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Fracaso en la educación obligatoria: rendimiento e igualdad de oportunidades

de Antonio Villar

1.- La educación obligatoria persigue proporcionar una formación básica generalizada que permita a los individuos tener una vida personal rica e integrarse adecuadamente en la vida laboral y social. Esta formación básica supone un mecanismo de progreso social en un doble sentido: (a) Mejora la dotación de capital humano y con ello se contribuye al desarrollo económico y social; y (b) Constituye uno de los elementos clave para alcanzar la igualdad de oportunidades.

Conviene recordar aquí, para poder entender adecuadamente los resultados, que el sistema educativo no es sólo “la escuela”. La formación obtenida deriva de la interacción entre la escuela, la familia y la sociedad.

El conocido informe PISA (acrónimo de Programme for International Student Assessment) es un estudio trianual, coordinado por la OCDE, que proporciona la mayor base de datos disponible para la evaluación del rendimiento escolar de los estudiantes de 15 años. Su objetivo fundamental es colaborar a la mejora de los procesos educativos y de los resultados del aprendizaje, a través de una comparación internacional basada en la evidencia. Alrededor de medio millón de estudiantes realizaron las pruebas en el año 2012 (últimas disponibles), representando una población de unos 26 millones de jóvenes escolarizados en 65 países o grandes áreas.

El elemento más conocido del informe PISA se refiere a los valores medios de los test realizados por los estudiantes, que proporcionan una medida de los conocimientos y habilidades adquiridos. Pero, además, PISA proporciona información sobre el entorno personal de cada estudiante (familia, colegio, compañeros de clase), sus hábitos de estudio, sus actitudes frente al aprendizaje, su grado de compromiso y su motivación. Todos los datos obtenidos, convenientemente anonimizados, están disponibles para los estudiosos y la población en general.

Algunos países, entre ellos España, han ampliado sus muestras para tener datos significativos a nivel regional (excepto en el caso de Comunidad Valenciana, Castilla La Mancha y Canarias, para la oleada de 2012).

Además de la puntuación de los resultados de los test (en una escala de 0 a 1000 normalizada en el año 2000 con una media de 500 y una desviación típica de 100), PISA clasifica los logros educativos en seis distintos niveles de competencia, en función de las capacidades alcanzadas. Cada escalón en esta escala de competencias añade nuevas capacidades a las del escalón previo. La distribución de los estudiantes de los diferentes países y regiones entre estos niveles de competencia resulta muy diversa, mucho más que los valores medios de los test. El hecho de que las puntuaciones de los test de PISA no sean capaces de reflejar esta diferente distribución de competencias indica que comparar estos valores supone ignorar rasgos importantes del sistema educativo.

La OCDE singulariza los niveles de competencia 2 y 5 como puntos de referencia para determinar las competencias mínimas y la excelencia. Identifica el nivel 2 como el nivel esencial de conocimientos que permite a un individuo enfrentarse al futuro con posibilidades de éxito. Los estudiantes por debajo del nivel 2 son considerados como estudiantes de bajo rendimiento. El % de estudiantes con nivel 2 o superior puede considerarse como una medida de inclusión, en el sentido de que cuentan con un capital humano suficiente para un adecuado desarrollo de su vida personal y social. Los estudiantes con nivel 5 o superior son aquellos de alto rendimiento.

Si comparamos la situación de España con la media de la OCDE observamos que nuestro % de estudiantes con bajo rendimiento es ligeramente superior (en torno a un 5% más alto) y también que la diferencia es mucho más abultada en el caso del % de estudiantes de alto rendimiento (un 40% inferior a la media de la OCDE)

Tabla 1

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Las comunidades autónomas españolas muestran una gran diversidad en las proporciones de estudiantes de alto y bajo rendimiento. El Gráfico 1 ilustra la situación (hemos agrupado las tres regiones para las que no hay datos individuales bajo el rótulo de “Resto de España”).

Gráfico 1

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Andalucía, Baleares, Extremadura, Murcia y Resto de España presentan valores de bajo rendimiento sustancialmente mayores que la media nacional, al tiempo que el porcentaje de estudiantes de alto rendimiento es también claramente menor que la media. Lo contrario ocurre en Castilla León, La Rioja, Madrid, Navarra y País Vasco.

2.- El principio de igualdad de oportunidades es un desiderátum presente en gran parte de las sociedades. En el caso de la educación obligatoria este principio resulta especialmente relevante, dado el papel que la educación juega en las posibilidades futuras de los ciudadanos. Un sistema educativo presenta mayor igualdad de oportunidades cuanto menos dependen los resultados de los estudiantes de su origen familiar. La idea es que la escuela debiera servir como elemento de compensación de las diferencias socio-económicas y culturales de las familias de origen de los alumnos. Queremos plantear ahora hasta qué punto eso se consigue en nuestro país.

PISA elabora un Índice Socio-económico y Cultural que resume las características del entorno familiar de cada estudiante (ocupación y nivel de estudios de los padres, posesiones culturales, etc.). A partir de esta información vamos a comparar los resultados de los estudiantes provenientes de las familias con menos recursos con aquellos provenientes de las familias con más recursos. Identificaremos estos tipos de familias con el primer cuartil y el cuarto cuartil de la distribución del Índice Socio-económico y Cultural específico de cada región (el 25% con menos recursos y el 25% con más recursos en cada territorio).

La pregunta que queremos responder es: ¿Hasta qué punto depende la distribución de resultados de los estudiantes por niveles de competencia de sus condiciones socio-económicas? Más precisamente: ¿Cómo se distribuye el alto y el bajo rendimiento entre los hijos de las familias más pobres y las más ricas? Utilizaremos los datos relativos a las competencias matemáticas, porque son el centro del estudio PISA 2012 (cada tres años el foco del estudio va rotando entre matemáticas, comprensión lectora y ciencias). En todo caso los resultados en matemáticas no difieren mucho de los de las otras materias.

Lo que proponemos aquí como forma de evaluar la situación de los sistemas educativos es no centrar la atención en las puntuaciones medias del test como elemento básico, porque esas valoraciones esconden la información relativa a la distribución de competencias y al impacto del origen familiar. Se trata de sustituir un único número (el valor medio del test) por un vector que nos informa sobre los porcentajes de estudiantes con alto y bajo rendimiento según su origen social. De este modo intentamos identificar las fortalezas y debilidades de los sistemas educativos a la hora de proporcionar una formación básica a la ciudadanía con independencia de su clase social.

Veamos cómo cambia la distribución del rendimiento de los estudiantes según el grupo social, comparando España con la OCDE. La diferencia de resultados que se observa ilustra que todavía queda un largo camino para alcanzar el ideal de igualdad de oportunidades.

Tabla 2

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Cabe considerar dos tipos de discriminación educativa según el grupo social: discriminación “por arriba” (diferencias en el % de estudiantes de alto rendimiento según su grupo social) y discriminación “por abajo” (diferencias en el % de estudiantes con bajo rendimiento según su grupo social). Una forma sencilla de medir la magnitud de esa discriminación es preguntarnos cuántas veces más estudiantes de alto rendimiento hay entre los ricos que entre los pobres, y cuántas veces más estudiantes con bajo rendimiento hay entre los pobres que entre los ricos (una medida del tipo ratio de Palma o ratio 80/20, usual en el caso de la distribución de la renta).

Haciendo esta comparación a partir de los datos de la Tabla 2 vemos que en España el valor de la discriminación “por arriba” es de 6,9 veces, frente a 5,3 en la OCDE (un 30% más). En cuanto a la discriminación “por abajo” España presenta un valor de 4,8 frente a un 3,9 en la OCDE (un 23% mayor). Es decir, España presenta menores porcentajes de estudiantes de alto rendimiento que la media de la OCDE, mayores porcentajes de estudiantes con bajo rendimiento, y mayores niveles de discriminación, tanto “por arriba” como “por abajo”. O sea que nuestro sistema educativo funciona peor y es sustancialmente más discriminatorio que la media de la OCDE.

El gráfico 2 describe estos tipos de discriminación social en la educación obligatoria en las diferentes comunidades autónomas españolas. Observamos que, por lo general, la discriminación “por arriba” es mayor que la discriminación “por abajo” (excepto en los casos de Asturias y La Rioja). Destaca la discriminación “por arriba” en Andalucía y en el Resto de España, mientras que Asturias, Cataluña y La Rioja presentan los mayores valores de discriminación “por abajo”.

Gráfico 2

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3.- A partir de los datos presentados cabe concluir que los principales problemas de nuestro sistema educativo son:

(a) Un problema de eficiencia: El fracaso en asegurar los conocimientos esenciales a toda la población y en generar un porcentaje razonable de estudiantes con alto rendimiento.

(b) Un problema de equidad: La distribución de competencias depende fuertemente del origen social de los estudiantes. Nuestros colegios están lejos de la media de la OCDE a la hora de compensar las diferencias sociales.

(c) Un problema de desigualdad territorial. La distribución de resultados de los estudiantes también depende de la región de residencia.

En resumen: El sistema educativo español no parece garantizar la igualdad de oportunidades sino que presenta indicios de contribuir a la formación de las élites en función del origen social y la comunidad de residencia. Dadas las diferencias existentes entre la forma de manifestarse la desigualdad de oportunidades, difícilmente cabe pensar en un remedio que sea igual para todos los casos.