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El peso del plomo al nacer

de Marian Vidal-Fernandez

Existe una correlación positiva muy alta entre el peso al nacer y el nivel de estudios o los salarios en la edad adulta (Black et al. 2007). Así pues, parece lógico concluir que el peso al nacer es entonces un determinante importante de nuestra productividad futura. No obstante, los recién nacidos más bajos de peso suelen también nacer en circunstancias complejas. Por ejemplo, está demostrado que las madres que fuman durante el embarazo suelen tener poca educación e ingresos y a la vez tienden a dar a luz niños con menor peso y con problemas de desarrollo cognitivo. Por consiguiente, a los bebés de las mujeres que no fuman les va a ir mejor en el mercado laboral en la edad adulta, pero seguramente por otras razones que no están relacionadas con el peso al nacer. Es por ello que las desigualdades económicas se crean mucho antes de encontrar un trabajo o acabar los estudios, éstas se originan en el seno materno.

Para poder medir aisladamente el efecto del peso al nacer sobre el capital humano a largo plazo sin estar contaminado por otras variables, necesitamos crear un experimento que modifique el peso al nacer por causas ajenas a otras circunstancias del feto. Como por razones éticas obvias no se puede forzar a algunas mujeres a estar a dieta durante el embarazo (grupo experimental) y a otras no (grupo control), en ciencias sociales tenemos que ingeniar situaciones que nos proporcionen un grupo experimental y otro control de individuos similares pero sometidos a circunstancias distintas por razones ajenas a su voluntad.

Podríamos dividir estos estudios comúnmente denominados “experimentos naturales” entre aquellos que analizan el efecto de elementos que afectan directamente a la madre tales como su nivel de educación, estrés, salud, nutrición, y los que analizan elementos ambientales como la contaminación o la situación económica del momento (véase previas entradas aquí y aquí).

Janet Currie es una economista experta en medir el efecto de condiciones intrauterinas sobre el peso y en la salud al nacer y a largo plazo usando estos métodos. Algunos ejemplos son el uso de la construcción de universidades públicas cerca de la residencia materna para medir el efecto de la accesibilidad a la educación de la madre sobre los hijos, o los cambios en medidas de contaminación ambiental sobre la salud del bebé.

El mayor problema de la desigualdad al nacer no es únicamente que los bebés más desfavorecidos hayan estado más expuestos a condiciones perjudiciales para su salud y desarrollo, sino que además esta brecha se exacerba a lo largo de la infancia, porque es más probable que los niños más pobres sigan expuestos a circunstancias adversas. La infancia es por ello un período crítico pero también maleable y determinante de aspectos fundamentales para el capital humano tales como la inteligencia, salud y productividad laboral (véase previa entrada aquí). Esa maleabilidad es, precisamente, la que facilita que las políticas públicas a edad temprana puedan remediar la desigualdad antes de que sea demasiado tarde.

Pongamos como ejemplo el caso de la contaminación a través de la pintura de uso doméstico que contiene plomo, que se produce a través de la inhalación de polvo que se genera al desconcharse la pintura de las paredes

En una reciente publicación de Anna Aizer y coautores se estima que la contribución de la contaminación por plomo a la brecha de desigualdad cognitiva entre blancos y afro-americanos en el estado de Rhode Island en EE.UU es de entre 37 y 76%.

Los niveles de plomo en las pinturas de uso doméstico eran excesivamente tóxicos en los años 50 y fueron disminuyendo progresivamente hasta desaparecer alrededor de finales de los años 80. La contaminación por plomo en embarazadas disminuye el peso de los niños al nacer y es especialmente perjudicial para el desarrollo cognitivo y de comportamiento en niños. Dado que entre la población afro-americana existen niveles de pobreza altos, ésta también se localiza en viviendas antiguas y mal conservadas, prolongando así su exposición al tóxico y exacerbando las diferencias entre el desarrollo de niños blancos y afro-americanos.

Lo esperanzador es que esta brecha se puede remediar con una intervención a temprana y relativamente económica. Un ejemplo se encuentra en otro reciente artículo co-autoreado por un colega de la universidad de Sydney. Kevin Schnepel analiza una política particularmente efectiva para remediar la contaminación por plomo durante la infancia. En North Carolina (EE.UU) todos los niños de uno y dos años se someten a análisis de sangre relativamente sencillos para medir el nivel de plomo en la sangre. Los niños que obtienen un resultado mayor de 10 o 20 mg. por litro en la sangre se derivan a dos programas para remediar la contaminación. El programa leve solo incluye unas sesiones nutricionales e informativas (determinadas vitaminas pueden ayudar a eliminar el plomo en sangre), y si el resultado es mayor que 20g. se le añade una investigación médica y del hogar y guardería del niño para detectar y eliminar el foco contaminante.

El experimento natural en este caso se crea al poder comparar niños que puntúan ligeramente por debajo de los umbrales de tratamiento (control) con aquellos que puntúan un poco por encima (experimental). Dado que los resultados en los análisis de sangre no son precisos y tienen un margen de error, podemos asumir que los niños que obtienen alrededor de 10 (o 20) mg. en el test son muy parecidos entre sí en otras características que no observamos y entonces el entrar en el programa de tratamiento de remediación es algo prácticamente aleatorio. Los autores encuentran que este programa hace desvanecer los efectos perjudiciales en educación y comportamiento (crimen) de los niños a largo plazo.

En España la situación es parecida en cuanto que las casas construidas antes de 1978 y con las paredes en mal estado pueden ser un foco de contaminación por plomo. Aunque los datos epidemiológicos en España sobre este tema parecen escasos, éstos indican que por suerte, el nivel de contaminación en sangre en niños ha disminuido drásticamente en los últimos 20 años. Aún así, parece ser que al igual que en EE.UU., los más afectados son también aquellos niños con padres con poca educación o que viven en casas más antiguas.   La siguiente pregunta que deberíamos hacernos es si valdría la pena implementar en España un programa parecido de detección y remediación de contaminación por plomo en las zonas más pobres y densas de la geografía española para detectar y remediar estos casos…dada la evidencia empírica reciente, yo creo que la respuesta es obvia. ¿A qué estamos esperando?