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Salarios, empleo y género

Por Virginia Sánchez Marcos

La diferencia salarial entre hombres y mujeres es un tema recurrente en los medios de comunicación y sobre el que se vierten muchas opiniones que, en ocasiones, son muy superficiales. En esta entrada me gustaría discutir algunos aspectos que son relevantes a la hora de entender este diferencial.

Para empezar, y tal y como explicó Sara de la Rica aquí, una parte de las diferencias salariales entre hombres y mujeres puede deberse a diferencias en sus características individuales y en los puestos de trabajo que ocupan. Así, por ejemplo, a pesar de que la proporción de las mujeres con estudios universitarios es similar a la de hombres, existen diferencias importantes en las especialidades elegidas por unas y otros –véase esta entrada de Sara de la Rica sobre el tema. Esto puede redundar en diferencias de productividad que se trasladan a diferencias salariales. También sabemos que hay segregación ocupacional por sexo y que la presencia de las mujeres en determinadas ocupaciones es más frecuente. Estos hechos, que si bien con distinta intensidad, se observan también en otros países desarrollados, son los causantes de una parte de las diferencias salariales. Comprender por qué se producen constituye un primer paso en la dirección de entender el diferencial salarial.

Y entonces, ¿qué ocurre con el diferencial salarial cuando controlamos por las posibles diferencias en las características de los individuos y en los puestos de trabajo que ocupan? En este trabajo conjunto con Nezih Guner y Ezgi Kaya exploramos los determinantes del diferencial salarial entre hombres y mujeres en España utilizando la Encuesta de Condiciones de Vida (EU-SILC) para 2004 y 2010. Para nuestro análisis nos centramos en el colectivo de individuos entre 25 y 54 años y excluimos estudiantes, trabajadores autónomos y trabajadores en prácticas. Para este colectivo encontramos que el diferencial salarial observado entre hombres y mujeres asciende en 2004 al 14%, reduciéndose en 2010 hasta el 8%. Cuando controlamos por las características observables de los individuos (edad, educación y antigüedad en la empresa) y de los puestos de trabajo que ocupan (temporalidad, tamaño de la empresa, ocupación -18 categorías- y actividad -12 categorías-) el diferencial salarial en 2004 se mantiene en el 14% y se sitúa en el 10% en 2010. Por lo tanto, la parte del diferencial salarial no explicada por diferencias individuales o del puesto de trabajo es incluso superior al diferencial salarial observado. Esto indica que algunas diferencias en las características individuales de las mujeres con respecto a los hombres contribuyen a amortiguar las diferencias salariales por sexo. Obviamente características no observables de los individuos y de los puestos de trabajo que ocupan que no podemos controlar aquí podrían ser responsables de lo que he llamado diferencial salarial no explicado. Por ejemplo, arriba he mencionado que las especialidades universitarias cursadas por hombres y mujeres son diferentes y eso no hemos podido controlarlo con esta base de datos.

Además de esto, el aspecto sobre el que quería llamar la atención tiene que ver con la importancia de los procesos de auto-selección (self-selection), consecuencia de las decisiones individuales, para explicar las diferencias salariales entre hombres y mujeres. A pesar de que no lo he mencionado hasta el momento, la diferencia en el salario medio por hora trabajada no es la única diferencia entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo. Es bien conocido que la diferencia en la tasa de empleo entre sexos es sustancial. En concreto, en 2008 (antes del inicio de la recesión) ascendía a 19 puntos porcentuales en España, una de las mayores de la OECD. Las mujeres trabajadoras no son una muestra aleatoria de la población, y si, por ejemplo, ocurriera que son las mujeres más productivas las que deciden participar en el mercado de trabajo, entonces, el diferencial salarial entre hombres y mujeres que observamos en los datos sería inferior al que se observaría si las mujeres trabajadoras fueran una muestra aleatoria de la población. Pues bien, utilizando la Encuesta de Condiciones de Vida (EU-SILC) es posible corregir el efecto de la auto-selección en el diferencial salarial observado utilizando la corrección de Heckman. De acuerdo con nuestros resultados el diferencial salarial asciende al 29% en 2004 y al 21% en 2010 cuando corregimos por el sesgo de selección. Esto indica que existe una fuerte auto-selección positiva, y que las mujeres más productivas tienen una mayor probabilidad de trabajar. Este no es un resultado aislado para el caso de España. En este trabajo Claudia Olivetti y Barbara Petrongolo encuentran que la auto-selección positiva en el mercado laboral es parcialmente responsable de la correlación negativa entre el diferencial salarial por sexo y el diferencial en tasa de empleo por sexo en una muestra de países de la OECD. Es decir, que en los países donde las tasas de empleo femenina y masculina presentan un menor diferencial, los salarios medios femenino y masculino presentan un diferencial mayor. En concreto, sus resultados indican que la mitad de la correlación negativa entre dichos diferenciales puede explicarse por el efecto de la auto-selección.

Para concluir me gustaría hacer una reflexión sobre la importancia de la auto-selección cuando pensamos en las consecuencias de ciertas políticas que tienen por objetivo incrementar la tasa de empleo femenina. Me refiero a políticas tales como los subsidios al precio de las guarderías o las bajas maternales. Si estas políticas consiguen en alguna medida elevar la presencia de la mujer en el mercado de trabajo, pueden ocasionar simultáneamente un aumento en el diferencial salarial observado entre hombres y mujeres. Una parte de mi investigación se ha dedicado a estudiar el impacto de algunas de estas políticas sobre la tasa de empleo femenina utilizando modelos de ciclo vital con agentes heterogéneos, en los que es posible simular el efecto de las mismas. Así, en este trabajo con Orazio Attanasio y Hamish Low en 2008, cuantificamos el efecto de una reducción del precio de las guarderías sobre la tasa de empleo de las mujeres en EEUU y en un trabajo reciente con Hamish Low evaluamos las consecuencias sobre el empleo femenino de introducir un baja maternal remunerada de un año de duración en dicho país. Nuestros resultados indican que los efectos sobre el empleo son importantes, pero también puede producirse un aumento del diferencial salarial observado. Esto ocurre como consecuencia de la entrada de mujeres menos productivas en el mercado de trabajo tras la implementación de la política. Este efecto cancela una parte de la reducción del diferencial derivado de los mayores salarios que las mujeres obtienen por su mayor implicación en el mercado de trabajo durante los años de crianza de sus hijos tras introducirse las políticas.