Mi pesimismo y el mercado de trabajo de nuevos doctores

Una lectora me preguntó el viernes por los motivos del pesimismo que rezumaba mi entrada de la semana pasada. No fue la única Pau, otro comentarista habitual, también lo hizo notar. Y como decía Pau, buena parte de este pesimismo es objetivo y ya anunciaba las razones en la entrada. Los agentes sociales no se ponen de acuerdo (¡qué envidia dan los holandeses y hasta los alemanes en esto!) para reformar el mercado de trabajo en profundidad. Y si no atacamos la dualidad de ese mercado, las empresas no invertirán en formación continua, y los propios trabajadores no tendrán motivo para hacerlo. Total, para lo que les va a valer sobrecualificarse dado que nuestras empresas no parecen necesitar trabajo cualificado. Esto, a su vez, es consecuencia de un sistema de educación y de investigación que no produce el talento que necesitarían las empresas para competir en mercados donde la innovación es vital.

Y ahí es donde comienzan las razones privadas para mi pesimismo. Del que, por cierto, he de añadir que es un tanto retórico. Cualquiera que, como yo, haya visto el sistema universitario español en los 80 y ahora se da cuenta de que estamos mucho mejor de como estábamos. Las medidas bibliométricas de productividad de nuestro sistema científico muestran una mejora notable en prácticamente todas las ciencias (ver por ejemplo Jiménez-Contreras, Moya y Delgado 2003 ). Pero esto no evita que el día a día de la actividad académica produzca importantes contrariedades que nos hagan desesperar de la velocidad glacial del avance (y esto cuando lo hay).

Les doy dos ejemplos. Hace unos meses hablaba con un amigo (sensu Jesús F.-V.) político reformista sobre posibles mejoras de nuestro sistema educativo. Llevo suficiente tiempo en el negocio para darme cuenta de que no se pueden pedir peras al olmo, pero en mis cavilaciones nocturnas me asaltó una idea que (ingenuo de mí) pensé factible. Los profesores interinos reciben puntos en las oposiciones para convertirse en funcionarios por el tiempo que llevan de interinos. ¿Qué tal si les damos puntos por la labor bien hecha?, propuse. Un interino en un barrio difícil que consigue mejorar el desempeño de sus chicos (por ejemplo reduciendo el fracaso escolar o aumentando la media de la prueba C.D.I.) merece unos puntos extra. Y seguramente es un procedimiento más eficaz para detectar un buen profesor que el tradicional examen de las oposiciones. No sabes lo que pides, Antonio, dijo el político. Las reglas de los puntos en las oposiciones están reguladas por convenio colectivo. Algo como la que propones no se aceptaría nunca en convenio e intentar implantarla por decreto llevaría como mínimo a una demanda por prevaricación. No sé a ustedes, pero a mí me parece deprimente. Racional por parte de los que se oponen, claro. Esto mejoraría a los profesores con más talento de entre los interinos, que por definición no son los votantes medianos del convenio. Pero que comprendamos algo no quiere decir que no nos entristezca.

El otro ejemplo de mis motivos para la frustración es más estacional. El mercado de trabajo para jóvenes doctores en economía se cierra más o menos en estas fechas. Aunque muchos lectores lo conocerán, tengo que explicarlo un poco para que lo entienda todo el mundo. Cada año las universidades no endogámicas de medio mundo anuncian las plazas para nuevos doctores de las que disponen por muchos medios. Fundamentalmente tablones de anuncios electrónicos, como Inomics, Job Openings for Economists, EconJobMarket o Walras, además de las propias páginas web de las instituciones. Los candidatos envían sus CV, muestras de su trabajo de investigación y evaluaciones docentes, además de cartas de referencia que envían directamente sus directores de tesis y otros profesores, a las instituciones que tienen plazas (este intercambio a menudo se produce vía plataformas electrónicas como el propio EconJobMarket). John Siegfried and Wendy Stock tienen una descripción muy detallada del mercado (Siegfried es secretario de la Asociación Americana de Economía, que gestiona Job Openings for Economists). Pero para que se hagan una idea, el departamento de economía de la Universidad Carlos III de Madrid, que es bastante representativo del mercado, recibió unas 350 solicitudes para 3 plazas (mi estimación es que cada candidato solicita a unas 150 instituciones, así que no es que literalmente cada plaza tenga a 100 candidatos esperando a la misma). Estos 350 candidatos son evaluados por los especialistas del departamento en cada área. De ellos, entrevistamos a 25 en la reunión anual de la Asociación Española de Economía y unos 35 en la reunión de la Asociación Americana de Economía. Finalmente se seleccionaron unos 15 para una visita a Madrid en la que todos los miembros del departamento tuvieron la oportunidad de conocer a la persona y su trabajo.

Y ahora viene la razón de mi frustración. Unos cuantos de estos candidatos reciben finalmente una oferta para venir a trabajar a nuestra universidad. Y cada año por esta fecha nos encontramos con la situación de que algunos de esos candidatos prefieren ir a otro lado. En principio parecería normal. ¿Si te ofrecen ir a jugar al Manchester United, por qué querrías jugar en el Getafe? No hay motivo de frustración racional. No, el problema es que alguno de los candidatos prefiere ir al Stockport (el último equipo de la segunda división inglesa) antes que al Getafe. ¿Y por qué? Pues porque el Stockport paga el salario de mercado para un jugador académico. Y nosotros, en el mejor de los casos, podemos llegar a dos terceras partes de esa cantidad. Y esto para un "rookie" donde aún nos defendemos porque la gente sabe que entrenarse con nosotros puede ser una inversión de largo plazo. Si queremos un "crack" (alguien como Jesús, Juan o Luis, por entendernos) ya no hay nada que hacer. Ahí nuestro salario funcionarial puede estar entre un medio y un tercio del de mercado, y estos individuos no necesitan invertir en nada, ya son los Lionels o Cristianos de la economía.

Para que no se diga que sigo pesimista, estoy convencido de que esto tiene arreglo. Necesitamos unos cuantos políticos valientes que se empeñen en una misión reformista radical. Que se atrevan a denunciar convenios colectivos arcaicos y a romper la escala de salarios funcionarial, como ya han hecho políticos británicos de los dos colores. Y tenemos que recompensar esta valentía con nuestro voto, olvidando prejuicios ideológicos para fomentar la libre competencia en el mercado de las ideas.

Hay 21 comentarios
  • Las universidades españolas, al menos lo que he conocido por experiencia propia o de allegados, son meras expendedoras de títulos. La endogamia es sólo uno de los males, que lleva a que el nivel intelectual del profesorado universitario sea en muchos casos inferior al profesorado de secundaria (donde al menos sí que hay un proceso de selección serio, aunque muchos conocimientos no implican que luego seas capaz de transmitirlos).

    Acabé mi carrera en la Politécnica de Madrid. Y quería seguir estudiando, era un alumno destacado y me interesaba el tema de los flujos dentro de una cámara de combustión. Pregunté un poco a profesores y sólo obtuve perplejidad: si ya has acabado, coje y título y lárgate, me vinieron a decir. Lástimas, que un profesional con ganas de seguir investigando en un sentido no reciba apoyo, vía libre, porque seguramente devolverá a la sociedad mucho más de lo que ésta podría invertir en él.

    Sigo formándome, esta vez en la UNED. En la educación a distancia, las clases presenciales son sustituidas por las unidades didácticas. La mayoría de las veces, tienes que pagarlas además del precio de matrícula, y no son baratas. Un absoluto sacacuartos. El caso es que este material está repleto de faltas de ortografía (ay, el uso de la coma, ese gran misterio!) que llegan a hacerlo ilegible. La pedagogía, o el simple sentido común, brilla por su ausencia (para explicar un concepto, emplean términos de un nivel superior, como enseñar a un niño a sumar refiriéndose a las ecuaciones diferenciales, absurdo). Y, por fin, terriblemente desactualizados, precisamente en temas energéticos en los que esta década, y estos últimos años, han dado un vuelco a todas las proyecciones, previsiones y escenarios.

    En todos esos puntos se ve el absoluto desinterés, si no incapacidad, del profesorado en hacer su trabajo.

    En fin, mi nota para la universidad española es un suspenso claro. El problema es que yo doy mi nota, pero nadie me la ha pedido.

  • Antonio,

    Si encuentras algunos polícos valientes, informanos pues yo no los encuentro.

    Por otro lado, decir que coincido parcialmente con Mendiño, dado que creo que dentro de la universidad española hay universidades, facultades y departamentos que funcionan relativamente bien y que son honestos. Es decir, que no todos son unos chapuzas e ineptos. Ahora, tengo que decir, que a medida que conozco más a la universidad , menos me gusta está y me da vergüenza pertenecer a esta institución.
    Una experiencia que me impacto mucho fue ver en unas elecciones como miembros de distintas facciones se acercaban a las mesas electorales y comprobaban quien habia votado. Y después iban en busca de sus supuestos "acólitos" para presionarles para que votaran a su favor. Lo que más me indignaba que los que estaban en las mesas les dejaban que vieran quien habia y no habia votado.

    • Paco. Las elecciones universitarias son terroríficas. Podemos contar historias y no parar. El gobierno de las universidades merece un replanteamiento global. El autogobierno sin prácticamente rendición de cuentas a la sociedad bajo el que funcionamos nos aboca al fracaso. Es necesario cambiar el modelo. Juanjo Dolado y Salvador Barberà hacen propuestas muy interesantes que merece la pena aplicar.

  • Mendiño. La universidad es muy frustrante. El problema, para mí, es que nadie tiene incentivos para actuar de forma distinta y se quedan con la sinecura sin más. Compara con el Reino Unido. El Research Assessment exercise (y su primo de teaching) da cantidades muy apreciables de dinero a los departamentos en función de su excelencia. Y entonces la cosa cambia. Un posible investigador de primera o un gran docente se convierten en un activo. El nepotismo sale caro y ya no le dejan al cacique, porque equivale a meter la mano en el bolsillo de los compañeros.

  • La investigación en la universidad española (al menos en ingeniería, que es lo que conozco) consiste en realidad en consultoría y certificación a través de los laboratorios certificados de las distintas universidades. Laboratorios de cuyos beneficios normalmente se queda la universidad con un 12% y el resto va a parar a los egregios profesores. De manera que al final, esos maravillosos laboratorios de investigación con enormes retornos industriales lo que hacen no es innovar, sino hacerle la competencia a la empresa privada. Heroico, no?

  • Creo que hay razón para el pesimismo. En toto el país no existe un solo político valiente. No existe porque su visión es a corto plazo. Donde están los hombres de estado como los que hicieron la transición? Por otro lado la percepción de la realidad española por parte de los políticos está lejos de lo que es. Que no se lo tome a mal nadie, pero el 75% de los políticos son funcionarios. Esto da una visión sesgada de la realidad del país.

    • Joan. Luis Garicano ha escrito una entrada muy interesante en el blog comentando la (falta de) formación de nuestros políticos. Y un artículo sobre los directivos de Cajas de Ahorros.

  • Fer. Estoy de acuerdo. Pero ¿por qué no se dedican a la investigación básica? Pues porque les sale demasiado caro. Primero, las empresas no contratan para la consultoría a los científicos más distinguidos pos sus contribuciones puramente científicas. Si lo hicieran, tendrían que dedicar más tiempo a la investigación para generar sus euros de consultoría. Y si su sueldo de profesor dependiera en alguna medida de su investigación básica tendrían otro motivo más. La gente reacciona a los incentivos, y en la universidad española son muy malos.

  • En relación a la posible reforma de nuestro sistema universitario, permitidme que os recomiende los artículos de Juan José Dolado, Salvador Barberà y Teresa Garcia-Milà que han aparecido recientemente en el eBook de FEDEA sobre la ley de Economía Sostenible (www.reformasestructurales.es).
    De todas formas, diseñar adecuadamente y actualizar con la suficiente rapidez un sistema de incentivos del tipo Research Assessment Exercise no es tarea fácil, y no estoy seguro de que la administración española tenga la capacidad de hacerlo.

    • Gracias, Manuel. Cuando le contesté a Paco se me olvidó el artículo de Teresa. Si queréis ir a él directamente está aquí. Como decía antes el de Juanjo aquí y el de Salvador aquí. Lo que no sé es si estoy de acuerdo en que no se puede hacer deprisa. Yo creo que sí. No se hará perfecto a la primera, como no es perfecto aún el británico. Pero lo mejor puede ser enemigo de lo bueno.

  • Dada la proliferación de agencias autonomicas de evaluación académica en España, parece que las CCAA están interesadas en medir el rendimiento y que no se fian de los criterios del gobierno central. No?
    Creo que más vale que se reduzcan este gasto y lo destinen a reducir el deficit, que seguro que nos viene mejor que destinarlo a cualquier otra idea que pase por la cabeza de nuestros políticos, especialmente los locales.

  • No Brasil é tudo muito pior. As empresas estão contratando trabalhador no exterior. As empresas públicas pagam os maiores e melhores salários, sem que haja prestação de serviço público decente - veja as estradas, a falta de médico, de boas escolas, a favelização geral das grandes cidades e um judiciário que dificilmente prende político corrupto. Se isso vocês não têm, então certamente vocês estão muito bem de vida.

  • Hola Antonio,
    El tema de la universidad espanyola me llega cerca del corazon. Por ser del ramo, he tenido la buena fortuna de conocer a compayeros que trabajan en diversas universidades espanyolas. Algunos formados afuera y algunos formados en Espanya, pero todos empiezan con muchas ganas, mucho teson, y mucho empuje y tan listos o mas que los que te pudieras encontrar en cualquier otro pais.
    Inevitablemente, a medida que pasa el tiempo, la gran mayoria "se quema." Se quema por que no ven compensacion alguna a los esfuerzos que dedican a la investigacion a nivel internacional, que como sabemos, cuesta mucho mas trabajo que con publicaciones de menos prestigio cientifico. Iria aun mas lejos, no solo es que la universidad no ejerza criterio alguno en distinguir entre tipo de publicacion, es que parece premiar a individuos que son especialmente mediocres en el campo investigador, pero particularmente habiles en el campo politico.
    La escala funcionarial del profesorado espanyol me parece un sistema de incentivos nefasto. La poca competicion por el talento entre universidades espanyolas, totalmente insostenible si nos queremos enganchar al vagon del desarrollo.
    Esto te lo digo con poca exageracion, pero en mis visitas a Espanya y en conversaciones con colegas de la universidad espanyola, me dan ganas de llorar. Desde aqui quisiera comunicar el tremendo respeto que les tengo por lo dificil que lo tienen y por lo valientes que son.

  • Marco, no Brasil todo pode ser muito pior, mais as pocas cosas que se facem, se facem mais o menos bem. Na Espanha, todo se face por o camino facil, e por tanto mal, para obtener o aplauso facil do povo. Eu penso que es melhor estar atrasado mais no bom camino que avançado no malo. Brasil é na mesma posiçao que Espanha no século XIX, mais sem risco de guerras civiles o ditaduras. E perdon por o meu portugues 😉

  • Hace unos días hablaba con un militar, casi seguro lector de vuestro blog. Y se lamentaba que aún hubieran demasiados mandos para el ejército que queríamos. Lo escuchaba y le daba la razón, mientras pensaba en el "aún" y el cambio que ha realizado nuestro ejército.
    Fueron tiempos de políticos valientes, que cambiaron muchas cosas; pero también de un sinfín de mandos que soportaron ver como sus hijos y nietos ya no podrían seguir la carrera de la dinastía.
    Las dinastías, eso es lo que nos pierde, junto nuestra idiosincrasia.
    En fútbol no tenemos competencia en ningún lugar del mundo. Si el Barça quiere un jugador británico, lo compra y punto; eso si el Real no puja también por él. Muchos equipos españoles, que se mantienen en la cuerda floja de la división, disponen de un presupuesto doble al de los mejores daneses, holandeses, suecos... Y, sin embargo, nuestras mejores universidades no pueden competir con cualquiera de las suyas y nos vanagloriamos de ello. Y es que lo más importante es que el Barça sea el mejor del mundo o que la Belén gane más que cualquier periodista de carrera.
    Hoy escuchaba en un programa de radio, que Dinamarca, con parecida población que Catalunya, solo tiene una escuela de periodismo. Aquí, hasta hace poco también la había y la nota de corte para entrar era muy elevada. Ahora hay muchas, incluida una de privada para los que no llegan a ninguna. Antes el 90% de los que salían encontraban trabajo, ahora ni el 20% y su preparación a la vista está. Y es que el Decano de la escuela de periodismo se quejaba que, claro... muchos no llegaban a la nota y sus papás lo llamaban para preguntarle si podría echar una mano a sus vástagos.
    La dinastía otra vez.
    La medicina funciona. Muchos de los que fueron a hacer las Américas volvieron. Algunas comunidades inventaron contratos por productividad y ahora son líderes en trasplantes de todo tipo, en medicina vanguardista. Ahora se invierte en biotecnología y las universidades investigan conjuntamente con los laboratorios y, por ende, disponemos de una cartera de biólogos de primer orden, pero aún sin suficientes alicientes. Ya llegaremos a eso, pero antes necesitábamos la excelencia. Que se vayan no es malo si disponemos para que vuelvan.
    Demasiado dinero desperdiciado en multitud de licenciados, de los que la mayoría ni siquiera sueña en conseguir trabajo. Repetimos lo sucedido en el bloque comunista hace un montón de años. No hemos aprendido nada.

    • Pau. Las dinastías, en efecto. Bandiera, Guiso, Prat y Sadun tienen un magnífico artículo documentando que las empresas familiares italianas en lugar de premiar los resultados de sus directivos y de contratarlos por su talento, los contratan por sus contactos y premian su fidelidad. Así les va. Y así nos va, no creo que seamos distintos. Si tuviera que apostar, diría que peores.

  • Paco. Las agencias evaluadoras locales pueden ser mejores o peores que las nacionales. La catalana fue muy buena, y quizá lo siga siendo. La competencia puede ser buena hasta en esto. Si no es competencia a la baja, claro. La idea sería que quiero que me evalúe la agencia más dura si esto luego se convierte en mayor prestigio y mayores réditos. Eso es lo que falta. Un mayor premio para un mejor desempeño.

  • Marco. Que los salarios del sector público brasileño sean demasiado elevados no sería muy grave problema, si después hubiera resultados. Lo grave es si no los hay. Pues a echar a los políticos corruptos y a elegir a otros. El día que lo consigáis nos cuentas como lo habéis hecho a ver si podemos copiarlo.

  • Gracias, Óscar. La escala funcionarial combinado con las oportunidades externas, como decían Mendiño o Fer, son letales para la producción científica o la docencia. Eso sí, algunas empresas consiguen consejo profesional subsidiado. Pero como no eligen a los mejores porque no saben quienes son, pues "they get what they pay for". O sea, nada. Y esto alimenta la sospecha de que los académicos no valen para nada y entonces mejor no pagar nada por ellos. Un equilibrio bien malo, sí señor.

  • Gracias Antonio por responder. Estoy de acuerdo contigo, lo que falta es el premio por un mejor desempeño, pero creo que 14 o 18 agencias de evaluación es excesivo (demasiado costoso a nivel nacional), aunque fomente la competencia al alza.

  • Muchas gracias por el artículo. Es un tema que me resulta muy cercano.
    Como muchos de vosotros, hice la carrera en España y luego continue con un doctorado fuera (el Reino Unido en mi caso). Tras dejar el mundo académico hace ya tres años estuve de investigador en una empresa privada en España. Allí tuve la oportunidad de colaborar con muchas universidades y centros de investigación españoles.
    Mi impresión es que los mejores centros con diferencia son aquellos que se han creado desde cero en los últimos años, adcritos a universidades aunque funcionalmente independientes. Este método tiene la ventaja en no enfrentarse con las universidades y mejorar la calidad de la investigación que se hace. Sin embargo, da pena que la mayor parte del sistema de investigación pública en España sea tan ineficiente. Desde mi punto de vista, sólo un sistema que incentive la investigación en universidades logrará que mejore la situación. Incentivos como ligar la financiación a objetivos. Aunque lamentablemente, no creo que ningún político se atreva a apostar por ningún cambio en las universidades.

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