El crecimiento económico español a largo plazo: ¿Qué muestra la contabilidad nacional histórica?

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de Leandro Prados de la Escosura

Una versión previa de este artículo fue publicada en inglés en voxeu el 21 de diciembre de 2016.

¿Qué representa realmente el PIB? ¿Es una medida del progreso material o simplemente de la producción?  Una reciente oleada de publicaciones críticas (Coyle, 2014; Masood, 2016; Philipsen, 2015, entre otras), rechaza la pretensión de que el PIB capte (y aún de modo incompleto) algo más que la producción, acentuando la visión crítica que acompaña a la contabilidad nacional desde sus orígenes (Engerman, 1997; Nordhaus y Tobin, 1972).

La novedad de estas críticas es discutible puesto que la caracterización del PIB como una medida burda de progreso económico, y aún más tosca de bienestar, la han compartido los economistas desde hace mucho tiempo (Beckerman, 1968; Syrquin, 2016). Es más, aquéllos que claman que el PIB es una medida errónea del bienestar económico aceptan, no obstante, que el PIB por persona está estrechamente correlacionado con dimensiones no monetarias del bienestar (Oulton, 2012; Jones y Klenow, 2016).

¿Podemos confiar, pues, en estimaciones históricas del PIB para evaluar el producto y el bienestar material en el largo plazo? En los inicios de la moderna cuantificación económica, Simon Kuznets (1952:16-17) advertía de la tendencia a huir de las estimaciones a largo plazo con el pretexto de que, a medida que nos remontamos en el tiempo, los datos son cada vez menos adecuados y existe una creciente discontinuidad en las condiciones sociales y económicas. Historiadores cautelosos recomiendan restringir el uso del PIB a sociedades con actividades económicas relativamente centralizadas, capacidad para mantener un registro de dichas actividades y un sector de subsistencia reducido (Hudson, 2016; Deng y O’Brien, 2016). Sin embargo, como apuntaba Kuznets (1952: 17), ¿No debería juzgarse cuán adecuados son los datos por el uso que se realiza de los resultados?

Una nueva base de datos

En este contexto se ofrecen nuevas series históricas de contabilidad nacional para España, con estimaciones del PIB desde el lado de la demanda y de la oferta, que sirvan como punto de partida para investigar el moderno crecimiento económico (Prados de la Escosura, 2016b).

Se han construido series históricas de producto y gasto para el siglo anterior a la aparición de la moderna contabilidad nacional. Dichas series se han elaborado a partir de datos muy desagregados procedentes de las investigaciones de los historiadores económicos durante las últimas décadas.

Paralelamente, las series disponibles de la moderna contabilidad nacional se han enlazado mediante el procedimiento de interpolación, como alternativa al convencional de retropolación, a fin de obtener nuevas series continuas para 1958-2015 (Prados de la Escosura, 2014, 2016a).

A continuación, las series de la “era pre-estadística” se han empalmado con las derivadas de la contabilidad nacional enlazada, proporcionando series anuales para el PIB y sus componentes entre 1850 y 2015. Por último, a partir de nuevas estimaciones de población y mano de obra, se ha obtenido el producto por persona y la productividad del trabajo. La base de datos se encuentra disponible en http://espacioinvestiga.org/bbdd-chne/?lang=en.

¿Qué muestran los nuevos datos?

Cuadro 1
El crecimiento del PIB y sus componentes, 1850-2015 (%)
(tasas logarítmicas medias anuales)

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Fuente: Prados de la Escosura (2016b)

La actividad económica, medida por el Producto Interior Bruto, se multiplicó por 50 entre 1850 y 2015, lo que supone una tasa acumulativa anual del 2,4%. Pueden distinguirse cuatro fases principales en las que el crecimiento tendencial varió de manera significativa, 1850-1950 (con un cambio a un nivel inferior durante la guerra civil, 1936-39), 1951-1974, 1975-2007 y 2008-2015.

Gráfico 1. PIB real absoluto y por habitante, 1850-2015 (2010=100) (logaritmos).

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Fuente: Prados de la Escosura (2016b)

Pero, ¿en qué medida afectó a las condiciones de vida de la población? Dado que la población se triplicó, el PIB real por habitante aumentó alrededor de 16 veces, creciendo anualmente, en promedio, al 1,7. Semejante mejora tuvo lugar, sin embargo, a un ritmo desigual. Así, entre 1850 y 1950, el PIB per capita creció al 0,7%, duplicando su nivel inicial. En el cuarto de siglo posterior, el crecimiento se intensificó en más de siete veces, de modo que, en 1974, el ingreso por habitante era 3,6 veces el de 1950. Aunque el progreso económico se desaceleró a partir de 1975, reduciéndose a la mitad su tasa anual, el nivel de PIB por habitante se dobló entre 1974 y 2007. La “Gran Recesión” redujo el PIB per capita en un 11% entre 2008 y 2013 pero, aún así, en 2015 su nivel era superior en un 83% al de 1985, cuando España ingresó en la Unión Europea.

¿Qué originó semejante aumento del producto por habitante? El PIB per capita depende de la cantidad de trabajo realizado por persona y de cuán productivo es su esfuerzo. El PIB por habitante y la productividad del trabajo (medida como el PIB por hora trabajada) evolucionaron al unísono entre 1850 y 2015 aunque, como la cantidad de horas trabajadas por persona se redujo, la productividad laboral creció aún más deprisa (aumentó 23 veces frente a 16 del PIB per capita).

Gráfico 2. PIB per capita y sus componentes, 1850-2015 (2010=100) (logaritmos).

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Fuente: Prados de la Escosura (2016b)

La reducción del número de horas por trabajador equivalente a tiempo completo, que se contrajo de 2.800 horas anuales a mediados del s. XIX a menos de 1.900 a comienzos del s. XXI, es la principal razón del declive en las horas trabajadas por persona. Así, pues, los logros en términos de PIB per capita se deben por entero al aumento de la productividad laboral, siendo las fases de aceleración del PIB per capita, por ejemplo, en los años 20 o 1950-74, coincidentes con las de la productividad del trabajo.

Sin embargo, en las cuatro últimas décadas se advierten discrepancias significativas, pues las fases de aceleración del crecimiento de la productividad se corresponden con las de menor crecimiento del PIB por habitante, y viceversa (Cuadro 1, Panel B). Así, periodos de crecimiento lento (1975-84) o negativo (2008-2013) del PIB per capita muestran paralelamente a episodios de crecimiento vigoroso o de recuperación de la productividad laboral; aunque, en el primer caso, la década de “transición a la democracia”, la productividad del trabajo compensó la aguda contracción en el número de horas trabajadas -resultado, en gran medida, del desempleo- y evitó una caída del PIB por persona.

Por el contrario, entre el ingreso de España en la Unión Europea (1985) y vísperas de la Gran Recesión (2007), el PIB per capita obtuvo un notable incremento mientras la productividad del trabajo se desaceleraba. Así, pues, durante las tres décadas posteriores a la entrada de España en la UE, el PIB per capita dobló el nivel de 1985, creciendo al 3 % anual, del que el aumento del número de horas trabajadas por persona aportó más de la mitad.

Ello sugiere la incapacidad de la economía española para, a partir de 1975, combinar la creación de empleo y el crecimiento de la productividad, con la consecuencia de que aquellos sectores que se expandieron y crearon empleo (construcción y servicios, sobre todo) fueron los que menor éxito en atraer inversión e innovación tecnológica.

¿Rezagándose, acortando distancias y, de nuevo, quedándose atrás?

El crecimiento a largo plazo en España ha sido similar al de las naciones occidentales, si bien su nivel de PIB por habitante ha sido sistemáticamente inferior.

Gráfico 3. El PIB real per capita de España: perspectiva comparada (dólares de 2011 EKS) (logaritmos)

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Fuente: Prados de la Escosura (2016b)

Hasta 1950 el crecimiento español fue comparativamente menor. El lento crecimiento entre los años 1880 y 1914 y el no haber sabido obtener ventajas de la neutralidad durante la I Guerra Mundial lo explican parcialmente, Además, los logros de los años veinte fueron neutralizados por la Gran Depresión, de la que no se recobró por completo debido al estallido de la Guerra Civil, y por larga y lenta recuperación posbélica, en contraste con la experiencia de los países europeos beligerantes en la II Guerra Mundial. Por tanto, España se rezagó entre 1850 y 1950.

La situación se revirtió entre 1950 y 2007. La denominada “época dorada” (1950-73), en especial a partir de 1960, supuso crecer de forma acelerada y recortar diferencias con los países avanzados. Aunque menos intenso, el progreso sostenido tras la década de transición a la democracia (1975-84) permitió acortar distancias a entre 1985  y 2007. La Gran Recesión invirtió la tendencia, si bien es aún pronto para determinar si se ha iniciado una nueva época de retraso.

En definitiva, la posición relativa española con respecto a las naciones occidentales ha seguido una evolución en U, empeorando hasta 1950 (con las excepciones de los años 1870 y primeros 1880 y la década de 1920) y recobrando terreno después (excepto durante la Transición y la Gran Recesión). Así, a comienzos del siglo XXI el PIB real per capita español representa una proporción del de los EE.UU. y Alemania similar a la de mediados del siglo XIX, y semejante a la de 1870 con respecto a Francia e Italia, y la mejoría sustancial en relación con el Reino Unido representa la excepción

Pero el PIB per capita, ¿Capta el bienestar?

Una importante objeción al PIB pero persona es que soslaya la distribución de la renta. El Gráfico 4 compara el PIB per capita con la medida de bienestar propuesta por Amartya Sen, esto es, la renta per capita ajustada por al desigualdad (el PIB per capita multiplicado por 1 menos el coeficiente de Gini). Se observa que, con la excepción de la primera mitad del siglo XX –en particular los años 10 y 20 y finales de los 40 y comienzos de los 50-, cuando el nivel del índice de bienestar de Sen cayó por debajo del correspondiente al PIB per capita, ambas medidas exhiben una evolución semejante.

Gráfico 4. PIB real per capita e índice de bienestar de Sen, 1850-2015 (2010=100) (logaritmos)

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Fuente: Prados de la Escosura (2017)

Otra objeción al PIB por persona es que deja de lado las dimensiones no pecuniarias del bienestar. Algunos críticos del PIB como medida de bienestar han señalado al Índice de Desarrollo Humano como una alternativa preferible (Coyle, 2014). En el Gráfico 5 se advierten, no obstante, tendencias semejantes a largo plazo del PIB per capita y el desarrollo humano, si bien la mejoría del Índice Histórico de Desarrollo Humano es más intensa entre 1880 y 1950 y se desacelera desde mediados del siglo XX. La principal discrepancia entre ellos se advierte en los años 30 y 40 cuando el desarrollo humano mejoró sustancialmente como consecuencia del aumento de la esperanza de vida –resultado de la transición epidemiológica- y de la expansión de la educación primaria, mientras el PIB por habitante se contraía a causa de la Gran Depresión, la Guerra Civil y la postguerra autárquica.

Gráfico 5. PIB real per capita (2010=100) (logaritmos) e Índice Histórico de Desarrollo Humano, HIHD* (excluida la dimensión de renta per capita), 1850-2007

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Fuente: Prados de la Escosura (2015, 2016b) y http://espacioinvestiga.org/home-hihd/countries-hihd/hihd-esp-eng/?lang=en#

En definitiva, puede concluirse que, en el caso de España, el PIB por habitante capta las tendencias a largo plazo del bienestar, si bien no lo logra en el corto y medio plazo. 

Bibliografía

Beckerman, W. (1968), An Introduction to National Income Analysis, London: Weidenfeld and Nicolson.

Coyle, D. (2014), GDP: A Brief But Affectionate History, Princeton: Princeton University Press.

Deng, K.  P. O’Brien (2016), “China’s GDP Per Capita from the Han Dynasty to Communist Times”, World Economics 17, 2: 79-123.

Engerman, S.L. (1997). “The Standard of Living Debate in International Perspective: Measure and Indicators”, en R.H. Steckel y R. Floud (eds.), Health and Welfare during Industrialization, University of Chicago Press/NBER, pp. 17-45.

Hudson, P. (2016), GDP per capita: from measurement tool to ideological construct, LSE Business Review (10 May 2016).

Jones, C.I. y P.J. Klenow (2016), “Beyond GDP? Welfare across Countries and Time”, American Economic Review 106, 9: 2426-2457.

Kuznets, S. (1952), Income and Wealth of the United States. Trade and Structure, Income and Wealth Series II, Cambridge: Bowes and Bowes.

Masood, E. (2016), The Great Invention: The Story of GDP and the Making (and Unmaking) of the Modern World, Pegasus.

Nordhaus, W., y J. Tobin (1972), “Is Growth Obsolete?”, in National Bureau of Economic Research, Economic Growth: Fiftieth Anniversary Colloquium V, New York: Columbia University Press, pp. 1–80

Oulton, N. (2012), Hooray for GDP!, Centre for Economic Performance Occasional Paper 30 (August).

Prados de la Escosura, L. (2017), Spanish Economic Growth, 1850-2015, London: Palgrave-Macmillan.

Prados de la Escosura (2016a), “Mismeasuring Long Run Growth. The Bias from Spliced National Accounts: The Case of Spain”, Cliometrica 10, 3: 251-275

Prados de la Escosura, L. (2016b), Spain’s Historical National Accounts: Expenditure and Output, 1850-2015, Universidad Carlos III Working Papers in Economic History 16-07 (September 2016) https://ideas.repec.org/p/cte/whrepe/23644.html

Prados de la Escosura, L. (2015), “World Human Development, 1870-2007”, Review of Income and Wealth 61, 2: 220-247

Prados de la Escosura, L. (2014), Mismeasuring long-run growth: The bias from spliced national accounts, VoxEU.org (27 September).

Philipsen, D. (2015), The Little Big Number: How GDP Came to Rule the World and What to Do about It, Princeton: Princeton University Press.

Syrquin, M. (2016), “A Review Essay on GDP: A Brief but Affectionate History by Diane Coyle”, Journal of Economic Literature 254, 2: 573–588.

 

Hay 1 comentarios
  • Muchas gracias por la entrada y, sobre todo, por regalarnos la estupenda base de datos.

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