Esta No es la Universidad Pública que Queremos (ni Merecemos)

de Fran Beltrán, José Luis Ferreira, Libertad González y Pedro Rey Biel

Llevamos dos semanas con el foco mediático centrado en el master realizado (o no) por la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid en la Universidad Rey Juan Carlos, sobre el que ya hicimos un breve comentario, antes de que se sucedieran y se desmintiesen múltiples justificaciones, aquí. Más allá de la exigencia de responsabilidades políticas sobre éste y otros casos que están saliendo, que tanto en su grado como en sus tiempos parecen motivadas por cálculos electoralistas, como académicos nos preocupa la cuestión de fondo, que es la imagen que se está ofreciendo sobre la forma de proceder en la universidad pública: exámenes y trabajos que se aprueban sin presentarse, actas falsificadas, créditos de postgrado convalidados con créditos de grado, plagios, tesis que no aparecen, profesores presionados y amenazados, etc. Lejos de minimizar su importancia, tratada desde algunos partidos políticos como "pequeñas irregularidades por parte de la universidad", creemos que este caso es sintomático de una grave y eterna crisis en el sistema universitario español que los múltiples y aplazados planes de reforma universitaria no han conseguido cortar de raiz.

Nuestra intención no es generalizar ni ser alarmista, pero tampoco escurrir el bulto: a lo largo de nuestras carreras universitarias en universidades públicas españolas hemos conocido suficientes ejemplos de corruptelas diversas, quizá no tan extremas como las que están saliendo estos días, pero igualmente graves y alejadas de lo que aspiramos que sea la universidad, como para aplicar nuestro análisis no a la universidad concreta sobre la que se habla estos días (que en todo caso tiene un historial de escándalos que llama la atención) sino al conjunto de ellas. Es cierto que no todas las universidades (y especialmente no todas las facultades y menos aún todos los departamentos) son iguales. Pero también es cierto que la sombra de la sospecha acecha al conjunto de la universidad pública, pues estas prácticas están suficientemente extendidas y aquellas facultades que hacen las cosas razonablemente bien apenas cuentan con instrumentos ni con la atención, ni de los medios de comunicación ni de las autoridades educativas, para conseguir diferenciarse de las demás. Seguimos con la percecpción de que una misma titulación de dos universidades públicas, por el mero hecho de serlo, es equivalente y por ello, cuando se comprueba que un título concreto se puede obtener básicamente sin hacer nada, su valía y la de los títulos equivalentes de otras universidades terminan valiendo eso... nada.  Y ahí es donde está el problema más serio, en el desprestigio extendido no ya sólo sobre los alumnos que con su esfuerzo han obtenido un título, sino también sobre las facultades que intentan hacer las cosas de otra manera.

Ocurre lo mismo, aunque al revés, con los intentos de otorgar etiquetas positivas: existen tantos "campus de excelencia" en nuestra universidad, que serlo no significa ya nada. ¿Por qué no buscamos la excelencia real de nuestras universidades promoviendo la diferenciación y la competencia entre centros por atraer talento, publicar en las mejores revistas científicas y ofrecer aquellas titulaciones que mejores oportunidades laborales ofrecen? Creemos que desde la administración pública se favorece un sistema que otorga certificaciones profesionales, sin importar mucho los conocimientos adquiridos, igual que desde la empresa privada se usa la titulación universitaria como una señal de productividad futura, sin importar tampoco mucho lo que se haya aprendido. En esa incertidumbre, en la que la actividad universitaria poco importa, tendemos a creer que por su titularidad pública y similar financiación, todo es lo mismo. Entramos con ello en el doble juego de otorgar prestigio académico a quien por sus méritos reales no deberíamos dárselo, por mucho que haya conseguido acreditarse como catedrático, y a la vez sospechar que esos títulos no significan gran cosa... ¡Pero es mentira! Tenemos buenísimos investigadores, carreras y másters de gran nivel. El problema es que les damos el mismo nombre que a otros.

Frente a quienes se espantan por un exceso de hacer rankings, creemos que la publicación sobre el lugar internacional que ocupan nuestras universidades y académicos, tanto en comparaciones sobre investigación, como en calidad docente o en capacidad de colocar a sus alumnos en el mercado laboral, debería extenderse aún más, y sobre todo, hacerse con mayor nivel de desagregación: no es sólo hablar del ranking de tal universidad en general, sino de tal titulación en una facultad en particular, o de la actividad de un departamento concreto. Les aconsejamos que, especialmente ante el desprestigio institucional actual, presten atención a estas clasificaciones, así como al currículum investigador internacional del claustro, a la hora de decidir qué estudios seguir y dónde realizarlos. Afortunadamente, hoy en día ya es más sencillo matricularse en un campus de una región distinta a la que vive uno, por mucho que el coste diferencial de vivir fuera siga creando un problema de discriminación por renta. Quienes contraten a los recién licenciados por una universidad española o bien dejarán de hacerlo o buscarán cada vez más a los titulados por una facultad que haya sabido distinguirse de la mediocridad y corrupción reinante.

Con frecuencia se publica que ninguna universidad española está entre las 200 mejores del mundo, pero cuando desagregamos por facultades afortunadamente encontramos que 21 titulaciones españolas están cada una entre las 50 mejores del mundo en su áreas. ¿Qué es lo que las hace distintas?

Aunque son múltiples las razones, creemos que un aspecto común a todos los escándalos que se están publicando es la influencia de la jerarquía de poder que otorga el arcaico sistema de asignación de plazas de funcionario. En las explicaciones que están dando la mayoría de los profesores estos días siempre aparece un rector, un decano o un catedrático dando órdenes para hacer algo extraño a un cargo inferior, normalmente un profesor sin plaza fija y que casualmente ha sido estudiante o "mentorado" del primero. No es la primera vez que les hablamos de la endogamia como uno de los principales males de la universidad española, pero creemos que es necesario insistir: contratar a estudiantes que se han formado en ese mismo departamento crea servidumbres y vasallajes que repercuten negativamente en la producción investigadora y en la actividad docente, como ya mostramos en esta entrada. Por la promesa de una plaza fija con pocas horas de clase y una exigencia francamente escasa respecto a la investigación, se pueden llegar a hacer cosas de las que no nos sentiríamos muy orgullosos. Al menos en nuestra área de conocimiento, la Economía, es cristalina la relación entre la calidad de la producción investigadora de ciertos departamentos y la existencia de una regla explícita que prohibe contratar a los propios estudiantes. Y esto no es una idea feliz de unos pocos departamentos, sino que simplemente copia lo que hacen las mejores universidades del mundo.

Introducir simplemente una regla de este tipo contribuiría de forma clara a mejorar nuestro sistema universitario. Obviamente no es la panacea. A la vez que se fomenta la contratación externa, también debería reformarse la forma en la que se evalúa la productividad y se acumulan méritos para optar a plazas u otorgar financiación. Si quieren una pista, déjense entonces de sexenios, de tribunales "externos" y de múltiples trabas administrativas. Los concursos de plazas y la financiación investigadora deben estar abiertos a la competencia externa, pero creemos que los sindicatos equivocan el tiro fijándose en requisitos formales de acumulación de méritos y trámites absurdos. Esto sólo fomenta el que se contrate al profesor "de la casa" que conoce los requerimientos exigidos. Fijémonos más en los rankings internacionales de publicaciones y de departamentos y en la evaluación realmente externa por expertos extranjeros. En este caso el "que inventen ellos" nos favorece para evitar tribunales en los que "hoy por ti y mañana por mí". Somos un país pequeño donde los investigadores nacionales de una misma área de conocimiento nos conocemos perfectamente. La verdadera competencia en la ciencia ocurre a nivel internacional, así que admitámoslo y dejémonos de cacicadas.

Propuestas serias para reformar la universidad no faltan. Podemos discrepar sobre algunas medidas concretas, pero las líneas generales de actuación están claras. Obviamente, también existen propuestas peregrinas, y ya hicimos un análisis de las enormes diferencias en el ámbito de reforma universitaria que aparecían en los programas electorales de los partidos que compitieron en las últimas elecciones nacionales. Juzguen ustedes. Esperemos que la magnitud del desastre destapado en estos días sirva para que, de una vez, se coja el toro por los cuernos.

Hay 24 comentarios
  • No conozco la situación de las universidades españolas, en particular de las universidades públicas. Pero en mis últimos 60 años (sí, sesenta) he estado vinculado a universidades de varias maneras y en distintos países (en España sólo con dos por períodos cortos y varios años atrás). Lo primero que un economista debe reconocer es que la industria está compuesta por universidades públicas o por privadas bastante reguladas --en ningún país la entrada a y la salida de la industria son libres, y el grado de intervención estatal varía entre "bastante" y "muchísimo". Lo segundo que al contrario de otras industrias reguladas, las universidades escapan a un control ex-post serio por organismos estatales, algo que no sorprende porque las universidades se consideran "incubadoras" de políticos prometedores y "tumbas" de políticos fracasados. Lo tercero que al contrario de otras industrias reguladas y maduras, las universidades (por lo menos las públicas pero también muchas privadas) han madurado con planteles administrativos y profesionales "muy protegidos" por leyes, decretos y normas internas que hacen difícil tanto solucionar problemas como adaptarse a nuevas situaciones.

    El título del post lo dice todo. Universidad pública que no queremos. La pregunta correcta es las preferencias de quiénes debe reflejar una empresa pública o regulada. Universidad que no merecemos. La pregunta correcta es cómo hacer responsables a quiénes gestionan y controlan una empresa pública o regulada.

  • Con todo el respeto: ¿no creeis que es oportuno deslindar los problemas seculares de la universidad española de las circunstancias del escandalo URJC?

    En esto hay cosas que van más alla de los problemas expuesto de endogamia,falta de excelencia ,etc. Es otra cosa.

    Parece que se da a entender en el artículo que esto es consecuencia directa de los fallos institucionales de la Universidad española que todas comparten, ergo, hay otros X casos similares a este en cada universidad pública, y solo resta que salgan y se conozcan. creo que no es el caso, pero si vosotros pensáis que sí, me gustaría que lo aclaraseis.

    El coste, o uno de los mayores costes, de realizar propuestas de reforma sistémicas a caballo de los escandalos, es que se evade la responsabilidad de los individuos diluyendola en el "todos lo hacen", "la culpa es de la regulación" etc etc cambiando completamente el foco de donde fuese más conveniente que apuntase. Es posible que en terminos generales este coste sea socialmente mas oneroso que el de verse traido y llevado en la lucha partidaria, donde a veces no queda mas remedio que abandonar la bisectriz, aunque sea por un rato.

    Como bien sabeis vosotros, "nada es gratis"

    • Gracias por el comentario. Cómo decimos en la entrada, conocemos tantos casos de corruptelas similares (algunas por supuesto no tan escandalosas) de muy diversas universidades españolas que coinciden en su diseño institucional como para creer que el análisis, y las más urgentes medidas para solucionarlo, deben aplicarse al conjunto de la universidad. Prohibir la endogamia en la contratación sería un primer y necesario paso que evitaría, por ejemplo en este caso concreto, que ninguna “discípula” se viera presionada a cambiar notas, falsificar actas, etc.
      Obviamente, el pensar en soluciones sistémicas, no exhume a la URJC de gravísimas responsabilidades en este caso concreto, que deberían llevar aparejadas consecuencias de primer nivel (dimisiones, cierre de titulaciones fantasma, anulación de títulos...). Estuvimos años pidiendo la dimisión del anterior rector, y pedimos ahora la dimisión del actual, su “delfín”.

      • Coincido con Jose D. Esto trasciende con mucho los problemas que se han venido señalando como endémicos del sistema universitario español. Vd. parece calificarlo de corruptela cuando dice conocer muchas corruptelas similares, pero no es una corruptela sino algo mucho mas grave (hay indicios muy claros de delitos graves) y desde luego, es un caso inédito hasta ahora, al menos públicamente conocido. Lo que no quiere decir, desde luego, que una reforma adecuada de la universidad no dificultase mucho la aparición de este tipo de situaciones.

  • "Creemos que la publicación sobre el lugar internacional que ocupan nuestras universidades y académicos, tanto en comparaciones sobre investigación, como en calidad docente o en capacidad de colocar a sus alumnos en el mercado laboral, debería extenderse aún más, y sobre todo, hacerse con mayor nivel de desagregación: no es sólo hablar del ranking de tal universidad en general, sino de tal titulación en una facultad en particular, o de la actividad de un departamento concreto."

    Agregaría que también es importante leer con mucho cuidado la letra chica de los rankings. Muchos criterios de rankings son fáciles de inflar.

    Un ejemplo es la cantidad de patentes,: se sabe que en Estados Unidos dan patentes a cualquier texto suficientemente técnico, por más ambiguo que sea. En otros países los requisitos de patentes son mucho más estrictos.

  • Lo mismo que está sucediendo en universidades públicas también puede suceder en las privadas. ¿Quien controla y de que forma los másteres que se realizan en estas últimas por ejemplo? Aún creo que puede haber mucha mas opacidad.

    • Por supuesto que hay mucha universidad privada cuyos título no valen nada... pero dada su titularidad no pública, creemos que tienen más margen para ofrecer títulos de la claidad que quieran, que al final no engañarán a nadie.

  • Creo que los rankings desagregados están muy bien si están confeccionados con sensatez. Pero los que se “espantan” ante los rankings globales (no desagregados) de universidades más populares (como el QS) son, entre otros, la gente que sabe de esto (bibliómetras serios):

    https://www.cwts.nl/blog?article=n-r2q274&title=ten-principles-for-the-responsible-use-of-university-rankings

    Creo que sacar a colación los rankings globales a propósito del caso Cifuentes es un ejemplo de uso “irresponsable” de estas medidas. Por lo demás, creo que os habéis equivocado con este post. Llevo 14 años en la universidad española y nunca he conocido algo ni de lejos tan grave como esto. El argumento del diseño institucional no creo que sea sólido: desde North los economistas saben que las instituciones informales importan. El caso de la URJC podría interpretarse también desde esta óptica. Así que estaría bien que explicitarais los casos de “corruptelas similares” para que todos (incluido sobre todo la gente no “insider”) nos hiciéramos una idea de la magnitud del problema según vosotros. En el post solo incluís la tesis de Pedro Sánchez, y creo que no es comparable.

    Aunque es muy loable vuestra batalla para reducir la endogamia, creo que ligarlo con este asunto es oportunista. Quien esté a favor de aumentar el control administrativo de la universidad (por ejemplo, revisando la autenticidad de las firmas) podría haber escrito un texto similar con el mismo argumento.

    • Coincidimos en que los rankings tienen problemas. En todo caso, lo crucial es que nos demos cuenta que no todas las universidades son iguales y, con ello, que haya incentivos a hacer las cosas mejor para con ello diferenciarse.
      En el caso de CIfuentes, sin o hubiera habido endogamia y profesoras-discípulas con plazas dependientes de un catdrático, no habría habido falsificación de actas.

      • No entiendo lo de hacer las cosas “mejor”. Si todas las universidades no son iguales, el “mejor” tiene que referirse a ejes valorativos distintos. Por poner un ejemplo: la Universidad de Cádiz tiene que fijarse en la King Abdullah University of Science and Technology (primera del mundo en el ranking de citas de QS) para hacer las cosas “mejor” en investigación? O, por poner otro ejemplo con empresas, el Bar Cádiz de la esquina de mi calle tiene que fijarse en Google para hacer las cosas “mejor”?

        Sí coincidís que los rankings globales tienen problemas, entonces supongo que también coincidiréis en que os habéis equivocado con la viñeta que ilustra el post.

        Ponéis el foco en la relación maestro-discípulo. Uno puede argumentar que la relación maestro-discípulo es una institución informal que ha existido y existirá siempre. Por especular, otro cambo más puramente formal, como la inspección de la autenticidad de todas las firmas del proceso administrativo de la universidad española, hubiera sido más eficiente en el caso Cifuentes que esperar que un nuevo diseño institucional cambie una institución informal secular como la relación maestro-discípulo. Pero eso de las firmas no lo queremos, no?

        Otra posibilidad es no generalizar e indagar en el “diseño” del Instituto de Derecho Público.

        https://goo.gl/U5aFoZ

        Creo que la universidad española proporciona muchísimas oportunidades para “batallar contra la endogamia”. En mi opinión el caso Cifuentes no era una de ellas.

  • El caso Cifuentes nos recuerda primero y ante todo las graves deficiencias de la institucionalidad de la política y el gobierno en las democracias constitucionales. Como la política y el gobierno invaden todas nuestras actividades, la falsedad de los políticos y la corrupción de los gobernantes tienen efectos sobre otras actividades.

    Bien sabemos que la educación superior —tanto en enseñanza como en investigación y otras funciones— es un área a la que políticos y gobernantes prestan especial atención. Su intervención, sin embargo, es causa importante de que la institucionalidad de la educación superior también muestre deficiencias graves. Como economista lamento que muchos colegas prefieran ignorar lo poco que sabemos para superar esas deficiencias, en particular las relacionadas con la enseñanza, por lejos su función principal. Sí, sabemos poco: la pobreza del análisis económico de la enseñanza superior en EEUU se refleja en la síntesis reciente de Caroline Hoxby

    http://nber.org/feldstein_lecture_2016/hoxby_feldstein_lecture_27july2016.pdf
    http://www.nber.org/reporter/2016number3/

    Nota 1: Respecto a investigación como función de la universidad, la discusión de las economías de ámbito entre enseñanza y educación es pobrísima. Por cierto, el caso Cifuentes nada tiene que ver con la investigación universitaria.
    Nota 2: No he encontrado una síntesis del análisis económico de la enseñanza superior en España.

  • El caso de Cifuentes es totalmente irrelevante: ni fue contratada por su master, ni nadie espera que alguien aprenda algo en un "Master de derecho autonómico" (ni en ningún otro).

    Es más, si superamos esa "moral de sacristía" por la que nos encanta rasgarnos vestiduras, veremos que la idea de un "político honesto" es un oximoron y que "mentir" te cualifica aún más para semejante puesto.

    No se aprende nada en las aúlas después de los 14 años (y muy poquito antes) y el único valor que tienen los títulos es el de "señalar" características como la inteligencia, la disciplina o la capacidad de esfuerzo.

    https://press.princeton.edu/titles/11225.html

    Pero ¿quien votó a Cifuentes porque tuviera un master en derecho autonómico?. Nadie, nadie lo sabía antes. Y yo, que no la voté, ahora que se que es, presuntamente, astuta y mentirosa, la consideraría más cualificada para su trabajo.

    Respecto a la universidad pública los rankings son un mal substituto para la disciplina que introduce el mercado. Tener "abonados" en vez de clientes solo puede producir poca seriedad y falta de calidad, incluso con rankings.

    Y conviene no olvidar que la mayor parte de conflictos en la Universidad española (que "expulsa" a figuras como Garicano, Fernandez-Villaverde o Sala y Marti, surgen de lo que señalaba Kissinger (tal vez): "academic politics are so vicious because the stakes are so low"

      • Pedro, esos males y otros más existen en la universidad española y en la universidad de cualquier otro país. Las preguntas que un académico tendría que hacerse ante esa colección de males se relacionan con su "evolución" y la posibilidad de "revolución" tomando en cuenta que hasta ahora no se ha producido. Pero no hay evidencia de que los académicos --incluyendo colegas economistas-- estén interesados en contestar esas preguntas, algo que se refleja en los pocos recursos dedicados a su investigación seria (quizás una muestra de corporativismo).

        Los males existían antes del caso Cifuentes y seguirán existiendo a su término. El Mundo y otros medios, tribunas donde se manifiestan "las barras bravas" de las competencias políticas, tienen la misma credibilidad cero que las barras en las competencias deportivas. Cualquiera puede tomar nota de las denuncias sobre las males de la universidad en otros países --en particular EEUU donde el debate ha estado vivo por décadas-- y adaptarlos a la realidad de su país usando ejemplos que sirven a sus intereses personales.

      • No estoy seguro de que esos sean los problemas de la universidad española, suenan un tanto faltos de perspectiva. Como “problemas de primer nivel” se situarían seguramente una falta de claridad en cuáles son sus objetivos y como seguir el accountability en su consecución (o falta de) y la ausencia total de incentivos o de posibilidades de innovar. Si no existe ni la “variabilidad” ni “mecanismos de selección” de las posibles opciones, es difícil ver como va a haber selección.

        Las batallas pequeñas que se generan en ese ambiente endogamico, sin destino definido y sin mecanismos de selección de novedades son más un síntoma que una causa.

        Los problemas no son que los rectores sean miserablemente humanos y el sistema les aísle de cualquier competencia sana o de rendir cuentas. El problema es que, objetivamente, no generamos ni premios Nobeles, ni gatos fluorescentes, ni emprendedores, ni grandes profesionales. Generamos “opositores vocacionales” con objetivo vital conseguir plaza de funcionario y, encima, generamos muchos más de los que nos hacen falta, con la consiguiente depresión en precios de los titulados que genera la sobreoferta.

        Las miserias internas son consecuencia de lo tremendamente “dull” que es todo el sistema, no su causa

  • La internacionalización es sin duda una de las opciones para acabar con la endogamia; pero más eficaz sería a corto plazo establecer un sistema de oposición centralizado y nacional. Me explico: para ser juez, abogado del Estado, inspector de Hacienda, notario o Administrado Civil del Estado hace falta opositar a nivel nacional. Además, los tribunales tienen miembros del cuerpo al que se oposita, pero además incorpora de otros; así, en una oposición a Administrador civil puedes encontrar inspectores de Hacienda o abogados del Estado en el tribunal.
    ¿Por qué no son así las oposiciones a titularidad o cátedra?
    Una oposición nacional para titularidades de derecho Civil objetivaría la selección: si hay 5 titularidades, el n.1 escoge la que quiera y las cuatro restantes quedan a disposición para que elija el n.2. Y así.
    Y con un tribunal no formado por profesores de Civil, sino también por los de otras disciplinas y además por funcionarios de otros cuerpos.

  • Si que es buena la idea propuesta, pero hay un asuntillo que se deja fuera, que parece nimio así en el papel, pero no lo es, al menos no en nuestra cultura, al menos no para mi: a la gente le gusta trabajar cerca de su familia. El hecho de que te veten por haber estudiado en esa universidad, lo veo un poco cruel a nivel particular.

    Creo que habría que aumentar el marcaje sobre los virreyes universitarios y aplicar sanciones sin que tiemble el pulso. Sería fácil también incluir miembros externos en los tribunales pero elegidos de forma independiente. Y por supuesto, no sé a qué están esperando para que todas las lecturas, exámenes y memorias se graben y se publiquen sistemáticamente. A más transparencia, menos corrupción

    • El 70% de los profesores universitarios en España obtuvieron su doctorado en la misma universidad en la que trabajan:

      http://www.elmundo.es/espana/2018/04/23/5adcc0ea268e3eaa7f8b45f7.html

      Poco más que añadir. señoría.

      Las preferencias geográificas de residencia del que quiere dedicarsee a la ciencia de primer nivel (que por supuesto puede tener,... pero todos tenemos que hacer renuncias pues "nada es gratis") importan bastante poco (a la sociedad) respecto a la magnitud del problema de corrupción que tenemos.

      • Ciertamente lo de las preferencias geográficas parece una consideración muy marginal, en comparación con otros problemas. Pero el hecho de impedir que una universidad pueda quedarse con sus propios alumnos solo por eso, porque se han formado en ella, es bastante irracional. Y plantearlo como única medida para acabar con la endogamia, revela falta de imaginación.

        • No se trata de la “única” medida. En la entrada proponemos varias y enlazamos a un proyecto de reforma amplio de la universidad.
          Pero sí se trata de una medida fundamental para empezar. Y no se trata de ser “originales” sino de imponer la misma regla que lleva años funcionando en todas las mejores universidades del mundo.

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