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Cómo el posicionamiento estratégico influye en el desempeño de las universidades

De Tommaso AgasistiJasmina Berbegal Mirabent

Las universidades son instituciones heterogéneas y esta diversidad debe tenerse en cuenta al evaluar su desempeño. A pesar de la armonización fruto del Espacio del Europeo de Educación Superior (EEES), en un contexto cada vez más globalizado, las universidades han diseñado diferentes estrategias para diferenciarse de sus competidores, optando por diferentes alternativas en función de sus fortalezas y visión institucional. Esta heterogeneidad, debida también a las diferencias en tamaño, estructura, marcos institucionales y realidades geográficas, representa un contexto complejo pero desafiante para evaluar el desempeño de las universidades.

Si bien en la mayoría de informes o estudios en los que se analiza el sistema educación superior se concibe a las universidades como instituciones homogéneas, aparece la necesidad de analizarlas en su contexto concreto, es decir, en función su posicionamiento estratégico. Según la orientación escogida, la asignación de recursos será distinta, así como también los resultados que se esperan conseguir. En otras palabras, no todas las universidades deciden competir a nivel internacional, ni todas las universidades pueden aspirar a ser centros de excelencia en investigación. Cada una, dentro de sus posibilidades y, a su vez, condicionada por una realidad territorial específica, tendrá unas aspiraciones concretas que guiarán las decisiones estratégicas. Cada cuál juega en su liga, y dentro de esta liga, deberá intentar ser lo más eficiente posible para sobrevivir.

En un estudio reciente, hemos abordado precisamente esta temática. Utilizando datos del European Tertiary Education Register (ETER) y de la European Patent Office’s Worldwide Patent Statistical Database (PATSTAT), hemos analizando el comportamiento de las universidades europeas en términos de asignación de recursos y desempeño. En concreto, nuestra muestra incluye 307 universidades ubicadas en 8 países (Bélgica, Alemania, Italia, Lituania, Portugal, Suecia, Suiza y Reino Unido) a lo largo de 3 años (2011 a 2013).

Los resultados del estudio sugieren que las universidades europeas se pueden clasificar en tres grandes grupos según su estrategia de posicionamiento, entendiendo como tal el nivel de internacionalización y la financiación por terceros (third party funding): universidades “world-class”, universidades “flagship” y universidades regionales.

Para cada grupo se ha analizado su comportamiento y medido el nivel de eficiencia. Para el cálculo de la eficiencia se han tenido en cuenta los recursos disponibles (principalmente financieros) para producir outputs de docencia, investigación y transferencia de tecnología, considerando así las tres misiones a las que debe responder la universidad. Dada nuestra hipótesis de que el sistema universitario es heterogéneo, se ha utilizado un análisis de meta-frontera basado en el análisis envolvente de datos. En primer lugar se ha considerado que la tecnología de producción es la misma para todas las universidades. Posteriormente, se ha distinguido por los tres grupos anteriores y se han recalculado los índices de eficiencia diferenciando tres fronteras de producción, una por grupo. Las principales conclusiones se resumen a continuación.

Empecemos revisando las universidades del primer grupo. Atendiendo a su definición, las universidades “world-class” (Levin et al., 2006) se caracterizan por ser universidades referentes a nivel mundial. Ocupan posiciones relevantes en los ránquings, atrayendo por igual a alumnado y profesorado extranjero. Destacan tanto por su excelencia docente como investigadora y la asignación de recursos pretende precisamente maximizar estas dos dimensiones de la función objetivo. El Reino Unido concentra el mayor número de universidades dentro de este grupo, seguido de Alemania, Suiza y Bélgica, que sin embargo se quedan muy atrás. Estas universidades han desarrollado la habilidad de transformar, de forma más o menos eficiente (0.6344, en promedio), los recursos en resultados valorizados por la sociedad (estudiantes, nuevo conocimiento en forma de publicaciones científicas, contratos universidad-empresa, etc.). La explicación la encontramos, entre otros, en su capacidad para seleccionar a los mejores estudiantes y para atraer a profesores e investigadores altamente cualificados. Ciertamente, la proporción de estudiantes internacionales y de personal académico extranjero es la más alta. En términos de investigación, las universidades de este grupo muestran el mayor número de publicaciones por profesor. Además, son capaces de atraer financiación externa, lo que corrobora el posicionamiento de  estas universidades como importantes fuentes de generación de conocimiento.

Un segundo grupo estaría formado por las universidades “flagship” (que podríamos traducir como universidades “insignia”). Los fundamentos los encontramos en Douglass (2016). Se trata, por lo general, de universidades grandes, generalistas, mayoritariamente financiadas por fondos públicos, intensivas en la generación de nuevo conocimiento (misión investigadora) y comprometidas con el desarrollo económico nacional. Si bien compiten a nivel internacional, buscan ser referentes a nivel nacional. Merece la pena señalar que dichas universidades tienen la proporción más baja de estudiantes por personal académico, lo que indica un riguroso proceso de selección de los estudiantes, y una mejor interacción en el aula alumno-profesor, con grupos reducidos. Este enfoque está alineado con uno de los principios del EEES, en el que se promueve la mejora de los procesos de aprendizaje individualizados. El país con el mayor número de universidades dentro de este grupo es Alemania. Italia y Suecia también tienen algunas, pero quedan mejor representadas en el tercer grupo. En cuanto a los niveles de eficiencia, los resultados obtenidos revelan que están a medio camino entre las world-class y las regionales.

El tercer grupo corresponde a las universidades que podríamos etiquetar como “regionales”, es decir, aquellas cuyo propósito es el de atender a las necesidades del territorio en el que operan. El perfil del alumnado y profesorado responde a estudiantes y profesionales de las zonas adyacentes. La financiación de estos centros es principalmente pública. Dichas universidades buscan colaboraciones con el tejido productivo local para desarrollar proyectos de I+D con el objetivo último de dinamizar la economía y fomentar la competitividad regional. En términos de eficiencia, se observa que las restricciones tecnológicas y de infraestructura (recursos, marco regulatorio y otras características del entorno) dificultan una gestión eficiente de los recursos en relación a los resultados de producción.

Por último, en el estudio investigamos los determinantes de las ineficiencias. Los resultados indican que la ineficiencia se explicaría por la diversidad académica, entendiendo como tal la variedad de áreas de conocimiento, contrario a la especialización en unas pocas áreas. Este efecto se observa principalmente en las universidades del primer grupo así como en las regionales. Es decir, la especialización ayuda a ser más eficiente. Otro hallazgo relevante es que las universidades públicas tienden a ser menos eficientes que las privadas. Este resultado es válido para las universidades flagship y las regionales, sin embargo, no se observa en las world-class. La edad de la universidad también se considera relevante, lo que sugiere que la antigüedad está, de alguna manera u otra, vinculada al desarrollo de políticas y capacidades de gestión que facilitan las actividades del día a día. Por último, se observa que es importante encontrar el equilibro entre PDI y PAS para conseguir una plantilla que aporte valor a la institución.

A modo de conclusión, los resultados de este estudio pueden arrojan nueva luz sobre cómo las universidades europeas abordan su función objetivo y cómo su posicionamiento estratégico condiciona la asignación de recursos.