¿Puede la política monetaria reducir la desigualdad reactivando el empleo?

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de Natalia Martín-Fuentes

El pasado 10 de abril, Mario Draghi aparecía junto a Luis de Guindos para hacer la habitual comunicación que sucede a las reuniones del Consejo de Gobierno del BCE. En apenas diez minutos, las alusiones al empleo fueron varias. Como ya viene siendo costumbre, una de ellas se encargaba de recordar a los países de la eurozona la necesidad de aplicar reformas estructurales para reducir el desempleo (entre otros objetivos), y remarcaba las limitaciones de la política monetaria: “In order to reap the full benefits from our monetary policy measures, other policy areas must contribute more decisively to raising the longer-term growth potential and reducing vulnerabilities”.

Para los economistas, la neutralidad de la política monetaria en el largo plazo, asociada a la perfecta flexibilidad de precios asumida a tal horizonte, la libera de al menos parte de la carga relacionada con sus potenciales efectos sobre la economía real. Sin embargo, en el corto y medio plazo sí existen tales efectos, máxime cuando se trata de decisiones tan contundentes como las englobadas bajo el marco de política monetaria no-convencional (ultra expansiva), que ha imperado en la Eurozona (al igual que en EEUU, Reino Unido y Japón) desde mediados de 2008 hasta hoy. He aquí parte de la raison d'être del BCE.

Estas consecuencias pueden ser intencionadas, tales como el mayor flujo de crédito derivado de condiciones de financiación favorables, pero también pueden surgir de forma inesperada. En este sentido, los efectos de la política monetaria sobre la desigualdad han suscitado gran interés e impulsado la publicación de numerosos estudios académicos en los últimos años (destacan éste, éste, éste y éste). En la Eurozona, el punto álgido de esta línea de investigación llegaba con otra conferencia de Draghi titulada “Estabilidad, equidad y política monetaria”. En ella reconocía como “inequívoca” la existencia de efectos distributivos de la política monetaria aplicada, y remarcaba la variabilidad de estos efectos a lo largo del tiempo. Estos efectos se derivan de dos vías: vía financiera en el corto plazo (relacionada con el precio de los activos financieros y los tipos de interés) y vía macroeconómica en el medio plazo (relacionada con la reactivación de la economía y la mejora del desempleo). Dentro de ellas encontramos diversos mecanismos de transmisión con impactos heterogéneos, tanto en términos de magnitud como en signo, además, algunos afectan a la distribución de la riqueza y otros, a la renta (algunos incluso a ambas, simultáneamente). Discernir el efecto neto de todos ellos pasa frecuentemente por complejos análisis econométricos.

Un capítulo que publiqué junto a Salvador Pérez Moreno, recoge un modesto análisis teórico de todos ellos. En este post me centraré en aquellos relacionados con el empleo, los cuales se ubican en el cuarto nivel del esquema de transmisión de política monetaria planteado por el BCE y a los que Draghi se refería como canales macroeconómicos. Además, dejaremos a un lado los potenciales efectos que podrían darse sobre la riqueza, poniendo el foco, por ahora, únicamente en la distribución de la renta (presumiblemente más susceptible de ser afectada por estos mecanismos, como comprobaremos).

Para analizar los efectos de la política monetaria ultra expansiva del BCE sobre la distribución de la renta, mediante el impulso de la actividad económica, nos vamos a apoyar en un magnífico paper reciente de Lenza y Slacalek (2019), en el que se analizan de forma empírica los dos canales/mecanismos de transmisión pertinentes.

En primer lugar, si algo nos distingue según nuestro poder adquisitivo es cómo obtenemos nuestra renta (remuneración salarial, ganancias del capital, pensiones, …). Mediante este denominado “canal de la composición del ingreso” se observa que el porcentaje de los ingresos totales que los hogares obtienen de remuneración del empleo es superior para aquellos hogares con ingresos inferiores. En concreto, estos autores encuentran que, por término medio, la parte más baja de la distribución de la renta (los más pobres) reciben alrededor del 70% de su renta en forma de salarios, en la eurozona. Esta cifra se reduce al 20% en el caso de los hogares más ricos.

En segundo lugar, algo que los españoles tenemos muy presente: el desempleo. El canal de las ganancias heterogéneas señala que el riesgo de desempleo, entendido como la probabilidad de que, de forma involuntaria, se vea modificada nuestra jornada laboral (el número de horas trabajadas) o nuestro estatus laboral (empleado/desempleado) se distribuye de forma desigual en la población. Ante una mejora en la actividad económica, son precisamente los hogares de renta baja y media-baja aquellos que tienen una mayor probabilidad de ver aumentada su jornada laboral o encontrar empleo (y viceversa). En el gráfico 1 se observa una importante correlación negativa entre el nivel relativo de renta y la tasa de desempleo: en España, los hogares más modestos sufrían una tasa de desempleo de un 52%, aproximadamente, siendo esta tasa del 6% para los hogares más pudientes. En cuanto a las horas trabajadas, ya comentábamos en este blog (aquí) cómo la disminución de horas trabajadas durante la crisis había sido superior para aquellos en la parte baja de la distribución.

Gráfico 1. Tasa de desempleo

Fuente: Lenza y Slacalek (2019) con datos de la segunda ola de la Household Finance and Consumption Survey (HFCS) recopilados entre 2013 y 2015.

La teoría de ambos mecanismos de transmisión, así como el análisis empírico del paper mencionado, arrojan conclusiones en el mismo sentido: en la medida que las políticas monetarias expansivas impulsen la actividad económica, la distribución de la renta mejorará. ¿Por qué? Porque el aumento del empleo alcanzado tenderá a afectar desproporcionada y positivamente a los hogares de menor renta, ya que (i) los salarios son la fuente de ingresos más significativa para esta parte de la población y (ii) su empleo (estatus laboral, horas trabajadas, salarios) son los más susceptibles de ser afectados por cambios en la actividad económica.

Sin embargo, existen factores que pueden mermar e incluso invalidar estos argumentos. Por un lado, como en todo análisis relacionado con la política monetaria, los efectos no son simétricos: en términos absolutos, las consecuencias (“negativas”) de estos mecanismos de transmisión tras una política monetaria contractiva superan a aquellas (“positivas”) que podrían surgir tras una mayor laxitud monetaria. Además, en ambos casos están fuertemente influenciados por la situación del ciclo económico. Por otro, las fricciones en la búsqueda de empleo (search and matching theory), asimétricas para trabajadores cualificados y no cualificados, junto con la complementariedad capital-cualificación en la función de producción, pueden revertir por completo el argumento. ¿Qué características tiene el empleo que se está creando? ¿Tienen los individuos más vulnerables el perfil laboral requerido? Es decir, ¿pueden, de facto, acceder a estas oportunidades? Si el empleo generado se ubica en industrias tecnológicas y/o intensivas en capital, tales como las empresas de telecomunicaciones, generalmente demandantes de personal cualificado, un shock positivo de política monetaria que intensificara el empleo (cualificado) podría llegar a aumentar la desigualdad en la distribución de la renta.

Un breve vistazo a la distribución de la educación terciaria (educación superior post-secundaria de tipo profesional o universitaria) en España nos permite observar que, si bien casi el 60% de la clase alta (en términos de renta) posee este nivel educativo, esta cifra apenas supera el 13% para la clase baja. Este fenómeno parece ser persistente, pues durante la crisis el aumento de estas cifras (en puntos porcentuales) ha sido muy superior para la clase media-alta y la clase alta. Además, como ya analizamos en este blog (aquí) mayores niveles educativos están relacionados con un mayor nivel de bienestar laboral.

Gráfico 2. Porcentaje de población con educación terciaria

Fuente: Grupo de investigación “Economía Pública y Equidad” (SEJ-559) de la Universidad de Málaga, a partir de datos de EU-SILC.

En resumen, la recesión ha situado a las clases bajas en un círculo vicioso de desempleo, agravado por el (subestimado) carácter eminentemente coyuntural/cíclico de su situación laboral, por su mayor dependencia económica del salario y por las dificultades de acceso a un puesto de trabajo (acentuadas por desajustes entre oferta y demanda de trabajo, en términos de formación). La persistencia de este fenómeno, entre otros, ha sacado a la palestra problemas que el mercado laboral español ya arrastraba desde antes de la crisis, así como la necesidad de reformas en educación. Lo que no resultaba, a priori, nada intuitivo es que todo ello podía incluso limitar el aprovechamiento de los potenciales beneficios económicos de las políticas monetarias expansivas del BCE. Sin duda, un motivo más para tomar Decisiones y, por qué no, alejarnos (aún más) de los modelos macroeconómicos de agente representativo.

Hay 1 comentarios
  • Agradecerle su aportación así como los enlaces. A mi creer el enfoque cíclico no es el óptimo existe una tendencia aciclica a la globalización deflacionaria en algunos productos y salarios en la que hay q competir en el q la personas envueltas en esos sectores tienen el handicap de los altos precios interiores.
    El sr Mario acertadamente busca flexibilidad estructural para no expulsar esos sectores de la economía que no hará ningún bien ya que los incrementos de productividad de por sí no logran compensar la rigidez estructural.
    Es una tendencia sin freno porque las mismas rentas bajas prefieren productos globalizados más baratos que a su vez expulsan sus ofertas internas de trabajo. Slds

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