- Nada es Gratis - https://nadaesgratis.es -

¿Cambia el desempleo nuestras preferencias por la redistribución?

de Luis Miller y Paloma Úbeda

Una de las innovaciones más recientes de la economía experimental es el uso de experimentos de laboratorio como un “termómetro” de lo que pasa en la vida real de las personas. De esta forma podemos combinar aspectos que los investigadores observamos directamente, como la edad, el género o si alguien tiene un contrato de trabajo temporal o indefinido, con aspectos que no podemos observar, como las preferencias de riesgo, los rasgos de personalidad o los preferencias sociales. Son precisamente de estas últimas de las que trata esta entrada.

En el estudio Moral Consequences of Becoming Unemployed combinamos la metodología experimental con acontecimientos naturales, como quedarse desempleado, para poder responder a la pregunta de si la gente cambia sus preferencias redistributivas después de sufrir un cambio como éste. En un estudio anterior, observábamos que empleados y desempleados tenían diferentes preferencias redistributivas, pero lo que no éramos capaces de observar era si estas eran estables en el tiempo. En este trabajo lo que hacemos es invitar a jóvenes de 18 a 35 años residentes en Córdoba y Bilbao a que participen en el experimento dos veces, en la primavera del 2013 y un año después. Nuestra muestra se compone de 151 jóvenes que en el primer año estaban empleados o estudiando a tiempo completo y un año más tarde continuaban en la misma situación o se habían incorporado a las filas del paro.

Para poder medir sus preferencias redistributivas nuestros participantes tuvieron que enfrentarse a un juego de distribución como los que ya se han presentado en entradas anteriores (aquí, aquí y aquí). En concreto nuestros participantes fueron agrupados de forma anónima en grupos de cuatro. En la primera fase tuvieron que realizar de forma individual una tarea productiva para después decidir cómo redistribuir lo que cada uno había ganado (tratamiento esfuerzo). En un segundo tratamiento (tratamiento aleatorio), el dinero con el que cada uno empezaba la segunda fase nada tenía que ver con el esfuerzo puesto en la tarea de la primera fase. Este diseño nos permite observar cómo los participantes siguen distintos principios de justicia distributiva (igualitarismo, egoísmo, proporcionalidad), dependiendo de si lo que tienen que repartir se lo han ganado o no.

¿Y cambian las preferencias redistributivas medidas en el laboratorio como consecuencia del desempleo? Pues parece que sí. Lo que observamos en el estudio es que en el primer año del experimento tanto los que van a seguir en la misma situación de empleo en el segundo año, como los que van a quedarse desempleados respetan hasta cierto punto las desigualdades que se deben a la productividad observada. En el segundo año, sin embargo, aquellos que siguen empleados o estudiando siguen premiando el esfuerzo o la productividad, mientras que los que se han quedado desempleados dejan de recompensar más a los más productivos. Lo importante del resultado es que seguimos a las mismas personas y, por tanto, los cambios que estimamos son cambios a nivel individual. Esto nos permite controlar los factores individuales que no cambian en el tiempo.

Pero claro, aunque el diseño del estudio ya permita descartar características que no cambian en el tiempo, pudiera ser que hubiera un cambio en los participantes que produjera al mismo tiempo que las personas se queden desempleadas y que premien menos la productividad. Cuando presentamos nuestro estudio en decenas de seminarios y conferencias, otros colegas nos planteaban cuatro candidatos a ese cambio que pudiera producir al mismo tiempo la pérdida de empleo y el cambio de preferencias. El primero era un cambio en el egoísmo, es decir, que cuando uno tiene menos recursos disponibles tras quedarse desempleado tendería a quedarse con más dinero en el experimento. Un segundo candidato alternativo a nuestra explicación es que un deterioro de la salud mental produjera a la vez cambios en el empleo y las preferencias. Una tercera alternativa es que el desempleo cambie nuestra personalidad y eso haga cambiar las preferencias. Por último, uno podría pensar que los desempleados premian menos el esfuerzo porque ellos mismos se esfuerzan menos. Con los datos de nuestro experimento, podemos rechazar estas cuatro hipótesis alternativas. Si bien observamos cambios entre los dos años en el egoísmo, la salud mentad, la personalidad y el esfuerzo realizado en el experimento, ninguno de estos cambios explica el efecto del desempleo sobre los preferencias que identificamos. Por tanto, mientras no se encuentre otro mecanismo explicativo, nuestros resultados indican que al quedarse desempleadas, las personas tienden a premiar menos el esfuerzo y la productividad.

¿Qué consecuencias puede tener esto sobre el mercado laboral? Pues como mínimo este cambio de preferencias hace que las personas pierdan una de las motivaciones básicas para reengancharse al mercado de trabajo, la motivación por ganarse el sustento con su propio esfuerzo y desempeño y esto podría ralentizar la reincorporación al mercado de trabajo de muchos desempleados. ¿Podemos diseñar políticas que reviertan este cambio de preferencias? En eso estamos trabajando en este momento. En colaboración con varias instituciones públicas queremos entender si algunas políticas de empleo clásicas –como la orientación laboral individual– o más innovadoras –como la orientación grupal– tienen un efecto sobre las preferencias distributivas de los participantes en las mismas. Se habla mucho de activación de los desempleados y cada vez tenemos más claro que parte de esta activación tiene que ver con la recuperación psicológica y conductual de los desempleados. Esperamos que todos estos esfuerzos sirvan para no caer en los círculos viciosos tan comunes en situaciones de desempleo y pobreza.