando por el exitoso paper de Chen (aquí) que muestra como el lenguaje tiene efectos sobre comportamientos económicos como el ahorro y la inversión en salud y jubilación, otros economistas se han lanzado a estudiar el impacto del lenguaje en diversas variables de naturaleza socioeconómica. El otro lado de la moneda, es decir, el efecto de variables relacionadas con el contexto socioeconómico sobre el lenguaje es un aspecto que pertenece mas al campo estrictamente lingüístico aunque no descarto que los economistas nos lancemos también a él en el futuro. Respecto a las diferencias de género, la literatura económica ya ha tratado la relación entre el lenguaje y dichas diferencias. Yo conozco el paper de Gay, Santacreu and Shoham (2013) que clasifican los idiomas usando varias definiciones:

En primer lugar definen lo que llaman  el “Number Gender Intensity Index” (Indice de número de géneros) que indica los idiomas que tienen dos géneros en lugar de uno o más de dos. En segundo lugar, el “Sex-Based Intensity Index” (Indice de género basado en el sexo) señala aquellos idiomas que tienen géneros asociados al sexo masculino y femenino (aunque para los hispanohablantes suene extraño hay varios idiomas en los que el género no está asociado al carácter masculino o femenino del objeto o concepto). La tercera medida se llama “Gender Assignment Intensity Index” (Indice de Intensidad de Asignación del Género), que caracteriza a los idiomas que asignan el género a la palabra de manera semántica y formal, es decir, que el género asignado no es sólo una convención si no que está asociado al carácter masculino o femenino del objeto o concepto. Finalmente, el “Gender Pronouns Intensity Index” (Indice de Pronombres de Género) señala los idiomas que presentan distinción de género en los pronombres de tercera persona y también en los de primera o segunda persona. Los mapas que aparecen a continuación nos muestran qué idiomas cumplen con cada uno de los criterios.

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Según podemos ver en los mapas, España es el único país de Europa que tiene un idioma que marca las diferencias de género bajo los cuatro criterios.

Los autores del estudio analizan las correlaciones entre estas cuatro medidas y una serie de indicadores de participación de la mujer en la política, el mercado de trabajo, mercados financieros y de tierras. Sus resultados indican que la participación de la mujer en los mercados de trabajo y de crédito así como en política es significativamente inferior en países cuyo idoma más extendido marca el género con mayor intensidad. En estos paises, las mujeres tienden a estar empleadas en mayor medida en el sector servicios y menos en profesiones tradicionalmente masculinas. Además, las mujeres en esos países suelen encontrar mayores restricciones para acceder a los mercados financieros y de tierras.

Existe un problema en la interpretación de estos resultados de manera causal, es decir, en interpretar que es el lenguaje lo que cambia los indicadores de participación de la mujer. Se trata del hecho de que tanto el lenguaje como la participación de la mujer están muy relacionados con múltiples aspectos de la cultura y la sociedad. Para atajar esto, los autores controlan por la influencia de algunos factores geográficos (continente, distancia al ecuador, proporción del país que se encuentra en los trópicos, el número de días helados, proporción de las fronteras que da al mar, y si el país no tiene salida al mar) e históricos (si el país es colonizador o colonizado y la religión). Sin embargo, la lista de potenciales factores que podrían explicar los resultados es potencialmente infinita con lo que nunca estaremos seguros de que la relación entre lenguaje y rol de género que aparece en este contexto sea causal.

Mi compañero Mario Pagliero y yo pensamos que podríamos usar un enfoque epidemiológico para tratar de responder a esta pregunta. La idea de base es aislar el fenómeno del contexto institucional en el que tiene lugar “naturalmente” analizándolo en un contexto institucional distinto. Para ello se suele hacer uso de inmigrantes de segunda generación que tienen características culturales, incluyendo el lenguaje, propias del país de origen pero viven bajo instituciones diferentes. Para ello tomamos la encuesta Current Population Survey de Estados Unidos que para 2004 contiene un módulo especial donde se preguntan cuestiones relativas al idioma. La hipótesis de partida es que si el idioma tiene un efecto sobre las diferencias de género, esto se debería reflejar en la selección de ocupación en el mercado de trabajo por parte de hombres y mujeres. Diseñamos un test que nos permite ver si los hablantes de un cierto idioma (muchos inmigrantes de segunda generación hablan el idioma de sus padres) tienden a trabajar en ocupaciones que tienen un género marcado (ej: profesor/profesora, camarero/camarera) o en ocupaciones “neutras” (ej: agente, analista, contable) y la distribución de los trabajadores entre ocupaciones cambia en función de su sexo. A continuación clasificamos las ocupaciones según si tienen género o son neutras para el castellano, italiano e inglés (los idiomas que hablamos). En inglés todos los oficios son neutros. Después seleccionamos los inmigrantes de segunda generación de países hispanohablantes, italianos y anglosajones y vemos la probabilidad de que trabajen en una ocupación neutra para las mujeres respecto a los hombres.

Comenzamos analizando la correlación que hay entre ser mujer y elegir una ocupación neutra en tu idioma de origen. El valor correspondiente es positivo y estadísticamente significativo pero no muy alto (0.03). Esto nos indicaría que las mujeres se sienten más cómodas en ocupaciones cuyo nombre no especifica el género, pero que esto no es un determinante crucial de la ocupación. Sin embargo, esta correlación podría deberse a una correlación entre la neutralidad del idioma y algunas características inobservadas de la ocupación (por ejemplo, el prestigio social asociado a ella). Para ello controlamos por la ocupación (añadiendo variables dicotómicas de ocupación a la regresión). Esto conlleva un aumento de la correlación (0.04) que sigue siendo estadísticamente significativa.  Controlar por la educación y la edad de los individuos aumenta el coeficiente hasta 0.05 y mejora la precisión. Sin embargo, como señalaba antes, esta relación podría deberse enteramente al efecto de la cultura. Para tener esto en cuenta, controlamos directamente por el origen del individuo (hispano, italiano o anglosajón). Efectivamente el coeficiente disminuye muchísimo hasta llegar a 0.0007. Por tanto, los efectos encontrados anteriormente eran un artificio motivado por la altísima correlación de la cultura con las características del idioma. Este sugiere que el lenguaje no es una causa de las diferencias de género sino más bien una manifestación de la cultura de género.

P.d.: Si alguno de los lectores quiere colaborar a la causa señalando las ocupaciones con género y neutras en otros idiomas, estaremos encantados de comprobar cómo cambian los resultados.

 

 

 

 

Hay 11 comentarios
  • Yo lo veo algo traído por los pelos, los idiomas actuales se gestaron mucho antes de que la modernidad impulsará el cambio social revertiendo el reparto de tareas tradicional entre hombre y mujer, podría ser algo espureo que encontréis relaciones entre las convenciones del idioma y el grado de avance en la reformulación de los roles.

    • Hola Jose,
      Estoy de acuerdo en que el idioma (con excepción de ciertas profesiones que no existían antes) es pre-determinado respecto a la distribución ocupacional de hombres y mujeres. De ahí que el único problema a la hora de interpretar una correlación de manera causal sea las variables omitidas. Si no se controlase por las variables adecuadas y se encontrase una correlación podría ser "espuria". El punto del post es precisamente que la correlación desaparece al controlar por la cultura de origen.

  • Ps. No me refiero a vuestro estudio específicamente, sino a la literatura en general...

  • Los índices que utiliza el trabajo (paper no es palabra castellana) de Gay et al. me parecen discutibles. Así, conforme al primero, el alemán puntúa cero porque tiene tres géneros, pero que yo sepa no hay ninguna ocupación de género neutro (o si la hay será marginal): para el estudio no creo que sea relevante que exista “das Kind” (y no digamos nada del lío de saber cuál es el masculino de Krankenschwester). El último índice no tiene en cuenta que hay muchas lenguas en las que el pronombre personal se puede omitir, mientras que en otras es obligatorio. De este modo, conforme a ese índice, el inglés, donde el contraste he/she es ostensible (son las palabras números 15 y 31 por frecuencia, según http://www.wordfrequency.info/free.asp?s=y), puntúa cero, mientras que el castellano puntúa uno por la existencia de nosotros/as y vosotros/as, palabras que sólo se usan por motivos enfáticos o contrastivos: de ahí que nosotros aparezca en el puesto 274, y vosotros en el 5.364 (http://corpus.rae.es/lfrecuencias.html); no es de extrañar esto último, ya que “vosotros/as” está en desuso para la mayor parte de hispanohablantes, que utilizan “ustedes”. Creo que habría que afinar más.

    • Gracias por estos valiosos comentarios. Quería solo aclarar que el artículo de Gay et al. se refiere solo a las características generales del idioma, no se refiere en absoluto a las ocupaciones. Por eso tiene el cuenta el neutro del alemán aunque no se use para las ocupaciones. Somos mi compañero y yo los que pensamos en mirar las ocupaciones para poder distinguir rasgos de género al interno de un idioma y poder aislarnos así del efecto de la cultura que está asociada al idioma.
      Creo que su idea de observar la frecuencia con la que se usan las palabras es muy buena.

      • Gracias por la contestación y la aclaración. Yo simplemente quería hacer ver que los índices de Gay et al. en mi opinión son arbitrarios y no reflejan bien la “intensidad” real de los géneros gramaticales en las lenguas (podríamos hablar también de los posesivos diferenciados según el sexo del poseedor, por ejemplo), porque hay muchos matices que se escapan con el 0/1. En cuanto al estudio de ustedes, tengo que confesar mi escepticismo sobre todas estas cuestiones del género gramatical y el género sociológico. Ustedes han investigado a personas que han pasado de lenguas con géneros gramaticales a otra que no, inmigrantes latinos en EE.UU.. Me pregunto si no se podría investigar el camino contrario: por ejemplo, los inmigrantes turcos en Alemania. El turco puntúa todo ceros en Gay et al., y el alemán es una lengua con mucha “intensidad” de género (más de la que resulta de aquel estudio): casi todas las profesiones tienen una forma femenina. Incluso se podría probar con los inmigrantes españoles, donde nuestros/as agentes, analistas y contables se convierten en Vertreter/in, Analyst/in o Buchhalter/in. Un saludo.

  • En vista de la tendencia temática que ha tomado este foro, propongo renombrarlo como "La guerra de los sexos".

    Bromas aparte, creo que el artículo suscita una reflexión sobre lo erróneo de confundir sexo (concepto biológico) y género (concepto linguístico y más concretamente morfosintáctico).

    El uso de la palabra "género" como sinónimo de sexo (humano) se ha abierto paso con fuerza, pero es una lamentable equivocación.

    • Gracias por el comentario. Estoy de acuerdo que la distinción entre género y sexo es importante. A los hispanoparlantes nos cuesta esa distinción mientras que para los hablantes de otros idiomas es muy clara. Precisamente esas diferencias es lo que explotan en su artículo Gay et al.

  • Una pregunta, ¿habéis considerado que culturas muy diversas pueden hablar un mismo idioma por razones meramente bélicas?, por ejemplo dominio colonial -Inglaterra en la india, o español en numerosas regiones y culturas de centro- y sur-américa. Lo mismo sucede en zonas de Europa, culturas similares pueden tener lenguas diferente o varias lenguas simultáneamente.

    • Gracias José. Los resultados que encontrabamos con las correlaciones simples no "sobreviven" cuando se tiene en cuenta (se controla en la regresión por) la lengua predominante en el país de origen. Aunque la lengua sólo reflejen una parte de la cultura, esto ya nos indica que existe el peligro de que los resultados encontrados por Gay et al. se expliquen por esa parte de la cultura.

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