El CIS debe seguir haciendo encuestas electorales

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de José Fernández-Albertos, Lluis Orriols y Alberto Penadés

El pasado día 10, Jesús Fernández-Villaverde publicó un artículo con el contundente título de "El CIS debería dejar de hacer encuestas electorales". A tan rotunda conclusión llegaba Fernández-Villaverde tras argumentar que "la sociedad civil produce ya una ingente cantidad de encuestas" que, como muestran los gráficos aportados por Kiko Llaneras, no se desvían de las ofrecidas por los medios de comunicación. En su argumentación Fernández-Villaverde también añadía que en ningún otro país de nuestro entorno existen encuestas públicas similares a las del CIS. Finalmente, el artículo también criticaba el uso del CIS como un potencial instrumento de manipulación por parte del gobierno, aunque en esto, pese a ser la queja más habitual, concedía que no había certeza –nótese que no se puede decir a la vez que es irrelevante y manipulador- pero sí podría serlo en el futuro.

Creemos que existe un claro malentendido con respecto a lo que son las encuestas electorales del CIS, y el artículo de Fernández-Villaverde no contribuye a aclararlo. Una vez aclarado, se puede entender la base de nuestra discrepancia, que se resume en dos razones: ni las encuestas privadas pueden sustituir a las encuestas electorales del CIS, ni representa ninguna anomalía el que se hagan encuestas electorales con financiación pública, o incluso desde organismos públicos.

Las encuestas electorales del CIS son al menos de tres tipos: las encuestas trimestrales (barómetros políticos) en las que se pregunta –entre otras muchas cosas- por la intención de voto en unas hipotéticas elecciones en el momento de la pregunta; las encuestas pre-electorales, en las que se pregunta –entre otras muchas cosas- por la intención de voto previa al inicio de la campaña electoral correspondiente; y las encuestas post-electorales en las que se pregunta –de nuevo, entre otras muchas cosas- por el voto en las elecciones pasadas. Idealmente, la encuesta pre- y post-electoral debería ser un panel (entrevistas a las mismas personas antes y después), pero no siempre se consigue. A estos estudios puede añadirse el “barómetro autonómico” que puede incluir una pregunta por la probabilidad de voto a distintos partidos.

“Estimar” el resultado de las elecciones, por muy mediático que esto sea, no es ni la principal finalidad de las encuestas electorales del CIS, ni, desde luego, la más interesante para la comunidad científica. Aunque, tal vez, gracias a su impacto mediático la financiación está más o menos garantizada, y eso siempre interesa. De hecho, sería mucho mejor si el CIS delegara la estimación de resultados electorales a una entidad distinta, para separar lo científico de lo mediático. Y, desde luego, mientras el CIS sea un organismo del Ministerio de Presidencia, esta separación debería ser obligatoria. En este artículo publicado la semana pasada en nuestro blog (Piedras de papel) y ayer en Nada es Gratis se mostraban algunas razones por las que sería mejor no dar nunca motivos al recelo. Incluso una diferencia que es “metodológica” y no política, como la menor presencia de votantes de los nuevos partidos en las muestras del CIS -consecuencia de acceder a los entrevistados en sus hogares en lugar de por teléfono- es susceptible de interpretarse erróneamente como un sesgo político.

Entendemos el argumento de Fernández-Villaverde de pedir que el gobierno se abstenga de aquello que la sociedad civil ya provee. Sin embargo, creemos que este argumento es precisamente el mejor aval para justificar la existencia de organizaciones como el CIS. Y es que las encuestas privadas no son en ningún caso sustitutas. Las encuestas del CIS son regulares en el tiempo y mantienen series de datos (lo esencial, en la investigación de opinión pública), son homogéneas en su metodología, incluyen muchísima información de trasfondo sobre los entrevistados que nunca recogería una encuesta privada, pues es muy cara de obtener, incluyen preguntas sobre actitudes fundamentales, tienen las muestras más amplias, realizan los cuestionarios en el hogar (lo que también es de un precio casi prohibitivo), y son públicas en el mejor sentido: sus datos pueden obtenerse completos y gratis a través de internet (y esto es lo que mejor señala la calidad de los mismos), de modo que todo lo que dice el CIS puede replicarse. En cambio, las encuestas privadas que encargan los medios de comunicación están al servicio de la actualidad y no al de la ciencia básica.

En todos los países se financian estudios electorales con dinero público. En Alemania también incluyen un barómetro político mensual, con intención de voto, además de encuestas pre y post electorales, un panel online, un tracking durante la campaña y estudios de codificación de las noticias de prensa durante el periodo electoral. La diferencia está en la publicación de estimaciones, que realizan profesionales independientes, y su divulgación corre a cargo de los periodistas (aunque se haga a partir de datos públicos). En EEUU los election polls (las encuestas similares a los barómetros y las encuestas de campaña) están claramente diferenciados de los estudios electorales científicos (las grandes encuestas pre y postelectorales), siendo los primeros más bien privados (incluyendo entidades sin ánimo de lucro que reciben financiación pública) y los segundos siempre públicos. En EEUU, la Universidad de Michigan lleva haciendo esto durante décadas, es como un "apéndice" de la National Science Foundation para estos fines. Lo que sucede con los eletcion polls es que la industria privada está mucho más desarrollada que en España (o en casi cualquier otro país) y los datos “privados” se encuentran abiertos y a disposición del público, periodistas o científicos, que deseen analizarlos. Además, los grandes institutos privados mantienen series temporales regulares, de modo que cubren algunas necesidades de nuestros barómetros políticos. No es evidente que sean sustitutos, pero, en todo caso, es evidente que, de momento, no tenemos aquí una industria que pueda hacer lo mismo.

En un segundo artículo en Nada es Gratis, Jesús Fernández-Villaverde defiende que lo que proponía en el artículo es que el CIS dejara de publicar estimaciones de voto (algo bastante diferente a que deje de hacer encuestas electorales; en el artículo original se criticaba explícitamente que se preguntara sobre intención de voto) y que el CIS saliera del Ministerio de Presidencia (algo en lo que estamos de acuerdo). Creemos sin embargo que el artículo que publicó Nada Es Gratis desprestigiaba a "las encuestas electorales" del CIS en general, lo que no es la forma más efectiva de defender esos dos loables fines. Las encuestas electorales como las que hace el CIS son herramientas imprescindibles para conocer nuestra sociedad y cómo funcionan nuestras democracias, y en todas partes son financiadas con dinero público. La producción científica que permiten las encuestas electorales del CIS (y que de ningún modo sería posible con las encuestas privadas) es evidente. Y no sólo de impacto nacional, sino también internacional: el escéptico sólo debe echar un ojo a los numerosos artículos que usan datos electorales del CIS y que acaban en las páginas de revistas de gran impacto como “Electoral Studies”, una de las principales revistas internacionales de referencia en el campo del comportamiento electoral.

Hay muchas cosas del CIS que pueden mejorarse (incluido el modelo de institución), pero lanzar una crítica con trazo grueso a la financiación pública de "las encuestas electorales" no ayuda mucho a ese debate. De quedarnos sin los estudios electorales del CIS, nos pareceríamos menos –y no más- a los países de nuestro entorno a los que aspiramos a imitar.

Hay 7 comentarios
  • El argumento de que otros lo hacen no es muy bueno. El argumento de que sólo el gobierno sabe hacer estadísticas tampoco.
    Estos datos están en la calle para que los recoja cualquiera, no son confidenciales, y hay una relación muy estrecha entre el comprador y el beneficiario (no hay externalidades).

  • Lo que más me llama la atención es que se pongan juntas dos curiosísimas afirmaciones :

    * Las encuetas del CIS no son comparables a las privadas por su elevadísimo coste (" ... que nunca recogería una encuesta privada, pues es muy cara de obtener, (...) realizan los cuestionarios en el hogar (lo que también es de un precio casi prohibitivo).
    * Sin embargo, luego resulta que se afirma que son "gratis" ("sus datos pueden obtenerse completos y gratis").

    Tiene bastante de "terrorífico" que alguien, supuestamente científico, pueda afirmar ambas cosas simultáneamente y quedarse tan tranquilo. Evidentemente, por definición, las cosas "carísimas" no son "gratis". Entiendo que a algunos les encante que sus "juguetes carísimos" les salgan gratis (a mis hijos también les pasa) pero de ahí a considerar eso una ventaja ... yo espero que mis hijos, llegados a cierta edad, hayan "crecido".

    • Jose Pablo, creo que no comprendes correctamente el sentido de la palabra gratis. Que algo sea gratis no significa que no le haya costado nada a nadie. Si yo en mi restaurante dejo de cobrar por las comidas que preparo, esas comidas son gratis para mis clientes. Por esta razón la frase "nada es gratis" solo es cierta en sentido figurado, y no literalmente.

      • Si tu en tu restaurante dejas de cobrar por las comidas que preparas tendrás que cerrar el restaurante más pronto que tarde (señal de que las comidas no eran "gratis"). No parece que el CIS vaya a "cerrar" por no cobrar sus encuestas ... señal de que alguien SI las paga (o sea, no son gratis).

        Llamar "gratis" a lo que "pagan otros" es extraordinariamente "confuso". Señalar, además, que lo que pagan otros para mi consumo personal es "extraordinariamente caro" tiene algo de "recochineo".

  • Me parece muy positivo que el CIS realice análisis periódicos de la realidad social española. Sus datos son muy buenos y ayudan en numerosos análisis serios que necesitamos que se sigan haciendo para conocernos un poco mejor. Sus datos a largo plazo en todo esto son canela fina.

    En cambio, la publicación de sondeos del CIS, con un mes de retraso sobre el trabajo de campo, que incluyen porcentajes estimados de voto, es un peligroso error. Los datos están desfasados pero se presentan a la sociedad como si fueran mejores o más fiables que los de las seis o siete encuestas que, con un trabajo de campo posterior en el tiempo, se publican antes que los del CIS.

    Si a esto añadimos el pertinaz sesgo que la estimación del CIS muestra siempre a favor de los dos partidos tradicionales, sería mejor que este instituto se retirase del campo electoral y se concentrase en todo lo demás, en lo que es mejor, más tranquilo, más riguroso y más profundo que las empresas privadas.

    En lo demás, please.

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