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Natalia Fabra, XIII Premio Banco Herrero: "Hay que liberalizar más, pero por ello hay que regular más y mejor"

Nota del editor: El pasado viernes se hizo la entrega del Premio Banco Herrero a Natalia Fabra.  Natalia es la continuación de una lista de ganadores que incluyen a colaboradores de este blog como Pol Antràs, Luis Garicano o  Jesús Fernández-Villaverde y otros ilustres académicos como Gerard Padró-Miquel (del que hablamos aquí), Diego Puga, Javier Suárez o Marta Reynal (ver aquí y aquí). Natalia tiene una importante lista de publicaciones académicas en el área de la economía industrial y es una de las expertas de referencia en el mercado eléctrico español (en una entrada anterior Antonio Cabrales hizo un resumen de su trayectoria raíz de este premio). En este blog hemos tenido la suerte de contar con sus reflexiones sobre la situación de España en varias ocasiones.

Aquí pueden ver el video de su discurso y la presentación por parte de Massimo Motta (que también pueden leer aquí). La versión escrita del discurso la incluimos a continuación.

Es para mí un honor haber sido galardonada con el Premio Sabadell Herrero a la Investigación Económica. Quiero agradecer al Sr. Don Javier Fernández, Presidente del Principado de Asturias, y al Sr. Don Francisco Vallejo, Presidente del Consejo Consultivo Sabadell Herrero, su asistencia a este acto. También quiero agradecer al Sr. Don Josep Oliu, Presidente del Banco Sabadell, y al resto de miembros del Jurado por contribuir a que este premio siga siendo, año tras año, un referente para todos los que trabajamos en este campo. La excelente trayectoria de los investigadores premiados en convocatorias anteriores es la mejor prueba del rigor del Jurado. Por ello, y por el reconocimiento que supone, este premio constituye para mí un fuerte estímulo para seguir investigando… al menos, otros 40 años más.

Muchas Gracias Massimo por tu apoyo y por tus palabras. Tu presencia hoy aquí es importante para mí.

Conocí a Massimo Motta cuando él acababa de incorporarse como Profesor al Instituto Universitario Europeo de Florencia, donde yo había comenzado mis estudios de Doctorado un año antes. Nuestra primera reunión – no sé si él lo recuerda - no fue del todo fácil, porque mi primer trabajo poco se parecía a un artículo de investigación. Con su dedicación y cercanía consiguió, tras largas sesiones de trabajo juntos, poner un poco de orden en todo aquello y ayudarme a que, años más tarde, aquél primer trabajo se convirtiera también en mi primera publicación científica. A ésta le siguieron otras, siempre con sus mejores consejos.

No he conocido ningún profesor que asuma su responsabilidad con tanta dedicación como Massimo. Y creo poder hablar en nombre de todos los que hemos tenido la suerte de tenerle como guía. Esa suerte ha sido doble para los que hemos compartido con él sus años en Florencia, porque no pocas veces la jornada de trabajo acababa con una cena en la casa rodeada de olivos que él y Heike tenían a los pies de Fiesole. Desde entonces, Massimo también me ha ayudado a transitar desde el papel de estudiante al de colega y amiga, sin dejar de sentir su apoyo en todo momento. Su presencia hoy aquí da testimonio de ello.

Este premio no es sólo mío. También premia el trabajo de María Ángeles de Frutos, con quien compartí los años más productivos y estimulantes de mi carrera. María Ángeles nos dejó hace año y medio. Sus colegas, sus amigos, sus estudiantes de la Universidad Carlos III de Madrid…todos seguimos echándola en falta.

A pesar de que el trabajo del investigador sea muchas veces solitario, también nos permite recorrer mundo, haciendo buenos compañeros y amigos. No les quiero abrumar con todos sus nombres, pero no puedo dejar de nombrar aquí los más importantes para mí: Severin Borenstein y Jim Bushnell de la Universidad de Berkeley; Antonio Cabrales y Juan José Dolado de la Universidad Carlos III de Madrid; Keith Cowling de la Universidad de Warwick; Nils Henrik von der Fehr de la Universidad de Oslo; Chiara Fumagalli de la Universidad Bocconi; Paul Klemperer y Meg Meyer de la Universidad de Oxford; Mar Reguant de la Universidad de Stanford; y Patrick Rey de la Universidad de Toulouse.

Y no sólo. A Juan Toro, mi marido, le conocí cuando ambos hacíamos el doctorado en Florencia, y desde entonces hemos compartido estos destinos por los que la investigación y la vida nos han ido llevando.

La Economía, al Servicio de los Ciudadanos
Pero si hay un responsable de que esté hoy aquí, ése ha sido mi padre. Cuando parecía decidida a estudiar medicina, un día encontré dos libros de economía que él había dejado sobre mi mesa, uno de John Kenneth Galbraith y otro de Joan Robinson. Su lectura me apasionó, y decidí abandonar la idea de estudiar medicina por la economía. No sé si hice bien. Quizás ahora estaría investigando para salvar vidas… pero quiero pensar que los economistas también mejoramos las vidas de las personas, porque una mejor asignación de los recursos permite liberar otros para construir hospitales, universidades, centros de investigación, escuelas….

Y sin embargo, hoy los economistas somos vistos con cierto recelo. El otro día leía una entrevista a un famoso economista al que calificaban como “economista atípico”, no porque tuviera planteamientos heterodoxos, sino porque “leía cuentos de Cortázar”. Los economistas no somos mala gente – créanme -, incluso de vez en cuando también leemos cuentos de Cortázar. Pero no son pocos quienes piensan que hemos dado la espalda a la sociedad, y seguramente tengan motivos fundados para pensarlo. Yo creo que la economía, como la política, puede y debe contribuir a que los ciudadanos vivamos mejor…y para ello, la investigación económica es fundamental.

Pero antes de hablarles de mi investigación, permítanme que les relate una historia familiar que entronca también con una reflexión colectiva.

El Secreto de Nuestra Natacha
No muy lejos de aquí, en Canales, a orillas del río Luna, pasaba sus veranos el dramaturgo asturiano Alejandro Casona. Fue allí, en el verano del 35, donde Casona escribió una de sus obras de teatro más destacadas: “Nuestra Natacha”. Años más tarde, camino del exilio en Puerto Rico, Casona revelaría ante un grupo de estudiantes un secreto, el secreto de Nuestra Natacha: “No se lo digáis a nadie” - les dijo – “Nuestra Natacha no la he escrito yo… esa comedia que yo firmo la habéis escrito vosotros. Nuestra Natacha es vuestra Natacha.” Hace no mucho tiempo, un investigador de la Universidad de Oviedo encontró el discurso de Casona en los archivos que su sobrino guarda en Besullo, comarca del Narcea. Según relata el propio Casona, su inspiración había nacido del grupo de jóvenes que bajo su dirección recorrían pequeñas aldeas para llevar el arte y la cultura al pueblo- era el Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas, creadas por la Institución Libre de Enseñanza.

“En aquél grupo...” - prosigue Casona- “…alma limpia entre las almas limpias, seria, profunda, maternal, había una muchacha adorada por todos. Se llamaba Natalia Utray, la llamábamos familiarmente Natacha. Ni el nombre lo inventé yo.”

Natalia Utray era mi abuela. Y su secreto, el de Nuestra Natacha, y su recuerdo, me unen con Asturias. Por eso tiene un significado especial para mí poder compartir, aquí, en Oviedo, este premio con mi familia, porque el ambiente en el que he crecido ha sido impagable en mi formación. Mi madre, también profesora de Universidad, sabe lo difícil que es compaginar investigación y maternidad. Por ello, mi gratitud hacia ella es doble, porque sin su tiempo antes como madre y ahora como abuela, no hubiera podido llegar hasta aquí.

La Educación Pública como Fuerza Transformadora de la Sociedad
…Les hablaba de Casona. Él, como Giner, como Cossío y como tantos otros pedagogos de la Institución Libre de Enseñanza, estaba convencido de la importancia de la educación como fuerza transformadora de la sociedad, como fuerza necesaria para reducir las desigualdades. Esto era tan cierto hace un siglo…como lo es ahora.

Yo debo mi formación universitaria, y mi trabajo, al sistema de educación pública: me licencié en la Universidad Carlos III de Madrid, disfruté de una Beca Erasmus en la Universidad de Warwick, hice el doctorado en el Instituto Universitario Europeo, realicé mis estudios de Postgrado en la Universidad de Toulouse con una beca europea Marie Curie, y por último, antes de obtener mi plaza como Profesora Titular, fui beneficiaria del Programa Ramón y Cajal. Hoy, con el desmantelamiento de alguno de estos programas, los estudiantes ya no tienen las mismas oportunidades que yo tuve. Sin una educación pública de calidad, la desigualdad – que compromete el desarrollo económico- irá en aumento.

Sin Investigación no hay Futuro
Los mismos argumentos que justifican el apoyo a la educación pública, justifican también el apoyo público a la investigación. España, después de unos años en los que se incrementaron los fondos públicos destinados a la investigación, se situó en una posición muy respetable dentro de la comunidad científica. Ahora, tras la retirada de dinero público para la investigación, el daño será difícilmente reparable. Nuestros mejores investigadores se van a otros países en los que encuentran menos precariedad, más posibilidades de promoción, y más fondos para llevar a cabo su trabajo. Un país que no apuesta por la investigación, es un país que pierde su futuro.

En el tiempo que me queda, les hablaré de mi trabajo que es en definitiva lo que nos ha traído hoy aquí. Seré breve.

Complementariedad entre Regulación y Competencia
Mi investigación gira en torno al estudio de la Regulación y la Política de Defensa de la Competencia, y en concreto, en torno a la convivencia de ambas. Esto ocurre en sectores muy importantes para la economía, como el sector eléctrico, el de las telecomunicaciones, el de los transportes, o el bancario, entre otros.

Cuando se habla de estos sectores, en no pocas ocasiones se contrapone regulación con liberalización, o se asocia la desregulación con la introducción de competencia. Pero se trata de una disyuntiva falsa. “Los mercados no existen en el vacío”, nos dice Joseph Stiglitz en su libro “El Precio de la Desigualdad”. La liberalización de la economía exige regulación porque sin un conjunto de reglas iguales para todos, no hay posibilidad de que la competencia seleccione a los mejores, promoviendo la innovación, la reducción de costes y la bajada de precios. Hay que liberalizar más, pero por ello hay que regular más y mejor. Y cuanto más se liberaliza, más importancia adquiere la Política de Defensa de la Competencia para evitar que unas pocas empresas puedan utilizar el mercado en su propio beneficio, en contra del interés general.

La Importancia de los Órganos Reguladores
Como les decía, la relación entre regulación y competencia ha sido un hilo conductor de mi investigación. En mis trabajos, he identificado normas regulatorias que mitigan el poder de mercado, y otras que lo agravan. Y es que regulación no hay una sino muchas posibles: las hay buenas y las hay malas, y no todas ellas afectan a todos por igual. Por ello, es muy importante que quien regule lo haga con conocimiento del sector regulado y con independencia - del Gobierno, sí, pero sobre todo de las empresas reguladas. El diseño institucional es determinante. Podemos pensar en el caso español. Los vocales de un regulador multisectorial, como el que se creó en España con la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, no pueden ser expertos en todos los sectores que regulan. Y sin criterio propio, la independencia de sus decisiones puede quedar comprometida. Igualmente importante es el proceso de selección de los reguladores, proceso en el que debiera primar la valía y la experiencia de los candidatos. Se empiezan a oír en España propuestas para descolonizar las instituciones de nombramientos que no tengan otro criterio que el político. En esto también nos estamos jugando nuestro éxito o fracaso, porque el crecimiento de los países está condicionado por la calidad de sus instituciones, y entre ellas, por excelencia, la del regulador.

El Sector Eléctrico como Laboratorio de Trabajo
En mi investigación, el sector eléctrico me ha servido como laboratorio de trabajo. En él confluyen una serie de características que lo convierten en un buen caldo de cultivo para el poder de mercado: además de ser la electricidad un bien esencial cuya demanda es poco sensible al precio, en el sector eléctrico conviven pocas empresas – viejas conocidas entre sí – protegidas por elevadas barreras a la entrada. ¿O es que alguien puede, por ejemplo, disputar los beneficios de aprovechamientos hidroeléctricos que son únicos, no replicables, y están explotados al amparo de opacas concesiones administrativas? Sólo hay un Duero, un Tajo…o un Nalón, o un Sella.

Por un Buen Diseño de las Subastas Eléctricas, pero no sólo
La electricidad que ahora se está consumiendo para iluminar esta sala se vendió ayer a través de una subasta. En esta subasta, que tiene lugar todos los días, se compra y se vende la mayor parte de la electricidad que se produce en España. A esta subasta acuden, por el lado de la oferta, las empresas generadoras de electricidad, y por el lado de la demanda, los grandes consumidores – principalmente, la gran industria – y los comercializadores que adquieren la electricidad que consumen pequeñas empresas y hogares. La regulación establece que el precio de mercado es el ofertado por la central eléctrica más cara que haya sido necesaria para cubrir la demanda.

En mi investigación, he dedicado especial atención a estudiar cómo esta regulación afecta al funcionamiento del mercado eléctrico. Les ahorro los detalles, pero les adelanto, como ejemplo, un resultado: si a cada empresa se le retribuyera según su propia oferta y no según la oferta más cara, se mitigaría el poder de mercado y así se reducirían los precios de la electricidad.

Estos menores precios no mermarían los incentivos de las empresas a invertir, porque la inversión no depende del nivel de beneficios medios, sino de los beneficios en el margen, esto es, de los beneficios de invertir más. Y en ese margen, las dos reglas de fijación de precios a las que antes me refería aportan el mismo incentivo. Esta simple observación es igualmente válida en otros contextos, a pesar de que no pocas veces se lea o se escuche – erróneamente - que el poder de mercado es un mal menor porque los mayores beneficios que obtienen las empresas les permiten invertir, o crear empleo.
Estas cuestiones relativas al diseño de la subasta contribuirían a mejorar el funcionamiento del mercado eléctrico. Pero el diseño de la subasta no es lo único que falla. Los problemas son muchos y de diversa índole. Y a pesar de ello, la reciente reforma del sector eléctrico español no hace nada por mejorar el funcionamiento de su mercado.

La Importancia Sistémica del Sector Eléctrico en la Economía
El poder de mercado en el sector eléctrico contagia al resto de sectores porque la electricidad tiene una importancia sistémica en la economía: sin ella no sólo no podríamos iluminar nuestros hogares, tampoco podríamos consumir la mayor parte de los bienes o servicios que se producen en nuestras fábricas. El poder de mercado en el sector eléctrico, que encarece la electricidad, retrae recursos de las familias, merma la competitividad de las empresas, y condiciona así su capacidad para crecer, para exportar, para crear empleo.

Aquí, en Asturias, la gran industria amenaza con irse por el alto precio de la electricidad. Aquí, como en el resto de España, la preocupación de las familias por el incremento en el precio de la luz va en aumento. España es uno de los países en los que los hogares pagan la electricidad más cara de Europa, y pasaría a la cabeza si en la comparación además se incluyeran los 30.000M€ de Déficit Tarifario, que también son precio de la electricidad aunque los paguemos como una hipoteca a 15 años.

La Eficiencia también está ligada a la Distribución de los Excedentes
Pero los elevados precios de la electricidad en España no son sólo consecuencia del poder de mercado. También son el resultado de una regulación – en mi opinión, inadecuada – que implica un reparto desigual de los excedentes que se generan en el sector eléctrico, la mayor parte de las veces a favor de las empresas y en contra de los consumidores. Como economistas, no podemos perder de vista los efectos distributivos de las distintas opciones regulatorias porque éstos también pueden acabar afectando a la eficiencia.

El último tema del que les quiero hablar ilustra precisamente esto.

La Simbiosis entre Sostenibilidad Económica y Sostenibilidad Medioambiental
Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos como sociedad es el cambio climático. El cambio climático no es una creencia religiosa. Es un hecho científico cuyas peores previsiones se están confirmando, de forma acelerada, sin que hasta ahora hayamos sido capaces de adoptar medidas globales para ponerle freno. Hace quince días, la Organización Meteorológica Mundial aportaba nueva evidencia sobre la elevada concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y sobre la acidificación de los océanos, sin precedentes en los últimos 300 años. El cambio climático se traducirá – se está traduciendo ya - en altos costes medioambientales, que son también costes para la economía, el progreso y el bienestar.

Sin embargo, no empezaremos a modificar nuestra conducta hasta que no percibamos que los costes del deterioro medioambiental superan los costes de la prevención y mitigación del daño. Por ello, sostenibilidad económica y sostenibilidad medioambiental están íntimamente ligadas: si queremos que la sociedad tome conciencia del problema medioambiental y actúe en consecuencia, tenemos que diseñar mecanismos regulatorios que reduzcan el coste para los consumidores de la lucha contra el calentamiento global. Y es aquí donde los economistas tenemos un papel fundamental que jugar.

El Precio de la Electricidad y los Mercados de Carbono
En uno de mis trabajos de investigación más recientes, Mar Reguant y yo hemos analizado el efecto que ha tenido sobre los precios del mercado eléctrico español la regulación de las emisiones de carbono. En 2005, la Unión Europea introdujo el comercio de derechos de emisión como buque insignia de su lucha contra el cambio climático. Bajo este sistema, se establece un límite máximo a las emisiones globales, que se reparte en forma de derechos de emisión entre las plantas emisoras. Éstas deberán disponer de tantos derechos de emisión como carbono hayan emitido a la atmósfera, pudiendo comprar o vender el defecto o exceso de derechos en un mercado diseñado para tal fin. La mayor parte de las plantas emisoras reciben los derechos de forma gratuita, pero la mera posibilidad de venderlos en el mercado implica que su uso tiene un coste, un coste que los economistas denominamos “coste de oportunidad”.

No fue por tanto una sorpresa el comprobar empíricamente que el coste del carbono se había incorporado a las ofertas de las centrales eléctricas en España, a pesar de que sus propietarios no hubieran pagado por los derechos. Ello se tradujo íntegramente en mayores precios en el mercado eléctrico español, que supusieron una importante transferencia de rentas desde los consumidores a los propietarios de las centrales, sin apenas contraprestación medioambiental alguna.

Desde este año, los Estados Miembros están obligados a vender los derechos de emisión a través de subastas. Los ingresos que se obtengan en estas subastas compensarán en parte los mayores precios de la electricidad que incorporan el coste del carbono. Pero sólo en parte, porque las centrales no emisoras – principalmente, nucleares e hidroeléctricas - también perciben estos mayores precios, pero no los devuelven al sistema porque no tienen que comprar derechos.

En definitiva, los mercados de carbono pueden ser un mecanismo eficiente para la reducción de emisiones, y las subastas de derechos pueden ser un mecanismo adecuado para extraer parte de las rentas que éstos generan. Pero si no se minoran los beneficios sobrevenidos que bajo este sistema reciben las viejas centrales no emisoras, los consumidores estarán soportando sobrecostes innecesarios. Ello explica en parte el que, en no pocos países europeos, los consumidores – o sus representantes en el parlamento europeo – se hayan opuesto a revitalizar lo que ahora mismo es un moribundo mercado de derechos de emisión.

Tenemos que trabajar para diseñar mercados eficientes – sobre esto no hay duda -, pero no podemos olvidar los mecanismos que aseguran un adecuado reparto de los excedentes. Si no, en este caso que nos ocupa, la falta de sostenibilidad económica puede poner en riesgo la sostenibilidad medioambiental.

Políticas Medioambientales para Salir de la Crisis
No quiero acabar sin enfatizar que la relación entre sostenibilidad económica y sostenibilidad ambiental también opera en dirección contraria. La transición energética que nos conduzca hacia economías menos dependientes de los combustibles fósiles no sólo es imprescindible para hacer medioambientalmente sostenibles nuestras sociedades, también lo es para mejorar la sostenibilidad de nuestras economías. Frente a aquellos que en tiempos de crisis opinan que la lucha contra el cambio climático debería pasar a segundo plano, las políticas medioambientales pueden ser -lo son con toda seguridad- una de las palancas que nos puede ayudar a salir de esta crisis… Nos lo recordaban esta semana desde la Cumbre del Clima de las Naciones Unidades…es hora de que las próximas cumbres – Lima, París…- pasen de las palabras a los compromisos, y de los compromisos a los hechos.

En conclusión…
Para concluir, los economistas tenemos mucho que aportar para que la simbiosis entre regulación y competencia por un lado, y economía y medioambiente por otro, potencien nuestro bienestar presente y futuro. Antes les decía que la economía puede y debe estar al servicio de los ciudadanos, y lo decía porque así lo creo. No duden que, desde la parcela en la que se desenvuelve mi investigación, con el estímulo que para mí supone haber recibido el Premio Sabadell Herrero, procuraré contribuir a ello.