Impresiones sobre la economía ecológica tras una mesa redonda

Recientemente he participado en una mesa redonda sobre Economía, Ciencia e Ideología. Se trataba de uno de los actos de las jornadas Valladolid Piensa, Festival de Filosofía, que se dirigen al público en general, aunque entre la audiencia había bastantes estudiantes de Filosofía. En la mesa estaban también Óscar Carpintero Redondo (Economía), José Antonio Salvador Insúa (Economía), Pedro González Arroyo (Antropología-Filosofía) y María Caamano (Filosofía), todos de la Universidad de Valladolid. En la mesa redonda y en las preguntas del público se trataron los temas esperables dado el título: que si cuánto hay de ideología en Economía, que si es o no una ciencia o que si los modelos están obsoletos, entre otras cuestiones. Como suele ser costumbre, la mayoría de las críticas atacan a los modelos neoclásicos entendiendo, al parecer, que son toda la Economía moderna o que los supuestos simplificadores de algunos modelos son interpretados como una especie de dogma universal por parte de los economistas académicos. Pero no es mi intención en este artículo hablar de eso (ya lo hemos hecho aquí y aquí, por ejemplo, y seguramente lo sigamos haciendo en el futuro).

Lo más interesante de esta mesa, en comparación con otros actos similares en que he estado, es que la parte crítica con la economía académica no estaba en manos de un economista austriaco o marxista, sino en Óscar Carpintero, que defiende una corriente llamada Economía ecológica. Una de las críticas recurrentes era la falta de elementos en la economía académica para integrar en su análisis los problemas medioambientales. Refuté esta idea con los datos de cómo desde los neoclásicos hasta ahora la Economía no ha dejado de hacer tal cosa. Desde Pigou hasta el libro de texto de Baumol y Oates que algunos hemos disfrutado durante la carrera y, ya en tiempos actuales, la concesión del Nobel de Economía a Nordhaus por hacer precisamente eso que algunos creen que no se hace (sobre Nordhaus hemos escrito aquí y aquí) son tal vez los ejemplos más destacados. Con todo, me asombró la insistencia en esta cuestión a pesar de los datos en contra, así que he dedicado algún tiempo a mirar qué dicen en la Economía Ecológica sobre este tema.

Según entiendo, la crítica tiene que ver con que los métodos actuales de la Economía no podrán dar un valor adecuado al medio ambiente y, por tanto, no podrá usar sus métodos (por ejemplo, aquí). Como alternativa se proponen otros métodos de cálculo. Se me escapa la razón por la cuál la Economía no puede integrar el que se reconozca como el mejor método de cálculo para entender el valor del medio ambiente, pero esta no es la cuestión principal. Lo que quiero hacer ahora es compartir con los lectores cómo veo el problema y la posible solución para conciliar algunas posturas. Para ello usaré el ejemplo de los mercados de emisiones de gases de efecto invernadero.

Este mercado funciona así: el Estado decide cuántas emisiones se permiten anualmente, de manera que quien quiera emitir una unidad de CO2 a la atmósfera deberá obtener una unidad de permisos. Así se garantiza que no se emite más de lo decidido. El Estado puede otorgar los permisos graciosamente o subastándolos, y quienes tienen permisos pueden emitir CO2 o pueden venderlos. El sistema garantiza que los permisos acaban en manos de quien más partido les saca y que el límite de las emisiones se produce al menor coste para la economía.

Falta un detalle: ¿cómo se decide la cantidad de emisiones? En un análisis neoclásico habría que calcular el coste de emitir una unidad, el de emitir dos unidades, tres,..., un millón, 2 millones,... mil millones,... Estos costes deben ser la suma de todo lo que le cuesta a cada individuo esas emisiones, tanto en impacto económico directo como en su valoración del resto de impactos medioambientales y en cómo afecta a las generaciones futuras. Una vez obtenidos, los costes formarían una curva de oferta de derechos de emisiones que, cruzada con la demanda, nos daría la cantidad de derechos y el precio al que se intercambiarán estos.

El problema es doble: por una parte, los individuos no tienen por qué tener una idea clara de cuáles son estos costes y, por otra, aunque los supieran, no hay manera de que se puedan conocer por quien vaya a simular ese análisis oferta/demanda. Incluso es concebible que los individuos prefieran que no se usaran sus estimaciones, por muy bien informadas que estuvieran, sino que se usaran otras que tuvieran en cuenta a las generaciones futuras de una manera distinta a cómo las tenemos en cuenta los individuos (aquí resumí un artículo de Chambers y Echenique sobre esta cuestión).

Por estas razones nadie usa el análisis neoclásico para hacer esta estimación. La crítica a la economía neoclásica por no incluir todos los costes o calcularlos mal es infundada. Los análisis de mercados de emisiones parten de un nivel de emisiones decidido políticamente, y una buena decisión política deberá considerar estudios medioambientales, ingenieriles y económicos. Si las llamadas Ecological economics, Econophysics o Physical economics o alguna otra son capaces de aportar al cálculo del número óptimo de emisiones, adelante.

No habrá ningún conflicto entre ese cálculo y la economía mainstream. Es más, si son correctos, esas nuevas metodologías para realizar los cálculos serán fácilmente adoptadas por la economía académica. Tan simple como eso.

Hay 40 comentarios
  • José Luis, dejando de lado la primera mitad del post, usted comienza la segunda mitad diciendo
    "Este mercado funciona así: el Estado decide cuántas emisiones se permiten anualmente, de manera que quien quiera emitir una unidad de CO2 a la atmósfera deberá obtener una unidad de permisos. Así se garantiza que no se emite más de lo decido" (supongo quiso decir debido).
    No. Ningún mercado funciona así. Eso no es mercado eso es racionamiento coercitivo, lo opuesto a mercado. De igual manera que si el Estado construye un estadio con 100 asientos, cuando la demanda, incluso a un precio alto, es por mucho más de 100, el Estado tiene que elegir un método de racionamiento coercitivo. En un mercado se permite la entrada a quienes están dispuestos a construir más estadios.

    Ningún Estado ni ningún científico ni muchos los charlatanes pueden determinar la cantidad óptima de algo, mucho menos de aquello que todos bien saben lo poco que sabemos. Lo único que puede hacer un economista neoclásico en tal situación --y eso es muchísimo en relación a la ignorancia de todos los demás-- es proponer que se ponga un impuesto alto pero sin fijar cantidades "óptimas" y que el mercado funcione. Sí, eso no le gusta a quienes quieren controlar a los demás, pero entonces el problema nuestro es no ceder a sus ambiciones.

    Además, le recuerdo que el Estado no puede garantizar un resultado, solo puede intentar conseguirlo. Y como siempre el problema es qué está dispuesto a pagar para conseguirlo.

    • Su comentario se aparta del punto de la entrada, pero vamos allá.

      Por partes:

      1. Quise decir "decidido". Gracias por notar el error. Ya está corregido.

      2. El mercado de emisiones se llama mercado por una buena razón, como en todo mercado se juntan oferentes y demandantes (en este caso, de permisos) para decidir transacciones libremente. El número de permisos lo decide el gobierno. Hay muchos mercados que funcionan así debido a limitaciones físicas o de otra índole. El gobierno decide qué frecuencias del espectro electromagnético se pueden usar para telecomunicaciones y las reparte por licencia o subastas, permitiendo que los oferentes o demandantes de licencias las intercambien. El gobierno decide cuánta deuda emitir y los particulares pueden intercambiar deuda a su gusto.

      3. ¿Qué puede significar que se permita la entrada a alguien en este mercado? Cualquiera puede entrar a comprar derechos de emisión. A nadie se le impide. ¿Se refiere a que cualquiera puede entrar a emitir derechos? ¿Yo, como particular, puedo decidir que se emita más CO2 a la atmósfera? No se entiende lo que se quiere decir aquí, ni la analogía con construir más estadios si uno con 100 plazas no satisface la demanda. A no ser que se esté pensando en que alguien pueda construir más atmósfera, más planetas o más espectro electromagnético.

      4. No he hablado de ninguna cantidad óptima, así que no sé a qué se refiere el penúltimo párrafo. He hablado de cantidades decididas como compromiso político usando como base de la discusión el mejor conocimiento de los efectos del CO2.

      5. Un impuesto T al CO2 tendrá como consecuencia una cantidad de CO2 emitida Q. Y una decisión de emitir no más de Q tendrá como consecuencia un precio T por el CO2, igual que el impuesto. Son mecanismos, en principio, equivalentes. Las diferencias pueden venir por la mayor facilidad de diseñar uno u otro. El mercado de emisiones tiene la ventaja de garantizar que se cumple el objetivo. Con el impuesto tendríamos que ir tanteando. Además, a medida que cambien las tecnologías, el impuesto tendría que cambiarse constantemente, mientras que el mercado de emisiones ajustaría el precio rápidamente y sin más intervención estatal.

      6. Si el Estado pone que no se puede emitir sin tener permisos, desde luego que se le puede colar alguien que emita ilegalmente, pero no parece que sea este un sector en el que sea fácil hacer muchas ilegalidades. El C02 viene de la quema de combustibles fósiles, y están bastante bien controladas las cantidades de esos combustibles y en manos de quién están en un primer momento, antes de pasar al consumidor final. Si una eléctrica quiere combustible tendrá que pagar el derecho. Si una gasolinera quiere vender combustible, también. Una vez pagado, el consumidor final no tiene que pagar más por usar electricidad o por llenar el depósito. El permiso ya está pagado y se le traspasa en el precio como cualquier otro coste.

      • 5.- "...el mercado de emisiones tiene la ventaja de garantizar que se cumple el objetivo".

        Hombre no, incluso imaginando un "enforzamiento" perfecto de la ley, la cantidad fijada podría llevar a un precio de las emisiones que causase una recesión que podría no tener "sentido económico" (con una pérdida de bienestar superior a la ganada reduciendo emisiones). Aparte de resultar políticamente inaceptable (que aunque no sea un problema "económico" en teoría, es el problema más complejo en la práctica).

        Necesariamente el establecimiento del límite de emisiones también requeriría "tanteos" (que, además, se decidirían con criterios "políticos"). No veo por qué ese límite, en manos de los políticos, no iba a variar tanto como los tipos impositivos o las leyes educativas: mucho más de lo necesario para que los agentes tomen decisiones de largo plazo basadas en la señal de precios "creada".

        Que el problema "político" es mucho más relevante que el "diseño económico" es evidente en las protestas en Francia y en el doble referendum del estado de Washington rechazando (por dos veces) la implementación de un "carbon tax". Símplemente, la gente no quiere la reducción de bienestar asociada a la reducción de actividad necesaria para reducir emisiones, incluso si los economistas fueran capaces de diseñar el mecanismo para hacer esa reducción lo más eficiente posible (que esa y no otra es su tarea).

        Quizás habría que invitar sobre todo a políticos a esas mesas redondas

        • No sé a qué dices que no al comienzo de tu comentario. Si se imponte un número de permisos de 100 y hay un cumplimiento al 100%, el objetivo de no superar 100 de emisiones se cumple. Luego, en tu argumentación dices otra cosa, que puede haberse calculado muy mal ese número. Eso es otra cosa.

          Desde luego, habrá también prueba y error por las razones que apuntas, pero eso no implica que serán los mismos prueba y error que con los impuestos. En estos últimos también habrá prueba y error por las mismas razones que en el mercado y, además, porque tendrán que acomodarse a los cambios tecnológicos. Esto último lo hace el mercado de emisiones automáticamente.

          En cualquier caso, como he dicho en algún otro comentario, esto se sale del tema de la entrada. No era mi interés defender el mercado de emisiones frente a los impuestos pigouvianos, sino mostrar en un ejemplo una de las malas críticas hacia la Economía.

      • Como referencia para quienes se interesen en el análisis económico del medio-ambiente, recomiendo comenzar por el principio, esto es, por el pequeño libro de John H. Dales “Pollution, Property, and Prices” (U. of Toronto Press, 1968). Dales es considerado el padre de las soluciones pro-mercado porque en su libro propuso recurrir a “mercados” de permisos para contaminar. Aunque no se pueden ignorar ideas previas de Ronald Coase, el libro de Dales sentó las bases. Muy poco después de su publicación, en 1969, el libro era lectura obligatoria en cursos avanzados de Economía Aplicada (antecedente inmediato a lo que luego fueron unidades de políticas públicas) y fue cuando yo lo leí. Su influencia fue mucho más allá de la academia y hasta se fundaron grupos lobbyistas para promover sus ideas (ver p.ej. https://emahq.org que estableció un premio Dales para sus miembros). Las referencias a soluciones pro-mercado son muchas, pero deben distinguirse de las investigaciones académicas —p.ej., Martin Weitzman ha publicado varios documentos teóricos (hoy circula este paper https://scholar.harvard.edu/weitzman/publications/voluntary-prices-vs-voluntary-quantities%03) además de su libro Climate Shock ( http://gwagner.com/books/climate-shock/ ) dirigido a una audiencia no-académica. Advierto, sin embargo, que ambos tipos de análisis ignoran cómo los políticos toman sus decisiones colectivas, cómo se ejecutan y cómo se hacen cumplir.

        • Gracias por la referencia.

          Observo que tienes unos cuantos comentarios más, que además, no se salen del tema principal de la entrada. Te animo a que los resumas en uno solo y así podamos cumplir la política de comentarios.

          • La política de comentarios de este blog tiene problemas similares a los “mercados” de permisos para contaminar. Los problemas son consecuencia de las decisiones de quienes controlan los permisos. En política y gobierno, el control lo tienen personas que pueden recurrir a la coerción arriesgando poco o nada en caso de error, intencional o no. En los comentarios, el control lo tienen personas que pueden excluir arriesgando poco o nada en caso de error, intencional o no. Ambos casos son parte del “juego de la vida”: sí, siempre hay quienes por buenos o malos motivos quedan en posiciones de ejercer coerción o por lo menos de excluir (en el análisis económico la exclusión en el usufructo es una dimensión importante para categorizar bienes y los propietarios-editores del blog tienen derecho a excluir en el usufructo de la tribuna que el blog implica).

            En cuanto al post, siempre he tenido claro su propósito: persuadir a otros que los economistas sí están interesados en cuestiones medio-ambientales como lo prueba el “mercado" de emisiones, un mercado de permisos para emitir una cantidad máxima fijada por el gobierno. Mi crítica es que la prueba se presentó mal. No tengo problema en referirme al trabajo y las clases de Martin Weitzman (ver https://scholar.harvard.edu/weitzman/home ) aunque discrepo tanto con sus apreciaciones no-económicas sobre la importancia del cambio climático como con su análisis económico porque ignora la evidencia sobre la política y el gobierno.

            • La analogía entre la política de comentarios en el blog y los mercados de emisiones está muy cogida por los pelos y no veo cómo aclara nada. En este blog hay un límite de espacio y atención que se controla como en muchos otros lugares de debate. Por ejemplo, se controla también el tiempo y el número de preguntas tras una mesa redonda. Hay libertad de escribir blogs y de hacer mesas redondas. Cada organizador verá cómo compite mejor en el mercado de ideas y se juega su reputación. No es cierto que no se juegue nada, como parece usted dar a entender. Ya he dicho en otro comentario que, no habiendo más que una atmósfera sin que nadie pueda entrar a ofrecer otra, la analogía falla desde su base.

              El propósito de la entrada es el que he declarado. Atribuir otros propósitos sin ofrecer datos es poco recomendable.

  • Hola Artículo muy interesante. Estoy completamente de acuerdo con tu opinión. Creo que ahora todos están pensando solo en el dinero y el poder. Aunque me parece que siempre ha sido así. Una diferencia es que solía haber algún tipo de moralidad y justicia. No creo que antes el dinero fuera menos importante que ahora. Simplemente parecía justicia y esperanza. Lamentablemente ahora no hay tal cosa. Espero que nuestros hijos vivan en un mundo mejor. ¿Sabías que, cito Wikipedia: "La investigación de Costanza se centra en la interfaz entre los sistemas ecológicos y económicos, especialmente a mayores escalas temporales y espaciales. Esto incluye el modelado espacial de nivel para simulación de paisaje; el análisis de energía y materiales a través de sistemas económicos y ecológicos; evaluación de servicios ecosistémicos, biodiversidad, capacidad de carga y capital natural; y análisis disfuncional para alentar sistemas y métodos para corregirlos", fuente -https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Costanza.

  • Más allá de la corriente de la economía ecológica, la crítica esencial de los especialistas en materia ambiental no tiene tanto que ver con que los métodos actuales de la Economía no puedan cuantificar el medio ambiente sino, antes de eso, con la imposibilidad de concederle un valor, ya que los servicios que nos proporciona son, simplemente, incalculables.

    Cito, tan solo, unos pocos ejemplos publicados recientemente en revistas internacionales:

    La pérdida global de especies es ya considerada por muchos especialistas como una “aniquilación biológica” (Biological annihilation) de manera que la eventual ventana de actuación para evitar una crisis global de incalculables consecuencias es cada vez más estrecha (https://www.pnas.org/content/114/30/E6089)

    La cantidad de hielo de Groenlandia (una enorme masa fría esencial en la estabilidad del clima de la Tierra) que se funde anualmente alcanzó en 2012 más de 400.000 millones de toneladas, cuatro veces más de lo estimado anteriormente (https://www.pnas.org/content/early/2019/01/14/1806562116)

    De hecho, ya hay científicos que estiman que estamos alcanzando un punto de no retorno en el clima de la Tierra (https://www.pnas.org/content/115/33/8252).

    ¿Será alguna vez posible que los economistas abran su perspectiva para leer lo que los especialistas en medio ambiente llevan décadas documentando?

    • Si los beneficios son incalculables, nadie los puede calcular. No conozco a ningún economista que presuma de que la Economía lo haga.

      Pareciera que no has leído la entrada. La Economía no calcula el valor del medio ambiente. Puede incluir en sus modelos lo que los gobiernos o individuos consideren. No porque acepte que ese sea el valor en algún modo objetivo, sino porque ese valor será el que pueda explicar el comportamiento económico de los individuos en distintos mecanismos económicos y podremos entender si serán eficientes y sostenibles o no. Se trata justamente de analizar eso.

      Tu última pregunta está totalmente fuera de lugar. Repito otra vez: la Economía dice que una manera de arreglar ese problema es limitar las emisiones de CO2 (¿están cerrados a ello los economistas, acaso?) y permitir un mercado de emisiones. Otra posible es poner un impuesto sobre las emisiones para conseguir ese límite (impuestos pigouvianos sugeridos por los economistas hace muchas décadas).

      Hombres de paja y eslóganes vacuos no, por favor.

      • Gracias por tu respuesta:

        Es evidente que me he explicado mal. Apuntas, en tu respuesta que "...la Economía no calcula el valor del medio ambiente. Puede incluir en sus modelos lo que los gobiernos o individuos consideren. No porque acepte que ese sea el valor en algún modo objetivo, sino porque ese valor será el que pueda explicar el comportamiento económico de los individuos en distintos mecanismos económicos y podremos entender si serán eficientes y sostenibles o no".

        Lo que muchos especialistas en medio ambiente discuten es que la sostenibilidad del comportamiento económico de los individuos pueda explicarse a partir de un cálculo económico de valor en distintos mecanismos, simplemente porque el sistema en su conjunto es radicalmente insostenible, por mera observación empírica.

        De acuerdo con ello, es imposible introducir impuestos pigouvianos que tengan en cuenta todas las externalidades ambientales porque éstas son tan profundas y los daños globales tan graves, que afectan al propio paradigma económico . Hay una extensísima bibliografía científica sobre los efectos que estamos provocando en el medio ambiente en todas las escalas, más allá de la relativa a las emisiones de CO2, que avala tal conclusión.

        • Estaría bien que se explicase por qué no pueden / deben tomarse decisiones calculando costes y beneficios y qué alternativa se ofrece mediante la que se tomen decisiones sin hacer cálculos.

          Y, cuidado, que yo he dicho que se pueden tomar decisiones políticas y, luego, estudiar la manera de que esa decisión implique el mínimo coste. Esas decisiones políticas pueden hacerse sin sopesar costes y beneficios o haciéndolos, aunque sea muy aproximado y con todas las cautelas que se quiera en aquello sobre lo que haya incertidumbre.

          El comentario hace referencia a que el sistema actual es insostenible y que, por tanto, los impuestos pigouvianos (ni ninguna otra medida?) servirán porque lo que hay que hacer es cambiar el paradigma (?). Lo primero es muy posible, y deberemos ver de qué manera debe ir cambiando para introducir sostenibilidad. Que los impuestos pigouvianos o los mercados de emisiones no ayuden es un non sequitur.

          No sé qué significa eso del paradigma ni qué otro se propone, así que no puedo contestar hasta que no se aclare eso.

          Se cierra el comentario con estudios sobre consecuencias del cambio climático. Eso no quita ni pone a la discusión. No es sobre lo que se discute, sino la manera de afrontar el problema de la mejor manera posible.

  • https://www.wsj.com/articles/economists-statement-on-carbon-dividends-11547682910

    Las opiniones de un impresionante plantel de economistas (ciertamente espectacular) sobre el particular. Introduciendo algunos elementos adicionales que no eran parte del debate "filosófico" que plantea Jose Luis, pero de una gran relevancia "práctica":
    * Qué hacer con los ingresos adicionales del carbon tax: deliciosa la idea de repartirlos entre los ciudadanos a modo de "ingreso básico"
    * Como regular las importaciones si el impuesto se aplica en un determinado ámbito geográfico para evitar el "free ride" de algunos productores (ie China)

    Sin duda más amplio que la entrada pero interesante por el nivel de los firmantes.

    • Gracias por la referencia. Se aparta del punto de la entrada, pero ilustra claramente lo errado de la opinión que la Economía académica no se preocupe del asunto, no intente entenderlo o lo vea un tema menor.

  • Felicito al autor de este artículo por su contenido y por su desinhibición, que alguna de las respuestas interpreta como un desafío a la supuesta ortodoxia (siempre considero "supuesta" a la ortodoxia) Me gustaría saber; de verdad, si alguien está convencido, o dispone de las herramientas científicas (o económicas) suficientes para asegurar una vida lo más aproximado posible al concepto "digna" para una Población Planetaria tan gigantesca como la que somos. Sinceramente; y por supuesto que es sólo una opinión, los tiros no van por las "descarbonizaciones" (sic), sino por el Humanismo.
    Desnúdense de carga la ciencia y la economía...y de tremendismo instantáneo nuestras reflexiones o intercambios a destajo de sesudos informes ilegibles en su mayoría capturados en ésta o aquélla página web...Humanismo. Un saludo.

    • No sé por qué dices que no hay que limitar las emisiones de CO2. ¿Acaso no es cierto que emitimos demasiado? Los científicos que trabajan el tema dicen que sí, entendiendo como demasiado el que son causa importante del cambio climático. La dimensión económica (además de la social y otras) de este cambio es también muy importante.

      Tal vez quieras decir que hay que mejorar muchas más cosas en nuestras sociedades. Nadie dice que no. Si no defines qué es el Humanismo y qué propuestas novedosas tiene para vivir todos mejor en el planeta no sé qué entender.

      • Entiéndase por Humanismo (que no humanismo), todas aquellas propuestas en que los egos apabullantes se sustituyen por unos propósitos regidos por ese concepto tan "demodé" que es el Bien Común (el menos común de los bienes). Lo que digo sobre las limitaciones de la emisión de CO2, es puramente léxico al respecto del horrendo y acientífico palabro que "descarbonizar" es. Ante lo apabullante del reto hemos encontrado el atajo de maltratar al lenguaje (descarbonizando cosas, haciendo "sustentables" otras, etc). Personalmente, y de nuevo es una opinión, creo que faltan conocimientos de Bioquímica : Krebs, Función Clorofílica ...y de Termodinámica; también es muy posible que sobren folletines, Nostradamus y tranquilizadores de conciencias por vía parenteral. Aunque como dijo el poeta "de algo hay que vivir"

  • José Luis,
    Mi comentario se aparta un poco del contenido del artículo. No obstante, en mi opinión, la idea de la creación de un mercado de derechos de propiedad plantea una serie de problemas.

    1. Está pensada como una forma de corregir el hecho de que en presencia de externalidades, el resultado de un mercado perfectamente competitivo no será Pareto óptimo. En mi opinión, basar el análisis en el criterio de optimalidad de pareto presenta un problema conceptual importante.
    El objetivo en el caso de la contaminación sería maximizar el bienestar social. En cambio, una situación puede ser pareto óptima y no maximizar el bienestar social. Debido a la existencia de rendimientos marginales decrecientes, una redistribución mejoraría mucho el bienestar de un individuo reduciendo ligeramente el de otro; aumentando por tanto el bienestar social.

    2- En segundo lugar, como explica Michael Sandel, la creación de un mercado puede tener ejemplos contraproducentes. Sandel pone el ejemplo de un colegio que comenzó a cobrar a las madres que recogían a sus hijos tarde, con el fin de reducir el tiempo de espera de los profesores. El resultado fue justamente el contrario: al poner un precio los padres tardaban más en recoger a sus hijos porque creían que al pagar tenían derecho a hacer esperar a los profesores. En el ámbito de la contaminación podría existir el mismo efecto.

    • 1. La optimalidad en Economía significa únicamente no dilapidar recursos. Me parece que en eso estaremos todos de acuerdo. Además de eso, se pueden pedir más propiedades a un mecanismo económico, como que satisfaga algunos criterios de igualdad. El análisis económico permite también estudiar de las maneras más eficientes de conseguir esa igualdad. Por ejemplo, incidiendo en las transferencias de rentas más que en manipular los precios. Nada de lo dicho en la entrada lo impide.

      2. No veo qué aporta el ejemplo de Sandel a la discusión, ¿Que un mercado no siempre arregla las cosas? Nadie ha dicho eso.. Aún así, su ejemplo es muy pobre como caso de un posible fallo de mercado (en cualquier texto de Economía se analizan fallos de mercado mucho más enjundiosos. La escuela puede poner más difícil (más caro) el recoger a los alumnos a deshoras o puede organizar (o dejar que los padres organicen) que se pueda hacer por partes interesadas en hacer el trabajo necesario para ello.

      • Estimado Jose Luis,

        1. Mi critica no va por el lado de la equidad, sino que se refiere a la eficiencia. La clave es que el criterio de optimalidad de Pareto no maximiza ni siquiera la eficiencia. Como la utilidad de la riqueza presenta diminishing returns, redistribuir la riqueza maximizaría el bienestar social aunque la asignación inicial fuera pareto óptima.

        2. El argumento de Sandel no se limita a ilustrar un fallo de mercado, sino que ejemplifica cómo la creación de un mercado puede crear un problema que no existía sin él. Por tanto no estamos hablando de que los mercados fallan (eso nadie lo duda), sino de que puede haber ocasiones en que sea mejor que no exista un mercado.

        • -El criterio de Pareto optimalidad sí implica eficiencia. No sé qué es maximizar la eficiencia, puesto que las asignaciones eficientes son muchísimas. El ejemplo que pones no desdice eso. O bien estás hablando del criterio de igualdad o bien estás hablando de un criterio de eficiencia ex-ante (antes de conocer la función de utilidad). Esto ocurre porque estás definiendo el bienestar social como una función de las utilidades de los individuos que incluye aspectos de igualdad (tus rendimientos decrecientes). Nada en el criterio de optimalidad te impide pedir más cosas además de la optimalidad (ex-post). Dicho de otra manera: añadiendo cualquiera de esos otros criterios, lo que encuentras sigue siendo algo óptimo en sentido de Pareto.

          -En el ejemplo de Sandel introduces mal un mercado y te sale mal la cosa. Podías introducirlo bien para que te saliera bien. No es un argumento contra los mercados de emisiones. Que su argumento sea malo tampoco es argumento a favor, claro. Lo que estoy diciendo es que su argumento es irrelevante, no será por ese tipo de argumentos que podamos dilucidar cuándo funciona bien un mercado y cuándo no.

  • Francamente, el artículo es intachable, pero contiene un fallo, no desde el prisma del economista sino de la realidad.
    "¿cómo se decide la cantidad de emisiones? En un análisis neoclásico habría que calcular el coste de emitir una unidad, el de emitir dos unidades, tres,..., un millón, 2 millones,... mil millones,... Estos costes deben ser la suma de todo lo que le cuesta a cada individuo esas emisiones, tanto en impacto económico directo como en su valoración del resto de impactos medioambientales y en cómo afecta a las generaciones futuras."
    ¿Qué coste tiene la subida de 2 grados? ¿De un m. del nivel del mar? ¿Cómo valoramos un año de vida? https://pubs.acs.org/doi/full/10.1021/acs.estlett.8b00360
    Y por último y poniéndome feo ;-), ¿qué valor le damos a la posible desaparición de muchas especies o de la nuestra?
    Y para los defensores de la energía nuclear, ¿qué valor le damos al mantenimiento de cementerios de residuos de entre 6.600 y 130.000 años? http://www4.tecnun.es/asignaturas/Ecologia/Hipertexto/13Residu/150ResRadi.htm
    Y sigo pensando que el procedimiento es el adecuado, solo que como no hay dinero en el mundo que pueda pagar el coste, no queda otra que cambiar el sistema.

    • Tomes la decisión que tomes, estarás aplicando una valoración de manera implícita.
      Si una sociedad se quiere gastar 100 en salvar una especie de la extinción, pero no 1000, estás valorando evitar esa extinción entre 100 y 1000. Eso no es algo que diga el economista, es lo que está diciendo la sociedad. Si salvar la especie cuesta incluso más de 1000, por ejemplo 10.000.000.000, y no hay ese dinero en el mundo, pues me parece que la especie se extinguirá en este sistema y en cualquier otro. Desde luego, será más fácil evitar una extinción cuando el problema no es grave que cuando ya quedan pocos ejemplares.

      Precisamente porque es difícil sino imposible hacer el cálculo de lo que nos interesa cada cosa a cada uno es que hay que tomar decisiones políticas. Lo que he dicho en la entrada es que estas se pueden integrar en los modelos económicos para minimizar su coste y que esa decisión política no puede desentenderse de lo que diga el mejor saber en cada momento y en cada ciencia.

    • El dinero no sirve para pagar nada. De hecho, ni siquiera existe en la inmensa mayoría de las teorías y modelos económicos (de eso, quizás, si se puede acusar a la Economía).

      No se paga nada con dinero. La "realidad", esa que mencionas y que no sé si es un prisma o una esfera, es que reducir el nivel de emisiones supone una reducción en nuestro grado de bienestar (que es un concepto más "agradecido" para los modelos económicos). Lo único que pueden hacer los economistas (y no es poco) es conseguir que una determinada reducción de emisiones se consiga reduciendo el bienestar lo menos posible (modelo de "mercado de emisiones") o, alternativamente, que una reducción de bienestar determinada produzca la mayor reducción de emisiones posible (modelo de impuesto pigouviano).

      Pero qué nivel de reducción de emisiones es el óptimo o qué reducción de bienestar podemos aceptar es una decisión política, no económica. Y en esa "realidad" que apuntas, lo cierto es que la gente no quiere ninguna reducción de bienestar (valora más lo que tendría que dejar de consumir hoy que la posible mejora en los grados o la subida del nivel del mar ... lo de la internalización del coste de los residuos nucleares es totalmente otro tema).

      Ni los franceses, ni los habitantes del estado de Washington parecen estar dispuestos a que les cueste un dolar más lo que consumen (o lo que es lo mismo, a consumir menos con los mismos dólares) para reducir las emisiones. Ese no es un problema de la Economía.

      • Creía que estaba claro que el dinero hacía referencia a recursos. Decir que no hay dinero para pagar algo es decir que no hay recursos. Que se pueda concebir una economía sin dinero no quita nada al significado que parecía estábamos dando ambos a esa expresión. Por lo demás, yo ya he dicho que la decisión del límite es política y tú lo repites como si yo hubiera dicho otra cosa (o eso me parece). Por supuesto, si a nadie le importa el medio ambiente, este se deteriorará. Eso es de Pero Grullo. Toda la discusión política y social que hay al respecto parece indicar, empero, que cada vez importa más.

  • En el artículo se alude a dos cosas diferentes. A cómo determinar el nivel de emisiones deseable y a cómo conseguirlo (proponiendo los impuestos o mercados de emisiones como instrumentos más deseables). Los dos temas pueden ser polémicos y los términos “economía académica” y “economía ecológica” engloban autores muy diversos, pero la mayor oposición –y la más importante teóricamente- está precisamente en la primera de las cuestiones y no en la segunda. No es en absoluto verdad que la mayor parte de la economía académica renuncie a estimar un valor supuestamente “óptimo” de emisiones de gases de efecto invernadero. Para muchos la economía del cambio climático se identifica con Nordhaus quien es sobre todo conocido, y por ello ha recibido el premio Nobel, por un modelo económico-climático de estimación del “óptimo económico” (o nivel eficiente) de emisiones. Los economistas ecológicos tenemos multitud de objeciones al modelo de Nordhaus (por ejemplo. denunciamos que descuenta las utilidades de las generaciones futuras, lo que consideramos éticamente injustificable) y nos cuestionamos el propio concepto teórico de emisiones “óptimas” o “eficientes” aunque estaríamos encantados que se hiciese pagar por emitir gases de efecto invernadero. Ferreira lo ha entendido al revés por lo que le recomiendo la lectura de nuestro artículo http://revistaeconomiacritica.org/sites/default/files/EmilioPadilla-JordiRoca_Nordhaus_0.pdf en donde desarrollamos una crítica al modelo de Nordhaus

    • En la entrada no he dicho que los economistas académicos renuncien a calcular niveles óptimos de emisiones. Tampoco creo que se me haya escapado algo así en los comentarios siguientes. Lo que he dicho es que no lo hacen como debería hacerse según el modelo neoclásico. El propio Nordhaus, p.e., hace estimaciones partiendo de preferencias agregadas más o menos justificadas.

      Me acabo de leer el escrito sobre las críticas a Nordhaus y veo tres:

      1. Se critica el uso de una tasa de descuento y no otra que valore más el futuro. Esto no es una crítica metodológica. Se refiere a calibrar el modelo con un parámetro u otro. Si una tas de descuento es mejor que otra, adelante. Parece que se critica a Nordhaus el que use la tasa de descuento que parece ser más consecuente con lo que sabemos de estas preferencias sociales en lugar de proponer otra.

      2. Se critica que use una función de costes cuadrática. De nuevo, esto no es una crítica fundamental. Si se mejora el modelo con otra función que explique mejor las cosas, adelante.

      3. Se critica que se intenten valorar las cosas. Eso ya no lo entiendo. ¿Tomar decisiones sin echarse unas cuentas? ¿Basándose en qué? ¿Cuál es la propuesta alternativa? ¿Cómo convencer de ella?

      Así todo, como he hecho en algún comentario anterior, Incluso si políticamente se decide un nivel de emisiones 100 y este nivel no está basado en ningún análisis coste-beneficio, el mercado de emisiones seguiría siendo un sistema interesante para proceder tras ese límite (el mercado de emisiones o cualquier otro mecanismo diseñado con las leyes económicas en la mano y no contra ellas).

  • Enhorabuena por el artículo y por sacar un tema tan interesante. En mi opinión, el desacuerdo de la economía ecológica no tiene tanto que ver con los métodos de la economía convencional como sobre todo con el objeto de la misma.

    La economía convencional ha abandonado la visión que tenían los fisiócratas para acabar en el terreno del valor y lo monetario. Esto, para un economista ecológico es ontológicamente erróneo (el valor es un constructo) y éticamente inaceptable (deja de lado problemas fundamentales para nuestra especie a largo plazo). Recomiendo "La economía en evolución" de José Manuel Naredo.

    El ejemplo que has puesto, el cap and trade es aceptado por muchos economistas ecológicos (matices aparte) porque es un sistema físico, se reparten toneladas. Claro que el problema es que no hay un cap and trade para todo el planeta sino solo en unos pocos países y por eso el cap no puede cumplir su objetivo.

    Sin embargo, un economista ecológico no está de acuerdo por ejemplo:
    - La valoración monetaria del medio ambiente, que no tiene en cuenta en verdadero valor del medio, arrastra mucha incertidumbre y se limita algo arbitrariamente el valor "razonable".
    - El coste-beneficio, por lo mismo.
    - La sostenibilidad débil y la sustituibilidad ilimitada de capital físico por capital manufacturado.

    Ojo, yo no soy economista ecológico, solo trato es exponer (muy simplificadamente) lo que creo es su visión 😉

    • No sé a qué llamas economía convencional. La Economía moderna tal y como se practica en el entorno de las mejores universidades y las mejores publicaciones tiene el bienestar de los individuos como vara de medir las propiedades de cada mecanismo económico y las consecuencias de cada política económica. Libros como el de Naredo son interesantes, pero son muy descriptivos y poco o nada analíticos. Es decir, no proponen un modelo operativo con el que trabajar.

      El problema de que las políticas por países o grupos de países no serán efectivas a no ser que se extiendan a todo el planeta es un problema para cualquier medida que quieras adoptar (por muy inspirada que esté en la economía ecológica), no solo para el cap and trade, así que esto no es ninguna crítica a este mecanismo particular.

      No sé qué es el "verdadero valor" del medio ni a qué llamas "valoración monetaria del medio". La valoración económica dependerá de la valoración que hagan los individuos. Incluirá beneficios y costes que se puedan esperar de usar un recurso o de mantenerlo, pero en ninguna parte de la Economía dice que esos beneficios y costes sean los de una determinada actividad empresarial. La Economía debe incluir todos los beneficios y todos los costes.

      La sustituibilidad ilimitada de capital físico por capital manufacturado no es un supuesto necesario ni se postula siempre, ni es inherente al análisis económico. Eso sí, es conveniente para algunos modelos en los que esa sustituibilidad explica bien algunas cosas. Pero incluso en esos modelos no se lleva al extremo que se quiere caricaturizar. El hecho es que sí existe esa sustituibilidad y también que existen factores difíciles de sustituir. Ambas cosas se pueden incluir y se incluyen en los modelos.

      No sé a qué llamas sostenibilidad débil. Pero sospecho que toda sostenibilidad lo es, desde el momento en que hay recursos no renovables y el sol acabará con la vida en la Tierra alguna vez. La cuestión es cómo usar los recursos no renovables de la mejor manera posible hasta que podamos bastarnos con los renovables o hasta que se acabe el planeta.

      • Hola José Luis,
        Son muchos temas, algunas respuestas. Insisto en que estoy haciendo de abogado de la causa de otros:
        - Estoy de acuerdo en lo poco operativo que de algunos modelos que proponen (sobre todo en macroeconomía). Solo quería insistir en que la clave para ellos es un enfoque físico, tipo fisiocrático. Si no hay un objeto no hay producción. Solo el sector primario es puramente productivo.
        - Por valoración monetaria, me refiero al conjunto de técnicas orientadas a cuantificar el valor de bienes o servicios ambientales. Tanto las de preferencias reveladas (función de producción, coste de reposición, precios hedónicos, costes de viaje) como declaradas (valoración contingente, choice modelling…). Están en cualquier manual de economía ambiental. Para un economista ecológico estos métodos tienen demasiada incertidumbre y se limitan arbitrariamente. Por ejemplo, si todo el mundo está dispuesto a pagar un euro por proteger al oso panda de la extinción, el valor debería ser de 7.000 millones. Pero la valoración contingente por costumbre siempre se limita a un país por "valor razonable". Ídem con el coste de reposición.
        - Lo de sostenibilidad fuerte frente a débil se refiere precisamente a esa idea de la sustitución de capital natural por otros. También es un término de manual. Para un economista ecológico eso que planteas de usar recursos hasta que se acaben no es ético por un tema de justicia intergeneracional.

        • -Será un enfoque físico o lo que sea. Lo que importa es que esté bien definido y sea operativo. La Economía también tiene un enfoque físico: lo que importan son las cantidades de bienes y servicios que se producen y cómo se reparten. Precios, mercados, regulaciones, tasas, cuotas,... son únicamente instrumentos para realizar la producción y el reparto. El objeto de la Economía como ciencia positiva es describir las propiedades de esos mecanismos para poder hacer previsiones.

          -La incertidumbre la acepta un economista ecológico y para cualquiera. No entiendo esa parte de la crítica.

          -No he dicho nada de usar recursos hasta que se acaben. He hablado de cómo usar los no renovables hasta que podamos valernos de los renovables.

  • José Luis, gracias por tu respuesta que, sin embargo, no encuentro convincente:
    1. Nuestra crítica sí es metodológica. No creemos que la política de cambio climático se deba enfocar desde una perspectiva utilitarista y menos con un utilitarismo que descuenta el futuro. No se trata de cuál ha de ser la tasa de descuento. Es una crítica de la economía ecológica compartida por otros autores: como LLavador, H, Roemer, J., Silvestre, J. (2015): Sustainability in a Warming Planet.
    2. La crítica a la función de costes del cambio climático se refiere a la arbitrariedad de cualquier función de costes cuando se consideran cambios de temperatura mucho mayores a los experimentados en toda la experiencia histórica. De nuevo la crítica no solo viene de la economía ecológica: por ejemplo, Pindyck, R.S. (2017): “The Use and Misuse of Models for Climate Change”, Review of Environmental Economics and Policy, vol. 11.
    3. Las decisiones se han de basar en el máximo de información (si es posible cuantitativa). Lo que se cuestiona es que medir -arbitrariamente- en dinero todos los costes y beneficios de la política de cambio climático sea una buena alternativa. Bajo el nombre de “optimalidad” o “eficiencia económica” se esconden los supuestos y elecciones éticas del analista.
    Recordemos que el mismo día que se informaba del Nobel a Nordhaus (su trayectoria “óptima” llevaría a un cambio de unos 3,5℃) el IPCC hacia una llamada urgente a hacer todos los esfuerzos para no superar los 1,5℃.

    • 1. El modelo de Llavador, Roemer y Silvestre sigue siendo utilitarista en el sentido de usar las funciones de utilidad como manera de resumir lo que le importa a cada individuo. Que ellos quieran diferenciar con dos términos (utilitarista y sotenibiliutilitarianista) los modelos que usan de tasas de descuento y los que usan estados estacionarios para lidiar con el futuro es otra cosa. Ambos modelos son estándar en Economía (ellos mismos aluden a la tradición de los turnpike theorems para ello). Este será un debate entre modelos dentro de la Economía académica. No tengo ningún interés en que gane uno u otro. Tengo interés en saber cuál diagnostica mejor los problemas y ayuda a solucionarlos.

      2. Criticar cualquier función de costes significa no querer acotar bien cómo influyen los costes en las decisiones. Pindyck no critica eso, dice que todavía sabemos poco sobre cómo integrar el cambio climático en los modelos, que debemos avanzar todavía mucho en ellos antes de sentirnos satisfechos. Alerta, además, del peligro de creer que sabemos más de lo que sabemos con los modelos actuales. Nada que objetar. Nada que desmienta nada de lo que digo en la entrada: incluso si admitimos que no sabemos nada y por cautela queremos limitar políticamente las emisiones a 100, pongamos ese límite y dejemos que funcione el mercado de emisiones (en lugar de dictar quién usa cuántos permisos) o pongamos impuestos pigouvianos que impliquen ese límite (en lugar de conceder licencias para emitir de manera arbitraria).

      3. Lo de usar la máxima información ya lo he dicho yo en la entrada. Ahí estamos de acuerdo. Lo que no sé es cómo puedes evitar que al tomar decisiones estés usando una métrica, quieras que no. Si tienes que decidir que la gente viva en al área A o en el área B y dejar la otra área como parque natural, y consideras que vivir en A tiene un beneficio sobre el B de 100 medido en dinero, pero vivir en B tiene un beneficio ambiental definido como quieras (hay más biodiversidad en A, por ejemplo), y decides que se viva en A y se deje B como parque, estás diciendo que valoras esa diferencia de biodiversidad entre A y B en menos de 100. Si decides al contrario, es que la valoras en más. No hay escapatoria.

      En Economía, optimalidad o eficiencia significan lo que he apuntado antes: no dilapidar recursos. Si alguien quiere hacer otra cosa con esas palabras, es su problema, no el de la Economía académica. Critica a esa persona, no a la ciencia económica.

  • En el contexto que hablamos optimalidad significa más que “no dilapidar recursos”. Así, cuando se habla de “impuestos pigouvianos” se entiende no solo que los impuestos tienden a reducir la contaminación de forma coste-eficiente (de acuerdo) sino también que su valor ha de coincidir con el coste marginal de la contaminación. Este terreno es más problemático. Decidir es comparar entre alternativas sopesando pros y contras. Lo que no comparto es que para comparar hay que medirlo todo en una misma unidad, como el dinero. Sí hay escapatoria. Tanto nosotros como los gobiernos constantemente tomamos decisiones sin utilizar una única métrica. Si uno cree que vale la pena asumir un coste de 100 unidades monetarias para conservar la biodiversidad de un espacio natural, de alguna forma considera la biodiversidad más “valiosa” que el coste. Esto es tautológico. La cuestión es si es adecuado un ejercicio de valoración de la biodiversidad para determinar la mejor alternativa usando las controvertidas técnicas de valoración monetaria ambiental. En el caso climático, ¿es pertinente, por ejemplo, medir en millones de euros el dolor y conflictos que pueden suponer las migraciones provocadas? Las decisiones no pueden evitar juicios éticos sobre temas de justicia intra e intergeneracional ni respuestas sobre cómo afrontar las incertidumbres. Sobre cómo veo todos estos temas se puede leer nuestro libro: Joan Martínez Alier y Jordi Roca Jusmet, Economía ecológica y política ambiental (FCE,México)

  • En el contexto que hablamos optimalidad significa más que “no dilapidar recursos”. Así, cuando se habla de “impuestos pigouvianos” se entiende no solo que los impuestos tienden a reducir la contaminación de forma coste-eficiente (de acuerdo) sino también que su valor ha de coincidir con el coste marginal de la contaminación. Este terreno es más problemático. Decidir es comparar entre alternativas sopesando pros y contras. Lo que no comparto es que para comparar hay que medirlo todo en una misma unidad, como el dinero. Sí hay escapatoria. Tanto nosotros como los gobiernos constantemente tomamos decisiones sin utilizar una única métrica. Si uno cree que vale la pena asumir un coste de 100 unidades monetarias para conservar la biodiversidad de un espacio natural, de alguna forma considera la biodiversidad más “valiosa” que el coste. Esto es tautológico. La cuestión es si es adecuado un ejercicio de valoración de la biodiversidad para determinar la mejor alternativa usando controvertidas técnicas de valoración monetaria ambiental. En el caso climático, ¿es pertinente, por ejemplo, medir en millones de euros el dolor y conflictos que pueden suponer las migraciones provocadas? Las decisiones no pueden evitar juicios éticos sobre temas de justicia intra e intergeneracional ni sobre cómo afrontar las incertidumbres. Sobre estos temas se puede leer nuestro libro: Joan Martínez Alier y Jordi Roca Jusmet, Economía ecológica y política ambiental (Fondo de Cultura Económica, México).

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