Incidencia, intensidad y desigualdad del empleo en España

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de Ignacio García Pérez y Antonio Villar

En su último informe sobre “World Employment and Social Outlook”, publicado en Febrero de este año, la Organización Internacional del Trabajo alerta sobre la precarización del empleo en el mundo y cita el caso de España por la elevada tasa de contratos temporales (ver referencia aquí ). También hace hincapié en que el porcentaje de mujeres europeas que trabajan a tiempo parcial por cargas familiares duplica el de los hombres.  Lo cierto es que el mercado laboral está experimentando una serie de cambios que requieren repensar la forma en que medimos sus indicadores principales (aquí ya se empezó a hablar de estos temas de manera novedosa hace más de un año). Estos cambios han aparecido en parte como consecuencia de la crisis económica y en parte como efecto de un cambio más profundo en la forma en que se organizan las tareas laborales y las relaciones entre empresas y trabajadores (extensión del trabajo por cuenta propia, los empleos a tiempo parcial o los contratos temporales).

Estas transformaciones, que están en buena medida vinculadas al cambio tecnológico y a la globalización, tienen un impacto asimétrico sobre diferentes tipos de trabajadores y afectan tanto a la tasa de empleo como a la calidad del mismo. Ello se traduce, en particular, en variaciones en la duración efectiva de la ocupación (cantidad de meses por año trabajados), que cambia sustancialmente según las características de los trabajadores en función de género, edad, niveles educativos o región de residencia. Resulta pues relevante ir más allá de los valores medios de la tasa de ocupación (incidencia del empleo) y tener en cuenta también el número medio de meses por año trabajados (intensidad) así como la distribución de estas duraciones (desigualdad) en los diversos tipos de trabajadores.

Esto es lo que hacemos en el trabajo que puede consultarse aquí comparando la situación de la ocupación en España en 2013 y 2017 para 40 tipos de trabajadores, definidos de acuerdo a las siguientes características:

- Género (2 categorías): hombres y mujeres.

- Nivel de estudios (4 categorías): Primarios (P), obligatorios completados (C), secundarios (S) y terciarios (T).

- Edad (5 categorías): 16-25 (1), 26-35 (2), 36-45 (3), 46-55 (4) y 56-65 (5).

Tomando prestadas algunas ideas de la economía del bienestar elaboramos un indicador sintético que proporciona una valoración social de la ocupación. Se trata de un indicador de bienestar que viene dado por el producto de tres variables: la tasa de ocupación, que mide la incidencia, la duración media del empleo entre los ocupados, que mide la intensidad, y un factor de penalización que toma en cuenta la desigualdad en la distribución de duraciones, medida por el índice de Gini.[1]

Los datos que utilizamos para nuestro estudio provienen de la Muestra Continua de Vidas Laborales y corresponden a registros administrativos proporcionados por la Administración de la Seguridad Social (una muestra aleatoria del 4% de todas las personas que han tenido alguna relación con el sistema de seguridad social).

El cuadro 1 da una primera visión de cómo han evolucionado estas dimensiones del empleo entre los dos años de referencia. Así, observamos que entre los años 2013 y 2017 ha crecido más el empleo que los meses trabajados y lo ha hecho sustancialmente más para los hombres que para las mujeres. La desigualdad se ha reducido (también más para los hombres que para las mujeres) y en conjunto se produce una mejora del bienestar social asociado a la ocupación de en torno al 7% para los hombres y que no llega al 3% para las mujeres.

Cuadro 1:  Valores medios de incidencia, intensidad, desigualdad y bienestar, España 2013, 2017El Gráfico 1 ilustra la situación de los distintos tipos de trabajadores en 2017 según el indicador de bienestar con el que evaluamos de forma conjunta las tres dimensiones de la ocupación. Los tipos de trabajadores aparecen ordenados en el eje horizontal por niveles de estudios y, dentro de cada nivel de estudios, por grupos de edad. Así la leyenda S3, por ejemplo, se refiere a trabajadores con educación secundaria (S) correspondientes al grupo de edad 3 (de 36 a 45 años). El aspecto más destacado de este gráfico, que aparece igualmente para 2013, es su perfil en forma de dientes de sierra de amplitud creciente. De su observación se pueden deducir tres mensajes fundamentales. Primero, dentro de cada nivel de estudios la edad es el determinante básico de la situación laboral. Segundo, mayores niveles educativos están asociados a mejores valores medios del indicador de bienestar. Y tercero, los hombres tienen una situación mejor que las mujeres en prácticamente todos los casos.

Gráfico 1: Evaluación social del empleo por tipos de trabajadores, España 2017

Los datos muestran que la ocupación y la duración se mueven en el mismo sentido para todos los tipos de trabajadores. Eso tiene como consecuencia que la magnitud de las diferencias por tipos se amplifica cuando consideramos las tres dimensiones de la ocupación. El Cuadro 2 resume la variación experimentada por la tasa de empleo y por el indicador de bienestar para los 40 grupos de trabajadores considerados.

Se observa también aquí un patrón en el que se los cambios experimentados se relacionan con los niveles educativos, con la edad y con el género. Por lo general los cambios en el indicador del bienestar son mayores que los cambios en la tasa de ocupación, debido al efecto acumulativo de empleo y duración. La recuperación ha favorecido claramente a los hombres frente a las mujeres y ha penalizado especialmente a los jóvenes (excepto a aquellos con educación superior)[2] y a las mujeres con menores niveles educativos. Para interpretar adecuadamente estos datos conviene tener presente la estructura descrita en el gráfico 1, que también se presenta en 2013, que indica que el margen de mejora era mayor para los jóvenes, las mujeres y la población con menores niveles educativos. La evolución del empleo, sin embargo, profundiza las diferencias existentes.

Cuadro 2: Variación en la ocupación y el valor del indicador de bienestar, por tipos de trabajadores, España 2017-2013

Desde el punto de vista regional se observa que, con dos excepciones (La Rioja y Cantabria), las regiones por debajo (resp. por encima) de la media nacional en términos de empleo están todavía más abajo (resp. más arriba) en términos del indicador de bienestar. Andalucía, Castilla la Mancha, Valencia y Murcia son las regiones con las mayores diferencias negativas entre empleo y bienestar, mientras que Cataluña, Madrid, Navarra y el País Vasco son las que presentan las mayores diferencias positivas. Aquí, nuevamente, encontramos que la variabilidad regional es mayor para el indicador de bienestar que para el empleo, con valores más pequeños en 2017 que en 2013.

El gráfico 2 muestra los cambios en la ocupación y el bienestar entre 2013 y 2017 para las comunidades autónomas. También aquí los cambios en el empleo y la duración son acumulativos, de modo que los cambios en el indicador de bienestar son siempre mayores que los del empleo. Las Islas Canarias, Castilla la Mancha, Valencia y Rioja son las regiones con los mayores incrementos. Cantabria, Extremadura, Navarra y el País Vasco son las regiones con las variaciones más pequeñas.

Como ya pusieron de manifiesto Florentino Felgueroso, Marcel Jansen, David Troncoso e Ignacio García aquí,  el uso de los contratos de muy corta duración (incluso de unos días a la semana) tienen hoy en día mayor peso que en el período pre-crisis. Este fenómeno no es totalmente captado por indicadores tradicionales como las tasas de paro o las tasas de temporalidad y por eso necesitamos indicadores alternativos que no solo analicen el tiempo que el individuo permanece desempleado o empleado, sino que también se debe tener en cuenta la desigualdad en la distribución y por tanto el bienestar de la población activa. Cuando integramos ambas consideraciones conseguimos una visión mucho más completa de la situación del mercado de trabajo y, por ende, de la economía en su conjunto.

Gráfico 2: Cambios en el empleo y el bienestar en las comunidades autonómas españolas,  2013-2017 (%)

[1] Su fórmula concreta, que se aplica a cada tipo de trabajadores y a cada periodo, es la siguiente:donde s = (s1, s2, …, sn) es el vector de duraciones de todos los miembros de la población activa (incluyendo los desocupados), eN es la tasa de empleo,  es el promedio de meses trabajados al año de los ocupados, y G(s) es el índice de Gini relativo a la distribución de las duraciones.

[2] La mayor variación positiva corresponde al grupo de trabajadores más jóvenes con educación superior, mientras que los mayores cambios negativos se dan en los trabajadores más jóvenes con otros niveles de estudios. Hay dos razones que pueden explicar estos fenómenos opuestos. Primero, ha habido una reducción sustancial en la proporción de trabajadores más jóvenes con educación superior, presumiblemente por la decisión de continuar estudiando. En segundo lugar, los datos apuntan a un proceso de “crowding out” por el que los empleos que antes ocupaban los jóvenes con menores niveles formativos son ocupados progresivamente por trabajadores con educación superior o con más experiencia.

 

Hay 2 comentarios
  • Nacho y Antonio, gracias por esta aportación, es muy útil contar con este indicador sintético. Dos preguntas:

    ¿Se pueden interpretar de algún modo las unidades de medida del nivel absoluto del indicador? Es llamativo que la diferencia entre hombres y mujeres en 2013 sea muy pequeña (supongo que como resultado de la desigual incidencia de la crisis).

    Me sorprenden las grandes mejoras de los jóvenes con estudios terciarios, en especial los hombres. ¿Podéis elaborar un poco más la nota [2]?

  • Querido Samuel,

    Gracias por tus comentarios que pasamos a contestar.

    En relación al primero, en efecto, la diferencia entre hombres y mujeres en 2013 se debe principalmente a que estas últimas sufrieron mucho menos la incidencia de la crisis. El índice que proponemos está compuesto básicamente por dos elementos: uno que recoge un componente de utilidad por los meses medios de empleo al año y otro que corrige este primero por el grado de aversión a la desigualdad del grupo que estemos considerando. La métrica del índice es ésta y está dominada por el primer componente. Por eso, la comparación en el año 2013 entre hombres y mujeres favorece a esta últimas pero la evolución entre 2013 y 2017 favorece más a los hombres que se han visto más beneficiados por los últimos años de crecimiento.

    En cuanto a tu segunda pregunta, interpretamos la mejora experimentada por los jóvenes con estudios terciarios como debida a dos causas: en primer lugar porque este grupo poblacional es cada vez menos numeroso lo que hace que sus posibilidades de empleo hayan mejorado en los últimos años no solo en empleos de alta cualificación sino, y esta es la segunda causa, también en empleos de nivel medio o medio bajo, por un proceso de crowding-out sobre jóvenes de menores niveles formativos.

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