¿Por un puñado de pesetas? La economía política del ejército en la II República

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De Álvaro La Parra-Pérez (Twitter: @AlvaroLaParra)

Cuando, allá por 2011, comentaba a un amigo que empezaba una tesis sobre la Guerra Civil, exclamó: “¿¡Pero aún queda algo por investigar sobre eso!?”. Su perplejidad era comprensible: Worldcat contiene casi 5.000 libros o artículos en inglés con “Spanish Civil War” en su título y casi 3.500 en español.

Lo cierto es que, aunque hemos avanzado mucho en el conocimiento de los hechos, sí queda mucho por investigar sobre los motivos que llevaron al fracaso de la primera democracia española. Prueba de ello es la conferencia titulada "Queda mucho por decir sobre la Guerra Civil. Aportaciones recientes y reflexiones 80 años después" que se celebró hace tres semanas y reunió a una gran parte de los expertos en el tema (una crónica aquí). Otro ejemplo es uno de los frutos de mi tesis, un artículo que saldrá publicado en The Economic History Review, en el que estudio la influencia que los intereses económicos y profesionales de los oficiales del ejército desempeñaron en su decisión de rebelarse o de permanecer fiel al Gobierno republicano en julio de 1936.

¿Cómo puede el estudio de los intereses económicos y profesionales del ejército enriquecer nuestra comprensión de un tema tan trillado como la España de los años 30? En primer lugar, ofreciendo una visión que complementa el tradicional énfasis en la ideología como factor determinante de las dinámicas y conflictos durante la República y la Guerra Civil. Esta interpretación del periodo como una lucha entre “bloques ideológicos” tiende a encasillar al ejército como un elemento más del frente conservador. No es una idea absurda. La ideología fue, sin duda, un elemento importante a la hora de elegir bando en la Guerra Civil. Además, desde principios del siglo XX, muchos efectivos del ejército asumieron posiciones cada vez más conservadoras. Si a esto añadimos que el fin de la República empezó con un golpe de estado instigado por el ejército, es fácil entender por qué la visión monolítica de las fuerzas armadas como un agente rebelde goza de gran popularidad en el imaginario colectivo. Pero también cabe recordar que, si el golpe de estado derivó en una larga y cruenta guerra civil en lugar de derrocar inmediatamente al gobierno, fue en parte porque un sector importante del ejército permaneció leal al gobierno y contribuyó a neutralizar a los rebeldes en ciudades clave. El artículo explora cómo y en qué medida los intereses económicos y profesionales de los oficiales contribuyeron a esta división de las fuerzas armadas. La Guerra Civil también ilustra los límites de la caracterización de las élites como agentes únicos (single agents) con un solo interés (“función objetivo” en la jerga económica). La visión de las élites como entes homogéneos está particularmente extendida en las teorías neoclásicas del estado (aquí, aquí, aquí o aquí).  Mi investigación intenta huir de la visión monolítica de las élites en general y del ejército en particular, analizando los conflictos de intereses entre las distintas facciones militares y su impacto en el comportamiento de los oficiales en julio de 1936.

Las principales reformas militares durante la República tuvieron lugar bajo el mandato de Manuel Azaña como Ministro de la Guerra (1931-1933). Azaña favoreció la independencia económica y profesional de algunas unidades (como la Aviación) y perjudicó la carrera de muchos oficiales, al revisar y cancelar algunas de las promociones de oficiales aprobadas por Primo de Rivera entre 1923 y 1930. Cardona también apuntó que la eliminación del rango más alto en el ejército (Tenientes Generales) empeoró las perspectivas profesionales de muchos oficiales, al eliminar opciones de promoción y ralentizar sus carreras. ¿En qué medida aquellos individuos o facciones que más ganaron con las reformas de Azaña fueron más proclives a permanecer leales en 1936?

Para responder a esta pregunta, el artículo utiliza una nueva base de datos con información individual para más de 11.000 oficiales en activo en julio de 1936. El bando de cada oficial se basa en el valioso libro de Carlos Engel, quien dedicó media vida a recopilar información individual de cada oficial del ejército al inicio de la Guerra Civil. También he utilizado los anuarios militares entre 1910 y 1936 para trazar la trayectoria profesional de cada oficial durante la República (promociones, degradaciones…) así como para obtener otros datos (años en África entre 1910 y 1927, edad, arma, rango en 1936…).

Los resultados sugieren que las consideraciones de orden económico y profesional tuvieron un impacto significativo a la hora de influir en el bando elegido por muchos oficiales durante la Guerra Civil. Aquellos individuos o facciones que mejoraron sus rentas económicas con las reformas azañistas fueron más proclives a permanecer leales al gobierno republicano. Ser aviador, por ejemplo, disminuye sustancialmente la probabilidad de rebelión. Asimismo, aquellos oficiales que gozaron de mayores ascensos en los meses previos al estallido de la guerra tienden a permanecer leales en aquellos territorios que no cayeron inmediatamente del lado rebelde. En cambio, los oficiales que sufrieron un revés profesional con las cancelaciones de promociones decretadas en 1931 y 1933 se inclinaron más por la rebelión. Es posible que también los oficiales con peores perspectivas profesionales, tras la eliminación del rango de Teniente General, engrosaran las filas rebeldes en mayor número.

En un tema que levanta tantas pasiones como la Guerra Civil, conviene realizar algunas puntualizaciones a modo de conclusión para los menos familiarizados con los trabajos econométricos en general y la cliometría en particular.

En primer lugar, el hecho de señalar que los intereses económicos y profesionales influyeron en las decisiones de algunos oficiales no justifica, en absoluto, el golpe de estado contra la República. Tampoco sería correcto inferir que el artículo apunta a una relación automática entre salir perdiendo con las reformas militares de Azaña y alinearse con los rebeldes. De hecho, el análisis sugiere que hubo otros muchos factores que influyeron en el bando elegido por los oficiales. Factores sociales (como la mayor presencia de organizaciones izquierdistas en la provincia) y factores jerárquicos (tener un líder en la unidad que permaneció leal) disminuyeron significativamente la probabilidad de rebelión. Aunque, por desgracia, carecemos de información fidedigna para determinar el posicionamiento político de la mayoría de oficiales, algunas variables confirman, de manera indirecta, la influencia de la ideología en sus decisiones (como Balcells ya mostró para el caso de los civiles). Por ejemplo, los resultados sugieren que los miembros de la guardia de asalto (unidad para la que, entre otras cosas, se requería una probada lealtad a la República) fueron más proclives a mantenerse leales.

En segundo lugar, como en todo trabajo empírico en ciencias sociales, a la hora de leer los resultados conviene tener presente el problema de causalidad inversa. ¿Los oficiales con mejores carreras fueron menos propensos a rebelarse, debido a las mayores rentas percibidas tras las reformas azañistas, o aquellos que a priori presentaban una menor propensión a rebelarse –por su lealtad al Frente Popular (inobservable para el investigador)- fueron recompensados con carreras meteóricas cuando gobernaba la izquierda? El artículo presenta evidencias cuantitativas y cualitativas que, aunque el escenario en el que la ideología contribuye a las mejores carreras de los oficiales no puede ser obviado por completo, seguramente no explique la totalidad de los resultados. Además, no es la cuestión clave en este caso –aunque establecer convincentemente la dirección de la causalidad cada vez ocupe más tiempo al economista empírico-. Más allá del sentido de la causalidad, los resultados señalan que, en la línea de lo apuntado por  North, Wallis y Weingast, los conflictos entre élites contribuyeron decisivamente a la inestabilidad de la República (véase también el trabajo de Lapuente aquí o aquí para los problemas de una burocracia ideologizada). Además de los conflictos entre élites y masas que tanto han dominado los estudios y debates sobre la República y la Guerra Civil, las luchas entre las facciones que coexistían en el seno de las élites también influyeron decisivamente en las dinámicas institucionales del periodo.

Pese a la estupefacción de mi amigo, tal vez sí queden cosas por estudiarse sobre la España de los años 30. Y así seguir avanzando, poco a poco como siempre, en nuestro conocimiento.

Hay 23 comentarios
  • Muy interesante. A propósito de la causalidad inversa, el gobierno del Frente Popular degradó a varios generales "peligrosos" como Franco y Mola a comienzos de 1936, que fueron destinados a Canarias y Navarra respectivamente. En el caso de Franco, había sido Jefe del Estado Mayor con anterioridad en la República.
    Por otro lado, comenta que en Aviación fueron más proclives a la República. Pero tenía entendido que esto fue incluso más acusado en la Armada.

    • Muchísimas gracias por su comentario.

      Tiene razón con respecto a la Armada. Por desgracia, los anuarios militares (mi principal fuente para trazar la carrera individual de cada oficial durante la República) solo contienen información sobre el ejército de tierra y los aviadores. De ahí que mi estudio excluya la Armada.

      La base de datos tampoco puede identificar degradaciones basadas en cambios de ubicación geográfica o de puestos de mando. Únicamente identifica las degradaciones a través de una menor posición en la escala o en la pérdida de un rango (como ocurrió a varios oficiales en 1933 cuando Azaña revisó y canceló algunas promociones decretadas por Primo de Rivera). En 1936, Franco pasó de la 22ª a la 23ª posición entre los Generales de División, por lo que, en efecto, aparece con un cambio de posición negativa (aunque modesta) para ese año.

  • Un trabajo realmente interesante que contribuye a tener una idea más sosegada y sensata de la guerra civil. ¡Enhorabuena! En el párrafo final haces una autocrítica sobre la causalidad inversa. Es una muestra de humildad intelectual que te honra, pero me pregunto: ¿vas a trabajar en esa línea o crees que no tiene mucho más desarrollo?

    • Hola, Rafa:

      Muchísimas gracias por tu amable comentario.

      El gran problema de la causalidad inversa en este tema es medir (u observar) la ideología de los oficiales. Estoy trabajando en un proyecto que intenta utilizar técnicas cuantitativas para el análisis de texto e identificar giros ideológicos durante la dictadura de Franco. Aunque no está directamente relacionado con el ejército en la II República, sí es algo que, potencialmente, podría utilizarse para un estudio ideológico de algunos oficiales en los años 30. Muchos escribían en revistas militares y hay abundante material escrito de sus opiniones sobre varios temas.

      No descarto en absoluto seguir haciendo cosas sobre el tema, aunque en esto de la investigación nunca se sabe (por eso se llama investigación...). Además, también me gustaría estudiar otras élites durante el periodo. ¡Queda mucho por decir sobre la Guerra Civil y la República! 🙂

  • Una leve objeción teórica: una decisión de apoyar el alzamiento por motivos de mejora económica pierde todo sentido a menos que el triunfo estuviese asegurado, y ni mucho menos lo estuvo. El golpe fracasa en las principales ciudades, y como resultado Fanjul en Madrid y Goded en Barcelona son ejecutados.
    La republica es proclamada, no llega como resultado de ningún referendum. Sus partidarios aducen que el resultado de unas elecciones municipales en las principales ciudades les legitiman para acabar con la monarquía y proclamar la república. Por ello, buena parte de la media España partidaria de la monarquía habría de simpatizar con el alzamiento del 18 de Julio del 36, y ello incluye a algunos jefes militares, que esperan una restauración. De hecho, cuando ésta no llega exponen su opinión a Franco, perdiendo poder en el régimen; no creo que hiciesen esto por motivos económicos, ¿por qué entonces habrían de haberse sumado a un alzamiento de futuro más que incierto por tales motivos?.
    De entre los monárquicos: Kindelán, Orgaz, Ponte...
    Es conocido por qué se alzaron algunos: Queipo, que había sido favorable a la república, por despecho cuando su suegro Alcalá Zamora es destituído, Mola porque al haber sido Director General de Seguridad con Primo de Rivera, la república desconfió de él desde el principio; desconfianza similar había hacia Yagüe o Varela. No se sabe por qué se alzaron otros, claramente afectos a la república, como Cabanellas o Aranda.

  • Gracias por la lectura y el comentario.

    Creo que el "modelo" es compatible con la objeción inicial que plantea. La idea es que, a la hora de decidir si sumarse al golpe de estado o no, los militares tuvieron en cuenta multitud de factores (¿cuán arriesgado rebelarse dada la presencia de organizaciones izquierdistas en la zona?, ¿qué ha hecho mi superior?). Además de estas consideraciones (sin duda importantes), los resultados apuntan que el resentimiento o gratitud hacia la República por el impacto que las reformas militares azañistas tuvieron en la carrera de los oficiales fue un factor que e influyó significativamente en algunas decisiones de mantenerse leales al gobierno o rebelarse.

    La ventaja del análisis es que va más allá de casos puntuales (Franco, Mola o Queipo por mencionar algunos) e incluye a más de 11.000 oficiales (de alféreces a tenientes generales) en activo en julio de 1936. Aunque es prácticamente imposible determinar las motivaciones de todos y cada uno de los oficiales, sí que parece que, desde una perspectiva global, los factores económicos fueron relevantes.

  • No me parece nada correcto eso de que la II República sea primera democracia española. Técnicamente la primera democracia española (y las primeras elecciones) es la que llega con la Constitución de Cádiz en un marco de soberanía nacional (y de guerra). Decir también que, después, en varios momentos del Novecientos el sufragio censitario español es uno de los más amplios (o el más amplio) de Europa y por fin señalar que en la Restauración, con soberanía compartida por rey Cortes, al estilo inglés, se podían presentar y ser elegidos entre otros marxistas, nacionalistas y republicanos.

  • Hola, Pico Menor:

    La identificación de la II República como "la primera democracia española" simplemente se hace eco de una expresión utilizada por Stanley Payne en uno de sus libros para referirse a la II República.

    No soy especialista en teoría democrática (o en ciencia política en general), pero entiendo que la II República fue el primer régimen que aproximó el sistema político español a la idea contemporánea que tenemos de democracia (sufragio femenino, elecciones libres, partidos políticos de masas...). En todo caso, no es un aspecto fundamental del artículo y tampoco quiero negar los méritos relativos de los regímenes anteriores en España cuando ningún orden social en el mundo garantizaba las libertades de las que gozamos actualmente.

    Salud.

    • Muchas gracias, precisamente estos días S. G. Payne dice que la democracia nacida de la transición tiene su antecedente más próximo en la Restauración, no en la Segunda República.
      ... Y, con la venia, por salirme del aspecto fundamental de su artículo, recordar que las últimas elecciones fraudulentas en España son las generales de febrero de 1936: Cincuenta y dos escaños al menos (y nada menos) entre la primera y segunda vuelta fueron escamoteados por el Frente Popular a las matemáticas (y a la democracia) como demostraron hace unos meses -sin poder ser rebatidos porque removieron todas las fuentes- Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García.

      • Aún no he podido leer el libro de Álvarez-Tardío y Villa García. No dudo de que será interesantísimo.

        Usted es muy libre de juzgar la democracia republicana como mejor le parezca. Por mi parte, sigo estando de acuerdo con el Payne de los 90 en que el primer régimen que organizó elecciones libres y permitió el voto femenino merece el calificativo de primera democracia española (nótese, por otra parte, que nadie habla de "democracia perfecta").

        Por lo demás, dado que no creo que este aspecto dé más de sí, estaría más interesado en centrarme en la tesis central del artículo y de la entrada: los intereses económicos y profesionales desempeñaron un rol significativo en el comportamiento de los oficiales tras el golpe de estado de 1936.

        Gracias por la lectura y los comentarios.

        ¡Salud!

        • buenos días!, el libro de Alvarez Tardío es una reciente investigación sobre las deficiencias de la Ley Electoral de la República, que, con buena intención, dejó la responsabilidad de las elecciones en manos de la Mesa Provisional de las Cortes. En la actualidad la tienen, acertadamente, los jueces (a ver cuando les reconocemos su actuación!).
          Con todo, tiene una publicación muy anterior, que no dudo que habrá leído, "La revolución española vista por una republicana", donde Clara Campoamor señala las insuficiencias jurídicas previas al desarrollo de los acontecimientos.
          Salud y República!

        • López Villaverde no rebate nada.
          Que a pesar de todo (del fraude electoral y resto de monumentales irregularidades de la izquierda, aireadas -ojo- tanto por A. Zamora como por Azaña) fuera legal aquel Gobierno del alcalaíno (por ser atribución del Pte. República nombrar Gobierno de gestión provisional en momentos de crisis política) y que Alcalá-Zamora no tuviera alternativa gubernamental por la división de la derecha (cosa que reconocen Tardío y Villa en la pág. 53) no impide objetar la "LEGITIMIDAD" (democrática) de aquel Gobierno de Azaña. Que de eso se trata y no es poca cosa.
          ... Y más aún cuando esos 52 escaños "escamoteados" fueron imprescindibles para tomar una determinación tan trascendente como fue la destitución del Pte. Alcalá (por el artº 82 de la Constitución) mediante una iniciativa parlamentaria que necesitaba 3/5 de los diputados o lo que es lo mismo, un mínimo de 284 escaños.

          Y discúlpeme por favor por salirme, de nuevo, del asunto nuclear propuesto por don Álvaro Laparra.

  • ¡Enhorabuena! Como bien comentas queda mucho por decir en la Guerra Civil. Los intereses económicos y profesionales junto.a otros factores, sin duda, explican la rebelión. Sería muy interesante añadir el estudio de otras élites, como comentas.
    Saludos.

  • Muy cierto que poderoso caballero es don Dinero. Pero si no se hicieron militares por dinero (la mayoría eran vocacionales) ¿por qué habrían de elegir uno u otro bando -y arriesgar su vida- por un puñado de pesetas?
    Mejor, en mi opinión, se explican los porqués de su elección si nos preguntamos qué pasaba en aquella República para que tantos y tan destacados militares de ideología republicana se alzaran contra el Frente Popular: por ejemplo los generales Cabanellas, Goded o Queipo y los capitanes Pedro Mohíno (el teniente que enarboló la bandera tricolor en la Puerta del Sol 14 abril 1931 ) o el capitán (laureado en Vizcaya) Adolfo Esteban Ascensión perteneciente a una saga de militares republicanos.
    ... De la misma manera que destacados republicanos civiles apoyaron a Franco: Ortega, Marañón, Ayala, Unamuno, Lerroux o Álvaro Cunqueiro.

  • tema apasionante. Personalmente objeto de la metodología que se sigue al considerar la República una institución estable y continua. Y a partir de ahí observar las variaciones en el comportamiento de colectivos parciales (como el Ejército o la Guardia de Asalto).
    Las circunstancias internacionales, la III Internacional, los imperialismos comunista y nazi desbocaron el proyecto republicano antes del 36. Hoy podemos afirmar, trágicamente, que hubo varias repúblicas. Con fuertes luchas internas que derivaron en la desaparición de grupos republicanos menos radicales o de clases medias.

  • he leido hasta que ponia que la republica era una democracia, y lugo me acuerdo de Largo Caballero

    Quiero decirle a las derechas que si triunfan, tendremos que ir a la guerra civil delarada, Que no digan que nosotros decimos las cosas por decir, que nosotros los haremos
    Largo Caballero Sindicalista y Marxista Española enero de 1936 en Alicante

    la democracia es incoimpatible con el sociaismo
    Largo Caballero Sindicalista y Marxista Española Linares 20/1/1936

    La trasformacion total del pais no se puede ahcer echando papeletas en la urnas....
    Largo Caballero Sindicalista y Marxista Española Madrid 10/2/1936 en el Cinema Europa

    las autori¡rades republicanas ordenaron el bombardeo de Larache y Melilla el dia 17 de Julio de 1936 matando a mas de 54 civiles. tambien ordenaron el asesinato de Francisco Franco Baamontes a traves de su primo ricardo,

    • Lamento que no haya querido leer más allá de las primeras líneas. Quizá ello influya en que su comentario no guarde ninguna relación con lo que se aborda en esta entrada.

      Salud.

    • Tenga vd en cuenta que cuesta mucho aceptar la tremenda realidad :la República fue un Estado fallido desde su origen.

  • Seducido por el título leo el texto y me encuentro con con que no va de economía política sino de motivaciones o pseudomotiva iones personales para sumarse a una rebelión que superaba con mucho la importancia que pudieran tener esas motivaciones que, si fueran sólo o principalmente cosa de sueldos y egos profesionales, nunca hubieran obviado lo que otro lector a señalado : elevadísimo riesgo de fracaso.

    Como curiosidad, en mi opinión, puede valer el objeto de la investigación pero en absoluto entra en los meollos de la Gran Crisis.... que se resumen en algo muy difícil de aceptar para mucha gente : la República fue un Estado fallido.

    Nació mal. Fue una imposición voluntarista sin la suficiente base social real. Fue patrimonializada por unas tendencias con clara voluntad de excluir a otras. Y recibió los primeros golpes de sus propios "republicanos" excluyentes : primero la sanjurjada y después y muchísimo más sería, la intentona revolucionaria y secesionista de octubre del 34, siguiendo con el mayo barcelonés del 37 y rematando con la sublevación casadista tras la fuga y dimisión de Azaña y del Presidente de las Cortes.

    No supo mantener el orden público, no supo hacer una reforma agraria de verdad ni muchas otras cosas. Y no porque no la dejarán sino por supina incompetencia. Agravado todo por los vientos de fronda de Europa.

    En resumen: un Estado fallido desde sus inicios.

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